Varona

No.59   Julio-Diciembre, 2014.    ISSN: 1992-82

Estudio histórico de la violencia escolar

Historical Study of School Violence

Dr. C. Yoanka Rodney Rodríguez. Profesora Auxiliar. Universidad de Ciencias Pedagógicas "Enrique José Varona". La Habana, Cuba. Correo electrónico: yoankarr@ucpejv.rimed.cu.

Dr. C. Mirta García Leyva. Profesora Titular. Universidad de Ciencias Pedagógicas "Enrique José Varona". La Habana, Cuba.

Recibido marzo de 2014   Aceptado junio de 2014


RESUMEN.

La escuela tradicional se concretó en los siglos XVIII y XIX con el surgimiento de la escuela pública en Europa y América Latina; en ella, el profesor asume un poder legítimo como transmisor esencial de conocimientos, al cual le corresponde exigir disciplina y obediencia, y en muchas ocasiones, le dio una imagen impositiva, que se tradujo en castigos corporales, que formaron parte de la vida de conventos y parroquias. Ese tipo de violencia que se daba en las escuelas de aquel entonces, hoy se conoce como maltrato infantil. En contra de semejantes métodos se pronunciaron algunas instituciones educativas, en las que en sus estatutos se hace referencia a la prohibición de los castigos corporales por los maestros.

PALABRAS CLAVE: violencia escolar, castigos corporales.

ABSTRACT.

The traditional school came to be in the XVIII and XIX centuries with the emergence of public schools in Europe and Latin America. In the traditional school the teacher assumes legitimate power as the essential transmitter of knowledge, which corresponds with the requirement of discipline and obedience, and in many cases a imposed image, that translated into corporal punishments, that became part of convent and parish life. This type of violence that occurred in schools at the time today is known as child abuse. Against said methods many education institutions spoke out and stated this aberration for corporal punishment in their statutes, prohibiting corporal punishment by teachers.

KEYWORDS: school violence, corporal punishment.


Introducción

La violencia es un fenómeno que acompaña a la sociedad humana desde los tiempos más remotos; como forma de vida, traspasa a la familia, los medios de comunicación, la vida social y la escuela; sin embargo, cada sociedad en sus múltiples manifestaciones, recrea patrones y modelos de relaciones sociales violentas, por lo que su expresión se modifica de acuerdo con la realidad histórico-social, tornándose el fenómeno más o menos visible debido a que existen conductas y formas de relaciones violentas que, al naturalizarse, pasan a ser habituales y llegan a legitimarse, lo cual hace más difícil su reconocimiento en el plano social.

A lo largo de la historia de la humanidad, numerosas investigaciones dan fe de la relación entre educación y violencia; ambos fenómenos se aprecian con las distinciones propias de los diversos contextos sociales, tanto en la cultura occidental como en la oriental, evidenciándose durante siglos, como las víctimas principales fueron las niñas y los niños.

La escuela tradicional se concretó en los siglos XVIII y XIX con el surgimiento de la escuela pública en Europa y América Latina. El conocimiento de las vías de desarrollo de la teoría y la práctica de la educación desde el siglo XIX posibilita entender la génesis de muchos fenómenos sociales y su repercusión en la pedagogía y la escuela contemporáneas.

La literatura especializada reconoce que hasta bien entrado el siglo XX en muchas partes del planeta se admitieron los castigos en las escuelas por considerarlos importantes para la disciplina y el aprendizaje, y para erradicar los problemas de conducta en niños, adolescentes y jóvenes. La violencia es uno de esos fenómenos que se ha extendido hasta la actualidad y aún está sin resolver.

Ante esta realidad, el artículo tiene el objetivo de sistematizar las ideas expresadas acerca del empleo de la violencia como alternativa para educar a las nuevas generaciones.

Desarrollo

En el siglo XIX, la escuela como institución social tenía la responsabilidad de llevar a cabo la educación pública. Esta se caracterizaba por el estricto orden imperante en la clase, por la imagen de un profesor impositivo, autoritario, manipulador del poder para transmitir los conocimientos; y con un papel protagónico en el proceso de enseñanza-aprendizaje, capaz de exigir disciplina y obediencia, mientras el desempeño de los estudiantes era pasivo, circunscrito a la repetición y la memorización de lo aprendido.

"En países de Europa y América del Norte, la idea de la educación universal, financiada por el Estado o subsidiada, para preparar a los niños y las niñas para el mundo del trabajo, para asumir sus responsabilidades cívicas y familiares y para su realización personal no surgió sino hasta mediados del siglo XIX, cuando la Revolución Industrial estaba bien avanzada".(1) En Estados Unidos, en 1871, la sociedad protectora de animales denuncia por primera vez el abuso sexual y físico a que eran sometidos numerosos niños por sus padres y educadores; no obstante, desde entonces, hasta bien entrado el siglo XX ,los golpes, la humillación y el aislamiento se emplearon de manera rutinaria como métodos de enseñanza y disciplina.

