Revista Científico-Metodológica, No.82 enero-abril, 2025. ISSN: 1992-8238
Dr. C. Luis Orlando Pérez Albejales. Profesor Auxiliar. Grupo de Salas de Historia, Dirección de Extensión Universitaria, Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona.
Correo electrónico: luisopalbejales@gmail.com
Recibido: agosto 2024 Aprobado: diciembre 2024
RESUMEN Este trabajo centra la atención en la influencia recibida por Dulce María Escalona en su interacción con profesores y amigos, así como a través de sus propios estudios, de lo mejor del ideario pedagógico de la época que le antecede y su propia época, lo que contribuyó a la formación de su pensamiento pedagógico, el cual concreto en su labor como educadora en diferentes instituciones educativas en las que mediante su influencia y ejemplo mostró su concepción sobre la formación integral de los profesionales de la educación encargados de contribuir a que las nuevas generaciones logren un desarrollo integral. El contenido del trabajo se asocia a resultados de investigaciones relacionadas con esa temática presentados en el III Coloquio de Pensamiento Pedagógico organizado en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona el año 2024 y desarrollados por el grupo de trabajo de Salas de Historia de la Dirección de Extensión Universitaria de este centro de educación superior. Palabras clave: Ideario pedagógico, formación de profesionales de la educación, formación integral |
ABSTRACT This work focuses on the influence received by Dulce María Escalona in her interaction with teachers and friends as well as through her own studies, from the best of the pedagogical ideology of the time that preceded her and her own time, which contributed to the formation of her pedagogical thought, which she concretized in her work as an educator in different educational institutions in which through her influence and example she showed her conception of the comprehensive training of education professionals in charge of helping new generations achieve comprehensive development. The content of the work is associated with the results of research related to this topic presented at the III Colloquium on Pedagogical Thought organized at the Enrique José Varona University of Pedagogical Sciences in 2024 and developed by the History Rooms work group of the University Extension Directorate of this higher education center. Keywords: Pedagogical ideology, training of education professionals, comprehensive training |
El pensamiento pedagógico comenzó a formarse desde los propios inicios de la humanidad. Es una consecuencia de su decurso, en correspondencia con la necesidad de los seres humanos de trasmitir con calidad, eficiencia y eficacia a sus descendientes las experiencias adquiridas y la información obtenida en su enfrentamiento cotidiano con el medio natural y social.
En la actualidad existen diversas definiciones del concepto pensamiento pedagógico. En sus detalles, en ciertos aspectos, estas definiciones son diferentes. Sin embargo, no nos detendremos en el análisis de las mismas, ya que en sus rasgos generales son semejantes. Una de las definiciones más detalladas considera que el pensamiento pedagógico es un:
Conjunto de ideas mediante las cuales se reflexiona en torno a diversos tópicos de la educación, en ellas se ponen en juego las representaciones que se tiene respecto a ciertos elementos propios del ámbito educativo, por ejemplo, lo que significa la escuela, la práctica docente, los procesos de enseñanza y aprendizaje, la concepción de estudiante como sujeto educativo, además de la concepción de hombre y mujer que se desea formar en una sociedad (Secretaria de Educación Pública de México, 2021, p. 5).
Jiménez (2017 y 2018) incluye, dentro de los elementos propios del ámbito educativo sobre los que se recapacita, el papel político que ha jugado la pedagogía en el contexto en que se analiza.
En esta definición se puede distinguir el rasgo más importante del pensamiento pedagógico: es un conjunto de ideas mediante las cuales se reflexiona en torno a diversos tópicos de la educación.
Más reciente, se afirma que el pensamiento pedagógico se forma a partir de “la interpretación del discurso de los pensadores como un conjunto de saberes que se aplican a la educación…” (Secretaria de Educación Pública de México, 2023, p. 5).
