Varona

No.52   Enero-Junio, 2011.    ISSN: 1992-82

El ideal de ciudadano y de profesional a formar

The Ideal of Citizenship and Professional in Training

Dr.C. Delci Calzado Lahera. Profesora Titular. Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”. La Habana, Cuba.

Correo electrónico: delcicl@ucpejv.rimed.cu

Recibido septiembre de 2010 Aceptado noviembre de 2010


RESUMEN

La formación económica social, el modo de vida, los grupos y los sujetos que conforman la sociedad constituyen el entramado principal del sistema de relaciones que se deben establecer entre los seres humanos. Clarificar este sistema de relaciones, identificar cuáles son las influencias más significativas para los sujetos y cuáles afectan más su desarrollo, es una problemática esencial para la educación de la personalidad del ciudadano. Todos los sistemas sociales se plantean un ideal de ciudadano a formar y, como resultado de ello y además como parte de ese proceso, se debe lograr el ideal de profesional, para lo cual se desarrollan acciones en las instituciones y las organizaciones que tienen influencia directa en ello. En correspondencia con lo planteado, nos corresponde ser coherentes en los procesos educativos para obtener el ideal de ciudadano, de profesional para que alcance la transformación deseada de la sociedad.

PALABRAS CLAVE: ideal, ciudadano, profesional, sociedad.

ABSTRACT

The social economic formation, the way of life, the groups and subject that make up society constitute the main scaffolding of the system of relations that should be established between human beings. To elucidate this system of relations, identify which are the influences that are most significant to the subject and which affect their development, if an essential problematic query in order to educate the personality of a citizen. All social systems advocate for an ideal of citizenship to be formed and as a result, as well as part of this process, the ideal of professionals should be achieved. To this end action, institutions and organizations are developed which have a direct influence in it. In correspondence with what is set forth it is our duty to be coherent with the educative processes to be able to obtain the ideal of citizenship and professional so that in turn the desired transformation in society can be obtained.

KEY WORDS: ideal, citizenship, professional.

Introducción

Al reflexionar sobre las relaciones que se establecen entre la sociedad, la formación económico-social, el modo de vida, el ideal de ser humano y el proceso de educación en que se debe formar como ciudadano, siempre llegamos a la conclusión que dicho sistema de relaciones es sumamente complejo, dinámico y tendrá un gran porcentaje de proyección consciente de las influencias para lograrlo; además, de que no se deja de reconocer que otra parte de ese porcentaje es espontáneo, se manifiesta en el sistema de relaciones sociales que el sujeto establece. Cuando la balanza se inclina hacia lo espontáneo, resulta más difícil el camino y, en tal sentido, el cambio en relación con los objetivos de formación del ciudadano.

La generación de cubanos a la que pertenece esta autora, nació unos años antes de 1959, en un país con una sociedad y economía decadentes; se sabe y se siente –no porque lo digan los libros de economía política–, sino porque se vive en ella, se podía palpar el hambre, la pobreza, las enfermedades crónicas por las que pasaban las mayorías de los ciudadanos.

Cuba, antes de 1959, era una república neocolonial. ¿De quién?, de otro país que, siendo mucho más desarrollado, se consideraba superior, el cual en la práctica la convirtió en su feudo, en su traspatio, en su coto de caza, de diversión. Los ciudadanos cubanos en su mayoría eran muy pobres, tenían que servirles a los intereses agrarios, comerciales, de recreo y de enriquecimiento a los pocos “poderosos” que había; a costa de los millones de seres humanos de un pueblo que vivía en condiciones precarias y que no conocía nada o casi nada del resto del mundo.

El pueblo cubano, en esta época a que se hace referencia, solo podía pensar en su día a día, en su vida cotidiana; llena de dificultades, carencias, enfermedades e ignorancia y para el cual la “felicidad” se concretaba en la conservación de la salud y en tener algo de comida. Así, el sentido de la vida estaba en “esperar un milagro divino”, en “tener suerte” y sacarse un premio en la bolita, el billete o el Jabón Candado, entre muchos otros juegos de azar que servían para enajenar a los ciudadanos y para enriquecerse unos pocos.