En el siglo XIX los clásicos del marxismo demostraron que el contenido de la educación y los métodos varían según el desarrollo socioeconómico de cada sociedad, contribuyendo a esclarecer la naturaleza social de la educación y su carácter histórico-clasista, otorgándole un importante valor a la influencia que ejerce el medio social a las conductas de los seres humanos y de la capacidad que poseen las personas de transformar el medio en que viven. Criticaron fuertemente la educación burguesa, consolidada ya en Europa, al demostrar que la educación era un arma y un medio que tenía la clase explotadora para oprimir a las clases explotadas y afianzar su poderío.

Al respecto, Konstantinov N A expresó que "…la concepción marxista del mundo y el método dialéctico marxista le dieron la posibilidad a la ciencia pedagógica de resolver, sobre una base científica, los complicados problemas de la Pedagogía".(2)

Entre los pedagogos insignes del siglo XX, se encuentra Makárenko A S; su mayor experiencia fue en los centros de reeducación con niños y adolescentes infractores de la ley. Desde entonces, algunos de sus métodos educativos han sido muy discutidos. Según Medinski E, a la llegada de nuevos colonos a su comunidad, Makárenko A S declaraba "…abrir amplio margen para toda clase de arbitrariedad, para la manifestación de una personalidad, que en su aislamiento llegaba al salvajismo".(3) Las autoras de esta investigación son de la opinión que este criterio es desacertado e inapropiado, pero consideran que es posible que Makárenko A S lo empleara por las características propias de los colonos, considerando tales métodos aplicables a la reeducación. No obstante, estas afirmaciones son desechadas por el propio Makárenko A S, quien afirmaba: "Es natural que en la colectividad se prohibían los malos tratos. Personalmente yo soy adversario irreconciliable de los métodos físicos de influencia".(4)

Sin embargo, el 8 de febrero de 1939, en su comparecencia sobre La educación en la familia y en la escuela, Makárenko A S era ambiguo en sus ideas sobre el empleo de la violencia como método educativo, al plantear: "Sigo siendo enemigo de los métodos físicos de coerción. En general, yo no admito el castigo físico como método. No conozco ni una sola familia donde el castigo corporal haya sido provechoso (…) no me refiero a los casos en que una madre da un par de azotes a un niño de dos o tres años. El pequeño no comprende nada, y la madre no es tanto lo que castiga como la irritación que manifiesta. Pero golpear a un chico de 12 ó 13 años significa reconocer su plena impotencia ante él".(5)

En Makárenko A S existía una dualidad de criterios al respecto, debido a que en determinados momentos aceptaba y justificaba la violencia, mientras que en otro la rechazaba totalmente; esto se debe a que su expresión y aceptación se modificaba de acuerdo con la realidad histórico-social, tornándose el fenómeno más o menos visible debido a que existen conductas y formas de relaciones violentas que se naturalizan, pasan a ser habituales y llegan a legitimarse, lo cual hace más difícil su reconocimiento y, por ende, más complejo el fenómeno.

Para estas autoras es importante destacar cómo el propio Makárenko A S se sorprendió al conocer que se le considera como un maestro que apoyaba los métodos violentos para educar. Al hacer valoraciones sobre lo sucedido, en su libro Poema pedagógico, entre él y su estudiante Zadórov, planteó: "Empecé por golpear a un educando mío. En Poema pedagógico todo está descrito de una forma más o menos extensa, por lo que me asombré cuando sobre mí llovieron las acusaciones de que recomendaba las palizas".(6) A pesar de sus contradicciones, Makárenko A S consideraba que, para disciplinar, los profesores no podían coercionar, ordenar o prohibir.

A finales del siglo XIX y principios del XX, surgió el movimiento de la Escuela Nueva, como resultado del desarrollo socioeconómico y científico-técnico alcanzado, sobre todo en países europeos y la aparición de nuevas ideas filosóficas y psicológicas (corrientes empiristas, positivistas, pragmatistas), así como critica a la Escuela Tradicional. Esta concepción pedagógica centra el interés en el estudiantado y lo reconoce como sujeto activo de la enseñanza, otorgándole un papel principal al aprendizaje; entre sus características se encuentra considerar a la educación como un proceso social que permite la transformación de las personas y del mundo que las rodea.(7)

No obstante, a pesar de proclamar desde el discurso una escuela única, accesible a todas las capas de la población y métodos activos de enseñanza, en la práctica promovió la desigualdad en el campo de la educación al mantener dos sistemas diferentes, uno para la élite y otro para las personas de pocos recursos, con la finalidad de que las jóvenes generaciones se adapten a las relaciones capitalistas existentes, lo cual evidencia las diferentes maneras de hacer uso de las manifestaciones de violencia; aspectos como estos se mantienen en la actualidad.

