Varona

No.59   Julio-Diciembre, 2014.    ISSN: 1992-82

EN CASA


Claves para el presente desde la relación ética, cultura y política en José Martí

Ethics, Culture and Politic in José Martí

Dr. C. Lissette Mendoza Portales. Profesora Titular. Universidad de Ciencias Pedagógicas "Enrique José Varona". La Habana, Cuba. Correo electrónico: almeneiro@ictsa.cu

Recibido febrero de 2014   Aceptado mayo de 2014


RESUMEN

Un pensamiento que trasciende al presente porque su autenticidad nace de su inmersión en su tiempo y espacio, desde la identificación cabal de los problemas y conflictos de su época, pero con una mirada enriquecedora y con una propuesta humanista para el ser cubano y latinoamericano; ese es el pensamiento de José Martí. Pensador político de vocación universal, concibe la política como medio esencial para la ética; de ahí su proyecto de ser humano y de república. En ello radican especialmente no solo los fundamentos y sentidos axiológico-culturales de su comprensión de la política, sino la validez para el mundo complejo que se comparte. Hallar esas claves constituye un verdadero desafío cultural para el pueblo de Cuba.

PALABRAS CLAVE: Ética, cultura, política, eticidad de la política.

ABSTRACT. A thought that transcends to today's world due to its authenticity stemming from its immersion in time and space, from the perfect identification of the problems and conflicts of its time, but with an enriching look and a humanistic proposal for Cubans and Latin Americans; is the thinking of Jose Marti. Political thinker of universal vocation conceives politics as an essential means for ethics, from his project to be human and of the republic. Here not only lie the axiological-cultural fundaments and sense of his comprehension of politics, but its validity in the complex world we share. Uncovering these keys constitutes a complex challenge for the Cuban people.

KEYWORDS: ethics, culture, politics, ethnicity of politics.


Introducción

Sirven estas líneas para darle continuidad al debate de cómo vive José Martí entre los cubanos de hoy. Y solo persiguen un acercamiento a un tema profundamente complejo en el orden conceptual y práctico y, particularmente sensible, si del pensamiento martiano se trata. Su intención está dada en revelar la presencia de profundos e insoslayables nexos entre la ética y la política desde la extraordinaria plataforma cultural que caracteriza el pensamiento del Apóstol. Cabe la aclaración que para nada implica absolutizaciones ni de verdades acabadas, sino ideas que al hilvanarse puedan descubrir, como construcción colectiva, sí, las carencias en el hoy, pero sobre todo, desde Martí, luces para seguir adelante.

Desarrollo

Pensar hoy a Martí constituye un ejercicio extraordinario en el orden intelectual y humano, porque pasa ante todo por la comprensión del inmenso ser que resultó aquel que se confesó a su amigo Manuel Mercado, en 1884 "…yo soy siempre aquel loco incorregible que cree en la bondad de los hombres y en la sencillez y naturalidad de la grandeza…".(1)

Pasa también por la comprensión de las circunstancias que lo hicieron. El propio Martí lo plasmaría, en 1882, en su artículo España, cuando señalaba que "…cada hombre es en sí el resumen de los tiempos, y el hijo de ellos…"(2) y lo sintetizaría en 1887 al referirse a uno de los norteamericanos, al predicador Henry Ward Beecher "…nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo (…) los hombres son productos, expresiones, reflejos. Viven, en lo que coinciden con su época o en lo que se diferencian marcadamente de ella".(3)

Y pensar a Martí, es entenderlo como lo que es, al decir del poeta "No es una montaña, es varias (…) es un astro de iluminaciones. El Martí de los Diarios, de los Versos Sencillos, de la Edad de Oro, de los Versos Libres, de sus voluptuosos discursos, el conspirador aunando voluntades, el jinete cabalgando en las proximidades de Dos Ríos, es un ser múltiple, inatrapable…".(4)

Pero, pensar hoy a Martí pasa, sobre todo, por la comprensión de las exigencias epocales de su tiempo y del actual. Como una advertencia insoslayable se recuerda a Marinello J cuando, en 1941, en ese lúcido ensayo Españolidad literaria de José Martí, señalaba: "...lo que importa no es traer a Martí a nuestro tiempo, a un tiempo que no es el suyo, el que lo hizo, aunque mucho ande en su palabra; lo que interesa es que otorguemos permanencia a una postura profundamente martiana: la de pelearse con lo de hoy, que está vivo y actuante y no con lo de ayer, que está muerto y enterrado...".(5)

Y pensar hoy a Martí entraña grandes riesgos y elevados compromisos. Entre los primeros, los riesgos, querer imponer la lógica del investigador, desde el espíritu del positivismo, a un pensamiento inclasificable e inencasillable y no estar a su nivel; es decir, no captar, en toda su profundidad y alcance, el mensaje martiano.

