Varona

Revista Científico-Metodológica,    No.75 julio-diciembre, 2022. ISSN: 1992-82

Algunas ideas educativas de Enrique José Varona en torno a la Pedagogía

Some of Enrique José Varona's educational ideas about Pedagogy

Dr. C. Isabel García González. Profesor titular. Doctor en Ciencias Pedagógicas. Dirección de Ciencia, Tecnología e Innovación. Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, La Habana, Cuba.
Correo electrónico: isabel.garcia@ucpejv.edu.cu
ORCID: https/orcid.org/0000-0002-9041-4519

Rosa María Migón Godínez. Estudiante, Licenciatura en Educación. Economía, Facultad de Ciencias Técnicas Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, La Habana, Cuba.
Correo electrónico: rosammg@ucpejv.edu.cu
ORCID: https/orcid.org/0000-0001-7601-6154

Lic. Caridad Silveira Carrasco. Profesor Asistente. Dirección de Ciencia, Tecnología e Innovación, Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, La Habana, Cuba.
Correo electrónico: caridadsc@ucpejv.edu.cu
ORCID: https/orcid.org/0000-0002-3308-5720


RESUMEN

Las concepciones positivistas permitieron a Enrique José Varona (1845-1933) orientar el énfasis de sus transformaciones en lo científico sin abandonar la enseñanza de las ciencias humanísticas para lograr, de este modo, la sustitución del verbalismo por la experimentación bajo el lema de “ver, meditar y observar más la naturaleza”. Según su juicio la educación podía constituir un insuperable instrumento de homogeneización social que permitiera ir parcialmente minimizando las grandes diferencias sociales existentes entre los hombres. Por esa razón se oponía a cualquier tipo de exclusión o discriminación social en la vida educativa y cultural de los pueblos. El pensador cubano, más que ningún otro positivista de aquella generación, dejó atrás en ocasiones al positivismo en el plano pedagógico para confiar en las posibilidades humanas y en su perfeccionamiento a través de la educación y de otros mecanismos sociales que repercutirían, a la larga, en el mejoramiento notable de la moralidad. El presente trabajo tiene como objetivo valorar la contribución de las ideas educativas de Enrique José Varona a la Pedagogía para contribuir a niveles superiores de calidad en el desempeño profesional pedagógico.

Palabras clave: legado educativo, concepciones positivistas, desempeño profesional pedagógico

ABSTRACT

Positivist conceptions allowed Enrique José Varona (1845-1933) to focus the emphasis of his transformations on science without abandoning the teaching of humanistic sciences, thus substituting verbalism for experimentation under the motto of "seeing, meditating and observing nature more". In his opinion, education could constitute an unsurpassable instrument of social homogenization that would make it possible to partially minimize the great social differences existing among men. For this reason, he was opposed to any type of social exclusion or discrimination in the educational and cultural life of the people. The Cuban thinker, more than any other positivist of that generation, sometimes left positivism behind in the pedagogical field to trust in human possibilities and in their improvement through education and other social mechanisms that would have repercussions, in the long run, in the remarkable improvement of morality. The present work aims to value the contribution of Enrique José Varona's educational ideas to Pedagogy in order to contribute to higher levels of quality in the pedagogical professional performance.

Keywords: educational legacy, positivist conceptions, professional pedagogical performance


Introducción

La educación como fenómeno social ha estado presente en todas las épocas por las cuales ha transitado la historia de la humanidad. Es un proceso en virtud del cual la realidad se refleja y reproduce de manera generalizada en el pensamiento humano a través de juicios, conceptos y teorías, tres elementos que permiten al hombre desarrollar una concepción holística del mundo, que trasciende con un carácter peculiar en la medida en que el individuo va desarrollando un pensamiento que discierne la esencia y contradicciones típicas de las diversas esferas de la realidad, transformando así no solo aquella parte del entorno donde ejerce su actividad práctica, sino su propia condición humana.

Potenciar la construcción de un modelo educativo humanista, liberador, depositario del progreso, el bienestar humano y el desarrollo social sostenible e inclusivo, es una necesidad perentoria de la nueva época histórica.