Al respecto, la literatura especializada reconoce que hasta bien entrado el siglo XX, en muchas partes del planeta se admitieron los castigos en las escuelas, por considerarlos importantes para la disciplina y el aprendizaje, y para erradicar los problemas de conducta en niños, adolescentes y jóvenes, aún cuando a partir de los últimos cuarenta años del siglo pasado, se observó un mayor reconocimiento de la problemática y un auge en las denuncias al respecto.

El fenómeno de la violencia en sus diversas manifestaciones afecta a la educación y la escuela desde tiempos inmemorables y la región latinoamericana no se encuentra exenta de esta realidad.

A la llegada de los colonizadores, existían tres grandes civilizaciones: los Mayas, los Aztecas y los Incas; todas estas civilizaciones eran eminentemente esclavistas y, aunque tenían algunas particularidades dado su desarrollo económico, la educación era diferenciada para cada grupo social, sexista e impregnada por un marcado carácter religioso. En cada una se educaba a los varones en las artes militares, para defender y perpetuar el estatus de la sociedad. En el caso de los Aztecas, se aplicaban castigos crueles que podían llegar hasta la muerte.

El arribo de los colonizadores, en el siglo XV, produjo que las culturas de los pueblos conquistados fueran prácticamente absorbidas por la de los conquistadores, en su mayoría manteniendo la hegemonía sobre la educación y la cultura. En esta etapa, la enseñanza elemental era casi nula, recaía en la familia y en maestros particulares, la responsabilidad de transmitir los conocimientos, debido a que las autoridades gubernamentales y clericales se desentendieron de esta responsabilidad.

Entre los siglos XVI hasta finales del siglo XVIII, de manera general, en los países de América Latina, como Cuba, México y Venezuela, se estableció una educación prácticamente foránea, descontextualizada, elitista y discriminatoria; se priorizaba la educación en los niveles medios y universitarios, desatendiéndose la enseñanza elemental. La enseñanza escolástica "…con su consabida carga de dogmatismo, intelectualismo, memoricismo, autoritarismo, castigos corporales"(8) ya decadente en Europa, fue la filosofía imperante en aquellos años.

No obstante, al igual que en otras partes del mundo, surgieron en el área prestigiosas personalidades con ideas progresistas, como la libertad de pensamiento, la oposición a los métodos escolásticos de educación y la aplicación práctica de los contenidos de la enseñanza, así como un rechazo a la iglesia católica como fiel representante del régimen explotador y al feudalismo, como formación económico-social.

En Cuba, última posesión de España en tierras americanas, la educación estuvo marcada, en los tres primeros siglos de yugo colonial, por un sostenido abandono. Los nativos que sobrevivieron a la explotación sometida se educaron en las llamadas encomiendas y fueron objeto de los abusos y vejaciones más crueles, lo que produjo que las autoridades españolas, a principios del siglo XVII, dispusieran dos leyes, en las que se le encomendaba a arzobispo y obispos a velar porque "…los indios e indias no reciban agravio, ni molestias".(9)

Con la llegada, en 1687, del Obispo Fray Diego Avelino de Compostela, se fundaron varias instituciones educativas, entre ellas: la escuela gratuita para niñas pobres de San Francisco de Sales, en 1689, en la que "…las colegialas estaban sometidas a un régimen severo rayano con el monasticismo, con estudios centrados en una excesiva carga de actividades religiosas y muchas horas de costura y bordado",(10) garantía de fidelidad, de atención cristiana a los hijos y de los modelos establecidos culturalmente para su sexo.

En 1689 se fundó el instituto de San Ambrosio, el cual años más tarde, en 1774, se unificó con el Colegio de San Carlos; esta institución, en el siglo XIX, cuando el obispo Juan José Díaz de Espada y Landa trabajaba a favor de la formación de hombres del siglo, y a debilitar la estructura de la educación escolástica; pero en general, ninguna de dichas instituciones escapó de los métodos propios de la época; o sea, predominio de la autoridad absoluta de los maestros, disciplina rígida, memorización de la enseñanza y el abuso del razonamiento deductivo.

En el siglo XVIII, los métodos que se utilizaron para educar a las generaciones más jóvenes poco cambiaron; así lo demuestra un informe realizado por Fray Félix González, en 1793, y elevado a la Sociedad Económica de Amigos del País, en el que se planteaba que los niños estaban en escuelas donde eran tratados como prisioneros y padecían de diferentes males, pero en este período muchos maestros tuvieron pocas posibilidades de formarse y superarse para realizar con calidad y obtener mejores resultados en su tarea.