Los niños soñaban con el “día de los reyes”, que les trajeran una muñequita, un camioncito, una pelota, una pistolita de agua, etc. Era a lo único que podía aspirar la mayoría, porque entre otras causas, muchos no sabían que existían juguetes mejores, nunca habían podido ver algo diferente.

Se crecía en la angustia del “sacrificio supremo” que tenían que hacer los padres para comprar un par de zapatos y una muda de ropa para esperar el nuevo año, para mantener así “la creencia popular” que afirmaba: “si se espera el año nuevo con ropas nuevas, se pasará mejor el próximo”. ¡En qué ingenuidad se vivía!, producto de la ignorancia en la cual se había sumido el modelo social que mantenía una minoría en el poder. Todos los que vivieron aquellos tiempos recuerdan estos y muchos otros ejemplos que demuestran lo antihumano y antidemocrático de dicho modo de vida.

Los valores fundamentales del pueblo los formaba la familia en la vida cotidiana y, de modo espontáneo, se transmitían en esa interacción directa individuo-sociedad, en las relaciones entre modo de vida y sentido de la vida. Valores como la honradez, la pulcritud, el respeto, la humildad, eran los que defendía la mayoría pobre –hoy no tenemos ninguna duda de qué era lo que le convenía a la minoría, dueña de todo– porque la “mayoría”, sumisa y servicial, estaba convencida que esa “minoría” tenía el derecho de disfrutar una mejor vida porque le venía por herencia, o porque la “suerte los había favorecido”.

¿Era este el ideal de sociedad y de ciudadano que los patriotas cubanos del siglo XIX defendieron? ¿Es ese el ideal por el que murieron muchos jóvenes en la primera mitad del siglo XX? Estamos convencidos, después de estudiar la Historia de Cuba y de América Latina, que no. El ideal de ciudadano a formar es mucho más elevado, es el paradigma de ciudadano revolucionario, transformador. Por ello, trabajamos cada día para lograrlo.

Desarrollo

¿Cómo era la escuela de la mayoría cubana pobre antes del triunfo de la Revolución?

Para una gran mayoría que residían en el campo, la escuela no existía. ¿Cuántos de los padres eran analfabetos o semianalfabetos en ese tiempo?, ¿cuántos aprendieron a leer y a escribir en la Campaña Nacional de Alfabetización, en 1961?

Los que vivían en poblados más o menos grandes –para la época– podían ir a la “Escuela Pública”; para ello, toda la familia debía hacer muchos sacrificios para comprar los medios escolares, la ropa necesaria, la comida. Dichas escuelas, generalmente, eran caserones viejos de madera ennegrecida por el tiempo, con techos de tejas por los que pasaba el agua al llover; con divisiones de madera entre las aulas que llegaban hasta la mitad del puntal (media pared), por las cuales se escuchaba todo lo que se hablaba en la otra aula; por ello, había que permanecer en silencio en cada aula. Escuelas de grados múltiples y con muchos “maestros suplentes”, que no tenían escuelas mejores donde trabajar, porque no las había, o porque ellos también eran pobres y no tenían influencias para trabajar en las pocas escuelas privadas que existían.

En esas escuelas, y con estos maestros de gran voluntad y deseos de hacer –que aunque pobres eran muy dignos–, se aprendían las operaciones básicas en Matemática y las estructuras gramaticales del Español que permitían leer, escribir y contar.

Aquellos que podían terminar todos los grados de la escuela primaria –la minoría entre los pobres, con padres que tenían trabajo– debían tener posibilidades monetarias que les permitieran pagar los estudios en la escuela media y el bachillerato, ubicados en las capitales de la provincia en que se residía; esto resultaba un privilegio, posible para muy pocos. Siempre fue una minoría de la clase media alta y media baja los que podían continuar estudios después de culminar el bachillerato. ¿Qué estudiaban?, preferiblemente contabilidad, secretaría, enfermería para servir de empleados o magisterio los que podían ir a la “Escuela Normal” que se encargaba de formar los maestros.

¿Cuál era el ideal de ciudadano a formar en esta época?

Hoy, se está convencido que había dos tipos de ideal en formación:

El ideal de las clases ricas y agraciadas, que estudiaban en escuelas privadas y/o en el extranjero; preferiblemente en Estados Unidos, España o Francia, y que tenían como ideal al ser humano culto, desarrollado integralmente; capaz de dirigir los negocios de la familia, de gobernar y mantener la riqueza familiar.

