Varona

No.75 Julio-Diciembre, 2022.    ISSN: 1992-82

EN CASA


El ideario pedagógico de José Martí y la formación integral del educador

The pedagogical ideology of José Marti and the integral formation of the educator

Dr. C. Edmundo de Jesús de la Torre Blanco. Profesor Titular. Centro de Estudios Educacionales Varona. Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona. Doctor en Ciencias Pedagógicas. Máster en Educación Avanzada.
Correo electrónico: edmundojdltb@ucpejv.edu.cumundo68@nauta.cu
ORCID: http://orcid.org/0000-0002-8702-8086


RESUMEN

Este trabajo centra la atención en la formación martiana del educador a partir de criterios y reflexiones de José Martí en torno a la educación, la enseñanza, la escuela, el maestro y los educandos, ello evidencia la significación de su ideario pedagógico como fundamento del proceso de formación integral del profesional encargado de contribuir, mediante su influencia educativa, a que las nuevas generaciones logren un desarrollo armónico de las facultades humanas en lo afectivo, lo intelectual y lo ejecutivo y que estén preparados para asumir, desde el vínculo con la cultura, las contradicciones y anhelos de su tiempo un rol protagónico en el enfrentamiento de los retos y desafíos que demanda su país y la humanidad en consecuencia con las complejas condiciones del mundo contemporáneo. El contenido del trabajo se asocia a resultados de proyectos de investigación relacionados con esa temática y desarrollados en el Centro de Estudios Educacionales de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona.

Palabras clave: Formación integral; integralidad; formación martiana del educador

ABSTRACT

This paper focuses on the formation of the educator based on José Marti’ criteria and reflections on education, teaching, the school, the teacher and the students, which evidences the significance of his pedagogical ideology as the foundation of the process of integral formation of the professional in charge of contributing, through his educational influence, to ensure that new generations achieve a harmonious development of human faculties in the affective, intellectual and executive areas, and that they are prepared to assume, from the link with culture, the contradictions and longings of José Marti, to ensure that the new generations achieve a harmonious development of the human faculties in the affective, intellectual and executive areas and that they are prepared to assume, from the link with culture, contradictions and desires of their time, a leading role in facing the challenges that their country and humanity demand, as a consequence of the complex conditions of the contemporary world. The content of the work is associated with the results of research projects related to this topic and developed at the Center for Educational Studies of the Enrique José Varona University of Pedagogical Sciences.

Keywords: Integral formation; integrality; Marti's formation of the educator



Introducción

Al presentar los resultados del grupo director del proyecto de investigación “La integralidad de la formación inicial y continua de los profesionales de la educación”, desarrollado en el Centro de Estudios Educacionales de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona en los años 2019-2020, la Dr. C. Teresita Miranda Lena (2020) precisó:

(…) la formación se identifica con el desarrollo de las potencialidades del individuo; pretende reforzar la configuración interna de la persona de modo que encuentre su propia identidad, el sentido de su vida, a partir del amor a la patria, al ser humano, de la dedicación a una profesión y del sentimiento de la utilidad (…). (p. 5)

De ahí que, considerada desde la Pedagogía, la formación sea eje central, del proceso pedagógico.

En el informe presentado se destaca que la casi totalidad de los autores consultados identifican la formación como un proceso de desarrollo que, entendido desde un fundamento dialéctico materialista, es un proceso permanente de cambios sucesivos en el desarrollo de la personalidad en los que puede haber momentos de estancamiento y(o) desviación, pero siempre en una relación sucesiva y ascendente.

Por otra parte, teniendo en cuenta los criterios de varios autores en torno al uso del término formación en el ámbito universitario, se hace referencia a la importancia de la formación profesional como una categoría derivada de la categoría formación, que asume todos sus valores y significados intrínsecos. Sobre esa base, destaca Miranda (2020):

La formación profesional universitaria es una manera de expresarse, la formación para el cumplimiento de un deber social y un derecho humano que tiene que interrelacionar tres factores principales: la motivación del sujeto y sus posibilidades intelectuales, las necesidades laborales de la sociedad y las necesidades económicas del sujeto. Contiene los mismos propósitos integradores que la formación como categoría general, pero incorporándole el desempeño profesional. (p. 9)

Ahora bien, la formación se entiende como un proceso de desarrollo interno de la personalidad cuyo propósito o finalidad es la integralidad de esta. De ahí que se utilice la categoría formación integral, que algunos autores cuestionan por considerarla redundante. Sin embargo, permite comprender que ese proceso abarca al ser humano en su totalidad, como una unidad y no de manera fragmentada. De ahí la importancia de la definición de la categoría integralidad elaborada por el Dr. C. Jorge Luis del Pino Calderón (2010), quien destaca:

(…) es una cualidad de la personalidad que expresa el desarrollo armónico de las facultades humanas en lo afectivo, lo intelectual y lo ejecutivo y garantiza el vínculo del sujeto con la cultura, las contradicciones y anhelos de una época y un país determinado (…). (p.1)