A finales del siglo XVIII, en Cuba existían condiciones materiales y sociales para impulsar la educación; la burguesía naciente en la Isla comenzaba a pugnar por desarrollar ideas de acuerdo con la ilustración, adecuada a las realidades cubanas y a la situación del continente como resultado del desarrollo social que acontecía en todo el continente americano y en Europa; produciéndose cambios sustanciales en las ideas filosóficas y educacionales, dirigidas contra el escolasticismo.

Ante tal situación, algunas organizaciones, como la Sociedad Económica de Amigos del País, desempeñaron una labor importante en la organización

de la enseñanza, durante una buena parte del siglo XVIII y el XIX; para 1816, se creó la sección de educación de la sociedad; entre sus fines estaba, "…según lo refiere Don Domingo del Monte: Cuidar para que se trate con suavidad a los niños en toda clase de escuela, prohibiendo rigurosamente los azotes e influir para que la educación tome un carácter práctico de aplicación inmediata a los usos de la vida".(11) Se considera que estos primeros requerimientos coadyuvaron a elevar la calidad de la educación y a la toma de conciencia contra un tipo de violencia que se daba en las escuelas del aquel entonces y que hoy se conoce como maltrato infantil.

Uno de los miembros activos de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP) fue Caballero J A quien, influenciado por la filosofía de Locke J y la pedagogía de Rosseau J, combatió tenazmente en el seminario de San Carlos, el escolasticismo y se pronunció contra el empleo de los castigos corporales.

En 1792, el Presbítero Caballero J A publicó, en el Papel Periódico de la Havana, un artículo titulado: Pensamientos sobre los medios violentos de que se valen los maestros de escuela para educar á los niños, en el que critica abiertamente las prácticas educativas violentas en las escuelas, y señala que:

  1. "El maltratar a los niños, realmente es un delito.
  2. "A mas de ser inhumanidad golpear seres delicados, es necesario hacer comprender a los, maestros de escuela que la férula es un castigo peligroso, que produce debilidades, y temblores de manos, que lastiman el pecho
  3. "Los bofetones hacen contraer un vicio de pronunciación, que algunas veces dura toda la vida, y acarrean la apoplejía y el frenesí.
  4. "Los tiramentos de orejas reiterados, les inducen sordera, o les causan un zumbido perpetuo.
  5. "Las costumbres del azote establecidas en todas las escuelas, a más de lastimar el pudor, y la decencia, tiene un inconveniente, que los institutores, puede ser que no lo conocen; y en esto deben consultar a los Fisiólogos. Estos aseveraran todos a una voz, que el tal castigo es muy propio para manifestar en los órganos una disposición, peligrosa a las costumbres, y que el ejercer la vergonzosa flagelación es disponerlos al libertinaje.
  6. "A la verdad no se puede ver sin indignación que reine todavía el azote en el santuario de la educación.
  7. "Es cierto que es más fácil y más pronto para el grosero educador, castigar a un niño, que cogerle por el honor de que es susceptible aún en la tierna edad, o hablarle la razón; pero la gloria de educar por este último medio es la más brillante.
  8. "Es de observación, que los castigos vergonzosos que se emplean en las escuelas, hacer detestar las artes a un jovencito, que tiene una centella de genio, ó alguna elevación de alma.
  9. "Los sabios no ignoran, que hay un cierto modo en las cosas. ¡Qué lástima que no sean sabios los maestros de escuela!".(12)

Dos años más tarde concluyó el trabajo titulado: Ordenanzas para las escuelas gratuitas de la Havana y es donde Caballero J A, junto a otros colaboradores, instan a los maestros a cambiar los métodos violentos que empleaban para educar a sus discípulos y los exhortan a utilizar con más frecuencia la persuasión, que evitaba que los alumnos se volvieran "…contumaces, tardos y desaplicados".(13)

Se evidencia cómo Caballero J A y colaboradores no fueron partidarios de los castigos corporales ni del uso de palabras hirientes con la finalidad de educar, abogaron por la conversación, la persuasión y el ejemplo, del mismo modo que reconocieron las desventajas del empleo de tales métodos; de esta forma, queda al desnudo que las prácticas violentas en las escuelas siempre han estado presentes, aspecto que ha contribuido a su naturalización.

Otra figura relevante del siglo XIX, en el magisterio cubano, fue el padre Varela F, quien se pronunció claramente contra el empleo de las sanciones y los castigos corporales, como vía para educar a las nuevas generaciones, así lo revelan estudios realizados por Cartaya P,(14) y Hernández R y Vega E(15) y sus propios trabajos escritos.

