Varona

No.53   Julio-Diciembre, 2011.    ISSN: 1992-82

Vida y obra de dos maestros: Simón Rodríguez y Rafael María de Mendive

Life and Work of two Teachers: Simón Rodríguez y Rafael María de Mendive

Dr.C. Yara Luisa Cárdenas Cepero. Profesora Titular. Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”. La Habana, Cuba:

Correo electrónico: yaraluisacc@ucpejv.rimed.cu

Dr.C. Eduardo Ribot Guzmán. Profesor Auxiliar. Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”. La Habana, Cuba.

Correo electrónico: eduardorg@ucpejv.rimed.cu

Recibido junio de 2011   Aceptado septiembre de 2011


RESUMEN

Este artículo se escribe para el personal docente y, por lo tanto, se resalta el conjunto de valores por los que lucharon el Maestro del Libertador y el Maestro del Apóstol, valores que deben constituir claves para el trabajo pedagógico y caracterizar a un formador de virtudes. Por esta razón, el propósito del trabajo es entregar a los docentes y a los estudiantes que cursan carreras pedagógicas, una reseña de la actividad pedagógica de maestros a los que sus discípulos Simón Bolívar y José Martí calificaron como “los hombres más extraordinarios del mundo”. El trabajo surge a partir de la experiencia realizada con un grupo de maestros cubanos y venezolanos a los que, al preguntarles, quiénes eran Simón Rodríguez y Rafael María de Mendive, si bien respondían: los maestros de Simón Bolívar y José Martí, no podían profundizar o referirse a la obra pedagógica de estos hombres.

PALABRAS CLAVE: maestros, valor, libertador, apóstol.

ABSTRACT

This article is written for the teachers, and therefore a set of values the teacher of the Liberator and the teacher of Apostle fought for are highlighted. Those values must be keys to the pedagogical work and they also should characterize a virtue fosterer. For this reason, the purpose of this work is to give teachers and students, who are enrolled in pedagogical courses and careers, an overview of the pedagogical activity of teachers whose pupils Simon Bolívar y José Marti qualify as “the most extraordinary men of the world” This work emerged from the experience carried out with a group of Cuban and Venezuelan teachers who were asked about Simon Rodriguez y Rafael Maria de Mendive and they just answered they were Simon Bolivar y Jose Marti’s teachers, but they were not able to give a deeper explanation about their pedagogical work of these men.

KEY WORDS: teachers, value, liberator, apostle.


Introducción

Al estudiar la vida y la obra de Simón Rodríguez y Rafael María de Mendive, se experimenta la impresión de estar, al mismo tiempo, repasando la historia del siglo XIX y estar proyectando lo que sería el siglo XXI. Lo decisivo en la obra de estos maestros es que no se agota en el tiempo ni en el espacio.

Se escribe esta obra para el personal docente y, por lo tanto, se resalta el conjunto de valores por los que lucharon el Maestro del Libertador y el Maestro del Apóstol, valores que deben constituir hipótesis del trabajo pedagógico y que caracterizarán a un formador de virtudes. La autenticidad de la personalidad de estos hombres revela la practicidad de su obra en la relación utopía-realidad.

Tanto Simón Rodríguez como Rafael María de Mendive, supieron captar el espíritu de su época y llegaron a alcanzar una clara conciencia del valor de la escuela, de la trascendencia de la educación en la vida social, de la función conductora de la familia y de las verdaderas funciones del maestro, no solo como persona, sino como moldeador de virtudes.

La percepción de Simón Rodríguez y de Rafael María de Mendive como tutores, guías espirituales, grandes amigos y consejeros del Libertador Simón Bolívar y del Apóstol José Martí, no deben llevarnos a crear una imagen unilateral de estos dos maestros, cuyas vidas fueron la expresión de las virtudes y las luces que debían caracterizar a nuestras sociedades desde aquella época.

El objetivo de este trabajo es entregar a los docentes y a los que estudian carreras pedagógicas, una reseña de la actividad pedagógica de maestros a los que sus discípulos Simón Bolívar y José Martí calificaran como los hombres más extraordinarios del mundo.

