Varona

No.53   Julio-Diciembre, 2011.    ISSN: 1992-82

EN CASA


La formación de una cultura martiana en los profesionales de la educación

The Formation of a Culture ‘‘Martiana’’ in Education Professionals

Dr.C. María del Carmen Fernández Morales. Profesora Titular. Universidad de Ciencias Pedagógicas ‘‘Enrique José Varona’’. La Habana, Cuba:

Correo electrónico: mariafm@ucpejv.rimed.cu

Recibido noviembre de 2010   Aceptado marzo de 2011


RESUMEN

Este artículo muestra cómo el desgarramiento ético contemporáneo va paralelo a la degradación de la situación económica y del medio ambiente del planeta, ello hace que peligre más el triunfo definitivo de una ética genuinamente humanista, como aspiración máxima del ser humano. En medio de estas contradicciones a que se somete la humanidad, el propiciar una educación martiana en los profesionales de la educación constituye una marcada prioridad, por lo que el estudio y la sistematización del pensamiento de José Martí, aportan referentes teóricos y modos prácticos para desarrollar el proceso formativo, los cuales  se manifiestan como contribución en el presente trabajo.

PALABRAS CLAVE: José Martí, profesional, educación, cultura, sociedad.

ABSTRACT

Modern society is showing an ethical tear which along with the economic and environmental degradation, each day endangers the triumph of a truly genuine humanistic ethics as the aspiration of all human beings. In the midst of these contradictions to which humanity is subjected to the importance of providing an education that follows the ideals of Marti, a ‘‘culture Martiana’’ to the education field professionals constitutes a priority, thereby making the study and systematizing the thoughts of Jose Marti offers theoretical references and practical ways to develop the formative process, which are manifested as contributions in this paper.

KEY WORDS: José Martí, professional, education, culture, society.


Introducción

En la historia de la humanidad, filósofos, pedagogos, sociólogos y psicólogos, fundamentalmente, se han referido a la importancia de la educación en la sociedad y la influencia de los sujetos en los procesos educativos, de ahí la necesidad de una formación integral para los profesionales de la educación, en lo que el estudio, la sistematización y la aplicación de supuestos martianos en sus modos de actuación, constituyen prioridad ante los desafíos que nos impone el actual milenio.

A partir de los procesos neoliberales en los que se intentó abarcar un nuevo ideal, ‘‘sociedad global’’, ‘‘mercado global’’, ‘‘aldea global’’, cabe preguntarse, además: ¿de qué manera la dimensión económica de la globalización incide en el terreno educacional y cultural? En este sentido, habría que plantearse la disyuntiva sobre: ¿cómo mantener la identidad nacional en las circunstancias actuales y cómo orientar nuestro desarrollo educacional y cultural, en función de esta? La globalización tiende a identificarse como un proceso económico homónimo, olvidando las dimensiones política, educativa, ecológica, cultural y social. En esta línea de pensamiento, el mercado mundial sustituye, progresivamente, al poder político bajo un enfoque monocausal, lineal y economicista, reduciéndose la multidimensionalidad de la globalización a la económica y subordinando a las demás.

La sociedad moderna muestra cómo el desgarramiento ético va paralelo a la degradación de la situación económica y del medio ambiente del planeta, y cada día peligra más el triunfo definitivo de una ética genuinamente humanista, como aspiración máxima del ser humano, en lo cual las ciencias sociales desempeñan una función trascendente y, dentro de ella, los procesos y los fenómenos que se adscriben a las ciencias pedagógicas y, por consiguiente, a la formación del hombre.

En medio de estas contradicciones a que se somete la humanidad, el propiciar una educación en función de la identidad nacional de la Patria, constituye una marcada prioridad del Estado y del pueblo por salvaguardar sus conquistas, ya que en los momentos actuales se percibe un incremento de la política hostil de EE.UU. contra Cuba y el mundo, intentando convertir a este en una aldea global bajo una cultura unipolar desideologizada y mercantil, y se requiere más que nunca de la preservación de los valores morales y las convicciones sobre los que se ha erigido la nación cubana. A ello obedece el reclamo de la dirección del país de emprender una colosal batalla por consolidar aún más la cultura desde todas las áreas del conocimiento: cultura política, económica, jurídica; cultura científica, en pos de hacer de Cuba uno de los países más cultos del mundo para poder, con argumentos sólidos, defender la soberanía.