Cuando Varela F comenzó sus trabajos en función de la educación, ya la pedagogía tenía un desarrollo como ciencia independiente y se reconocían los aportes de Comenius J A, Locke J, Rosseau J y Herbart F, entre otros. Varela F se enfrentó abiertamente a la escolástica, promovió la educación de niños y porque, entre estudiantes y maestros, existieran excelentes relaciones; así en el discurso pronunciado con motivo de su ingreso a la Sociedad Económica de Amigos del País, el 20 de febrero de 1871, señalaba: "…los que enseñan no son más que unos compañeros del que aprende".(16) Al mismo tiempo, exhortaba a que los primeros fuesen consecuentes con sus prédicas; no justifica el empleo del castigo corporal ni de la palabra cruel por ningún motivo y reconocía los daños que ocasionan.

A su vez, Varela F abogó porque se le enseñara a los estudiantes a controlar sus emociones y que no se dejen influir por el deseo de destruir, estimaba que el ser humano tenía la capacidad para aprender a autorregular su conducta y no actuar de manera inapropiada para no provocar daños a terceras personas ni a sí mismos, con lo cual estas autoras coinciden. Por estas razones, se considera que la conversación reflexiva, la persuasión y el buen ejemplo, constituyen métodos idóneos y eficaces para ejercer la función educativa en niños, adolescentes y jóvenes.

Entre las máximas morales y sociales para el uso de las escuelas y del pueblo del padre Varela F, se encuentran reflexiones vinculadas a la educación por la paz y los derechos humanos; en tal sentido, escribió sobre la justicia "…nos prescribe dar a cada uno lo que le corresponde, y es la virtud que sostiene la sociedad. Debemos (…) no privar a otros de los bienes y créditos que poseen; y tampoco se han de negar los premios y alabanzas que cada uno merece (…) es preciso corregir los defectos y castigar los delitos; pero de un modo arreglado a la prudencia, en términos que se produzca un bien, que el castigo no exceda al delito, ni el premio al mérito".(17)

La historia de los malos tratos que recibían niños, adolescentes y jóvenes en las escuelas cubanas durante la colonia, se recogen en diversas fuentes de información. Un periódico de la época hizo explícito lo que sucedía: "…el profesor traía y ostentaba diaria y constantemente una vara ó cuje con cuyos golpes castigaba toda especie de delitos excepto los muy graves. Para estos conservaban los reverendos padres una disciplina de 5 ramales, de cáñamo y alambre retorcido, que usaban con tal frecuencia, que a cada rato las había nuevas (…) los mismos niños les regalaban á sus maestros los cujes que cortaban en las sabanas de la villa y luego los pulían cuidadosamente para ser en ellos mismos empleados".(18)

Con este fragmento de artículo se corrobora que el uso de la violencia con el propósito de educar a los más pequeños era un método común y aceptado por las personas encargadas de la educación de los menores; de igual forma, el artículo brinda un nuevo elemento y es que las propias víctimas de tales prácticas elaboraban los instrumentos que después sus victimarios iban a emplear contra alguno de ellos, lo cual significa que aceptaban como adecuado tal proceder. Hay que señalar que en el artículo no se hace un análisis sobre los daños psicológicos que pudieron ocasionar dichos métodos en los menores.

En resumen, se pudiera señalar que en las escuelas cubanas de aquellos años, la forma de violencia más empleada y reconocida contra los estudiantes por sus maestros era la violencia física o los llamados castigos corporales, que formaron parte de la vida de conventos y parroquias; cocotazos y coscorrones estuvieron en mucho de estos lugares a la orden del día; en otros, imperaba la correa y los pellizcos de gavilán, poner a los que se consideraban más inquietos en cruz, sosteniendo en cada mano, por largo tiempo, una piedra de 2 o 3 libras de peso, era otro castigo empleado por los maestros, cualquiera de ellos producían severas heridas en el cuerpo de los más pequeños.(19)

Contra semejantes métodos se pronunciaron algunas instituciones educativas, como el Colegio Nacional y Extranjero de San Francisco de Asís y Real Cubano; 1865, en el que en sus estatutos se hace referencia a la prohibición de los castigos corporales por los maestros.

Al analizar los artículos 44, 45 y 46 del citado colegio se encontró lo siguiente:

"Artículo 44 - Se prohíbe absoluta y terminantemente todo castigo corporal.

"Artículo 45 - También se prohíbe arrodillarse y reprenderlos con expresiones que puedan lastimar su amor propio, al contrario, se tratará de promover en ellos los estímulos del honor, acostumbrándolos á cumplir sus deberes, más por la persuasión de su propia conveniencia que por el temor al castigo.