Desarrollo

Simón Narciso Jesús Rodríguez

Simón Narciso Jesús Rodríguez nació en Caracas, Venezuela, el día 28 de octubre de 1769 y murió el 28 de febrero de 1854 en Perú, a los 85 años. Era hijo del clérigo Alejandro Carreño, músico, quien llegaría a ser maestro de Capilla de la Catedral de Caracas, y de Rosalía Rodríguez, de quien tomó su apellido, ya que por un disgusto familiar, renunció al apellido paterno para usar siempre el de su madre, hija de un propietario de haciendas y ganado, descendiente de canarios.

Simón Rodríguez reflexionó atentamente sobre su posición y sus deberes en la sociedad de aquella época, y estudió materiales de corte novedoso que lo llevaron a alcanzar una clara conciencia de la función de la escuela y del maestro como guía del niño hacia propósitos formativos esenciales.

Simón Rodríguez definió –a partir de principios éticos– el tipo de escuelas que requerían nuestras repúblicas latinoamericanas, cuando expresó que “Necesitamos escuelas que desarrollen las luces y virtudes sociales, que formen ciudadanos que combatan el individualismo y transformen a los egoístas en seres sociales”.(1)

Desde 1826 hasta su muerte, Simón Rodríguez recorrió diferentes países, ciudades y localidades del vasto territorio sudamericano: Perú, Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia, en un incesante ir y venir, como quien busca afanosamente un sitio donde hacer realidad su gran proyecto educativo. Intentó llevar a cabo distintos proyectos, en los que casi siempre participó como maestro o director de escuela. Cuando aplicaba su modo de enseñar, generalmente, encontraba resistencia en las autoridades de esas regiones, no así en sus discípulos. Se le acusaba que la educación que promovía estaba muy lejos de conformarse a las creencias, usos, modalidad y urbanidad de la sociedad en que ejercía su magisterio. También promovió proyectos culturales para el fomento de caminos y hasta la creación de una sociedad de socorros mutuos. No logró una estabilidad fructífera en estas empresas; siempre quedaba endeudado. A la par, entre una y otra gestión educativa se involucraba en las más disímiles empresas fabriles o mecánicas, a veces vinculadas a las instituciones educacionales que creó; se desempeñó en distintas ocupaciones y oficios, además de maestro, como administrador de salinas y en el montaje de aserraderos.

Influencia de Simón Rodríguez sobre Bolívar

Juntos partieron en marzo de 1805, a un viaje que los llevó a Lyon y Chambery para luego atravesar los Alpes y entrar en Italia: Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia y Florencia. En Milán presenciaron la nueva coronación de Napoleón, esta vez como rey de Italia. El 15 de agosto de ese mismo año, subieron al Monte Sacro, en Roma, y Rodríguez recogió para la posteridad el juramento que allí su discípulo hizo: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor; y juro por mi patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".(2)

Bolívar siempre preservó una deuda de gratitud hacia quien fuera su mentor; manifestó en las cartas enviadas: “…No puede Ud. Figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que usted me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles”.(3)

Refiere Bolívar de Simón Rodríguez “¡Oh, mi maestro! ¡Oh, mi amigo! ¡Oh, mi Robinson! Usted en Colombia, usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es usted el hombre más  extraordinario del mundo”.(4)

En 1806 inició un largo peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia; que culminó en 1823 cuando llegó a Londres, donde se encontró con Andrés Bello, emprendiendo ese mismo año el retorno a América. Al continente americano ingresó por Cartagena de Indias, retomando además su nombre Simón Rodríguez. El Libertador, al enterarse de su regreso, le escribió el 19 de enero de 1824 desde Pativilca (Perú), una de las más conmovedoras epístolas de toda su vida: "Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló.(5)

En carta enviada a su maestro le refiere “Venga Vd. al Chimborazo; profane Vd. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto, tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podía decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la Naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, Indestructible y eterno como el Padre del Universo”.(6)

La extraordinaria admiración y confianza por su maestro también se pusieron de manifiesto cuando Rodríguez fue designado, por el Libertador, Inspector General de Instrucción Pública, que se correspondió con lo que es actualmente un Ministro de Educación, desde donde realizó las acciones siguientes:

Bolívar lo incorporó al grupo de sus colaboradores directos. A mediados de abril, partió con Bolívar a varias ciudades de Perú y pasó por Bolivia. En noviembre de ese mismo año, Bolívar lo nombró Director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y Director General de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana.