El ideal de las clases pobres que estudiaban en escuelas públicas hasta que sus padres pudieran mantenerles los estudios, y que la familia no necesitara de sus aportes de dinero; el ciudadano humilde, respetuoso, honrado y sumiso, capaz de servir al poderoso, al que tenía la riqueza “por herencia”.

El relato anterior resume brevemente una realidad anterior al triunfo de la Revolución en 1959, en la memoria de los que nacimos en esa época quedan muchas vivencias más, que permiten valorar negativamente aquel modelo social y agradecer a las generaciones que lideraron el proceso revolucionario, llevándola a la realidad. La Revolución Triunfante, en 1959, que condujo a cambios profundos, donde la igualdad y el respeto a la dignidad de todos los ciudadanos es una premisa.

Este modelo de sociedad mejoró las condiciones de vida de la mayoría del pueblo, los que todavía eran niños o adolescentes pudieron estudiar con seguridad, los padres tenían trabajo y recibían un salario que permitía mantener la familia decorosamente para que los hijos estudiaran y concluyeran una carrera.

En el nuevo modelo de sociedad se propuso un ideal de ciudadano a formar con un desarrollo multilateral y profesional que le permitiera servir a la colectividad y a sí mismo con el empleo de sus fuerzas físicas e intelectuales, aspiración más elevada en la humanidad y que defendieron figuras destacadas de Cuba como son: José Martí Pérez y Fidel Castro Ruz.

¿Cuál es el ideal de ciudadano a formar en la sociedad actual?

Ideal: ‘‘que solo existe en la idea. Perfección suprema que solo existe en la imaginación. Prototipo, modelo o ejemplar de perfección’’.(1)

Ideales: son tipos de formaciones psicológicas motivacionales que permiten al ser humano la proyección o deseo de ser en la realidad, es la visión anticipada del “querer ser” con un grado de perfección superior al que se tiene, en función de lo cual se puede autorregular su conducta para lograrlo.

Ideal de hombre: es la proyección o modelo de hombre a que la sociedad y los sujetos aspiran a llegar en su vida futura.

Al respecto, escribe Rubinstein J I que “Es la materialización preventiva de lo que puede llegar a ser. Las mejores tendencias de su desarrollo se materializan en la imagen como modelo o ejemplo y se convierten en estimulantes y regulador de su desarrollo”.(2)

Ideal de ciudadano: es la proyección o modelo de lo que el ser humano puede llegar a ser en la sociedad en que vive y labora para lograr su desarrollo individual y el de la sociedad.

En las diferentes épocas históricas se ha perfilado determinado “tipo de ideal” o “imagen de ser humano” que reflejan rasgos significativos de cada época histórico-social, determinados por: el tipo de sociedad, las condiciones históricas concretas de vida y desarrollo, las normas y los valores morales de la época. Son así, un ejemplo algunos modelos: “el guerrero espartano”, “la belleza griega”, “el monje del feudalismo”, “el artista del Renacimiento”, “el cosmonauta del siglo XX”, “el revolucionario del siglo XXI”, entre otros muchos. Como se puede observar, en los diferentes modelos sociales y épocas históricas se han idealizado personalidades y sistemas sociales que reúnen características “especiales” y que devienen ejemplo de lo mejor de dicha sociedad. Estos son referentes esenciales que los ciudadanos interiorizan como sus ideales.

En el proceso de interiorización-exteriorización, el ser humano puede “idealizar el ideal”; esto se produce cuando un ideal va resultando muy lejano y se va mistificando una imagen de hombre o mujer; cuando ello ocurre, la persona no cree en la posibilidad de llegar a ser como aquel, lo cual resulta muy negativo en el proceso de formación ciudadana y de desarrollo de un tipo de profesional.

Es muy importante que el niño, el joven, el adulto aprendan a querer, a respetar y a sentir vivos los ejemplos de los próceres de la historia del país, de la región, del mundo, que se toman como paradigmas en el proceso de formación; ello permite la configuración de ideales positivos y da fuerzas para luchar en la vida por “ser mejor”.