"Artículo 46 - Las únicas correcciones que podrán aplicarse son las siguientes:

"Privación de salir en los días de asueto, prohibición de concurrir con los demás al lugar del recreo, obligándoles a pasar este tiempo estudiando o escribiendo algo relativo a sus tareas; quitarles de la comida solo aquella parte que se crea debe serle más grata. Como el dulce, la fruta (…) cuyas correcciones se harán siempre con la aprobación del Director".(20)

También en el reglamento del Colegio de Santiago, en 1841, se prohíbe el empleo de cualquier tipo de castigo corporal y uso de palabras humillantes de maestros hacia estudiantes, aunque se considera que en caso de que la falta del niño conduzca a tales penas, su aplicación será infalible, así se recoge en los artículos:

"Artículo 34 - No habrá en el colegio ningún castigo corporal, ni tampoco se hará poner de rodillas á ningún niño, maltratarle con palabras indecorosas.

"Artículo 35 - Las amonestaciones, la persuasión y el convencimiento suplirán muchas veces los castigos de los niños, y se procurará introducir el estímulo del honor para inducirles el cumplimiento de sus deberes.

"Artículo 36 - Pero cualquiera que sea la pena que merezca el niño, su aplicación es infalible, y nada le libertará de ella."(21)

Estas autoras son del criterio que, como desarrollo de la pedagogía como ciencia independiente y de la influencia recibida de la literatura educativa hasta ese momento, en Cuba se inició un cambio discreto hacia las prácticas disciplinarias violentas en las escuelas, lo cual se evidencia en los artículos antes presentados de algunos colegios, los cuales legitiman su negativa de utilizar la violencia como método para corregir al estudiantado.

De igual modo, tampoco se puede afirmar si realmente estos estatutos se cumplieron cabalmente. Al revisarlos, se detectan brechas que pudieron posibilitar su empleo y no se puede obviar lo que sucedía en algunas escuelas públicas, en las cuales desde el currículo oculto se conoce que se emplearon métodos violentos. Al respecto, estas autoras consideran que tales planteamientos demuestran el reconocimiento por parte de los responsables de los centros educacionales de los perjuicios que ocasionaban los castigos corporales y la existencia de una ética pedagógica, aunque aún en los casos más difíciles no pudieran desprenderse del uso del látigo.

Otro maestro del siglo XIX que se opuso a los castigos corporales y prácticas disciplinarias violentas fue Luz J. Influyeron en sus ideas las doctrinas de Pestalozzi J, que le permitieron en su época combatir abiertamente la enseñanza memorística y verbalista existente. Luz J, al igual que Varela F, se pronunció contra los castigos corporales y criticó fuertemente las prácticas disciplinarias de su época. A diferencia del último, defendía la idea de las sanciones educativas en correspondencia con la indisciplina del educando, no para molestar al estudiante y hacerle ver que son los maestros quienes tienen poder en la clase, sino para impedir que la falta cometida sea repetida por el mismo estudiante o fuese imitada por otro. Al respecto, planteaba, "…las penas no son para mortificaros, sino para impedir que volváis a hacer una cosa mala. La penitencia, y la vergüenza que os causa, os recuerdan, por algún tiempo la falta que cometisteis; y así cada vez que pensáis en la pena, hacéis un propósito de no volver a caer en la culpa (...) Si no hubieran penas en un establecimiento para los que faltan, y se les dejara a cada cual hacer su voluntad, entraría el desorden y la confusión: no habría silencio, no habría arreglo a las clases; cada muchacho andaría por su cuenta y cada cosa por su lado; y entonces sería imposible enseñar ni aprender".(22)

Se coincide con Luz J en que las sanciones educativas constituyen una alternativa que posibilitaba disciplinar a aquellos que incumplen con sus deberes, siempre y cuando sean correctamente impuestas. En su colegio El Salvador, demostró que es posible mantener en las escuelas la disciplina sobre la base del amor y el razonamiento, no así en el castigo, que humilla y rebaja, tanto al que lo recibe como al que lo emplea.

En la figura del maestro Martí J se sintetizan las ideas de lo más avanzado del pensamiento pedagógico del siglo XIX, debido a que supo integrar magistralmente, en nuevas condiciones históricas, los ideales de la liberación nacional a los más avanzados de la cultura y la educación, aunque no ejerció como maestro en ninguna escuela cubana; no obstante, por los profundos análisis que hizo sobre el problema de la violencia en la escuela, se considera necesario reflexionar sobre las ideas que expuso al respecto.