El estudio y la sistematización del pensamiento de José Martí constituyen una necesidad ética y política que da sustento esencial para la formación de conocimientos, convicciones y valores en las futuras generaciones y, particularmente, en los educadores y los futuros profesionales de la educación, lo cual les permitirá afianzar la cultura y proyectarse ante las condiciones objetivas y subjetivas que marcan el decurso de la humanidad, formando, en niños y jóvenes, una identificación con el Apóstol, con nuestras raíces y comprender la visión precoz de sus ideas por su afiliación a los valores espirituales y por su patriotismo y antimperialismo sin límites.

El objetivo que se propone en el presente artículo es aportar referentes teóricos y modos prácticos de actuación que contribuyan al desarrollo de una cultura martiana en los profesionales de la educación.

Desarrollo

Hemos de apreciar que la educación es el ‘‘sistema de influencias múltiples y diversas que intervienen en el proceso de preparación del hombre para su inserción en la vida de la sociedad’’1 y fundamentalmente lo que el propio Maestro decía ‘‘Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podría salir a flote; es preparar al hombre para al vida’’2 y de ello se trata, de formar a los estudiantes a la altura de los tiempos, ya que en ellos descansa el futuro de la Patria.

Por cultura entendemos el conjunto de valores espirituales y materiales creados por la humanidad en el curso de su historia, en tanto la cultura cubana es suma y reflejo de una historia basada en la justicia social, compromiso patriótico y sed de belleza, constituyendo conceptos que se interrelacionan y nutren de manera recíproca en el proceso socioeducativo que se gesta y desarrolla en el país, en el cual la vida y la obra martianas se nos presentan como paradigmas a seguir.

Educación y cultura constituyen binomio imprescindible en la preservación y la continuidad del proceso de transformaciones revolucionarias de la sociedad cubana y son acicate para concebir la defensa de las conquistas alcanzadas por la Revolución, razón por la cual aportaremos  referentes teóricos y modos prácticos desde su obra, como contribución al proceso formativo de la juventud, particularmente de  los profesionales de la educación.

La formación como proceso determinante de la personalidad de los hombres es el resultado, tanto de la educación como de su desarrollo, porque la educación incluye, en sí, las influencias educativas y otras, del micromedio y del macromedio.

Tener conciencia de lo que la cultura representa ha vencido adversidades, ha cohesionado voluntades y ha concretado objetivos históricos. La génesis de estas ideas está en el pensamiento martiano, que reiteradamente aboga por la necesidad de la cultura como presupuesto básico de la libertad. La actualidad de su pensamiento nos brinda las armas intelectuales a los revolucionarios cubanos, en general, y a los profesionales de la educación, en particular, para continuar organizando hoy en día la lucha contra el imperialismo, si se tiene en cuenta que la inmensa obra educacional y cultural de la Revolución Cubana tiene sus principios elementales en las ideas martianas, fundamentalmente las que se recogen en su proceso de formación, como político y educador social, una educación para el pueblo y desde el pueblo, una cultura desde la educación para el pueblo y desde el pueblo, ‘‘...no hay igualdad social posible sin igualdad de cultura’’,3 escribía Martí para el periódico Patria.

El sociólogo mexicano Gomezjara F4 establece una distinción entre los sujetos destinados a ejercer influencias en los hombres dentro del proceso de educación y de socialización a que están sometidos. En este sentido, define a los maestros y a los padres como ‘‘educadores primarios’’ y a los comunicadores sociales, líderes políticos y religiosos, artistas, deportistas, como ‘‘educadores secundarios’’. A consideración de la autora, tanto unos como otros, siempre que su misión se corresponda con lo expuesto, forman parte de la legión de educadores sociales que asumen un rol educativo trascendente dentro de la sociedad y que lo ratifica el Maestro en su artículo Fiestas de Tlaplán, escrito en México para la Revista Universal: ‘‘...la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos’’,5 o cuando dijo, en agosto de  1886, hablando de la muerte del político norteamericano Tilden: ‘‘...hombres haga quien quiera hacer pueblos’’.6 Ha de educarse a los hombres como se quiere forjar a los pueblos, según su proyecto social; ello constituye responsabilidad social de los profesionales de la educación.