En el proceso formativo del niño en las distintas edades, la proyección de ideales está en relación con la configuración de toda la esfera afectivo-motivacional, en la cual se integran convicciones, intereses, ideales, aspiraciones y los que dependen, en gran medida, de la situación social-individual de desarrollo.

En las edades tempranas se convierten en ideales los seres del contexto más próximo: el padre, la madre, un hermano mayor. Más tarde se toma al maestro, al adulto y, en la adolescencia, puede ser una personalidad histórica, un personaje de una novela, un artista, un amigo, entre otros; en la juventud, se van teniendo ideales superiores y más estables, con valores sociales significativos. Para lograr una influencia educativa más efectiva es importante determinar la proyección del ideal que tiene el niño, el adolescente sobre cómo debería ser o cómo le gustaría ser, para así poder orientar su formación hacia el logro de cualidades positivas en correspondencia con las exigencias del contexto.

Los ideales a que se aspiran en la educación de las nuevas generaciones deben situarse por encima de lo cotidiano para que sirvan como guía máxima, como aspiración más elevada en el desarrollo de la personalidad. Cuando los ideales descienden al nivel de lo cotidiano se vulgarizan, y cuando se mistifican se consideran inalcanzables; el resultado de estos dos polos conduce al estancamiento.

En tal sentido, se recuerda a Borges T cuando escribe la presentación del libro Un grano de maíz: “Alguna vez dije que es preciso creer en los santos que orinan y en la mortalidad de los dogmas, y apretar en el puño la utopía de un género humano fraterno y listo. Si eso no es posible, poco sentido tendría la vida”.(3)

El ideal de ciudadano es parte de las formaciones psicológicas que tienen mucha importancia en la formación de la personalidad, requieren de una influencia social productiva, creadora, altruista para la creación de modelos que respondan a las aspiraciones que dicha sociedad tiene.

La formación de un ciudadano con una cultura general integral es la meta superior de la sociedad y de las familias. La educación en las escuelas con su función directriz en dicha formación proyecta, guía, orienta, desarrolla y controla las estrategias que permiten aproximarse a esa meta.

¿Logramos la meta en los años que llevamos tratando de alcanzarla?

Al analizar esta pregunta, al comparar sin dogmatismo el proceso de formación del ciudadano cubano en el más de medio siglo de construcción de una sociedad más justa, se puede demostrar que en todo este tiempo los cambios que se han producido en el desarrollo de cada ciudadano y del país, en general, son significativos, por lo cual se considera que ¡sí se ha logrado!

De aquella situación, en la que se encontraba la mayoría, antes de 1959, de aquella ignorancia, nos alejamos poco a poco, unos con más rapidez que otros, –por muy diversas causas– fuimos alcanzando la meta y replanteándonos nuevas y más complejas, se logró una situación personal de desarrollo en armonía con las aspiraciones sociales e individuales; en general, una gran mayoría alcanzó un determinado nivel de equilibrio entre el desarrollo intelectual, físico, político, ideológico, estético, entre otros. Se sabe que no somos perfectos; pero, en general, sí mucho más humanos, más cultos, más internacionalistas, más patriotas, más desarrollados, que antes del triunfo de la Revolución.

Hoy se puede reflexionar sobre: ¿cómo sería nuestra vida si no se hubieran producido las transformaciones sociales con el triunfo de la Revolución? ¿Hubiéramos podido continuar estudiando? ¿Habríamos llegado a ser profesionales? ¿Hubiéramos podido resistir el bloqueo tan cruel al que nos someten? ¿Estaríamos vivos?

Pero, ahora no tenemos tiempo para pensar en ello; ahora nos dedicamos a leer a Romeo y Julieta de Shakespeare, a disfrutar de La flauta encantada de Mozart, a debatir sobre los efectos del neoliberalismo en las sociedades y su sistema educacional, o a discutir en familia sobre las noticias que la prensa escrita y televisiva presentan alrededor del efecto invernadero y sus posibles daños al planeta. ¿Todo esto sería posible si no tuviéramos una cultura general integral, con valores individuales y colectivos positivos en correspondencia con el contexto social socialista en el cual vivimos?