Martí J se pronunció a favor de la educación de todos los seres humanos para la vida y sin distinción de razas, aspectos que sin duda alguna promueve una educación para la paz y los derechos humanos. Se opuso y luchó incansablemente contra la violencia a que eran objeto los niños en las instituciones educacionales en sus diversas formas, el autoritarismo, el formalismo y el falso concepto de educación que prevalecía, sobre todo en los Estados Unidos; al respecto, afirmaba: "…son las escuelas meros talleres de memorizar, donde languidecen los niños año sobre año (…); donde se autorizan y ejercitan los castigos corporales (…); donde no se percibe entre maestras y alumnos aquel calor de cariño que agiganta en los educandos la voluntad y actitud de aprender…".(23)

Es evidente cómo Martí J caracterizaba adecuadamente las insuficiencias del sistema educacional en los Estados Unidos y que estas autoras consideran que se propagaba en muchos países del continente americano por aquella época, en la que los maestros exigían obediencia ciega a los estudiantes y los irrespetaban como seres humanos. De igual modo, se coincide con Martí J cuando refiere que los maestros deben ganarse la autoridad y el prestigio por el dominio demostrado en su disciplina y por su capacidad de utilizar todos los medios y procedimientos metodológicos para poner al estudiante en condiciones de adquirir un nuevo conocimiento por su propio esfuerzo y no por imposición de quien dirige el proceso de enseñanza-aprendizaje en el aula; por ello, es que se considera que hace un llamado a la ética del maestro y a su profesionalidad. Así lo afirmó en una frase sintetizada: "La enseñanza ¿quién no lo sabe? es ante todo una obra e infinito amor".(24)

Martí J reconoció que los castigos corporales obstaculizan el aprendizaje y no facilitan el establecimiento de la relación afectiva que debe primar entre el maestro y sus estudiantes; de igual modo, admitió que tales métodos atentan contra la personalidad de los menores, convirtiéndolos en muchos casos en personas débiles de carácter; en tal sentido, expresó: "La educación del temor y la obediencia estorbará en los hijos la educación del cariño y el deber. De los sistemas opresores, no nacen más que hipócritas o déspotas".(25)

Se puede concluir que en la época de la colonia en las escuelas, los métodos violentos no se redujeron solo a los castigos corporales y al empleo de la correa o de la regla, sino a largas penitencias en la que algunas de ellas constituían refinamientos inquisitoriales que denotaban la ferocidad de aquellas costumbres, en las que se consideraban a los niños como malhechores. Aunque también se reconoce la existencia de muchos maestros que por sus condiciones intelectuales y morales, su amor al estudio y a la profesión, así como su vocación para la enseñanza, mantuvieron en sus escuelas una disciplina liberal que conquistaba el cariño y respeto de sus discípulos.

Con el advenimiento del siglo XX, nació la República Neocolonial en Cuba, que se prolongó hasta 1958 y caducó el primero de enero de 1959 con el triunfo revolucionario. En la primera mitad de dicho siglo, la atención a la educación fue prácticamente olvidada por los diferentes gobiernos de turno; pero existieron maestros de renombre que se dedicaron a fomentar el amor por la patria y lucharon por mejorar la enseñanza, entre los que se destacaron Varona E J, Valdés M y Escalona D M, entre otros.

En este período existían colegios públicos y privados; en muchos de ellos, existieron maestros consagrados y empeñados en el desarrollo de la independencia cognoscitiva, así como una disciplina muy exigente, la enseñanza era discriminatoria y sectaria; en algunos casos era común el empleo de castigos corporales, como poner a los estudiantes de rodillas en el suelo por tiempo prolongado, permanecer de pie contra una esquina o propiciar reglazos sobre alguna parte del cuerpo, lo cual se produjo, entre otras razones, por el gran número de maestros que provenían del viejo sistema colonial y la aceptación de tales métodos en el personal docente de principios del siglo XX.

En la figura de Varona E J, se recoge lo mejor del magisterio cubano en la primera mitad del siglo XX; proclamó la educación científica, laica y antiescolástica. Entre sus concepciones pedagógicas se destaca la democión del método escolástico de enseñanza, así como su secuela dogmática, verbalista, memorística y autoritaria. Varona E J reconoció que era importante que los maestros respetaran la espontaneidad del niño, y los aconsejaba a huir de toda rutina que imposibilitara el desarrollo de la mente infantil.(26)

Maestros de la talla de García J G(27) y Escalona D M,(28) entre otros, aportaron ideas importantes que dejaban claro el papel del maestro en la formación de las nuevas generaciones y de las cualidades que estos debían tener, entre las que se destacan tener una ética humanista que le permita comprender las diversas situaciones de las personas con las cuales interactúa, digno y con una disciplina consciente. Las autoras de este trabajo coinciden plenamente con estos planteamientos, ya que tales características en un maestro garantizan una educación fértil en los educandos, digna, respetuosa que contribuye al desarrollo de la personalidad de los estudiantes.

En países como el Reino Unido se declaró la abolición de las penas corporales en las escuelas públicas, en 1986, y en las privadas, en 1999; en este último caso la demora fue debido a las protestas de quienes entendían que el Estado no debía interferir en el derecho de los padres de educar a sus hijos, según considerasen oportuno.