Fidel Castro, desde los días previos a la prisión fecunda, en su alegato de defensa La Historia me absolverá, expresó evocando al Maestro que ‘‘…un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz. No se olviden de las palabras del Apóstol (…) ´el pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos´. Pero el alma de la enseñanza es el maestro…’’.7

En las Tesis y Resoluciones sobre política educacional del I Congreso del Partido, se expresó: ‘‘...la política educacional del Partido tiene como fin formar a las nuevas generaciones y a todo el pueblo en la concepción científica del mundo, es decir, la del Materialismo Dialéctico e Histórico: desarrollar en toda su plenitud humana las capacidades intelectuales, físicas y espirituales del individuo y fomentar en él, elevados sentimientos y gustos estéticos; convertir los principios ideopolíticos y morales comunistas en convicciones personales y hábitos de conducta’’.8 En el cumplimiento de estos principios radica la esencia para la consolidación en la sociedad de la ciencia y la cultura, ello requiere de un trabajo cohesionado de todos los agentes socioeducativos que han de intervenir en ese proceso y que, a pesar de los esfuerzos y los resultados alcanzados, el momento actual requiere de mayor atención y actuación, sobre todo en nuestra juventud, dada la necesidad de formarles conocimientos y sentimientos desde nuestra historia y de la vida en el Planeta.

En el pensamiento martiano encuentra el magisterio cubano su más alta expresión, cuya pedagogía procura una educación y una cultura abiertas y no encerradas en un sistema, que ya desde Luz y Caballero se había proclamado en sus concepciones pedagógicas: ‘‘Todos los métodos y ningún método, he ahí el método’’,9 así ‘‘…en esta Pedagogía, el mundo se abría al infinito panorama de la práctica’’.10 Sin embargo, ello no significa que se alejara de los principios revolucionarios por los que siempre abogó como la lucha por la independencia de Cuba, la justicia social, la ética, como ‘‘sol del mundo moral’’ y ello poniendo al hombre como centro de todos los procesos.

El tratamiento en la obra martiana de las dimensiones ética y estética, y lo educativo y lo cultural, constituyen referentes a analizar en los procesos pedagógicos que se gestan desde la formación. Lo ético, en conjugación con lo estético se aprecia en el tratamiento de los valores morales y en el desarrollo en su obra de las manifestaciones propias del arte, en su vínculo con la realidad, que aparecen en las formas que se abordan. En lo bello y lo bueno, en contraposición con lo malo y lo feo.

Esta dimensión es la que le imprime el magnetismo a su obra; ella forma y encanta, inculca valores y recrea con formas bellas de la expresión en la gama de recursos estilísticos de la lengua como los epítetos, los símiles y las metáforas que utilizó.

Martí J confirió al arte un importantísimo lugar en la vida de los pueblos, que se manifiesta en dos pilares esenciales11:

- La unidad del arte con el reflejo de la realidad, lo cual le imprime el carácter dialéctico a su concepción.

- La fusión del arte con la moral, lo que le da el fundamento ético y que se evidencia en el análisis que se está desarrollando.

La formación de valores es pilar del discurso martiano; se presenta el fomento a los valores en asociación continua de cada palabra que pronuncia: ‘‘Para rendir tributo, ninguna voz es débil: para ensalzar a la patria entre hombres fuertes y leales, son oportunos todos los momentos; para honrar al que nos honra, ningún vino hierve en las copas con más energía que la decisión y el entusiasmo...’’12 decía el 21 de abril de 1879 en El Louvre, en La Habana. Véase cómo induce al patriotismo y a la honradez.

Por su parte, la dimensión educativa y cultural se aprecia como resultado de la utilización de las dimensiones anteriores. La formación de conocimientos y de habilidades, de sentimientos y de convicciones, incide en el individuo y lo educa, igualmente en la sociedad. Ello trae consigo el desarrollo multifacético e integral de los hombres que les permite, a su vez, un conocimiento mayor del mundo y sus fenómenos, posibilitando su desarrollo  cultural y situando al hombre a la altura de su tiempo, ya que la visión precoz del pensamiento martiano permite la comprensión del momento histórico concreto que vive hoy la humanidad, y lo más importante es que aporta armas para combatir el encierro de una ciencia sin conciencia.