Es importante estar claros que no podemos esperar que, desde un inventario de modos de conducta, de propiedades del carácter, de rasgos de la personalidad a formar, se puedan establecer metas de formación del ciudadano; los seres humanos no se hacen por moldes, y no se pueden aplicar modelos, métodos, procedimientos uniformes e inflexibles en la educación de la personalidad. Sobre todo, hay que reflexionar cuando se proyecta el sistema de acciones educativas para lograr una personalidad autorregulada, con un desarrollo integral. Las relaciones entre los valores sociales e individuales son un proceso de carácter objetivo y subjetivo que la voluntad de los educadores puede guiar en función de los intereses, siempre que las relaciones sociedad-educación se desarrollen con la mayor armonía posible.

Martí J escribió que ‘‘...el profesor no ha de ser un molde donde los alumnos echen la inteligencia y el carácter, para salir con sus lobanillos y jorobas, sino un guía honrado, que enseña de buena fe lo que hay que ver, y explicar su pro, lo mismo que el de sus enemigos, para que se le fortalezca el carácter de hombre al alumno...’’.4 Esta valiosa reflexión destaca cómo el educando debe ser sujeto de la educación y cómo el educador debe contribuir con su desarrollo integral, desde la proyección consciente y la crítica creadora de la realidad, a lograr los resultados que la sociedad se plantea como meta.

El ciudadano debe estar en condiciones de hacer suyas las necesidades y los intereses de la sociedad, porque estas serán objetivamente necesidades e intereses de los sujetos. Se requiere aprender a luchar por alcanzar los ideales, sin individualismos, sin menosprecio de otros ciudadanos, se tratará de lograr la coherencia entre los ideales individuales y sociales. Es en la sociedad donde se manifiestan las regularidades esenciales en el desarrollo del ciudadano, las que van cambiando en el decurso de las propias acciones individuales. Sobre la base del sistema de relaciones e influencias sociales, naturales e individuales con las que interactúa, es que el ciudadano configura su personalidad y la de su sociedad. Una función fundamental en la organización de las influencias lo tienen los maestros.

¿Qué maestros debemos formar para alcanzar el referido ideal?

A lo largo de la historia del país, los pedagogos e intelectuales cubanos, en general, han expuesto en sus ideas acerca de la educación, su preocupación por el desarrollo de la personalidad en sus variadas manifestaciones y la participación protagónica que deben tener los educandos en su propia formación. Las investigaciones en relación con la organización del proceso formativo no son nuevas, muchos pedagogos ilustres escribieron sobre ello; desde Comenius J A en su Didáctica Magna, hasta nuestros días se retoma una y otra vez este problema.

En Cuba, se exponen ideas y realidades en correspondencia con las universales, donde se destaca la importancia de centrar el proceso formativo en la acción coordinada de los factores que intervienen en él, para lograr la transformación del estudiante de objeto en sujeto de su educación. En tal sentido, se destacan algunas de las ideas más significativas sobre este tema.

Varela F, a comienzos del siglo XIX, fue uno de los primeros que dirigió su acción como educador a erradicar el escolasticismo que lastraba el desarrollo de la enseñanza en Cuba, y planteó que ‘‘...toda forma rutinaria es diametralmente opuesta a la atención y reflexión, que deben reinar en las operaciones intelectuales, y que un alma habituada a saber que una cosa debe admitirse porque es conforme a la regla, frecuentemente ignora si esta tal cosa en sí misma es buena”.(5)

Destacó el papel del profesor y el estudiante para lograr un proceso formativo que favorezca la participación protagónica de los estudiantes en la interiorización del contenido. Por ello, se reconoce a Varela como un destacado precursor de los métodos que promuevan la participación de los estudiantes en dicho proceso.

Luz y Caballero J, años más tarde y continuando la línea de Varela, proclamó un aprendizaje consciente, participativo, que permita el desarrollo de la independencia en la actuación; al respecto señaló: ‘‘...En esta clase, pues, se explicarán no solamente los métodos conocidos y más aprobados, sino que se formará una crítica circunstanciada de cuantos planes e ideas nuevas salgan a la luz en la materia’’.(6) Estas ideas sirven de base para la proyección de un proceso formativo que posibilita la integración, la reflexión y la proyección, desde los problemas de la vida cotidiana y como resultado del trabajo cooperativo y creativo.