Durante los últimos años diversos investigadores nacionales y extranjeros se han dedicado a investigar el devenir del pensamiento pedagógico en las diferentes etapas del desarrollo histórico, mediante la interpretación del discurso de los grandes educadores como un conjunto de saberes que se aplican a la educación, entre ellos descuellan los trabajos de Contreras, 2016, Argueta, 2017; Hernández, 2017; Alfonso y Benítez, 2018; Hernández y Reinoso, 2018; Jiménez, 2018, Piloto, 2019; Aguilar, 2019; Soriano, Rodríguez, Suárez y Ramos, 2020; Guanche, 2022, entre otros.
El artículo que ahora se presenta pretende revelar el original pensamiento pedagógico de Dulce María Escalona Almeida, heredero de la rica tradición pedagógica cubana en sus vínculos con lo mejor del pensamiento pedagógico hispano-americano y anglosajón de su época.
En términos metodológicas la principal fuente de esta pesquisa de pensamiento.
pedagógico es la vida misma de Dulce María Escalona, la cual no ha sido suficientemente valorada por la historia de la educación cubana; ella no tuvo como objetivo escribir un tratado pedagógico, empleó más tiempo en hacer hombres que en redactar libros de Pedagogía o Didáctica general.
El contexto teórico y conceptual en el que se ubica el pensamiento pedagógico de Dulce María Escalona está ubicado en el desarrollo de la educación y la pedagogía durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Dulce María Escalona Almeida (nacida en el centro de la ciudad de Holguín, en 1901 y fallecida en la ciudad de La Habana, en 1976), fue catalogada por Armando Hart Dávalos (1930-2017) como una de las mujeres más talentosas y relevantes dedicadas al estudio de los problemas de la educación y la sociedad cubana en el siglo XX.
La alta y rigurosa calificación profesional de la Escalona, graduada el 9 de septiembre de 1921 en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba, y doctorada en Pedagogía en 1924 y en Ciencias Físico-Matemáticas en 1939, ambas carreras en la Universidad de La Habana, le permitió asumir importantes responsabilidades, tanto antes de 1959 como después del cambio sociopolítico iniciado en Cuba en 1959.
Entre 1926 y 1958, desarrolló labores de magisterio desde la Escuela Normal de Maestros de La Habana, con períodos de cesantías y cárcel por sus posiciones comprometidas con la lucha por la justicia social, pues su vida estuvo inmersa en los procesos de levantamiento revolucionario correspondientes a este siglo, de los cuales fue testigo y activa protagonista.
Fue fundadora de entidades docentes, sobre todo en la enseñanza universitaria para la formación de maestros: los institutos pedagógicos y el Varona en particular, constituyen su gran obra. La pasión, la dedicación, el entusiasmo, el saber científico y pedagógico que puso en su creación y desarrollo no fue en vano, pues estas instituciones significaron y significan un aporte al desarrollo educacional y cultural del país.
En consideración a su fecunda trayectoria académica e investigativa y a sus meritorios aportes a la formación y superación de maestros y profesores, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte y la Asociación de Pedagogos de Cuba, la reconoce como una de los 100 maestros más destacados del Siglo XX.
Durante el año 2011 fue incluida en el listado de las “Educadoras antillanas de todos los tiempos” (Ricardo, 2011, p .292), junto a nombres como los de Sara Salomé Ureña, María Luisa Dolz, Carolina Poncet, Camila Henríquez Ureña, Rosario Novoa y Vicentina Antuña.
Al año siguiente, en ocasión de la conmemoración del Día de la Cultura Nacional el 20 de octubre de 2012, fue nominada por el Movimiento de Mujeres Católicas de Cuba entre los “integrantes de un imaginario equipo nacional de Cubanos Cultos para Todos los Tiempos” (Fontela, 2012, p .1) integrado por 45 personalidades de la cultura cubana.
Para aproximarnos al pensamiento pedagógico de Dulce María Escalona, es necesario, primero, valorar cómo influyó en su formación el pensamiento pedagógico precedente, precisar quiénes ejercieron una marcada y positiva influencia en ella.