La formación de profesionales competentes en el campo de las ciencias pedagógicas incluye este requerimiento, pues como herederos de una pedagogía que se ha construido sobre el mejor legado educativo de Cuba y del mundo, e inmersa en un proceso de continuo enriquecimiento que sustenta la obra imperecedera de los padres fundadores José Agustín Caballero, Félix Varela y Morales, José de la Luz y Caballero, José Martí Pérez y Enrique José Varona, y asimismo el conjunto de transformaciones y renovaciones desarrolladas a lo largo del proceso histórico-concreto de la Revolución Cubana. En concordancia con lo anterior, esta preparación profesional revalida la importancia de profundizar en el conocimiento de la historia del pensamiento educativo cubano y sus principales exponentes.

Los estudios desarrollados en los últimos años en el campo de la Historia de la Educación coinciden en asumir la definición aportada por Buenavilla (2004) el cual considera a los educadores como:

(…) todas las personalidades que se relacionan de una forma u otra con la educación y los procesos pedagógicos concomitantes, no solo los que se mueven en la esfera de la escuela y el sistema nacional de educación sino aquellos que han ejercido una influencia educativa, aunque no propiamente desde el sistema escolar. (p. 4)

Según este autor, pueden ser incluidos dentro de este concepto:

De ahí que se aprovechen sus aportes en el estudio de personalidades tan valiosas para la educación en Cuba en la actualidad como José Ramón Fernández (Bravo, D., 2018) como para la que ocupa este artículo: Enrique José Varona; quien, desde su condición de maestro, desarrolló una actividad vital en función del logro de la independencia y soberanía de la nación, contribuyendo de forma decisiva al progreso de la pedagogía en Cuba en la primera etapa del siglo XX. Tomando como premisa lo antes expuesto el presente trabajo tiene como objetivo valorar la contribución de las ideas educativas de Enrique José Varona a la Pedagogía.

Desarrollo

Enrique José Varona nació en Santa María del Puerto Príncipe, actual provincia de Camagüey, el 13 de abril de 1849 y murió en La Habana en 1933.Vivió exactamente 84 años, durante los cuales transitó por diferentes periodos de la historia cubana.

Fue el máximo exponente del positivismo en Cuba, corriente filosófica cuyo precepto es que el único conocimiento auténtico es el científico, su punto de partida son los hechos reales verificados por la experiencia. Se trata de una posición filosófica esencial puesto que contribuye a la no absolutización de la subjetividad en el conocimiento, y de esta Varona utilizó lo más beneficioso, debido a que constituye el fundamento filosófico presente en las principales ideas de Martí, quien desarrolló su actividad intelectual en esa época marcada por el auge de métodos y concepciones anticientíficos.

Si bien Varona se destaca en la herencia cultural cubana por su contribución al desarrollo de la filosofía, la psicología o la pedagogía, asimismo realizó significativas contribuciones a la conflictiva vida política de la Isla en los años que le correspondió vivir.

Concluida la Guerra Necesaria (1895-1898), Varona recibe la encomienda de efectuar la reforma escolar en el nivel de Secundaria y Enseñanza Superior, lo cual le lleva a desempeñar el cargo de Secretario de Hacienda y posteriormente de Instrucción Pública y Bellas Artes durante la ocupación norteamericana.

La encomienda de Varona era muy compleja pues al finalizar la guerra entre España y Cuba el 54 % de la población de la isla a partir de los 10 años de edad no sabía ni leer ni escribir y solo el 1,4 % se dedicaba a actividades profesionales. De ahí la necesidad de fundar sobre la base del pensamiento martiano una escuela nueva que responda a los intereses de formación de los cubanos en particular y los latinoamericanos en general de acuerdo con el contexto histórico-social de la época.

En los cuatro institutos de segunda enseñanza que existían en el país se ingresaba desde los nueve años y se estudiaba durante cinco en los que se impartían asignaturas como Análisis y Traducción Latina, Rudimentos de Griego, Elementos de Retórica y Poética, Composición Castellana y Latina, Ejercicios de Traducción de Lengua griega y Latina, Trigonometría Rectilínea, Psicología, Lógica, Filosofía y Moral. En 1880 se amplió el número de institutos hasta seis y se autorizó la creación de escuelas primarias superiores que llegaron a igual número a finales de siglo XIX. Sin embargo, no variaron las materias de estudio que en lo esencial solo trataban asignaturas que estaban desvinculadas de las necesidades del progreso científico y económico del país, tales como aprender la oratoria, el discurso y las lenguas muertas.