En enero de 1826, Bolívar regresó a Lima y Rodríguez se quedó en Bolivia; no volvieron a verse jamás. En ese mismo año, fundó la segunda escuela-taller, esta vez con proyecciones para toda Bolivia, desde Chuquisaca.

Pensamientos del ideario pedagógico de Simón Rodríguez

- “El hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo contrario.”(8)

- “Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque.”(9)

- “Enseñen los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos.”(10)


Rafael María de Mendive y Daumy

Nació el 24 de octubre de1821 en La Habana y falleció el 24 de noviembre de 1886, también en La Habana. Por ser huérfano, su hermano mayor, Pablo de Mendive, se hizo cargo de su educación y le enseñó literatura española, inglés y francés. Mendive acumuló una amplia cultura: estudió latín, filosofía, derecho, literatura, y dominó los idiomas de francés, inglés e italiano. Realizó varias traducciones, y sus poesías, que habían traspasado las fronteras, se tradujeron al francés, al inglés y al italiano. A los 18 años de edad, publicó sus primeros versos en el periódico Correo de Trinidad. Además de su vasta y exquisita producción poética, escribió varias obras para el teatro.

Comenzó su vida intelectual poco antes de mediados del siglo XIX, época de un férreo absolutismo. Animado de ideas de avanzada, supo ponerlas en práctica mediante la enseñanza, y las expuso sin titubeos en su prosa elegante y en sus versos sonoros. En los comienzos de su actividad política, siguió la corriente del reformismo, pero el dolor y la inconformidad de la opresión de la patria le entristecían cada vez más y no pudo ocultar, entonces, sus ansias separatistas; siendo su casa un centro de reuniones literarias de gran fervor patriótico.

A los 22 de edad, Rafael María de Mendive ingresó en el Seminario de San Carlos de La Habana, donde estudió Derecho y Filosofía. Luego, viajó por Europa y, a su regreso a Cuba, fue propuesto como Secretario de la Sección de Literatura del Liceo de La Habana.

Fue poeta y maestro. De ambas dimensiones trataremos en este trabajo, ya que resulta difícil apreciar si Mendive era poeta y; por ello, fue maestro o porque, como era maestro, pudo lograr la más armoniosa y sutil de sus poesías: la formación del hombre.

El 20 de diciembre de 1886 le fue tributado un homenaje póstumo en el Teatro Tacón, donde participaron algunas de las más destacadas figuras de la cultura cubana de la época. El 1ro. de julio de 1891, Martí publicó una semblanza de su maestro en El Porvenir, de Nueva York.

Mendive, enseñaba con gusto, del único modo que puede hacerlo un verdadero maestro. Lograba la admiración y el cariño de sus discípulos por su sabiduría y bondad, unidas a sus cualidades pedagógicas y sus principios; constituyó para ellos un ejemplo vivo de fidelidad, humildad, virtud y patriotismo.

La influencia de Rafael María de Mendive Daumy sobre José Martí

El mentor volcó en el discípulo entrañable, capaz de comprenderlo, lo que llevaba en su alma de inquietudes espirituales y patrióticas. Martí supo, por la boca de Mendive, acerca del mundo antiguo y del moderno, y de los grandes sistemas de pensamiento que el hombre había creado.

Él infundió en José Martí un amor ardiente por los débiles y los oprimidos, y un entusiasmo fervoroso por las acciones heroicas. Pero, sobre todo, él supo moldear la inteligencia extraordinaria de su discípulo, y someterla al gobierno de dos cualidades tutelares: la moral y la disciplina. Y esta sujeción de un talento brillante y entusiasta al orden de una moral lúcida, sin dogmas, y de una disciplina implacable, harían de la personalidad de Martí uno de los fenómenos más extraordinarios en la historia de Nuestra América.