En primer lugar, su pensamiento pedagógico está marcadamente influenciado por el paradigma de la ideología mambisa caracterizada por el afán independentista (Ibarra, 2022). La educación recibida de sus padres, incorporados al Ejército Libertador durante la Guerra Necesaria convocada por Martí, forjo su identidad nacional y dejó en ella profundas huellas de amor a la patria, que le permitieron, posteriormente, formar valores ético-patrióticos en tantos y tantos maestros surgidos de sus aulas que han desempeñado un papel trascendente en la historia de Cuba y en el desarrollo de la labor educativa de las nuevas generaciones, tanto en las adversas condiciones de la república neocolonial como incluso en el proceso revolucionario ya triunfante.
Por otra parte, fue una estudiosa de la obra de José Martí (1853-1895), sobre todo durante sus estudios en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba y después de su incorporación, en 1921, a la naciente Juventud Nacionalista de Oriente. A través de la lectura de los textos de Martí, Dulce María se puso en contacto con lo mejor de su ideario pedagógico (Almendros, 2021).
En Santiago de Cuba, Dulce María estableció una hermosa relación de amistad con la familia Henríquez Ureña, principalmente con Max (1886-1968), uno de sus profesores en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba y su hermana Camila (1894-1973), vínculos de amistad que duraron hasta el fin de la vida. Camila fue una notable educadora, lo que le valió su inclusión también entre las “Educadoras antillanas de todos los tiempos” (Ricardo, 2011, p .291), pero su hermano Pedro (1884-1946) afirmó: “Entre nosotros, el maestro, el que mejor enseña es Max (…)” (Henríquez, P. citado por Gutiérrez-Vega, 1982, p. 300).
La vocación pedagógica que poseían los Henríquez Ureña, la puso en contacto con el ideario pedagógico de la madre de estos: Salome Ureña Díaz (1850-1897), que tuvo el mérito de combinar magistralmente la literatura con la pedagogía, asumiendo con pasión y valentía las ideas de Eugenio María de Hostos y Bonilla (1839-1903), catalogado como el gran educador de la América hispana.
Salome Ureña fue una defensora incansable del acceso a la educación para todos, independientemente de su género, promoviendo una educación inclusiva y de calidad para todos. Así mismo fue una ardiente defensora de la educación como medio para la transformación social a la vez que abogaba por la enseñanza en todas sus formas, fomentando el pensamiento crítico y la formación integral de las nuevas generaciones, pero por encima de todo, fue una pionera en la educación de la mujer y su emancipación (Fernández y Tamaro, 2004).
Contemporánea de Manuel Valdés Rodríguez (1848-1914), Enrique José Varona (1849-1933), Arturo Montori Céspedes (1878-1932) y Ramiro Guerra Sánchez (1880-1970), entre otros grandes pedagogos de su tiempo, supo asumir, como ellos, lo mejor de la pedagogía cubana, legada por fundadores del siglo anterior como Félix Varela (1788-1853), José de la Luz y Caballero (1800-1862), Rafael María de Mendive (1821-1886) y José Martí, como ya se ha mencionado, dándole continuidad hacia la conformación de un ideario pedagógico acorde con las condiciones histórico - concretas, defendiendo el desarrollo de una pedagogía autóctona, pero tomando en cuenta las ideas universales.
En particular, sintió una notable predilección por las ideas pedagógicas de Manuel Valdés Rodríguez, pedagogo y catedrático cubano, que formó parte de una importante corriente de filosofía de la educación en Cuba a fines del siglo XIX y principios del XX.
Junto a otros intelectuales contemporáneos, Valdés Rodríguez participó en el desarrollo de la denominada Pedagogía científica, también conocida como Teoría pedagógica cubana, que se desarrolló durante las últimas décadas del siglo XIX. Introdujo en la práctica educativa el método explicativo, centrándose en la actividad creativa de los propios estudiantes y en el estudio de las ciencias naturales. Fue precursor y defensor de la escuela popular cubana, con proyección práctica, social y humana, criticó fuertemente el racismo y sentó en sus aulas a niños blancos y negros, antes de la abolición oficial de la esclavitud.
así como fue pionero de la enseñanza de la mujer y de la coeducación de los niños de uno y otro sexo.