Al caracterizar al sujeto integral el Dr. del Pino (2010) expresa que “(…) es ante todo aquel que asimila un amplio espectro de la herencia cultural de la humanidad y lo incorpora a su subjetividad, a su conducta e inevitablemente a su concepción de la vida (…)” (p. 1). Y añade:

La integralidad presupone un conocimiento y una comprensión amplia de la realidad histórica que se vive y el desarrollo de la sensibilidad ante las demandas humanas de su época y de su entorno, logrando en el individuo una correspondencia entre el pensar, el sentir y el actuar, al enfrentarse a los más apremiantes problemas humanos. (p. 1)

Se trata, como puede apreciarse de una definición que se corresponde con la idea martiana de la educación (Martí, 1975a), contenida en el texto “Escuela de Electricidad”:

Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida. (p. 281)

La integralidad tiene especial significado en la formación de los profesionales de la educación, cuya complejidad está dada principalmente por el encargo social del educador, responsabilizado con la formación integral de las nuevas generaciones para conocer y entender el mundo en que viven, asumir una posición crítica ante este y ser útiles como protagonistas de su transformación desde el aprovechamiento de sus potencialidades creativas como seres humanos comprometidos con las necesidades y demandas de su tiempo histórico.

Se sabe que, en nuestro país la formación de esos profesionales se rige por la política educacional trazada por el PCC y los modos de actuación profesional pedagógicos que se derivan de ella. Se fundamenta en una concepción humanista, orientada precisamente a la integralidad, que se nutre del legado humanista contenido en la obra de José Martí; de la esencia humanista del marxismo como concepción del mundo, como teoría y método general para la interpretación y transformación revolucionaria de la realidad social; y de la articulación histórica, devenida síntesis creadora, del pensamiento martiano y el marxismo en la ideología y en la obra de la Revolución Cubana, cuya representación cimera es el pensamiento y acción de su máximo líder, Fidel Castro Ruz. Se trata, en consecuencia, de lograr una formación humanista martiana, marxista y fidelista de los profesionales de la educación que demanda nuestra sociedad.

El presente trabajo está asociado a proyectos de investigación desarrollados en el Centro de Estudios Educacionales de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, no sólo al ya mencionado, sino al proyecto institucional “La obra de José Martí y el proceso de formación del profesional de la educación en la UCPEJV” (2015-2018), ejecutado bajo la conducción del autor, que tuvo continuidad como grupo en el referido inicialmente. No se pretende un análisis teórico conceptual de la formación integral y de su resultado (integralidad); no es ese el objeto del trabajo. Las definiciones precedentes de esas y otras categorías, y las consideraciones en torno a ellas, se abordan como punto de partida y condición necesaria para adentrarse en el componente martiano del proceso de formación del educador en nuestro país, que es precisamente el centro de atención principal. De ahí que el objetivo sea evidenciar la significación del ideario pedagógico de José Martí como fundamento de la formación integral de ese profesional, en tanto ese ideario contiene los elementos probatorios que permiten identificar y valorar el mencionado componente. Ello supone la recurrencia explícita a ideas expresadas por el Apóstol en varios de sus textos, previamente seleccionados, desde el criterio de acudir a Martí por el propio Martí, ideas a partir de las cuales se plantean algunas interrogantes o se hacen reflexiones y comentarios orientados a destacar su correspondencia con la concepción que se asume de la formación integral del educador.

Desarrollo

La formación martiana del educador es el componente del proceso de formación de ese profesional en el que, a partir del estudio y conocimiento de la multifacética obra de José Martí, se propicia la identificación emocional con el legado contenido en ella y su asunción consciente como fundamento de actitudes, valores, cualidades y modos de actuación que expresen su integralidad y se correspondan con el encargo social de la profesión. Significa, por tanto, lograr que el educador en formación, teniendo en cuenta el perfil pedagógico general de la profesión y el perfil específico de su especialidad:

  1. Profundice en el estudio y conocimiento de la multifacética obra de José Martí (No se ama lo que no se conoce)

  2. Se identifique emocionalmente, sobre la base de ese conocimiento, con el pensamiento y la acción de nuestro Héroe Nacional.

  3. Asuma conscientemente el legado martiano como fundamento de actitudes, valores, cualidades y modos de actuación.

El término obra se asocia en este caso al legado teórico y práctico de una personalidad histórica relevante, de cultura vasta y abarcadora, que sobresalió por su genialidad y universalidad, evidenciadas no solo en el intenso y dinámico quehacer que desplegó en la esfera política como líder revolucionario, sino también en otras esferas de la vida social. En ese quehacer se evidenció su integralidad, avalada por la eticidad de su conducta, que siempre fue consecuente con las ideas y principios que defendió. De ahí la significación y trascendencia de su influencia educativa en diferentes escenarios y contextos.