Martí siempre preservó una deuda de gratitud hacia quien fuera su mentor, manifiesta en la carta enviada el 15 de enero de 1871, pocas horas antes de tomar el barco que lo llevaría al destierro en España, cuando escribió a su maestro y protector Rafael María de Mendive: “De aquí a dos horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y he tenido las fuerzas para tanto y me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, solo a Ud. lo debo y Ud. y solo de Ud. es cuanto bueno y cariñoso tengo”.(11)

Entre las crónicas del Apóstol encontramos otra a su maestro, publicada en El Porvenir, en Nueva York en 1891; en la que se expresa:

Rafael María de Mendive:

Y ¿cómo quiere que en algunas líneas diga todo lo bueno y nuevo que pudiera yo decir de aquel enamorado de la belleza, que la quería en las letras como en las cosas de la vida, y no escribió jamás, sino sobre verdades de su corazón o sobre penas de la patria? De su vida de hombre yo no he de hablar, porque sabe poco de Cuba quien no sabe cómo peleó él por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestinos y sus sátiras impresas; cómo dio en España el ejemplo, más necesario hoy que nunca, de adquirir fama en Madrid sin sacrificar la fe patriótica; cómo empleó su riqueza, más de una vez, en hermosear a su alrededor la vida, de modo que cuanto le rodeaba fuese obra de arte, y hallaran a toda hora cubierto en su mesa los cubanos fieles y los españoles generosos; cómo juntó, con el cariño que emanaba de su persona, a cuantos, desagradecidos o sinceros para con él, amaban como él la patria, y como él escribían de ella. De la Revista de La Habana nada le diré aquí; ni de su traducción de las Melodías de Tomás Moore; ni de su cariño de hijo para José de la Luz, y de hermano para Ramón Zambrana; ni de la tierna amistad que le profesaron, aun cuando las contrariedades le tenían el carácter un tanto deslucido, los hombres, jóvenes o canosos, que llevaban a Cuba en el corazón, y la veían, fiera y elegante, en aquella alma fina de poeta. ¿No recuerdo yo aquellas noches de la calle del Prado, cuando el colegio que llamó San Pablo él porque la Luz había llamado al suyo el Salvador?: José de Armas y Céspedes, huyendo de la policía española, estaba escondido en el cuarto mismo de Rafael Mendive; en el patio, al pie de los plátanos, recitábamos los muchachos el soneto del ‛Señor Mendive’ a Lersundi; en la sala, siempre vestido de dril blanco, oía él, como si conversasen en voz baja, la comedia que le fue a recitar Tomás Mendoza; o le mudaba a Francisco Sellén el verso de la elegía a Miguel Ángel donde el censor borró «De Bolívar y Washington la gloria», y él puso, sin que el censor cayese en cuenta, ‛De Harmodio y Aristógiton la gloria’; o dictaba, a propósito de uno u otro Sedano, unas sextillas sobre «los pancistas» que restallaban como latigazos; o defendía de los hispanófonos, y de los literatos de enaguas, la gloria cubana que le querían quitar a la Avellaneda; o con el ingeniero Roberto Escobar y el abogado Valdés Fauli y el hacendado Cristóbal Madan y el estudiante Eugenio Entenza, seguía, de codos en el piano, la marcha de Céspedes en el mapa de Cuba; o me daba a empeñar su reloj, para prestarle seis onzas a un poeta necesitado. Y luego yo le llevé un reloj nuevo, que le compramos los discípulos, que le queríamos; y se lo di, llorando.

O de un poco antes pudiera yo hablarle, cuando lo acababan de hacer director del colegio, y él estaba de novio en sus segundas nupcias, con una casa que era toda de ángeles. Los ángeles se sentaban de noche con nosotros, bordando y cuchicheando, a oír la clase de historia que nos daba, de gusto de enseñar, Rafael Mendive; o nos oían de detrás de las persianas, cuando las expulsaban por traviesas, lo que, –ante el tribunal de Valdés Fauli, y Domingo Arosarena, y Julio Ibarra, y el conde de Pozos Dulces, y Luis Victoriano Betancourt,-teníamos que decir sobre «el funesto Alcibiades» o «el magnánimo Artajerjes» o «los sublimes Gracos». Era maravilloso, –y esto lo dice quien no usa en vano la palabra maravilla, –aquel poder de entendimiento con que, de un ojeada, sorprendía Mendive lo real de un carácter; o cómo, sin saber de ciencias mucho, se sentaba a hablarnos de fuerzas en la clase de física, cuando no venía el pobre Manuel Sellén, –y nos embelesaba. De tarde, antes de que llegasen sus amigos, dictaba a un tierno amanuense las escenas de su drama inédito La nube negra, o capítulos de su novela de la sociedad habanera, donde están, como flagelados con rosas, pero de modo que se les ve pestañear y urdir, los héroes de la tocineta y del chisme y del falso dandismo.