En la escasa obra escrita por Dulce María Escalona, se destacan dos artículos dedicados a divulgar la vida, obra y pensamiento pedagógico de Valdés Rodríguez:
Además, trabajo para la publicación en 1950 de la compilación El maestro y la educación popular, con artículos escritos por Valdés Rodríguez. El libro contiene: -Manuel Valdés Rodríguez, por Dulce María Escalona: p.7-19, -EI maestro: p. 21-64, -Consejo a los maestros: p. 65-92. -La educación popular en Cuba: p. 93-147. -Indicaciones para instalar y organizar el colegio que ha de funcionar en la calle de la Amargura no. 66 bajo la advocación de “San Manuel y San Francisco” según cláusula testamentaria del señor don Francisco de Hoyo y Junco: p. 148-198.-Consideraciones histórico-críticas sobre la segunda enseñanza en Cuba: p. 199-392. -Bibliografía activa, por Dulce María Escalona: p.393-396.
También incorporó a su quehacer pedagógico las ideas de Alfredo Aguayo (1866-1948), Ana Echegoyen Montalvo (1901-1970) y Piedad Belén Maza de los Santos (1901-1966), representantes destacados en Cuba del llamado Movimiento de la Escuela Nueva, Inspirado en pensadores como Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827), John Dewey (1859-1952), María Montessori (1870-1952), Ovidio Décroly (1871-1932) y otros muchos pedagogos.
Este complejo enfoque de la educación, caracterizado por los principios de la autonomía, de la actividad, de la individualización, de la libertad, de la responsabilidad, de la cooperación, de la contextualización, de la socialización, de la educación integral y de la educación activa, se fundamentaba en el pragmatismo y el positivismo y asumía también las posiciones del liberalismo burgués de fines del siglo XVIII e inicios del XIX. Aceptado en Cuba, en un primer momento, casi acríticamente, después la realidad cubana le impuso las adecuaciones e interpretaciones necesarias para plantearse la solución de problemas no asumidos plenamente por esa corriente educativa fuera de Cuba, lo que le imprimió un sello de autenticidad.
Este movimiento educativo tuvo el propósito de luchar contra los males más negativos de la educación cubana: reproductiva y autoritaria, mediante una marcada aspiración de formar un hombre real, concreto y positivo, que eran las aspiraciones más importantes del mundo occidental después de salir del desastre de la Primera Guerra Mundial.
Una fotografía tomada durante una actividad metodológica con docentes revela la influencia que recibió de los trabajos de notables psicólogos, entre ellos, Charlotte Bühler y Arnold Gesell.
Fig.1. Dulce María Escalona socializa con maestros de Matemática los aportes de Charlotte Bühler y Arnold Gesell (Archivo fotográfico Grupo Salas de Historia)
Arnold Lucius Gesell (1880-1961) era un psicólogo y pediatra estadounidense especializado en el desarrollo infantil. Fue en su tiempo uno de los grandes expertos en paternidad y crianza infantil en Norteamérica y desarrolló la idea de las etapas por las que transcurre la infancia, considerada clásica en la psicología del desarrollo.
Por su parte, Charlotte Bühler (1893-1971), fue una de las psicólogas más destacadas de la época, representante de la Escuela de Psicología Infantil de Viena, estableció una amplia red de conexiones en los campos de la psicología infantil y la educación progresiva. Junto con Carl Rogers (1902-1987) y Abraham Maslow (1908-1970) creo las bases de la psicología humanista.
Fue notable también la ascendencia que sobre su pensamiento ejercieron los aportes de Jean Piaget (1896-1980), biólogo suizo pionero de la psicología evolutiva y padre de la epistemología genética, reconocido por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría cognitiva constructivista del desarrollo de la inteligencia y Hans Aebli (1923-1990), un teórico e investigador suizo en el ámbito de la psicología evolutiva aplicada a la didáctica.