De lo antes expresado es reflejo la obra escrita del Maestro, cuyo carácter multifacético se evidencia en su diversidad temática, prácticamente inagotable por los múltiples asuntos que trata, por el uso de diferentes géneros literarios y periodísticos, y por los conocimientos que aporta sobre diferentes campos del saber humano, tratados con maestría y extraordinario encanto. Recuérdese al respecto lo expresado por el Dr. C. Pedro Pablo Rodríguez (2012), sobresaliente estudioso e investigador de la obra martiana:

Escribió de todo: una novela, tres piezas de teatro, algunos cuentos, muchos discursos, más de mil cartas, innumerables poemas, periodismo de todo tipo (crónicas, artículos, editoriales, crítica, reseñas, sueltos), numerosos ensayos, apuntes y notas, dedicatorias, diarios de viajes, traducciones, manifiestos y otros documentos políticos. Se movía fácilmente por casi todos los géneros literarios y periodísticos con su mismo estilo característico y singular.

El carácter multifacético y la diversidad temática de esa obra escrita condiciona la necesidad y la posibilidad de su estudio desde diferentes aristas por investigadores y especialistas de distintas ciencias, o la posibilidad de su utilización como referente necesario y útil en investigaciones referidas a diversos temas. Pero condiciona también la necesidad de aprovechar sus potencialidades instructivas y educativas en la enseñanza y aprendizaje de diferentes disciplinas y asignaturas, en función de la formación del profesional de la educación. Esas potencialidades, según Torre (2018), radican en:

(…) los valores cognitivos y educativos, éticos y estéticos que, como expresión de su profunda esencia humanista, caracterizan la multifacética obra de José Martí y condicionan, desde su trascendencia, la influencia educativa del valioso legado contenido en ella, y, en consecuencia, su contribución a la formación integral del ser humano sobre la base de la unidad de la instrucción y la educación. (p. 9)

De ahí que el tratamiento de la obra martiana constituya una exigencia didáctica y deba ser una línea de trabajo metodológico en las diferentes carreras pedagógicas.

Por supuesto, si de la obra escrita se trata, el conocimiento de esta por el educador no puede obviar lo que Herminio Almendros, refiriéndose a las ideas sobre la educación diseminadas en sus textos, identificó, en valiosa compilación, como su ideario pedagógico, síntesis de lo más avanzado del pensamiento pedagógico cubano y latinoamericano precedente, a tono con las ideas y acciones más progresistas de la época en ese campo, y que por su contenido, apunta a la formación integral del ser humano. Evidenciar la significación de ese ideario en tanto fundamento de ese proceso es, objetivo esencial de este trabajo.

En función de lograrlo, sirvan, a modo de ejemplos ilustrativos, algunas de esas ideas:

Desde una visión crítica de la sociedad estadounidense y su reflejo en la situación escolar en Nueva York, contenida en una de sus cartas al Director del diario La Nación, de Buenos Aires, publicada el 14 de noviembre de 1886, Martí expone sus criterios sobre el deber ser de la escuela y de la enseñanza cuando expresa:“¿No deberá ser toda la educación, desde su primer arranque en las clases primarias, se preguntan otros-dispuesta de tal modo que desenvuelva libre y ordenadamente la inteligencia, el sentimiento y la mano de los niños?” (Martí, 1975b, p. 80). Más adelante apunta:

(…) gran bendición sería si las escuelas fuesen aquí (…) casas de razón donde con guía juiciosa se habituase al niño a desenvolver su propio pensamiento, y se le pusieran delante, en relación ordenada, los objetos e ideas, para que deduzca por sí las lecciones directas y armónicas que le dejan enriquecido con sus datos, a la vez que fortificado con el ejercicio y gusto de haberlos descubierto. (p. 81)

Es en este texto donde Martí destaca: “La enseñanza ¿quién no lo sabe? es ante todo una obra de infinito amor” (Martí, 1975c, p. 82). Expone finalmente los siguientes criterios:

El remedio está en desarrollar a la vez la inteligencia del niño y sus cualidades de amor y pasión, con la enseñanza ordenada y práctica de los elementos activos de la existencia en que ha de combatir, y la manera de utilizarlos y moverlos.

El remedio está en cambiar bravamente la instrucción primaria de verbal en experimental, de retórica en científica, en enseñar al niño, a la vez que el abecedario de las palabras, el abecedario de la Naturaleza, en derivar de ella, o en disponer el modo de que el niño derive, ese orgullo de ser hombre y esa constante y sana impresión de majestad y eternidad, que vienen, como de las flores el aroma, del conocimiento de los agentes y funciones del mundo, aún en la pequeñez a que habrían de reducirse en la educación rudimentaria.

Hombres vivos, hombres directos, hombres independientes, hombres amantes, -eso han de hacer las escuelas, que ahora no hacen eso. (p. 86)

¿Acaso estas reflexiones del Apóstol no concuerdan con la concepción de una formación integral de la personalidad de los educandos?

Nótese su insistencia en una enseñanza sustentada en la ciencia, en la unidad de la instrucción y la educación, desarrolladora de las facultades en lo intelectual, lo afectivo y lo ejecutivo, propiciadora de la independencia y creatividad del alumno, del mejoramiento de este como ser humano.