Los segundos, los compromisos, son muchos, se pudieran mencionar ¿Cómo entender su pensamiento como lo que es, una totalidad? ¿Cómo ser leales a su legado? ¿Cómo no endiosarlo, que es congelarlo, matarlo e inmovilizarlo? ¿Cómo captar lo trascendente de su pensamiento; es decir, su mensaje? Entre otras cuestiones exige ese proceso de búsqueda permanente atender a lo que dijo, en qué contexto, por qué, para quién, cómo y, sobre todo, desentrañar las claves que para nuestro presente se hallan en las ideas que, como hilos, entretejen su pensamiento, cuyo rasgo cualificador esencial es su elevada altura moral, de ahí, su permanencia.

Así lo pensaría tempranamente, en 1937, Roa R al expresar, "Honrarlo, honra. Evocarlo, enaltece. Pero esta evocación y esta honra no pueden enmarcarse en los senos recónditos de un culto abstracto. Ha de ser, tiene que ser, un culto vivo, pugnaz, beligerante…".(6)

Con estas premisas se acercan a un nexo esencial, devenido eje articulador del pensamiento latinoamericano y cubano: ética, cultura y política y que, como se ha examinado por notables figuras de la cultura cubana y universal, alcanza en Martí una significativa expresión.

En el orden teórico-metodológico esta aproximación filosófico-social no desconoce el entramado conceptual que sustenta el examen de tres esferas claves de la realidad social y que, por lo tanto, las miradas desde diversas ciencias suelen ser diferentes y, sobre todo, hoy se exige la confluencia de estas, desde los enfoques interdisciplinar y transdisciplinar. De ahí, la importancia de considerar, entre otras cuestiones:

Por ello, se toman como presupuestos esenciales que:

Por ello, volver al pensamiento martiano puede resultar un ejercicio no solo renovador e inspirador, sino esencial para hallar pistas que permitan la orientación en la interpretación y re-construcción de un presente complejo, sobre todo mirando hacia delante. Como una clave para el quehacer hoy y al mismo tiempo, como una gran advertencia para lo que se hace todos los días, está su profunda idea de 1882, que "…en política, es crimen derribar lo que no se puede reconstruir…".(11)

Muchos serían los hitos que habría que destacar en su peculiar comprensión de la política, desde su inicial asunción de la disyuntiva o Yara o Madrid,(12) desde el proceso inicial de maduración en el destierro en España, en la que, como hombre de buena voluntad, saludaba a la República que triunfaba, mientras maldeciría a la República que ahogara a otra República,(13) la de los pecados coloniales,(14) la que no supo perdonar.(15) Y su visión desde América Latina, ya en México, en 1875, calaba en el profundo nexo entre economía, política y derecho(16) o su elevada y ética visión de la política(17) y sus profundos e inmensos aprendizajes en los Estados Unidos, pero pensando siempre desde Cuba.

Por ello, cuando el 25 de marzo de 1895, Martí suscribía junto al Generalísimo, el más significativo documento para orientar la Revolución que daría continuidad a las tradiciones cubanas de lucha, lo hacía desde la perspectiva iluminadora de un porvenir mejor, sustentado en un nexo insoslayable que deviene síntesis en el sendero de la plena liberación político-social y humana.