El ilustre pedagogo cubano Martí J escribió sobre las formas de enseñanza que ‘‘Es la clase época plácida en la vida (...) en que el provecho pudiera ser mejor si la forma de enseñar aprovechable fuera seductora y amena…’’.(7)

Martí J escribió que “Viven las clases de animación y el incidente. Necesita a veces la atención cansada un recurso accidental que la sacuda y reanime. Grábanse mejor en la inteligencia los conceptos que se expresan en la forma diaria y natural, que los que se presentan envueltos en la forma diluida, siempre severa y naturalmente detallada, de las preparaciones escritas (...) no debe ser éste el carácter de una lección”.(8)

Se puede destacar en estos planteamientos martianos la concepción didáctica que defiende, en la que se resalta la importancia que tiene en el aprendizaje el desarrollo de clases productivas, creativas, amenas. Su concepción de la función de la escuela y del educador es muy clara, así como de las cualidades que debe tener para que ejerza su influencia formativa en los escolares, con lo cual contribuye al logro de actitudes positivas en los estudiantes, como sujetos de su propio aprendizaje.

Martí J le concede una gran importancia al proceso de organización en la labor formativa, educativa y destaca la función que debe asumir la escuela para adaptarse al ritmo de la vida que la rodea, al estilo de vida de la época. Todo ello se aplica contextualizado en la época actual, con el desarrollo científico-técnico que conduce a la autopreparación consciente como el camino más rápido para llegar al éxito profesional y humano.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX descuella entre los pedagogos e intelectuales cubanos, Varona E J, quien tomó los elementos más progresistas del positivismo y fue un fuerte defensor del desarrollo del pensamiento científico de las nuevas generaciones, que solo puede alcanzarse con un pleno desarrollo de la personalidad. En su crítica a las condiciones de enseñanza en los niveles medio y superior; Varona destacó la importancia del esfuerzo personal del profesional en formación, cuando planteó que ‘‘El maestro debe saber estudiar, para que sepa enseñar a estudiar. Aquí está en su germen, todo el problema de la Pedagogía’’.(9)

Estas palabras de Varona conducen a reflexionar sobre cómo ya, en su tiempo, se desarrollan ideas muy claras sobre la organización del proceso de enseñanza-aprendizaje con participación de los estudiantes para que se conviertan en sujetos de su propio aprendizaje, para que interioricen los principios particulares que los llevan a lo general.

Varona E J y muchos de los pedagogos y filósofos de la época, defendían la importancia de la participación productiva del sujeto en su preparación, nada más próximo a lo que hoy piensan algunos que es un descubrimiento de este siglo, ‘‘enseñar a aprender’’. Se constata, en los trabajos de Varona E J, una visión integradora de la necesidad de preparar al sujeto en la proyección de acciones creadoras, independientes para su vida futura. He aquí sus planteamientos al respecto: ‘‘Nada es tan instructivo como el ejemplo, o digamos la lección objetiva, la explicación más clara del más elocuente profesor nunca llega a dar idea tan completa de un procedimiento, por sencillo que este sea, como la que se obtiene viéndolo ejecutarla...’’.(10)

Varona destaca el modo de actuación de los educadores en vínculo estrecho con la organización del proceso como un elemento clave en su desempeño profesional. Las ideas del desarrollo productivo de los sujetos no niegan, en ningún caso, el papel del educador en la actividad de formación del ser humano, todo lo contrario, lo destacan como un factor fundamental en la educación.

Muchos años después se le da continuidad a estas ideas; en 1943, Martínez L R, en el prólogo del libro Didáctica o Dirección del aprendizaje, del autor González D, escribe lo siguiente: ‘‘…Fijemos estos hechos con la claridad meridiana, que conviene utilizar en este caso. ¿Autoaprendizaje? Cierto; pero dirigido o encauzado por el maestro, de acuerdo con los fundamentos de una didáctica que él necesita conocer, porque de no saberla, y aplicarla, degenera el trabajo del alumno en anarquía mental, en verdadero desorden, y en absoluta anulación de los fines que persiga el mismo empeño educador. Autoaprendizaje pide la escuela activa o renovada; pero eso no puede significar jamás la supresión del profesor; y cuando éste labore, necesita utilizar, constantemente, los secretos de la dirección de ese trabajo...’’. (11)

Estos planteamientos de ilustres pedagogos cubanos demuestran que en la historia de la pedagogía universal y en la cubana está la génesis de las actuales ideas sobre cómo debe ser modelado el proceso educativo y qué papel le corresponde al educador en este proceso.