Tomando en consideración lo antes expuesto es necesario recordar a Martí  (1887) cuando expresó:

Deberá ser la educación de meros elementos literarios o como aconseja el inglés Mathew Arnold, poner ante los ojos de los niños los elementos vivos de la tierra que pisa, corre peligro la nación que aun en su condición primaria no infunde el espíritu superior de las asignaturas bellas o de memoria, así rapan los intelectos como la cabeza. La educación de los seres humanos ha de ser un colofón necesario para fundar generaciones integradas por hombres y mujeres constructores de su propio futuro. (p. 21)

Al respecto Varona (1919) afirmaba: “no hemos de cambiar la naturaleza humana; pero podemos modificarla”. (p. 115)

 En tal sentido el mé­todo fundamental que aconsejó para lograr esa modifica­ción fue la educación. A través de ella pensaba que sería posi­ble básicamente ese mejoramiento. Para lograrlo tal vez en cierto modo no tomaba adecuadamente en consideración la imprescindible transformación integral y radical de toda la sociedad. Sin embargo, puso todos sus empeños en lograr que la educación fuese realmente un instrumento desalienador en todas las esferas de la vida.

Varona (1919) confirió a la educación un carácter desarrollador, al considerar “que era la única que podía convertirla indiscutible ley de la selección natural en un instrumento de progreso social y colectivo”. (p. 96). Para este pensador cubano la educación podía contribuir significativamente a equilibrar algunas de las diferencias que la naturaleza establecía entre los hombres, por lo cual sostenía al respecto que: “La educación e instrucción de un pueblo han de procurar, en primer término, dotarle de elementos necesarios para que salga bien librado en lo que gráficamente expresa la idea de lucha por la existencia”. (p. 432)

Con la ocupación norteamericana en Cuba se inició un fenómeno de dominación ideológica que aseguraría la hegemonía del poder imperial sobre la pequeña isla del Caribe y sus centros fundamentales en el ámbito social estaban dirigidos a la enseñanza primaria y la formación de maestros.

Al realizar un análisis de su época, Varona reconoce con claridad la necesidad de una reforma tomando conciencia de que para el logro de sus objetivos debía contar con profesionales capacitados y comprometidos, los cuales escaseaban debido al deficiente desarrollo intelectual de la nación. No obstante, estaba convencido de que solo preparándose para competir con el resto del mundo los cubanos podrían sustraerse al mantenimiento del colonialismo intelectual y frenar un expansionismo norteamericano con vocación hegemónica e imperialista.

Tanto como profesor universitario como en calidad de funcionario público, Varona incidió de forma relevante en la vida educativa cubana incluso después de su muerte. Según Roa (1965):

(…) originalmente el Plan Varona respondía, y aun en parte responde, a las exigencias y necesidades de nuestro desarrollo económico y a la concepción prevaleciente de la universidad como la más alta forma de expresión de la conciencia nacional y como órgano generador de la cultura con fines. (p. 2)

Sus concepciones positivistas le permitieron orientar el énfasis de las transformaciones de este plan en lo científico sin abandonar la enseñanza de las ciencias humanísticas y lograr así la sustitución del verbalismo por la experimentación bajo el lema de “ver, meditar más y observar la naturaleza”.

Su acción transformadora se desarrolló en la enseñanza media y aunque no incluía la primaria se advierte una influencia notable de esta personalidad en la concepción de los cambios en los planes y programas de estudio de ese nivel de enseñanza. La concepción, implementación y modernización de la enseñanza media recibió el nombre de Plan Varona, haciendo gala de la concreción de las aspiraciones martianas al incluir transformaciones radicales en esta enseñanza para ponerlas al nivel de su tiempo.

El programa contemplaba la inclusión de las asignaturas Gramática y Literatura Castellanas, Inglés y Francés, Geografía e Historia Universal, Matemática, Física, Química, Cosmología, Biología, Historia Natural, Lógica, Sociología y Enseñanza Cívica. Estas transformaciones las logró desde su responsabilidad en el gobierno de turno de la época, pero incidió de forma positiva en la solución de los problemas de los que se aquejaba el país desde el inicio de la colonización.