En él se expresaba "…ordenar la revolución del decoro, el sacrificio y la cultura de modo que el decoro de un solo hombre no quede lastimado, ni su sacrificio parezca inútil a un solo cubano, ni la revolución inferior a la cultura del país, -no a la extranjeriza y desautorizada cultura que se enajena el respeto de los hombres viriles por la ineficacia de sus resultados y el contraste lastimoso entre la poquedad real y la arrogancia de sus estériles poseedores-, sino al profundo conocimiento de la obra continua y sublime del hombre en la conquista y mantenimiento de su dignidad, -y del pensamiento y trascendencia que el mundo moderno, en cuya cruz surge Cuba, exige a los pueblos que solicitan su reconocimiento y concurso (…) ésos son los deberes, y los intentos, de la revolución…".(18) Y también "…ella se ordenará de modo que la guerra pujante y libre dé pronto casa firme a la nueva república…".(19)

Se revela en toda su plenitud que la comprensión martiana de la política -en su concepción, proyección y realización- no solo no aparece divorciada de su profunda concepción cultural, sino que esta deviene sustancia misma de aquella; en tanto, desde la tradición de pensamiento y práctica revolucionaria cubana la asumió como fenómeno social complejo, desde una visión multicualitativa.(20)

Lo cierto es que en su comprensión de la política -una de las actividades que le resultaron más cercanas a su quehacer teórico-práctico- se revelan los fundamentos y sentido culturales que le otorga, así la comprendió en 1881, como ciencia que requiere arte, mesura, estudio, sinceridad,(21) en 1883, como "…un sacerdocio, cuando empuja a ella gran peligro patrio, o alma grande…",(22) pero también es "…deber de todo el mundo, y el derecho de todo el mundo…".(23)

En 1991, en los trabajos de la Conferencia Monetaria Internacional, la aprecia integralmente como arte de combinar los elementos disímiles, la relación de la unidad y la diversidad, en función de la búsqueda del bienestar de los factores de un país, frente a aquellas concepciones y prácticas que la desvirtúan.(24) Igualmente la interpreta como "…una resolución de ecuaciones"(25) y "…el estudio de los diversos métodos de vida común…".(26)

De esta manera, entre otras, se expresa su comprensión de la relación entre política y cultura, que estará presente con fuerza en su concepción de la Revolución y en el proyecto que elaboraría y defendería con la vida. Así, desde una visión cultural, entendió por política no solo los asuntos de mero gobierno, sino el estudio y administración de los intereses del país.(27)

Su labor fundacional, plasmada en su proyecto de liberación nacional y humana, solo podía descansar en una elevada comprensión de la política, que le venía de lo mejor del accionar patriótico cubano, con profundas raíces éticas. Así, se conjugan su visión crítica de la práctica política en el mundo hispanoamericano y en la sociedad norteamericana junto a una proyección del ideal superior, que contribuye y da continuidad a la línea de pensamiento revolucionario cubano.(28) De ahí su afirmación, en 1892, de que la política tiene por objeto la virtud y especialmente su comprensión de que la guerra se realizaba como medio de una política, la que desde luego, estaba enraizada en una elevada ética. De ahí, el diseño de su proyecto revolucionario, cuya base ideológica expresaba una profunda concepción cultural plasmada en los fines, en los medios a emplear y en la propia comprensión del sujeto de la Revolución.

Pero el análisis sería incompleto -y siempre lo será teniendo como objeto el pensamiento martiano- si no se comprendiera el contenido humano, de profunda raíz ética, de todo su quehacer práctico político. Y es que ese proyecto posee un profundo contenido axiológico, en tanto se inserta en el cauce de una elevada concepción eticista** de la política, no solo desde lo que se ha denominado axiología de la acción, sino desde la comprensión de las más elevadas finalidades que preside todo su accionar político. Ello pone de manifiesto la función de la ética con respecto a la política, al decir de Chávez A "…esa relación de servicio la concreta la ética ejerciendo su función crítica sobre la actividad política misma cuando ésta, en nombre de exigencias tácticas, recurre a medios que entran en contradicción con los fines humanistas que la ética no puede dejar de tener presentes…".(29) Por ello, para Martí J "…La esencia de la obra política, y lo que hace de la política indeclinable deber, es el respeto pleno y el amor sincero al decoro del hombre…".(30) Así le decía a su entrañable Gonzalo de Quesada en carta del 9 de mayo de 1892.