No por gusto Almendros (2001, p. VII) considera que fue en este texto donde Martí expuso de manera más viva y sugestiva el concepto que tenía de la escuela, de su función y de su carácter. De ahí que, con independencia del énfasis en la educación primaria, sea muy importante para entender la visión martiana de la educación y, en consecuencia, para la formación martiana del educador.

Son significativas también, por su validez y belleza, las reflexiones contenidas en el texto “Escuela Normal Superior de Jules Ferry”, publicado el 25 de abril de 1882 en la “Sección Constante” del diario La Opinión Nacional, de Caracas. En este el Maestro hace un elogio de esa escuela, ubicada cerca de París, cuyo objeto era el de educar a las profesoras que enseñarían en las escuelas normales de maestras de los departamentos. Aquí Martí (1975d) nos ofrece una definición de educar que antecede a la muy conocida de su texto “Escuela de Electricidad”:

Educar es poner coraza contra los males de la vida. El crimen, y el deseo, que lleva a él, muerden fácilmente en los ignorantes, o en los que, por no tener la mente acostumbrada a pensar, ni afición a los goces que provienen de ejercitar el pensamiento, emplean en la mera bestial satisfacción de sus instintos todas las fuerzas activas de su naturaleza (…). (p. 277)

Destaca entonces, refiriéndose a la instrucción que recibían las cuarenta educandas de esa escuela, que era “(…) sólida y profunda (…)”, “(…) encaminada, como toda buena educación (…)”, a prepararlas para enseñar en las escuelas normales “(…) el modo de luchar fructuosa y honestamente en la vida (…)” (Martí, 1975d, p. 277).

Y añade: “(…) Se enseñan allí cosas prácticas, y más ciencias que letras, y más medicina que geografía, y más el arte de vivir que el de soñar estérilmente en una vida falsa e imposible (…)” (Martí, 1975d, p. 277). Resalta asimismo el valor de la moral que enseñaba en sus lecciones el profesor Marion, identificándola como sigue:

(…) aquella innegable y esencial en la naturaleza humana, que analiza cada una de nuestras funciones y aptitudes; ajusta el empleo de cada una de nuestras fuerzas y ese código de lo justo que se renueva en cada ser humano, siempre idéntico a sí mismo, el cual llega a ser turbado por venir a tal número sus violaciones, y vestirlas tan bien la inteligencia, necesita de excusas, que acaban por parecer derechos nuestros los que no son más que conquistas del vicio sobre nuestra alma (…). (p. 278).

Alude seguidamente a los positivistas, los que, de acuerdo con su máxima, quieren “(…) que se sepa, para que se prevea y provea (…)” (Martí, 1975d, p. 278), para significar que eso es más importante aún en lo moral que en lo físico, lo que argumenta expresando:

Para precaverse de los riesgos es necesario saber dónde están. No nos habilita para vencer los obstáculos y peligros que trae consigo la vida, el que, por una caridad culpable, nos mantiene con los ojos vendados, para que no los veamos, ni sepamos de ellos (…). (p. 278)

Las ideas precedentes reflejan, con la belleza literaria que lo caracteriza, la certera visión de Martí sobre el papel del educador, especialmente del que tiene la responsabilidad de formar a otros educadores. Tienen incuestionable valor en la sociedad que construimos, perfeccionamos y defendemos en medio de difíciles y complejas circunstancias. Hoy más que nunca es misión de los docentes que trabajan en las carreras pedagógicas preparar a los estudiantes que las cursan para enseñar en las escuelas cubanas el modo de luchar fructuosa y honestamente en la vida, para enseñar a sus alumnos más el arte de vivir que el de soñar estérilmente en una vida falsa e imposible, así como habilitarlos, sin dañinos paternalismos y desde los principios morales que sustentan la integralidad de su formación, para saber dónde están los riesgos y precaverse de ellos, para vencer los obstáculos y peligros que la vida trae consigo, para enfrentar los retos y desafíos que plantean a la humanidad las condiciones del mundo contemporáneo.

Martí retoma la cuestión de la moral en el texto “Universidad sin metafísica”, de “En los Estados Unidos”, publicado el 22 de noviembre de 1889 en el diario La Nación, de Buenos Aires, cuando se pregunta: “(…) ¿y la moral?, ¿qué es más que el orden de la vida, impuesto dulcemente al hombre libre por el gusto que deja el obrar bien, y por el conocimiento del orden del mundo?” (Martí, 1975e, p. 347).