En un discurso que pronunció en honor a Fermín Valdés Domínguez, expresaba que: ‘‘La elocuencia con que se les ha de honrar, no es la de la palabra (...). Un pueblo libre y justo es el único homenaje propio de los que mueren por él’’.13

La libertad, la justicia social, el amor entre los hombres, el patriotismo, el antimperialismo, la exaltación de lo bello y lo bueno, y la prédica por la verdad, fueron los temas que mayormente trató Martí J en su obra. Pone la palabra en función de intereses colectivos. Es la educación para la sociedad, desarrollando conocimientos y sentimientos en el estrecho vínculo que entre actividad y comunicación hizo del Apóstol, un educador excepcional.

¿Cómo deberá ser el proceso educativo para determinar una verdadera influencia en la juventud? Debe fomentar el compromiso, la participación colectiva, la masividad e ir despertando conciencias y voluntades. Su aprendizaje ha de estar erigido, si lo analizamos desde la contemporaneidad, sobre los cuatro pilares fundamentales: ‘‘aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser’’.14 Los que también aparecen expuestos como núcleos del aprendizaje: el método, el ejercicio de la política como forma práctica de desarrollar los conocimientos y los sentimientos; el contenido, la ética y la justicia. El fin, formar a la sociedad desde la sociedad.

Los profesionales de la educación tenemos un deber con las futuras generaciones de educadores: mostrar con mayor precisión quién fue José Martí, estudiar su vida y su obra, revivirla, divulgarla y hacer suyo su ejemplo, para alcanzar mayor influencia educativa en los jóvenes.

El carácter bancario, domesticador y memorístico que se le atribuye a la educación, desde la segunda mitad del pasado siglo, conducen a concepciones tecnicistas, que distan mucho del objeto social de este proceso. Sobre este particular, el panorama que avizora el mundo ante la filosofía del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional distorsionan raigalmente el cometido real que ha tenido y ha de tener la educación como proceso que salva y libera a los hombres, que los nutre y protege para enfrentar los retos de la vida y del desarrollo.

En este sentido, la ‘‘Comisión Internacional sobre Cultura y Desarrollo’’ de la Unesco15 proyectó un esquema de informe donde imagina posibles escenarios para la humanidad, por períodos de 40 años, desde 1980 hasta el año 2100, presentándolo de la forma siguiente:

- Período de 1980 al 2020 dominado por los medios masivos de comunicación social y las imágenes, donde el flujo de la información abrirá la conciencia de los pueblos sobre la sociedad global o mundial.

- Período del 2020 al 2060 sería el de la sociedad educativa, donde se harían serios esfuerzos por erradicar el analfabetismo, las drogas y el sectarismo mediante la educación de las mayorías desfavorecidas principalmente. Todo ello se logrará con el uso intensivo de las nuevas tecnologías educativas y la consagración de los medios de comunicación social a propósitos educativos.

- Período del 2060 hasta el fin del milenio, caracterizado como la sociedad creativa, donde toda persona será educada de manera permanente hasta los 80 años, para adquirir una cultura humanística y técnica. La creatividad acompañará a este proceso y prevalecerá el respeto pleno a los valores y a todas las formas de vida. La sociedad permanecerá unida no por dinero, ni violencia, sino por la cultura, la educación, la creatividad y los valores del espíritu. ‘‘Será una especie de nuevo Renacimiento de la humanidad: un renacimiento humanístico y científico’’.16

Ante este análisis prospectivo de la Unesco, y desde una sociedad donde la eliminación del analfabetismo, la justicia y la equidad social, son hechos de la realidad objetiva, cabe preguntarse:

- ¿Habrá que esperar casi otro siglo para ver la unidad de los pueblos como el resultado de la educación, la cultura y los valores humanos?

- ¿Habrá que esperar casi otro siglo para ver renacer lo humanístico y lo científico?

- ¿Cómo educar a los hombres de una sociedad cuyo propósito principal es la formación integral de ese hombre, y la consolidación de la cultura de una nación independiente?

- ¿Cómo educar a las futuras generaciones para defender a su Revolución?

El proceso revolucionario cubano centró su atención desde los días felices del triunfo necesario, en la formación, la superación y la atención al hombre; con ello, se erradicó el analfabetismo y el Programa del Moncada, presentado por Fidel Castro, como máxima aspiración de igualdad y de justicia social para el pueblo, dio luz a Cuba en la segunda mitad del pasado siglo. Era un programa de raíces profundamente martianas y marxistas, centrado en el Humanismo del Apóstol y en las aspiraciones más elementales del hombre ‘‘...la esencia de la obra política, y lo que hace de la política indeclinable deber, es el respeto pleno y el amor sincero al decoro del hombre’’,17 –le escribía Martí el 9 de marzo de 1892 a los Presidentes de los cuerpos del Consejo de Key West, Tampa y Nueva York.