Debido a que en las últimas décadas del siglo pasado el problema de la violencia se ha hecho más complejo por aparecer nuevas formas y nuevos protagonistas, muchos especialistas e investigadores se han dado a la tarea de estudiar en profundidad el comportamiento de este; por estas razones y otras, aparecen los primeros estudios relacionados fundamentalmente con la violencia entre iguales, centrando la atención en las relaciones que se establecen entre estudiantes, conocida por bullying y los diversos programas de prevención, sobre todo en países europeos.

En relación con estos estudios, algunos especialistas, como Ortega R y Mora J A,(29) establecen desde el punto de vista histórico, tres etapas que comprenden las tres últimas décadas del siglo XX:

  1. La primera: abarca la década de los años 70; con Olweus D y Ekman, entre otros investigadores, en países escandinavos, en estos estudios se utilizaba una gran diversidad de criterios para evaluar el problema, haciéndose difícil determinar el nivel de malos tratos.
  2. La segunda: se inició en la década de los años 80; en esta etapa se produjo una consolidación de las investigaciones en relación con este campo; a la vanguardia de los estudios continuaban los investigadores escandinavos y se incorporaban las investigaciones realizadas en países, como el Reino Unido, Japón y España.
  3. La tercera: comenzó en la década de los años 90, donde ocurrió una expansión de los estudios sobre violencia en la mayoría de los países, ello está dado, según las autoras de este trabajo, porque aparecieron nuevas definiciones sobre el término, lo cual condujo a una mejor comprensión del fenómeno, que permite establecer las diferentes funciones que pueden ocupar las personas ante situaciones de violencia. Esto posibilitó que el tema llamara la atención a diferentes especialistas en todos los países.

De igual modo, comienzan a estudiarse las diferentes aristas del fenómeno, como condiciones familiares de los estudiantes implicados en situaciones de violencia, ya sea como víctimas, agresores o espectadores, la dinámica del grupo de los estudiantes donde se producen los problemas de malos tratos entre iguales, la perspectiva de género, el papel de los docentes o las teorías mentales de agresores y víctimas.

Al respecto, estas autoras consideran que, en la actualidad, existen pocas investigaciones que integren el estudio de las formas más generales de violencia escolar, que incluyan a las diversas agencias y agentes de socialización. De igual modo, son de la opinión que lo realizado por Ortega R y Mora J A,(29) solamente demuestra que en la medida en que se difunden las investigaciones, son más los interesados en el tema y no es exactamente una periodización del estudio del fenómeno, como estos autores pretenden demostrar.

Los cambios producidos a nivel global a partir de los años 1990 del siglo pasado, tanto desde el punto de vista económico, como social, permitieron a los países industrializados entrar en una era del conocimiento sin precedentes y comprender que las economías se benefician cuando todos los trabajadores están bien educados y son capaces de asimilar los nuevos conocimientos y adaptarse a las nuevas tecnologías, al reconocer que todos pierden cuando se excluyen a personas por motivo de género, color de la piel, creencia religiosa y otros factores no relacionados con su capacidad y potencial; así como cuando el crecimiento personal no se produce en entornos escolares seguros y acogedores.(30)

Conclusiones

En las instituciones educacionales han aparecido durante generaciones conflictos que se han resuelto mediante el maltrato a los niños, los adolescentes y los jóvenes. El cambio de prácticas para mantener la disciplina continúa siendo lento, aún cuando las leyes prohíben el castigo físico, o cualquier otra forma de sanción que degrade la personalidad de las nuevas generaciones.

Las investigaciones dirigidas a la neutralización o disminución de la violencia que se produce en la familia, en la sociedad o la que se exhibe como mercancía en los medios de comunicación no se tienen en cuenta por los educadores, esta pudiera ser una razón por la que hasta la actualidad existe este flagelo social.

Referencias

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(5)MAKÁRENKO A S. La educación en la familia y la escuela. Moscú: Editorial Progreso; s/f. p.224.

(6)MAKÁRENKO A S. Acerca de mi experiencia. Moscú: Editorial Progreso; s/f. p.241.

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(11)GARCÍA G J. Bosquejo histórico de la educación en Cuba. La Habana, Cuba: Editorial de Libros para la Educación; 1998. p.25.

(12)SOSA R E, PENEBAD A. Historia de la educación en Cuba. T. I. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2001. p.153.

(13)SOSA R E, PENEBAD A. Historia de la educación en Cuba. T. I. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2001. p.98.

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(15)HERNÁNDEZ R, VEGA E. Historia de la educación latinoamericana. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1995.

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(17)VARELA F (Apud Cartaya P). El legado del Padre Varela. México: Obra Nacional de la Buena Prensa. 1998. p.159.

(18)SOSA E, PENEBAD A. Historia de la educación en Cuba. T. I. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2001. p.49.

(19)SOSA R E, PENEBAD A. Historia de la educación en Cuba. T. I. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2001.

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(24)MARTÍ J. Obras completas. T.11. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.82.

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