Habría que preguntarse entonces a quién le corresponde un papel esencial en esa dulce imposición. Obviamente, sin absolutizar su rol, el educador contribuye mediante la influencia que desde la instrucción y la educación ejerce sobre los educandos, a que estos conozcan el orden del mundo en que viven y a prepararlos para que, sobre la base de ese conocimiento, obren bien. Por ello el Apóstol, al resaltar que “(…) la primera libertad, base de todas, es la de la mente (…)” (Martí, 1975e, p. 347), nos ofrece una visión del profesor universitario, cuya vigencia es indudable. Al respecto expresa:

(…) no ha de ser un molde donde los alumnos echan la inteligencia y el carácter, para salir con sus lobanillos y jorobas, sino un guía honrado, que enseña de buena fe lo que hay que ver, y explica su pro lo mismo que el de sus enemigos, para que se le fortalezca el carácter de hombre al alumno, que es la flor que no se ha de secar en el herbario de las universidades. (p. 348)

Refiriéndose al pedagogo y escritor estadounidense Amos Bronson Alcott (1799-1888), en texto publicado el 29 de abril de 1888 en La Nación, de Buenos Aires (Bronson Alcott, el platoniano), escribió Martí (1975f):

Desenvuélvase, decía él hace treinta años, el hombre entero-el moral, el intelectual y el físico-por medios que lo dispongan a la suavidad, que en vez de rebajarlo lo enaltezcan, que le revelen a la vez la ley universal y su destino, que o es un crimen de la Naturaleza, o es el amor. Edúquese en el hábito de la investigación, en el roce de los hombres y en el ejercicio constante de la palabra, a los ciudadanos de una república que vendrá a tierra cuando les falten a sus hijos esas virtudes (…). (p. 189)

Podríamos preguntarnos: ¿No concuerda la idea del hombre entero que evidentemente Martí asume, con la comprensión de la formación integral como un proceso que abarca al ser humano en su totalidad, como una unidad y no de manera fragmentada?

El docente que obre de esa manera instruye y educa, facilita el desarrollo del pensamiento de sus estudiantes, fortalece en estos la capacidad para arribar a conclusiones propias y, por tanto, su independencia, no solo cognoscitiva sino también para actuar, lo que se traducirá-si asociamos el fortalecimiento de su carácter de hombre y la idea de hombre entero a la integralidad de su formación- en actitudes y conductas que respondan a los principios y valores que defendemos. Ello es vital en la formación del profesional de la educación, que en tanto sea realmente esa flor que no se seque en el “herbario de las carreras pedagógicas”, estará en condiciones de cumplir su encargo social y de convertir con su labor cada escuela en un jardín floreciente.

Llama la atención igualmente el texto “El colegio de Tomás Estrada Palma en Central Valley”, publicado en Patria el 2 de julio de 1892. Al elogiar la escuela y a su maestro, cuya trayectoria política posterior al servicio del naciente imperio yanqui no tuvo la posibilidad de conocer, expresa Martí (1975g), quizás sin proponérselo, importantes cualidades que desde su visión debían distinguir a un educador, a saber:

(…) aquel compañero que en la conversación de todos los instantes moldea y acendra, y fortalece para la verdad de la vida, el espíritu de sus educandos; aquel vigía que a todas horas sabe dónde está y lo que hace cada alumno suyo, y les mata los vicios con la mano suave o enérgica que sea menester, en las mismas raíces; aquel maestro que de todos los detalles de la vida saca ocasión para ir extirpando los defectos de soberbia y desorden que suelen afear la niñez de nuestros pueblos, y creando el amor al trabajo, y el placer constante de él en los gustos moderados de la vida; aquel educador que solo tiene la memoria como abanico del entendimiento, y no pone aquella, como tanto pasante, en vez del entendimiento, sino que enseña en conjunto, relacionando unas cosas con otras, y sacando de cada voz todos los orígenes, empleos y derivaciones, y de cada tema toda su lección humana (…) aquel guía, a la vez amoroso y enérgico que con esfuerzo paternal, en el ejemplo y beneficio del valle sano y majestuoso, convierte prontamente al niño mimado de la ciudad o al niño desatendido de la aldea, al cubano regalón o al afrancesado bonaerense, al mexicano rebelde o al tranquilo hondureño, en un mozo que habla el inglés puro, diverso de la jerga vil que se aprende en muchos colegios pomposos de uniforme, que piensa por sí, y ama la lectura, y descansa de ella en juegos viriles, que compone sus ideas correctamente en castellano, en inglés y en francés, y estudia álgebra, y sabe medir los campos y sembrarlos (…). (pp. 259-260)

Obviamente, Martí no se refiere a un simple “dador de lecciones” aprendidas memorísticamente por sus alumnos; está elogiando a un maestro que actúa como un padre y un compañero de sus discípulos, que no solo cultiva su inteligencia, sino también cualidades que los enriquecen espiritualmente y los preparan para la vida.

Al margen de la figura elogiada y de las razones que podrían condicionar su labor pedagógica en un país que admiraba, no es posible negar que un educador con las cualidades atribuidas por el Apóstol a Estrada Palma, ejerce en sus alumnos una positiva influencia que favorece su integralidad.