Con estas influencias, durante toda su actividad profesional pedagógica, Dulce María Escalona abogó por erradicar los métodos memorísticos y dogmáticos, criticó el tradicionalismo y el formalismo, otorgó importancia a la actividad experimental y concedió extraordinario valor al componente medios del proceso enseñanza-aprendizaje como soporte de la información, posición claramente expresada en sus intervenciones en las sesiones del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, organizado por Julio Antonio Mella en 1923 (Comisión Cubana de la UNESCO, 1964, p. 91-92).
En consecuencia, con esta posición, en todas las instituciones educativas que dirigió, se preocupó y ocupó del completamiento y el trabajo de los docentes con los medios de enseñanza-aprendizaje.
Cincuenta años después, en ocasión de una entrevista que le realiza en 1972 la revista Educación, la sorprenden en el momento en que estaba preparando un material para el aprendizaje de la Matemática Moderna en los primeros grados de la Escuela Primaria y acepto la invitación del fotógrafo para tomar algunas instantáneas de esos materiales.
Escalona fue también una defensora del trabajo independiente del alumno como forma fundamental para el aprendizaje y el autodesarrollo. En consecuencia, lo aplicó en la formación de maestros y profesores; su divisa era enseñar al estudiante a aprender por sí mismo, a desarrollar sus capacidades creadoras y iniciativa propias.
Estaba convencida de que los aspectos educativos están indisolublemente unidos a los instructivos en el proceso de la formación integral del educando, de la que ella misma era un ejemplo y practicaba la intransigencia ante los hábitos incorrectos de convivencia social, la indisciplina, la falta de respeto, la manera de hablar o conducirse, la presencia física inadecuada. Sobre este tema existen innumerables anécdotas entre los primeros graduados del IPEJV y los profesores que trabajaron junto a ella.
La lectura de sus textos y la labor realizada por Dulce María Escalona conduce a la idea que no es posible crear una ciencia pedagógica, sin tener en cuenta la interacción de la teoría con la práctica y la necesidad de incorporar a nuestra pedagogía aquellas contribuciones que hacen posible una enseñanza más eficaz.
Fue una abanderada de la politecnización de la enseñanza. Defendió la combinación del estudio con el trabajo como la vía esencial de educación que fue sustentada por Martí, y tuvo en Fidel un fiel exponente que la enriqueció. Convencida de la necesidad de crear el amor al trabajo y para el trabajo, desarrolló valiosas experiencias, primero en Escuela Técnica Industrial (para mujeres) de la Fundación Rosalía Abreu y después en la Escuela Unificada Felipe Poey, anexa a la Universidad de la Habana y en el Instituto Pedagógico Enrique José Varona.
Sus ideas sobre la politecnización de la enseñanza y la educación de la mujer las puso en práctica en 1934, cuando fue nombrada, en comisión de servicios, directora de la Escuela Técnica Industrial (para mujeres) de la Fundación Rosalía Abreu, por Decreto Presidencial 1074 de abril de este año.
Desde su puesto de dirección estudiaba profundamente los más modernos métodos pedagógicos para la enseñanza técnica y formaba parte de comisiones para su reforma. Los cursos originalmente eran de tres años y sus especialidades estaban determinadas por las características propias de las labores del sexo de sus educandas. En su currículo estaban incluidas las siguientes especialidades: agricultura, costura, sastrería y modistería, alfarería, dietética, artes industriales, bromatología, tecnología láctea, imprenta y encuadernación. Se impartían, además, clases de cerámica y escultura. Sin dudas, las alumnas egresadas de sus aulas poseían una sólida preparación para el hogar, las artes y la industria. Fue esta una interesante experiencia pedagógica, digna de ser investigada con mayor profundidad.
La Escuela Unificada Felipe Poey constituyó durante años un centro de experimentación pedagógica, donde se llegó a poner en práctica la coeducación, en la etapa de la escuela al campo, así como la asistencia de los alumnos de sexto grado con los de Secundaria Básica, por un período de dos semanas.