No es precisamente para una sociedad como la nuestra para quienes están diseñados tales escenarios en períodos tan tardíos, se ha de ir adecuando a nuestro medio, a nuestra realidad educacional y en las formas de educar haciendo política que desarrolló José Martí. En este sentido, se encaminan los esfuerzos y se trazan las estrategias diseñadas para formar al hombre de acuerdo con los avances de la ciencia y la tecnología, que responda a los retos que impone la actual crisis global, pero manteniendo su esencia humanista y con la marcada aspiración de consolidar la cultura en el camino hacia la sociedad sostenible, donde se reconozcan los grandes desafíos y peligros que asechan al planeta Tierra, pero donde, a su vez, se reconozca el valor de todo cuanto se ha construido en nuestra sociedad.

Desde mediados del siglo pasado, se viene hablando por organismos internacionales de educación, de algunos términos como disciplina, interdisciplinariedad y pluridisciplinariedad o multidisciplinariedad, pero más reciente, con la aparición del término transdisciplinariedad, cuyo objeto reconoce Basarab Nicolescu, físico teórico del Centro Internacional de Investigación y Estudios Transdisciplinarios de París. Refiriendo que la transdisciplinariedad es una forma nueva, cada vez más sentida en la actualidad de una educación permanente en vínculo estrecho con la sociedad, es la educación para la vida por la que abogó José Martí y la que puede desarrollarse mediante la sociedad educativa, teniendo como sustento, según Nicolescu que ‘‘la transdisciplinariedad puede hacer importantes contribuciones al advenimiento de un nuevo tipo de educación que se refiere a la totalidad abierta del ser humano y no solo a uno de sus componentes y que además da énfasis a cuatro pilares que ya se han mencionado: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser’’,18 que constituyen exigencias para la inserción en la vida moderna de acuerdo con las actuales condiciones sociales.

La aspiración martiana en cuanto a formas de educar no se circunscribe a las materias propias de programas curriculares de una institución escolar, tal como expresan algunos de los términos mencionados. Se refiere, tal como plantea el enfoque transdisciplinario, al aprendizaje, teniendo en cuenta su relación con el contexto social, con las individualidades, con la realización humana y profesional del ser humano. Su mérito, sobre este particular, radica en que, para él, ya desde mediados del siglo XIX, era elemental para potenciar la educación de los hombres. Era una educación, por tanto, que ascendía al individuo con un conocimiento totalizador, en el que el conocer, el hacer, el convivir y el ser conformaban las partes de un todo. Era una educación cuya aspiración versaba en formar desde la escuela, desde el colectivo social, desde el puesto laboral, desde la comunidad, desde la vida.

Veamos qué vigencia alcanza su pensamiento en los momentos actuales que vive Cuba en pos de la defensa de la soberanía agroalimentaria y la productividad, cuando escribía, en junio de 1884, para La América en Nueva York, de formar un cuerpo de voluntarios para enseñar a los campesinos, esos que cultivan la tierra y producen economía para el país; aportaba una forma nueva de educar, ‘‘...que vayan por los campos enseñando a los labriegos y aldeanos las cosas del alma, gobierno y tierra que necesitan saber’’.19

Cuando hablaba y mostraba, en su artículo Guatemala, en 1878, cómo en una casa de familia se podían reunir y hablar sobre temas de Historia y actualidad, y normas de conducta social, aportaba una forma de educar, ‘‘...donde a tiempo que se familiarizan con la vida social los educandos, se hace buena música, se hacen discursos, se cantan correctamente bellas piezas y se leen a menudo buenos versos. Cosa de familia con buena voluntad y buen perfume (...). Hábil enseñanza en deliciosa forma’’.20

Cuando escribió y mostró al mundo las entrañas de la vida de los EE.UU. en sus Escenas Norteamericanas, educó, ‘‘...La vida nacional es acá ruda, y puede el interés más de lo que conviene, para la armonía de la dicha, a los dotes de humanidad y sentimiento, porque es hermoso y casi divino el hombre. En muchas Universidades es más la pompa que la ciencia, y el pelotear que el leer’’.21 También lo hizo cuando en las instituciones escolares en que ejerció el magisterio, no solo se refirió a su materia específica, sino que abordó otros aspectos del orden y la vida social e individual.