También eliminó el latín y aumentó el estudio de las ciencias, pues según Varona (1919) Cuba “no puede pasarse sin algunos centenares de ingenieros. Aquí está el núcleo de mi reforma”. (p. 9)

En el caso de la Educación Física, esta materia tuvo carácter obligatorio, y a pesar de que no incluía Geografía e Historia de Cuba e igualmente no contaba con textos adecuados para su enseñanza, el Plan Varona tuvo una esencia profundamente renovadora. Varona dejaba a los profesores libertad de cátedra, lo que le había permitido en su momento a Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí revolucionar conceptos y métodos de una forma independiente.

Numerosos fueron los artículos y conferencias que dedicó a los temas educativos en los que proponía adoptar algunas medidas que contribuyeran a mejorar la sociedad cubana.

Varona se sentía heredero de lo mejor de la tradición pedagógica cubana que había tenido en su cima a Varela y a Luz y Caballero. Consideraba que la labor desplegada por ellos, entre otros educadores, para erradicar la enseñanza escolástica y memorística en la escuela cubana no había concluido, por lo que se debía mantener la batalla contra dichos métodos e impulsar el estudio de las ciencias.

En Varona estaba muy bien consolidada la concepción martiana sobre el vínculo entre cultura y libertad. Toda su labor educativa, así en la época colonial como al iniciarse la vida republicana, estuvo dirigida a ese objetivo pues estaba convencido de que la ignorancia constituía un serio obstáculo al desarrollo de los pueblos de Nuestra América y había facilitado siempre la dominación foránea y endógena de las oligarquías de turno.

La lucha porque la función desalienadora de la educación ocupara un digno lugar en la vida política cubana constituyó una de las misiones permanentes en su labor intelectual, dado que Varona (1919) consideraba que “no existe, no, enemigo mayor para un pueblo que su propia ignorancia”. (p. 15)

La verdadera riqueza de un pueblo la vio Varona no tanto en sus recursos naturales que podían fácilmente ser explotados por manos extranjeras sino en su formación científico-técnica y cultural. Esa era la tarea que le reclamaba cumplir a las nuevas generaciones, a la juventud a la cual siempre estimuló e impulsó.

Otra importante medida tomada por Varona consistió en la reducción del bachillerato a cuatro cursos escolares, pues no pretendía que el alumno supiera de diversas materias, sino que aprendiera lo que debía saber de verdad, revelándose su posición antienciclopédica, prevaleciendo la intención de que esta enseñanza constituyera el eslabón base para estudios superiores y propiciara una cultura general.

La batalla fundamental en la educación radicó en la lucha contra el formalismo de los programas y exámenes, calificando a los programas como señor despótico, enemigo jurado de toda libertad y de todo interés totalmente absurdo. Su esperanza en el papel emancipador de la educación en el progreso humano también lo expresaba Varona en 1903, al indicar:

Desde la escuela a la universidad la necesidad, el propósito y el deber de los profesores se concentran en formar hombres que se sientan capaces de actuar frente a la natura­leza, para sacar de ella las utilidades que les permiten vivir y desarrollarse; que se sientan solidarios de sus coasociados; para concurrir con ello a la generosa empresa de hacer mejor, más bello y noble la condición humana. (p.87)

Confiaba en un constante y progre­sivo aumento en el caudal de los conocimientos que “van entregando al hombre la clave de los secretos naturales, y hacién­dole cada día más apto para la plenitud de su vida activa, y social” (p. 37). Varona siempre concibió al hombre como un ser cuya esencia consiste en su condición de ser social e incapaz de librarse de las relaciones sociales. Vio al hombre como producto y productor de esas relaciones. Para él, “el hombre es un ser incompleto, para sentirse completo necesita del hombre”. (p. 85)

Guadarrama (2004), acerca de esta personalidad, considera que:

La educación constituía para Varona según su concepción meliorista un elemento vital para despojar a la sociedad de imperfecciones que la naturaleza situaba no de manera fatal en la vida humana. En tal sentido sus criterios socialdarwinistas, no lo distanciaban de su perseverancia por lograr hombres y pueblos superiores. “Y educar desde un punto de vista comprensivo, ni es nada menos que intervenir en la adaptación del individuo al mundo circundante y es la sociedad, facilitarla y dirigirla, para procurar que la ineludible ley de selección se convierta en instrumento de progreso personal y colectivo. (p. 102)

Igualmente, el autor anteriormente citado plantea:

Lo que digo de la educación en este sentido tan amplio, que es el que le corresponde, había de repetirlo de la instrucción. Grande y urgente necesidad tenemos de instruir a nuestro pueblo, pero la instrucción es también como el agua: corre de la cima a la falda. (p.13)

La educación podía constituir a su juicio un insuperable instrumento de homogeneización social que permitiera ir parcialmente minimizando las grandes diferencias sociales existentes entre los hombres. Por esa razón se oponía a cualquier tipo de exclusión o discriminación social en la vida educativa y cultural de los pueblos. (Citado por Guadarrama y Tussel, 1987)

Varona planteaba en 1919 “Monopolizar el saber resulta tan perjudicial como monopolizarlas utilidades” (p. 5). Tal opinión estaba en correspondencia con su oposición a cualquier tipo de monopolios, algo que lo conduciría a asumir posiciones antiimperialistas desde su postura ideológica al estilo del liberalismo decimonónico predominante en esa época en América Latina.

A partir de dicha posición ideológica, Varona asume una postura de crítica a las doctrinas más comúnmente divulgadas en su época y también respecto a la educación en el socialismo. Por tal motivo propugnó que junto a la enseñanza pública debía propiciarse la enseñanza privada a fin de estimular la competitividad entre ambas y mejorar su calidad. Tales opiniones no se limitaban a ese aspecto sino al desarrollo integral del individuo ante el Estado, pues según el difundido criterio de Spencer, que Varona asumía, el Estado aplastaría al individuo e imposibilitaría el despliegue de su personalidad. Estas tempranas críticas a algunos rasgos considerados inherentes al socialismo también, como es conocido, dejarían alguna huella en Martí.

El ilustre pedagogo (citado por Guadarrama, 2005) en una carta enviada al coronel Eugenio Silva, planeaba:

Hacer del hombre una máquina que sigue el impulso de su jefe no es mi ideal. Es el ideal socialista; y causa por lo menos sorpresa que los gobiernos capitalistas preconicen y practiquen estos métodos que uniforman al niño y procuran matar en él toda iniciativa. Quisiera yo que nuestra educación formara hombre plenamente dueño de sí. Puede que sea una quimera, pero me seduce; no me seduce el propósito de formar soldados. (p. 56)

El pensador cubano, más que ningún otro positivista de aquella generación, confió en las posibilidades humanas y en su perfeccionamiento a través de la educación y de otros mecanismos sociales que traerían, a la larga, un mejoramiento notable de la moralidad, dejando atrás en ocasiones al positivismo en el plano pedagógico. El énfasis otorgado por Varona a la enseñanza y a la búsqueda de nuevos métodos pedagógicos, basados en la experiencia y en la actividad práctica utilitaria, demuestra su inconmovible fe en el engrandecimiento del género humano.

Varona abordó con detenimiento, no solo por su condición de profesor universitario y de Secretario de Educación durante la intervención norteamericana en el tránsito del siglo XIX al XX, los más particulares temas educativos y pedagógicos, tales como lo que el denominaría la educación consciente e inconsciente (y que posteriormente se conocería como sistemática y asistemática o institucionalizada y no institucionalizada), la trayectoria de las ideas educativas cubanas, el perfil del maestro y del estudiante, las características adecuadas de las clases, los textos, exámenes, las inspecciones, la educación de la mujer, de los sectores populares, el papel de las escuelas privadas y las públicas, la enseñanza de la lengua materna y los idiomas extranjeros, las particularidades de la educación primaria, media y especialmente la función de las universidades, entre otros temas que justificaron, además de la virilidad de su postura política y a la talla de su talento intelectual, el hecho de que el Primer Congreso Iberoamericano de Estudiantes, celebrado en México en 1931, lo declarase Maestro de América junto a Martí, Unamuno, Ingenieros y Vasconcelos.