En este centro, narran quienes la conocieron, que Dulce María Escalona demostró nuevamente su extraordinaria confianza en el hombre para transformar el medio, cuando concibió la idea de convertir el terreno que rodeaba el edificio en parcela experimental. Comenzaron las pruebas del suelo por especialistas de la Escuela de Agronomía de la Universidad de La Habana y todos los cálculos arrojaban que la capa vegetal era muy pobre y que, por tanto, no era recomendable acometer aquella empresa.
Ella no desmayó en su empeño y durante un curso académico, sólo se trabajó el terreno, removiéndolo y abonándolo. Esto fue algo realmente significativo, pues los alumnos no comprendían por qué no se sembraba. Cuando la siembra comenzó, los resultados fueron fabulosos. Las cosechas de verduras y vegetales se sucedían asombrosamente bien, se llegó incluso a producir papas. Constituyó una magnífica parcela experimental, en la que participaban todos los alumnos, desde el preescolar hasta el noveno grado. Hubo momentos en que parte de la cosecha se vendió a Acopio.
Sobre la combinación del estudio con el trabajo afirmó:
(…) el hombre integral tiene que estar dispuesto a darse a la Revolución, al trabajo intelectual, a darse a la preparación ideológica y ahora a darse a la Universalización. Creo que el trabajo es el que decide que el hombre se integre, el contacto del hombre con la naturaleza y el medio a través del trabajo es el que resuelve ese problema (Escalona (como se cita en Rodríguez, 1972)).
A fines de la década de los años sesenta e inicios de los setenta se pretende por algunos retornar a un reforzamiento del conductismo. Esta polémica se desencadenó en el Instituto Pedagógico Enrique José Varona, en el que se defendieron, con su apoyo, los principios más progresistas, y se comenzó a conocer, con más detalles, la filosofía marxista y los postulados de la educación socialista. Por estas razones se convocó al Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura que se celebró del 23 al 30 de abril de 1971 con su activa participación como delegada de honor.
En el evento, los profesores del Instituto jugaron un papel decisivo, tanto en su organización como en los debates que se llevaron a cabo. Estos, y el papel de vanguardia del Instituto, se pueden leer en las Memorias de dicho Congreso.
Por otra parte, sintió un gran entusiasmo por la Matemática y la metodología para su enseñanza. “La Matemática es poesía y se le goza como se goza el arte” –afirmó una vez. Consideraba que no había sido una creadora en Matemáticas, “…y si alguien lo dice, dice mal. Yo solo he procurado informarme y adaptarlo todo, pedagógicamente, para conseguir que la gente lo entienda”(Escalona (como se cita en Rodríguez, 1972)).
Su máxima preocupación constituyó la necesidad imperiosa de cambiar la manera de ver la enseñanza de la Aritmética en la escuela primaria, y a ese empeño de revolucionar esta enseñanza, dedicó también su talento y su esfuerzo, contribuyendo notablemente a la elaboración de una didáctica de las matemáticas para la escuela primaria, en correspondencia con los nuevos horizontes pedagógicos que proporcionaban los trabajos de G. Polya (1887-1985) y los aportes de los psicólogos que marcaron notablemente su pensamiento pedagógico.
Dulce María Escalona se nutrió de las mejores ideas del pensamiento pedagógico del tiempo que le antecedió y de su propio tiempo, entregando a la educación todo su talento hasta que se cerrara definitivamente su vida, tan rica, a principios de 1976. Escogió el camino de la lucha junto a su pueblo, fue una mujer de sentimientos profundos, que amó a su familia, a sus profesores, a sus condiscípulos, a sus discípulos, a sus compañeros de trabajo, a Cuba también con profundidad.
Su patriotismo, su concepto ilimitado del deber, su amor probado a la profesión, su dedicación al estudio, su sensibilidad humana como maestra y como mujer, su generosidad para dar sin esperar recibir, su modestia y entrega total a la Revolución Socialista, que en Cuba ha tenido y tiene muchos nombres propios, hace de la Escalona un ejemplo a seguir como una de las indiscutibles maestras y forjadoras de la formación de docentes en Cuba desde las concepciones de su pensamiento pedagógico contextualizado con la época que le tocó vivir.
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