Martí, con una proyección verdaderamente adelantada para el momento, compendió que la educación debía constituirse en vía fundamental de reproducción social de lo más valioso de la herencia cultural de la humanidad, lo cual significaba asumirla desde posiciones verdaderamente humanistas, que no pueden estar divorciadas de aquellas que promuevan realmente la transformación social. De ahí, la importancia de atender hoy al desafío del desarrollo de una verdadera cultura política, no de consignas, sino de reflexión, participación, compromiso, como dimensión esencial de una formación cultural integral.

Si se desea que los jóvenes quieran vivir y trabajar en Cuba, que vivan del trabajo, que sean honestos, que sean solidarios, críticos y comprometidos con la transformación, con proyecciones de futuro, que dialoguen entre ellos y con otras generaciones, la educación para los tiempos que corren, como expresión de profundas transformaciones económicas y sociales, tiene, a su vez, que transformarse. Una mirada al problema -desde la filosofía de la educación- exige comprender, ante todo, el necesario sentido crítico que debe asumir la reflexión en el orden educativo, atendiendo a la dialéctica de lo ideal y lo real, de la teoría y la práctica, de la aspiración y la realización, en el mejor espíritu de la tradición de pensamiento y práctica pedagógicas y educacional cubanas y con la convicción del impostergable perfeccionamiento de las prácticas educativas actuales, en su relación con la transformación de la sociedad, que pasa por la realización verdadera de la propiedad social socialista en combinación con otras formas de propiedad, la batalla real por la educación y la cultura, la lucha por la coherencia,(31) contra la burocracia, la corrupción y el perfeccionamiento de la democracia. Estos retos forman parte de un desafío mayor: la realización, desde lo más auténtico de la cultura e identidad cubanas, del proyecto social socialista como única alternativa para el existir y el ser de la nación.

En el año 1886, Martí J señalaba, como si fuera dicho para el presente: "...la madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo, la propagación de la cultura...".(32) Así, en la lógica martiana: decoro, virtud, libertad, República, devienen expresiones luminosas de la función social y humana que cumple la cultura. Honda reflexión que alerta de trabajar, hoy más que nunca, por hallar los legítimos resortes de una batalla por la cultura, donde se descarte lo superfluo y formal y en la que se rescate la autenticidad, que brota del hallazgo que constituye el rico nexo entre lo diverso y lo propio.

Si el Manifiesto de Montecristi constituye la culminación del pensamiento político de Martí J, y en él se sustenta la comprensión de que el protagonista de "...una guerra inspirada en la más pura abnegación, y mantenida conforme a ella..."(33) es "...el pueblo democrático y culto, conocedor de sus derechos y del ajeno...",(34) no puede dejarse a un lado la significación que adquiere en la dimensión filosófico-social al apreciarse la hondura que se logra en el examen de la -siempre contradictoria- relación entre política y cultura, lo que sin dudas, es expresión de un pensamiento maduro, en el que no hay fronteras ni fragmentaciones. Desde la cultura, la política es previsión y respeto, es arte humano. Al decir de Pogolotti G "…de manera sustantiva, José Martí construye la política desde la cultura, vale decir desde lo más profundo del ser humano, frágil, vulnerable y, sin embargo, capaz de asumir el sacrificio extremo para alcanzar las estrellas…".(35)

Solo entonces, desde una acertada concepción de la profunda relación entre ética, cultura y política puede proclamarse -como lo hizo Martí- ante su inminente realización y para el tiempo futuro, y el actual "...la revolución del decoro, el sacrificio y la cultura..."(36) y fijar deberes e intentos en el profundo conocimiento de la labor del hombre en el rescate y sostén de su dignidad. Por ello, sigue señalando el camino, porque dijo para su tiempo y para este tiempo, y para todos los tiempos "...¿qué dónde estoy? En la revolución; con la revolución. Pero no para perderla, ayudándola a ir por malos caminos. Sino para poner en ella, con mi leal entender, los elementos quienes, aunque no sean reconocidos al principio por la gente de poca vista o mala voluntad, serán los que en las batallas de la guerra, y en días difíciles y trascendentales batallas de la paz, han de salvarla...".(37)