Por supuesto, no es posible desconocer el contexto. A la escuela de Estrada Palma en Central Valley asistían alumnos cubanos y de otras nacionalidades que residían en los Estados Unidos. En el texto Martí (1975h) se refiere al peligro de educar a los niños fuera de su patria y destaca como uno de sus elogios que:

(…) aquel republicano caballeroso y austero pone en los niños de América las virtudes fundamentales del Norte, las virtudes del trabajo personal y del método, sin sofocar en el educando el amor reverente por el país de su nacimiento, el único país donde podrá vivir feliz (…). (p. 259)

Se explica entonces que, atendiendo a ese contexto, Martí (1975i) expusiera:

El fin de la educación no es hacer al hombre nulo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir, sino prepararlo para vivir bueno y útil en él (…) no es hacer al hombre desdichado, por el empleo difícil y confuso de su alma extranjera en el país en que vive, y de que vive, sino hacerle feliz, sin quitarle, como su desemejanza del país le quitaría, las condiciones de igualdad en la lucha diaria con los que conservan el alma del país (…). (p. 261)

Se reitera en este texto, por tanto, la idea martiana de la educación como preparación del hombre para la vida, para una vida digna en la que sea un hombre bueno, útil y libre.

Nótese, sin embargo, que Martí asocia la felicidad mayor a la vida en el país donde se ha nacido. Pero la felicidad que provoca ser bueno, útil y libre depende también de la libertad y de la prosperidad que posea ese país. Para él la “(…) felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes; y afirma que una nación libre (…)  (…) es el resultado de sus pobladores libres” (Martí, 1975j, p. 284).

Vista a la luz de los tiempos que corren, esta idea supone un reto importante para un país que enfrenta la creciente hostilidad de su enemigo histórico, expresada hasta hoy en los efectos de un bloqueo criminal y genocida que constituye el principal obstáculo para su desarrollo y para la prosperidad de sus habitantes, protagonistas en su mayoría de una heroica resistencia, pero en no pocos casos, de la búsqueda de alternativas de “prosperidad y felicidad” fuera de las fronteras nacionales; opción que han asumido una cantidad no depreciable de jóvenes. En consecuencia, construir la sociedad próspera a la que aspiramos es vital para la supervivencia de Cuba como nación libre.

Por otra parte, en el conocido texto “Maestros Ambulantes”, publicado en La América, en 1884, plantea: “(…) La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad (…)” (Martí, 1975k, p. 289).

De modo que, desde la eticidad del pensamiento martiano, no es posible la felicidad sin el conocimiento y la bondad.

Véase cómo lo expresa Martí (1975l) cuando se refiere a la necesaria unidad de la instrucción y la educación, en sus no menos conocidos juicios enunciados bajo el título Educación Popular:

IV. El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos. Un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque. (p. 375)

Recuérdese, asimismo, que en Maestros Ambulantes expresa: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso.

Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno” (Martí, 1975k, p. 289).

Puede inferirse a partir de las anteriores reflexiones martianas, que para ser dichoso (feliz) es necesario ser bueno y tener libertad en las condiciones de una sociedad, de una nación que asegure, como antes se dijo, una vida próspera, digna “… en la que cada hombre pueda labrarse en un trabajo activo y aplicable una situación personal independiente” (Martí, 1975k, p. 285). Esa libertad no es posible sin la cultura, que proporciona al hombre las armas necesarias para su conquista y preservación. Es decir, la cultura a cuya formación y desarrollo contribuye decisivamente la educación, es fuente de libertad.

A la relación educación-cultura-libertad se refiere explícitamente al señalar:

VI. A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia, ya está en camino de ser Dios (…) El mejor modo de defender nuestros derechos, es conocerlos bien; así se tiene fe y fuerza; toda nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres. –La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud. (pp. 375-376)

En este aspecto pueden apreciarse, como en otros, coincidencias o puntos de contacto entre la visión martiana y la marxista, que refiere la dialéctica de la libertad y la necesidad: el ser humano es más libre en la medida que conozca las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad y sea capaz de utilizarlas en su actividad transformadora, en la medida que sea más consciente de su situación y del contexto en que se desenvuelve, que conozca las tendencias económicas y sociales y pueda tomar decisiones conscientes, científicamente fundamentadas, para transformar la realidad.

No con ese lenguaje, obviamente, pero en Maestros Ambulantes, Martí destaca que “… el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la Naturaleza (…)” (Martí, 1975k, p. 289). Y más adelante llama a emprender una cruzada

(…) para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo. (p. 289)

¿Y quiénes serían los encargados de emprender esa cruzada?

Serían los maestros ambulantes, el cuerpo de maestros misioneros que él llama a crear para abrir la campaña de ternura y ciencia a la que convocaba en este hermoso texto.

Valga recordar que la revolución triunfante en 1959 llevó a la práctica las ideas del Apóstol cuando cientos de maestros voluntarios se movilizaron para llevar la luz de la enseñanza hacia la montañas y zonas apartadas del país, e igualmente con la Campaña de Alfabetización (1961) que involucró a decenas de miles de personas, en su gran mayoría jóvenes, protagonistas de una hazaña histórica. Se trata, sin dudas, de un ejemplo ilustrativo de la asunción del legado martiano en el campo de la educación, reeditado posteriormente por los miles de cubanos que han integrado las misiones educativas en numerosos países. Es indispensable que desde la docencia de Historia de la Educación en la carrera Pedagogía-Psicología y de Historia de Cuba en las restantes carreras, estos hechos sean debidamente tratados como elementos probatorios de esa asunción, como parte del componente martiano de su formación integral.