¿Cuáles son las necesidades actuales en la formación del educador?

La escuela debe posibilitar que el ciudadano en la sociedad luche por alcanzar sus ideales o por aproximarse a ellos, sin individualismos, sin menospreciar a los demás, partiendo de la determinación social de las regularidades esenciales en la formación de dicho ciudadano, las que se desarrollan y cambian por medio de las propias acciones colectivas e individuales en un contexto social concreto.

En la actualidad, el perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación tiene singular importancia en las condiciones derivadas de la Revolución Científico-Técnica; todas las ramas de la economía, la ciencia y la técnica se desarrollan con tal ímpetu que se produce una constante y acelerada renovación de los conocimientos, de los modos de actuación, por lo que los profesionales deben formarse en este sentido, para no quedarse ‘‘fuera de la época’’ a decir de Martí J.

Este desarrollo determina, en gran medida, la proyección del proceso de enseñanza-aprendizaje integral, el cual debe ir hacia la formación de sujetos capaces de enfrentar, de manera productiva, el reto que significa asimilar y apropiarse, por sí mismos, de los nuevos contenidos para aplicarlos a diferentes esferas del desarrollo de la sociedad. La escuela no debe pretender llevar a cada individuo todo el caudal de conocimientos derivados del vertiginoso avance científico-técnico; su función está en prepararlos para su búsqueda independiente, dinámica, para su aplicación creativa en la vida.

Silva R considera que “…en los momentos actuales, el proceso de formación ciudadana en general y del maestro en particular, se enfrenta a las contradicciones siguientes:

“Se observa un fortalecimiento de los resortes éticos, políticos y jurídicos en el ámbito institucional, lo que no siempre se corresponde con el desarrollo de la conciencia jurídica, moral y política.

“Existe un desfasaje en la jerarquía de valores que regulan la conducta ciudadana, reflejada en la sobre-valoración de las necesidades e intereses individuales en detrimento de los intereses sociales, cuyas manifestaciones evidencian formas de enajenación en algunos sectores de la sociedad.

“Se ha incrementado la acción de los institutos socializadores (familia, escuela, organizaciones políticas y de masas, medios de comunicación), en función de la formación ciudadana; no obstante, actúan de manera fragmentada, debilitándose el carácter sistémico de esta influencia.

“Se ha jerarquizado el papel de la escuela como centro promotor de cultura y educación ciudadana; sin embargo, no siempre ellas constituyen modelo de organización escolar, ni reflejan en sus actividades curriculares y extracurriculares la orientación hacia la formación ciudadana.

“Los sujetos principales de dirección de la educación ciudadana, los padres y los maestros, afectados por la situación social, económica y el deterioro de valores, no siempre realizan una influencia positiva en esta formación de niños, adolescentes y jóvenes”.(12)

Lo antes expresado destaca la exigencia a los maestros y los profesores de un cambio en la concepción de planificación, organización, ejecución y control del proceso formativo para la comprensión, por parte de los estudiantes, de su función ante el aprendizaje, ante su desarrollo profesional y cómo proceder para tener mejores resultados y, con ello, mejores proyectos para la vida.

Es primordial que los estudiantes, desde las instituciones formadoras, comprendan la importancia social que tiene ser educador, maestro, profesor, y cómo pueden transformar la educación ciudadana para potenciar el desarrollo de la sociedad. Debe partirse, en su preparación profesional, de una definición clara del ideal de ciudadano a formar; el fin de la educación en el país.

Por medio de la educación como proceso social, se logra poner de manifiesto los fundamentos teleológicos en la formación del ser humano, del ciudadano, expresados en los fines que se pretenden alcanzar, en la proyección del ideal de ciudadano a formar, lo que debe estar bien definido por los educadores para lograr un modo de actuación de calidad.

Es muy importante en la actividad pedagógica para la preparación de educadores, tener en cuenta las relaciones que se dan entre el ideal de ciudadano a formar y el tipo de profesional que debe enfrentar esta función en la sociedad.