¿Se lo pintaré preso, en un calabozo del castillo del Príncipe, servido por su Micaela fiel, y sus hijos, y sus discípulos; o en Santander, donde los españoles lo recibieron con palmas y banquetes?; ¿o en New York, adonde vino escapado de España, para correr la suerte de los cubanos, y celebrar en su verso alado y caluroso al héroe que caía en el campo de pelea y al español bueno que no había querido alzarse contra la tierra que le dio el pan, y a quien dio hijos?; ¿o en Nassau, vestido de blanco como en Cuba, malhumorado y silencioso, hasta que, a la voz de Víctor Hugo, se alzó, fusta en mano, contra «Los dormidos»?; ¿o en Cuba, después de la tregua, cuando respondía a un discípulo ansioso: «¿Y crees tú que si, por diez años a lo menos, hubiese alguna esperanza, estaría yo aquí?» ¿A qué volver a decir lo que saben todos, ni pensar en que los diez años han pasado? Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso; o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba.”(12)

Pensamientos del ideario pedagógico de Rafael María de Mendive Daumy

De Luz y Caballero recogió Mendive la idea siguiente: “Ni me olvidaré tampoco de inculcar, con el ejemplo y la palabra la necesidad de ser modesto, para no caer en los tristes desengaños en que con frecuencia se ven envueltos los que, deslumbrados por el brillo pasajero de la gloria de un día, llegan a los últimos años de su vida sin haber hecho otra cosa que adorarse a sí mismos”.(13)

Para Mendive, la enseñanza es una obra de infinito amor, “pues bien: el mayor triunfo que pueda alcanzarse en esta lucha será borrar del corazón de ese niño todas las prevenciones, todas las sospechas y aun todo el odio de que se haya poseído, merced a los ejemplos de caridad, mansedumbre, de amor, que envueltos en el saludable manjar podamos proporcionarle a fin de que, al volver ya hombre, al seno de su familia, puede ser, a su vez, no una sombra que la ofusque, sino una estrella que la ilumine”.(14)

Sus discursos y escritos siempre reflejaron una clara concepción acerca de la función de la escuela en la formación de los niños, comprometiéndola con los sentimientos que ha de despertar en los niños el conocimiento de la historia, con el carácter práctico que ha de tener la enseñanza y con el amor y la preparación que han de recibir para su vida en la familia y en la sociedad,  lo que se expresa cuando señaló:

Niños habrá de los que ingresen en este Instituto que voy a dirigir, que sepan al dedillo la lamentable historia de recriminaciones conque en todos los tiempos han regulado en sus horas de dolor los necesitados o los que muchos poseen.

El mayor deber de la escuela es contribuir a la felicidad de las clases populares debe preferirse en la enseñanza el carácter práctico de los programas por sobre la literatura y la filosofía.

Su mayor triunfo será proporcionar al niño amor, que envuelto en el saludable manjar de la enseñanza pueda volver ya hombre al seno de su familia y de la sociedad para ser no una sombra que las ofusque sino una estrella que las ilumine.”(15)

Paralelo entre ambos discípulos

Ambos estaban poseídos por la misma causa: la independencia y la construcción de la identidad de Nuestra América. Ambos, dominados por una febril excitación y una energía descomunal: Bolívar recorrió cien mil kilómetros librando batallas por la libertad, Martí viajó por todos los continentes de la inteligencia forjando cien mil ideas por la libertad. Ambos quemaron la llama de su existencia en ese vértigo creador: Bolívar murió a los cuarenta y siete años, Martí a los cuarenta y dos. Ambos comprendieron la ineludible necesidad de la guerra libertadora frente a una potencia colonial resuelta a mantener su imperio por la fuerza: "Sólo la guerra puede salvarnos por la senda del honor",(16) dijo Bolívar, y Martí fue más preciso: “Es criminal (...) quien promueve una guerra que se puede evitar; y criminal quien deja de promover la guerra inevitable”.(17)