A pesar de lo abarcador y ambicioso del Plan Varona, este hubo de enfrentarse con fuertes obstáculos como la incomprensión del profesorado y las carencias de medios materiales para su realización, entre los cuales se demandaba laboratorios, instrumental químico y otros elementos básicos restantes para alcanzar una enseñanza de calidad. De igual forma los dirigentes del país no centraban su interés en este asunto y por su parte la opinión pública desconocía el alcance de estos objetivos.

Según Guadarrama y Tussel (1987):

La reforma varoniana estuvo en función de los intereses de la burguesía nacional, a la cual representaba su autor, y significó, a pesar de sus límites clasistas, un extraordinario paso de avance en contraste con la anquilosada educación colonial, siendo como fue una reforma radical. Pero en las condiciones de los inicios de nuestra República neocolonial, el Plan Varona no pudo llevarse verdaderamente a la práctica, porque chocaba con la realidad político-social del país. (p. 47)

Verdaderamente las transformaciones que demandaba la sociedad cubana eran tan sustanciales que un plan educativo podía contribuir de algún modo a largo plazo a propiciarlas, pero a la vez estaban condenadas a no poder realizarse a plenitud. Por su parte, los profesores percibían esa gestión como algo accesorio a su verdadera especialidad, ya fuera esta la abogacía, medicina o cualquier otra, lo que les hacía dedicar cierto tiempo del día al magisterio y no manifestaban interés, ni niveles de entendimiento por el desarrollo del plan propuesto por Enrique José Varona.

En contraposición a esta forma de enseñanza, Varona (1919) planteaba que los profesores:

Debían ser hombres dedicados a enseñar cómo se aprende, cómo se consulta, cómo se investiga, hombres que provoquen y ayuden al trabajo del estudiante y no hombres que den recetas y fórmulas. Un colegio, un instituto, una universidad debe ser ante todo talleres donde se trabaje y no teatro donde se declame. (p.17)

Aunque su propio gestor advertía al Plan Varona como un asunto de urgencia que respondía a las necesidades de un contexto histórico determinado, este se mantuvo en vigor en lo esencial durante casi cuarenta años.

En la última etapa de su vida, aunque se retiró de la labor docente, Varona no abandonó su actividad vinculada a las ciencias pedagógicas, como lo demuestra el hecho que en 1917 presidiese la Sociedad Cubana de Estudios Pedagógicos. Al respecto Roa (1965) considera que: “A Varona se debió la transformación de la Universidad colonial en una universidad a la altura de la época. Sus enseñanzas, impulsadas por las nuevas corrientes científicas y culturales, cobraron lozanía y objeto”. (p. 8)

Conclusiones

Dentro de la meritoria labor de Enrique José Varona se destaca su lucha por eliminar la enseñanza escolástica y memorística de la escuela cubana, así como también la búsqueda de métodos pedagógicos que estuviesen basados en la experiencia y en la actividad práctica, elementos tomados en consideración en su propuesta de reforma a la enseñanza media y superior, e impulsar el estudio de las ciencias.

Enrique José Varona, en su actividad como dirigente político y educacional, desarrolló un ideario educativo de incuestionable valor como modelo para la formación de las nuevas generaciones de educadores debido a su contribución al desarrollo de la educación y la Pedagogía en Cuba.

Bibliografía

Buenavilla, R. (2004). Proyecto de investigación: Contribución de destacadas figuras de la cultura nacional al desarrollo de la educación cubana investigación de la vida y la obra pedagógica de destacados educadores (metodología de la investigación de la vida y obra pedagógica de destacados educadores). Recuperado de http//www.mes.gob.cu/.../universidad-de-ciencias-pedagogicas-enrique-jose-varona-de-la-habana

Guadarrama, P. (2004). Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial Ciencias Sociales.

Guadarrama, P. (2005). Etapas principales de la educación superior en Cuba. Tunja.

Guadarrama, P. y Tussel, E. (1987). El pensamiento filosófico de Enrique José Varona. Editorial Ciencias Sociales.

Roa, R. (1965). Retorno a la alborada. Feijó.

Varona, E. J. (1919). De la Colonia a la República. Cuba Contemporánea.