Estas son algunas de las disímiles formas que pueden tomarse como modos prácticos de educar, al coger como paradigma los aspectos de la vida y la obra de José Martí, en su condición de educador social, como máxima aspiración para lograr la sociedad sostenible y formar una cultura martiana en los profesionales de la educación.

Conclusiones

Constituye una obligada necesidad continuar profundizando en las ideas educativas del Maestro, como premisa indispensable para formar a los futuros profesionales de la educación y enfrentar, en Cuba, los retos que impone la crisis global, económica, política, social y ética, y la posibilidad real de defender los principios de la Revolución Cubana y preservar la identidad nacional.

El pensamiento martiano combate el encierro de una ciencia sin conciencia y conduce a un proceso educativo donde, en la transmisión y la apropiación de conocimientos, haya nexos entre los saberes, visto en lo histórico y lo cultural, lo político y lo social, lo ético y lo estético, y lo afectivo y lo emocional. Su visión contribuye al desarrollo de una personalidad más integral y versátil, con las cualidades que requiere el ciudadano de nuestra sociedad, a saber:

- Actuación consecuente con una educación ideopolítica, patriótica y revolucionaria, de acuerdo con los valores y los principios de la sociedad cubana.

- Dominio de los elementos básicos de la cultura local, regional y universal.

- Comprensión de la Historia y su importancia en la contemporaneidad.

- Dominio del conocimiento científico-tecnológico, de acuerdo con los retos que imponen los desafíos del Tercer Milenio en estas ramas.

El desarrollo de la educación martiana concibe el despertar de la conciencia de los hombres, como muestra de su compromiso con la sociedad y sus aspiraciones. Ha sido la comunidad el escenario durante todo el desarrollo histórico de la nación cubana y sigue siendo el ámbito esencial para  multiplicar la cultura y propiciar la cooperación social.

 

Referencias

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2MARTÍ J. Obras Completas. T. 8. Segunda edición. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.281.

3MARTÍ J. Obras Escogidas. T. 3. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 1992. p. 28.

4GOMEZJARA F. Sociología. México, Editorial Porrúa; 1992. pp.51-52.

5MARTÍ J. Obras Completas. T. 6. La Habana, Cuba: Editorial Nacional de Cuba; 1963; p.201.

6MARTÍ J. Obras Completas. T.13. Segunda edición. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 301.

7CASTRO F. La historia me absolverá. Impreso en la República Bolivariana de Venezuela por el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información; 2007. p.78.

8PARTIDO COMUNISTA DE CUBA. Tesis y Resoluciones. Primer Congreso del PCC. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1978. p.369.

9LUZ Y CABALLERO J. (Apud Hart A.). José Martí, Apóstol de Nuestra América. Centro de Estudios Martianos. La Habana, Cuba: Ediciones Caribe; 2010. p.57.

10HART A. José Martí, Apóstol de Nuestra América. Centro de Estudios Martianos. La Habana, Cuba: Ediciones Caribe; 2010. p.57.

11GONZÁLEZ D. El ideario martiano y la formación del hombre. Revista Cubana de Psicología, Vol 17, No. 3, La Habana, 2000.

12MARTÍ J. Obras Completas. T.4. Segunda edición. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.177.

13MARTÍ J. Obras Completas. T.4. Segunda edición. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 322.

14BASABARAB N. The transdisciplinary evolution of the university. Condition for sustainable development, 1999.

15TÜNNERMANN C. La Educación Superior en el umbral del siglo XXI. Caracas, Venezuela: CRESALTC/UNESCO; 1996. p.122.

16TÜNNERMANN C. La Educación Superior en el umbral del siglo XXI. Caracas, Venezuela: CRESALTC/UNESCO; 1996. p.47.

17MARTÍ J. Obras Completas . Iconografía. Cronología. CD. La Habana, Cuba: CETA. Centro de Estudio de Tecnologías Avanzadas; edición 1963.

18BASABARAB N. The transdisciplinary evolution of the university. Condition for sustainable development, 1999.

19MARTÍ J. Obras Completas. T.8. Segunda edición. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 1975. p.16.

20CD CETA. Centro de Estudios de Tecnologías Avanzadas. Obras Completas de José Martí. Edición 1963.

21MARTÍ J. Obras Completas. T.12. Segunda edición. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p.300.

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