Pero el paralelo es más profundo que eso. Ambos vieron, cada uno desde la perspectiva de su tiempo, la importancia que tendría el desarrollo de Nuestra América para el mundo entero: Bolívar dijo alguna vez que "nuestra causa es la de todo el género humano",(18) y Martí escribió: "Es un mundo lo que estamos equilibrando; no son sólo dos islas las que vamos a libertar".(19) Ambos advirtieron también el peligro que, para el continente y el mundo, representaba el agresivo desarrollo del poder económico y político de la gran nación norteamericana, y a Martí correspondió el mérito de reformular y profundizar las premisas teóricas de la identidad latinoamericana frente a las fuerzas crecientes del imperialismo.

Ambos fueron pensadores originales, creadores. Bolívar intentó elaborar una doctrina del poder y del estado a partir del examen de la realidad hispanoamericana, y desde su Carta de Jamaica hasta la Constitución Boliviana, pasando por las tesis expuestas en su discurso ante el Congreso de Angostura, se respira una libertad de pensamiento y una osadía de análisis propias de quien no teme concebir ideas nuevas. La obra de Martí es un ejemplo viviente de originalidad creadora, tanto en el orden político como en el literario.

Ahora bien, los grandes hombres no surgen solos, no son islas ni oasis del desierto. Las épocas de Bolívar y de Martí fueron épocas revolucionarias, preñadas de luchas y de heroísmos, con alzamientos de pueblos y movimientos de muchedumbres, con precursores y mártires. Las tierras que habrían de constituir la Gran Colombia, el escenario de Bolívar, engendraron y parieron dos generaciones brillantes de hombres que dieron una faz nueva a las ciencias, las artes, las letras y la política, y lo mismo ocurrió en la región del Caribe en la época de José Martí, Hostos, Maceo y Gómez, son figuras prominentes, entre otras muchas de ese tiempo.

Martí fue, además, un polígrafo. Escribió poesía y prosa, narración y artículos periodísticos, cuentos para niños y manifiestos revolucionarios, ensayos históricos y notas polémicas, tesis políticas y alegatos morales, indagaciones filosóficas y códigos institucionales, descripciones de la vida cotidiana y estudios sobre lógica. Sus cuadernos de apuntes muestran su interés sin límites por todos los temas, desde los más banales hasta los más abstrusos. Fue precursor del modernismo en literatura. Los grandes escritores españoles de la Generación del 98 reconocieron su autoridad de maestro. Fue elemento decisivo en la construcción del Partido Revolucionario Cubano. Redactó el Plan de Alzamiento de 1884 y el Manifiesto de Montecristi de 1895. Fue corresponsal y colaborador de muchos periódicos sudamericanos, compuso innumerables discursos para sus compatriotas en el exilio, escribió obras de teatro, intentó novelas.

Fue un hombre libre, apóstol de hombres libres. Partidario de la guerra libertadora, se opuso en medio de ella al espíritu militarista de jefes ilustres y heroicos, y les dijo con franqueza que "no se funda un pueblo como se manda un campamento".(20) Supo distinguir la diferencia y los límites entre la acción militar necesaria para la revolución, y las desviaciones y aberraciones militaristas, las arrogancias de quienes intentaban usar las armas y las charreteras como un argumento en el debate político del pueblo, la grotesca tentativa de dirigir al partido revolucionario y gobernar al país liberado mediante órdenes de cuartel. Héroe civil, héroe de la dignidad humana plena y libre, fue un Apóstol de la Libertad y así quedó bautizado para siempre en la historia de América.

Conclusiones

Simón Narciso Jesús Rodríguez y Rafael María de Mendive Daumy constituyen paradigmas de hombres que aportaron a la educación, en la época que les tocó vivir, un conjunto de valores, como patriotismo, identidad nacional, humildad, fidelidad y generosidad, expresados en la vida de sus más ilustres discípulos: Simón Bolívar y José Martí.

El estudio de la vida y la obra de estos maestros constituyen una guía para los docentes, por la vigencia de sus concepciones como educadores y formadores de virtudes, y de una ética ejemplar en profesión.