Al fundamentar la necesidad de tales maestros, expresa Martí (1975l):

Los hombres necesitan quien le mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos: que por maravillosa compensación de la naturaleza aquel que se da, crece; y el que se repliega en sí, y vive de pequeños goces, y teme compartirlos con los demás, y sólo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando de hombre en soledad, y lleva en el pecho todas las canas del invierno, y llega a parecer por dentro, y a parecer por fuera, -insecto (p. 288)

Al decir de Martí, esa era la labor de tales misioneros, que llevarían a los campos no sólo explicaciones, sino la ternura “(…) que hace tanta falta y tanto bien a los hombres”. Porque era necesario “… hacer de cada hombre una antorcha” (Martí, 1975k, p. 289).

Aunque se está refiriendo a los maestros misioneros, lo expresado es válido para evidenciar lo que significa la palabra viva del maestro como instrumento para ejercer eficaz influencia educativa sobre sus alumnos, con sustento desde lo pedagógico y lo didáctico, en la unidad de lo cognitivo y lo

afectivo, de lo factual y lo emocional. No es posible educar sin llegar al corazón de los alumnos, sin despertar en estos sentimientos y emociones.

Y a propósito de la importancia de la palabra viva del maestro, valga destacar el texto “Clases Orales”, publicado el 18 de junio de 1875 en la Revista Universal, de México. En este Martí (1975) se refiere a las clases del Colegio de Abogados de ese país, pero sus reflexiones son válidas como referentes para el desarrollo del proceso de enseñanza y aprendizaje en cualquier contexto educativo y, en consecuencia, para su concreción en la formación de educadores. Véanse algunas de esas reflexiones:

(…) La variedad debe ser una ley de la enseñanza de materias áridas. La atención se cansa de fijarse tanto tiempo en una materia misma, y el oído gusta de que distintos tonos de voz lo sorprendan y lo cautiven en el curso de la peroración. La manera de decir realza el valor de lo que se dice-tanto, que algunas veces suple a esto (…)

(…) Los conocimientos se fijan más, en tanto se les da una forma más amena

Viven las clases de la animación y el incidente. Necesita a veces la atención cansada un recurso accidental que la sacuda y la reanime. Grábense mejor en la inteligencia los conceptos que se expresan en la forma diaria y natural, que los que se presentan envueltos en la forma diluida, siempre severa y naturalmente detallada, de las peroraciones escritas (…)

(…) Es a más cosa cierta que no se habla mal de aquello que se conoce bien (…) y la palabra sobre materia conocida debe ser, sin duda alguna, a la par que sólida e instructiva, galana y fácil. (pp. 235-236)

¿Acaso no constituyen estas reflexiones martianas claves pedagógicas y didácticas a considerar por las actuales generaciones de educadores en la formación de sus estudiantes desde la docencia que imparten, sobre todo cuando se utilizan métodos que suponen el predominio de la exposición oral del profesor?

Tales métodos, no pocas veces cuestionados, principalmente por su aplicación incorrecta, asociada al verbalismo estéril, son pertinentes y útiles en la enseñanza y aprendizaje de diferentes disciplinas y asignaturas, sobre todo en las de perfil humanístico. Su vigencia es incuestionable; aunque, como se sabe, su uso no debe ser absolutizado o hiperbolizado.

La idea martiana sobre la variedad de la enseñanza puede asociarse también a la pluralidad o diversidad de los métodos. El propio Martí, cuya oratoria era brillante y cautivadora, no absolutizó la exposición oral en la labor educativa que desarrolló con los patriotas a los que, en su opinión, había que orientar, explicar, esclarecer. De ahí que expresara en el texto “Los clubs”, publicado en Patria el 11 de junio de 1892:

La conferencia es monólogo y estamos en tiempos de diálogo. Uno hablará sobre un tema y luego preguntarán y responderán sobre él. Unas veces por lo alto del asunto, será la conferencia sola. Otras será el trato en junto de nuestras ideas esenciales, para acallar una duda, para entender una institución política, para conocer el alcance de un programa social (…). (pp. 16-17)

¿Quién podría dudar de la certeza y de la vigencia que tiene la idea precedente en los tiempos que vivimos? El educador, con independencia del perfil específico de su especialidad, debe estar preparado para el diálogo y el debate con sus educandos, no solo sobre temáticas referidas a la disciplina o asignatura que imparte, sino sobre los más diversos temas de la realidad nacional e internacional del complejo mundo contemporáneo, que hoy plantea a la humanidad difíciles retos y desafíos. Ello es parte de su encargo social como formador; es un modo de concretar la preparación de las actuales generaciones para que estén a la altura de su tiempo.