Finalmente, algunas interrogantes en la línea de pensamiento cubano, en la que se expresa el nexo profundo y entrañable presente-pasado-futuro, el insoslayable nexo con el pensamiento martiano. Así lo sintetiza Fernández R, al decir, "…la visión del pasado sólo es fértil si nos aclara al presente; la del provenir, si nos lo estimula…".(38)

Entonces, para la reflexión:

Conclusiones

Resulta una verdad insoslayable que la huella martiana, en tanto obra fundacional y existencia heroica, sobrevivió al lastre que constituyó la dominación extranjerizante pseudo- republicana. Y, en gran medida, ello se debió a la profunda relación existente entre ética, cultura y política en un pensamiento que poco a poco fue imponiendo su valía, al ser redescubierto por lo mejor de las sucesivas generaciones.

Por cuanto, en el pensamiento y en la acción histórica de José Martí, concretado y plasmado en la proyección y preparación de la guerra necesaria como continuación de la Revolución Cubana, aparece expresada con gran plenitud su concepción de la cultura y los valores. Y es que la revolución deviene pensamiento martiano, la expresión más acabada y plena del hecho cultural, no solo por su realización desde bases histórico-culturales, desde su organización en el cauce de una política culta, desde el Partido como instrumento aunador en el marco de la identidad cultural, de las masas como sujeto de la Revolución, entre otras cuestiones, sino desde su papel como potenciadora de la cultura de la virtud y el decoro en su ideal de república.

Hombres como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Raúl Roa, Juan Marinello, Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez, Fidel Castro y la Generación del Centenario, que hicieron suyos, sin divorcio alguno, la ciencia y la conciencia, la cultura y los valores, reafirmaron en el sendero de la unidad de la vanguardia política e intelectual, la necesidad de darle continuidad a la magna empresa cultural martiana. En ellos se revelaría la justa y acertada visión de José Martí de la necesidad de la transformación revolucionaria de la sociedad desde una política culta, sin perder la esencia humanista que implicaba la defensa de los pobres de la tierra.

El humanismo se convierte no solo en el rasgo distintivo de un pensamiento contentivo de un proyecto de liberación nacional y transformación económico-social, política, ético-cultural, para Cuba y América Latina, para el hombre cubano y latinoamericano, sino en la sustancia misma de un proyecto emancipatorio que, más allá de lo individual fijó los amplios contornos de la libertad desde una eticidad a prueba del tiempo y con una elevada comprensión de la condición humana, por encima de racismo y exclusiones, con el compromiso sin grietas de la solidaridad con los pobres de la tierra, con el sentido exacto de la verdad, la belleza y la justicia.

Y ese legado imperecedero que constituye el humanismo martiano se expresa ante todo en la comprensión exacta de los problemas y conflictos de su tiempo, en su concepción integral de la realidad social desde un enfoque dialéctico, en la búsqueda de soluciones propias, en la apreciación extraordinaria de la realidad hombre y confianza en sus capacidades y potencialidades, en el diseño y defensa de un código de valores humanistas enraizados en lo mejor de la tradición cultural cubana, en la proyección de una patria libre e independiente y de una república. Desde esa concepción vive José Martí en el complejo presente.

NOTAS

*George Bataille, Clifford Geertz, Raymond Williams ,G. N. Fischer, Jean Braudillard, Frederic Jameson, Néstor García Canclini, entre otros.

**En la Fenomenología del espíritu, Hegel concibe la eticidad como realización del bien mismo, en el reino del Espíritu, momento esencial junto a la religión y a la filosofía para alcanzar la emancipación del individuo, la libertad y la verdad. En el pensamiento cubano la eticidad de la política -y particularmente en Martí- subraya la naturaleza y el carácter de una praxis política pensada y realizada atendiendo al cumplimiento de fines éticos, no entendidos como entelequia superior, sino como reguladores de una transformación humanista de la sociedad. De ahí, la unión indisoluble entre política y ética en la cultura cubana.

 

REFERENCIAS

(1)MARTÍ J. Epistolario. T.1. Carta a Manuel Mercado. Nueva York. Noviembre 13 de 1884. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 1993. p.284.

(2)MARTÍ J. Obras completas. T.11. Edición Crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2006. pp.62-63.

(3)MARTÍ J. Obras completas. T.13. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.34.