Referencias

1RODRÍGUEZ S. Obras Completas. T II. Caracas, Venezuela: Edición del Congreso de la República; 1988. p.121.

2BOLÍVAR S. Juramento en el Monte Sacro. analítica.com. Caracas, Venezuela. (En línea). En: http://www.analitica.com/bitblio/bolivar/juramento.asp. (consultado, marzo 5 del 2012).

3RUMAZO A. Simón Rodríguez. Maestro de América. En: Biblioteca Ayacucho Digital, No. 224. (En línea). En: http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&backPID=87&begin_at=224&tt_products=308. (consultado, marzo 5 del 2012).

4BOLÍVAR S. Carta de Simón Bolívar a su maestro. Carta, Año 1824. En: Pativilca, 19 de enero de 1824. (En línea) En: http://www.efemerides.ec/1/julio/Bolivar_m.htm. (consultado, marzo 5 del 2012).

5AMELIACH J M. Simón Bolívar, inmenso. En: Aporrea.org. (En línea). En: http://www.aporrea.org/actualidad/a18144.html (consultado, diciembre 1 de 2005).

6BOLÍVAR S. Carta de Bolívar a su maestro Simón Rodríguez. Revista de la Instrucción Pública de Colombiam, Número extraordinario, No 233, 1910, jul, (15-16). (En Línea). En: http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/articles-239416_pdf.pdf. (consultado, marzo 5 de 2012).

7SIMÓN RODRÍGUEZ: un revolucionario. En: EDUCERE, ideas y personajes de la educación latinoamericana y universal, Año 3, No. 9, Jun, 2000. (En línea). En: http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/19508/1/articulo21-4-9.pdf. (consultado, marzo 5 de 2012).

8BARALDI V, BERNIK J, STRINGHINI M E, DÍAZ N. Simón Rodríguez: un pedagogo olvidado en la formación de profesores. Universidad Nacional del Litoral. (En línea). En: http://www.feeye.uncu.edu.ar/web/posjornadasinve/area3/Ciencias%20sociales%20-%20Etica/115%20-%20Baraldi%20Stringhini%20Bernik%20Diaz%20-%20Un%20Litoral.pdf. (consultado, marzo 5 de 2012).

9RUMAZO A. Simón Rodríguez. Maestro de América. En: Biblioteca Ayacucho Digital, No. 224. (En línea). En: http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&backPID=87&begin_at=224&tt_products=308. (consultado, marzo 5 de 2012).

10NÚÑEZ C. Simón Rodríguez: una propuesta para el futuro. (En línea). En: http://www.unibague.edu.co/~ecologia/simon.htm. (consultado, marzo 5 de 2012).

11MARTÍ J. Obras Completas. Edición Crítica. T I. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000.

12MARTÍ J. Rafael María de Mendive. Crónicas y Ensayos. (En línea). En: http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/marti/proceres/mendive.htm. (consultado, marzo 5 de 2012).

13MARTÍNEZ L E, PESTANA Y. La defensa del aprender por sí en el pensamiento educativo cubano anterior a José Martí. Revista científica Atenas, Matanzas, Cuba: Universidad de Ciencias Pedagógicas “Juan Marinello Vidaurreta”. (En línea). En: http://www.atenas.rimed.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=134&Itemid=6. (consultado, marzo 5 de 2012).

14MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Maestros. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1971. p.446.

15MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Maestros. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1971. p.469.

16VIDALES C. Evocación de Martí. Estocolmo, 1997. (En línea). En: http://hem.bredband.net/rivvid/carlos/MARTI1.HTM. (consultado, marzo 5 de 2012).

17VIDALES C. Evocación de Martí. Estocolmo, 1997. (En línea). En: http://hem.bredband.net/rivvid/carlos/MARTI1.HTM. (consultado, marzo 5 de 2012).

18VIDALES C. Evocación de Martí. Estocolmo, 1997. (En línea). En: http://hem.bredband.net/rivvid/carlos/MARTI1.HTM. (consultado, marzo 5 de 2012).

19CENTRO DE ESTUDIOS MARTIANOS. José Martí y el equilibrio del mundo. Primera Edición. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000. p.330.

20NARANJO C (COORDINADORA). Historia de Cuba. La Habana, Cuba: Edición Távar; 2009. p.3313.

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