Las ideas a las que se ha hecho referencia a modo de ejemplos ilustrativos, reflejan la importancia que tiene para los educadores en formación la aprehensión del ideario pedagógico martiano como sustento de modos de actuación que le permitan instruir y educar a las nuevas generaciones de cubanos, a fin de que sean hombres dignos, cultos, trabajadores, buenos, solidarios y felices en el país donde nacieron, capaces de utilizar sus conocimientos en pro del mejoramiento humano, tanto en su patria como en otras partes del mundo. Evidentemente, si ello se logra, se contribuye a la formación integral del profesional de la educación, que estará en mejores condiciones de lograrla con sus educandos.

No obstante, aunque el ideario pedagógico constituye el centro de atención de las ideas expuestas, valga señalar que la utilización de la obra escrita de José Martí en función de la formación martiana del educador no puede reducirse a ese ideario, que, obviamente, no es posible abarcar totalmente en un artículo como este.

Martí no fue pedagogo de profesión. Recuérdese que durante su primer destierro en España cursó estudios de Derecho Civil y Canónico, y de Filosofía y Letras. Los profundos conocimientos de los que se nutrió su ideario pedagógico, como otros que avalan su vasta cultura, fueron en gran medida el fruto del autodidactismo multifacético y abarcador, de su contacto con la realidad educativa de los países donde vivió y, por supuesto, de la experiencia vivencial en el ejercicio del magisterio, iniciada en la capital guatemalteca, a la que llegó en abril de 1877. Fue en agradecimiento al pueblo de ese país que escribió en el folleto Guatemala, publicado en México, en 1878:

Yo llegué, hace meses, a un pueblo hermoso; llegué pobre, desconocido, fiero y triste. Sin perturbar mi decoro, sin doblegar mi fiereza, el pueblo aquél, sincero y generoso, ha dado abrigo al peregrino humilde. Lo hizo maestro, que es hacerlo creador (…). (Martí, 1975, pp. 116-117)

Véase en esta última idea, la alta valoración que tenía el Apóstol del magisterio. Una razón más para no desaprovechar su ideario pedagógico en la formación del educador cubano.

Pero a Martí hay que tratarlo desde una visión más amplia de la Pedagogía, esa que defendió insistentemente el Dr. C. Rolando Buenavilla Recio, quien se refirió a esta como una ciencia social de gran magnitud y alcance, cuyo objeto no es solo la educación escolarizada, vinculada exclusivamente a las tareas docentes y escolares, sino la educación entendida en sentido amplio “como fenómeno multilateral que penetra en todas las esferas de la vida social, que se expresa en un sistema de influencias de toda la sociedad en la formación del individuo” (Buenavilla, s.f., p. 3)

De acuerdo con esta concepción, el pensamiento pedagógico no se limita a la labor exclusiva de maestros y pedagogos, es decir, de aquellos cuya actividad teórica y práctica está destinada profesionalmente al trabajo con la enseñanza, la escuela y el educando. Con razón, el Dr. Buenavilla calificaba de limitante y reduccionista a la posición que desconoce el contenido pedagógico presente en el pensamiento de destacadas personalidades políticas, científicas y culturales de nuestro país que sin haber tenido una formación específicamente para la enseñanza, su obra y actuación ha ejercido una enorme influencia educativa en la formación de la conciencia social del pueblo cubano. Y citaba como dos ejemplos que no ofrecen lugar a dudas, a José Martí y Fidel Castro, los que son identificados como educadores sociales.

La condición de educador social, cuya extraordinaria influencia rebasó los límites de su tiempo histórico, perduró y se proyectó hacia el futuro, lo que avala su trascendencia y vigencia, fundamenta la necesidad de que el conocimiento de la multifacética obra escrita de nuestro Héroe Nacional por el profesional de la educación incluya otras expresiones ilustrativas de su diversidad temática, especialmente de aquellas que se asocian al perfil de cada carrera o especialidad, cuyas potencialidades instructivas y educativas deben aprovecharse en función de la formación integral de ese profesional.

Conclusiones

El ideario pedagógico de José Martí expresa su visión crítica sobre la educación consecuente con el tiempo histórico en que vivió y contiene importantes ideas acerca de cómo debe ser la educación, la enseñanza, la escuela, el maestro y los educandos, incluye además otros aspectos cuyo contenido, tributa a la formación martiana del educador como componente de la formación integral del profesional de la educación en nuestro país. Constituye, por tanto, uno de los fundamentos del proceso formativo con profunda esencia humanista.

Las ideas martianas expuestas son ilustrativas de la significación y vigencia del ideario pedagógico del Apóstol en el contexto actual, y evidencian la necesidad de profundizar en su estudio. Debe entonces propiciarse la inclusión del ideario martiano en las carreras pedagógicas, a fin de una mejor preparación profesional desde la integralidad para el cumplimiento del encargo social en las complejas condiciones del mundo contemporáneo y de la sociedad.

 

Referencias bibliográficas

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