(4)LEZAMA L. Lezama: una salita de imágenes contigua. Entrevista por Félix Guerra. Revista Bohemia 1994, agosto 5. p.65.

(5)MARINELLO J. Once ensayos martianos. La Habana, Cuba: Comisión Nacional de la Unesco; 1964. p.49.

(6)ROA R. Rescate y proyección de Martí. 19 de mayo de 1937. En: Siete enfoques martianos sobre José Martí. La Habana, Cuba: Editora Política; 1985. p.15.

(7)PINO A. Cultura y territorialidad. Sus mediaciones en una cartografía que se desplaza. Resultado de investigación. En: Filosofía y sociedad. IV Jornada Científica. Instituto de Filosofía. La Habana, Cuba: Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente; 2011.

(8)FUNG T. La pluralidad y complejidad en el objeto de la ciencia política. En: Una ciencia política desde el Sur. La Habana, Cuba: Editorial Félix Varela; 2009.

(9)HOUTAR F. Presentación Ruth Casa Editorial. En: Lucía y el mundo soñado. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 2005.

(10)BETTO F. Ética y amorosidad. Reproducido en Granma, septiembre 2 de 2011. p.9.

(11)MARTÍ J. Obras completas. T.11. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2006. pp.218-219.

(12)MARTÍ J. Obras completas. T.1. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

(13)MARTÍ J. Obras completas. T.1. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

(14)MARTÍ J. Obras completas. T.1. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

(15)MARTÍ J. Obras completas. T.1. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

(16)MARTÍ J. Obras completas. T.2. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

(17)MARTÍ J. Obras completas. T.2. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

(18)MARTÍ J. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba. Manifiesto de Montecristi. Ediciones especiales. Edición Facsimilar. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2011. pp.168-170.

(19)MARTÍ J. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba. Manifiesto de Montecristi. Ediciones especiales. Edición Facsimilar. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2011. pp.170-171.

(20)LIMIA M. Individuo y sociedad en José Martí. La Habana, Cuba: Editorial Academia; 1998. p.12.

(21)MARTÍ J. Obras completas. T.10. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2006.

(22)MARTÍ J. Obras completas. T.17. Edición crítica. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2006. p.46.

(23)MARTÍ J. Obras completas. T.10. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.366.

(24)MARTÍ J. Obras completas. T.6. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975.

(25)MARTÍ J. Obras completas. T.1. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.332.

(26)MARTÍ J. Obras completas. T.1. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.338.

(27)MARTÍ J. Obras completas. T.22. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975.

(28)MIRANDA O. Varela y Martí, origen y culminación del pensamiento cubano del siglo XIX. La Habana, Cuba: Instituto de Filosofía; 1989.

(29)CHÁVEZ A. Ética y política: una nueva relación. En: Una ciencia política desde el Sur. La Habana, Cuba: Editorial Félix Varela; 2009. p.18.

(30)MARTÍ J. Epistolario. T.3. Carta a Gonzalo de Quesada. Nueva York. 9 de mayo de 1892. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 1993. p.89.

(31)GUEVARA E. El socialismo y el hombre en Cuba. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Che Guevara; 2007.

(32)MARTÍ J. Obras completas. T.12. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.301.

(33)MARTÍ J. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba. Manifiesto de Montecristi. Ediciones especiales. Edición Facsimilar. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2011. p.24.

(34)MARTÍ J. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba. Manifiesto de Montecristi. Ediciones especiales. Edición Facsimilar. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2011. p.20.

(35)POGOLOTTI G. Una visión martiana de la cultura. En: Publicaciones. Anuario del Centro de Estudios Martianos 2009, No. 32, p.273.

(36)MARTÍ J. Obras completas. T.4. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.100.

(37)MARTÍ J. Obras completas. T.22. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.73.

(38)FERNÁNDEZ R. Martí en Cuba y en los siglos. Intervención en la Mesa Redonda: La Cuba de José Martí: proyecto, realidad, perspectivas. En: Vigencia del pensamiento martiano. La Habana, Cuba: Ediciones CREART; 1995. p.37.

(39)HART A. La cultura de hacer política. Oficina del Programa Martiano. La Habana, Cuba: Consejo de Estado; 2009.