La educación ocupa un importante escalón en la sociedad; dado que las nuevas generaciones son el soporte del desarrollo, se necesita de educadores mejores preparados para guiar a los estudiantes hacia objetivos sociales valiosos. La educación de las generaciones, la transmisión de la cultura social, el desarrollo de la personalidad en un nivel alto de autorregulación en su actuación en la sociedad son tareas de todos, pero en especial del educador; esa es la función que la sociedad le asigna como profesional de la educación. Ello puede lograrse con la materialización en el proceso formativo, del ideal de profesional al que se aspira.

El ideal de profesional al que se aspira es aquel que debe lograr un grado de perfección alto en sus modos de actuación durante el ejercicio de la profesión, lo que le permitirá alcanzar el éxito en la actividad que realiza.

En el objetivo para la formación del profesional que plantea el Ministerio de Educación Superior se señalan, como “rasgos que deben caracterizar al profesional, los siguientes:

Cuadro de texto: “Revolucionario,  “culto,  “eficiente,  “preparado para servir a la Patria,  “con una sólida preparación científica, técnica, humanista y de altos valores”. (13)

Estos rasgos proyectan las cualidades básicas que debe lograrse en la preparación profesional en general. El maestro y el profesor tendrán siempre presente en su ejecutoria, el sentimiento de amor por los niños y jóvenes para que, desde ese amor, impulse el desarrollo de ellos.

La función social asignada al educador

Prada J R define como función social ‘‘Aquellas conductas que los miembros de un grupo esperan que lleve a cabo quien ocupa una posición grupal determinada. Función es el comportamiento característico de una determinada posición’’.14

La autora de este trabajo considera que la función social asignada está en estrecha relación con el patrón de conducta esperado de un educador al desarrollar las actividades pedagógicas relacionadas con el ejercicio de su profesión. Ella refleja su posición en el sistema de relaciones sociales, con todos sus derechos y deberes, su poder y su responsabilidad en la educación del ciudadano.

Con el objetivo de interactuar entre sí, las personas necesitan anticipar, de alguna manera, el comportamiento de los demás, ello se logra en la asignación. Una persona desempeña funciones en el trabajo (profesional, técnico, manual, etc.) y fuera de él, como ser social. Un solo individuo desempeña funciones como profesional de..., padre de..., esposo de..., miembro de un colectivo deportivo, y muchas más.

¿De dónde reciben los educadores la información respecto a las funciones que deben cumplir durante su desempeño?

En el proceso de educación escolarizada, en la institución que los prepara como profesionales.

En la descripción estatal e institucional de puestos y funciones.

En el proceso de socialización que se produce en el puesto de trabajo, en la escuela, en la comunidad.

En la información espontánea que existe en la sociedad.

De la influencia directa entre los profesionales en ejercicio.

Ello se produce en el proceso de socialización profesional, mediante el cual las organizaciones transmiten sus experiencias a sus trabajadores y estudiantes. Ello depende de las exigencias, organización, nivel de desarrollo, entre otros elementos que se presentan en la institución o centro de que se trate.

La socialización en la formación profesional del educador ocurre en su interacción con otros educadores, en la escuela, en la cual observa, interroga o recibe comentarios de los demás en relación con los patrones aceptados de conducta en dicha institución o centro. Por ello, es tan importante en la preparación profesional en las universidades de ciencias pedagógicas la práctica laboral-investigativa en la escuela, para que en las contradicciones que surgen y en su lucha por la solución de problemas, se desarrollen habilidades, hábitos y capacidades profesionales.

En este sentido, Addine F plantea que ‘‘...el análisis de la práctica educativa constituye en el momento actual una vía privilegiada para seguir avanzando hacia una mejor conceptualización de los procesos educativos, la que realizada mediante la investigación, deviene elemento de profesionalización por excelencia’’.(15)

Una forma particular de socialización debe producirse cuando un profesional de experiencia influye sobre el estudiante por el proceso de tutoría, sus valoraciones, sus logros, esta preparación debe ser planificada, organizada, controlada y formar parte de la actividad pedagógica del centro encargado de la formación.

Cualquier actividad en la que haya que desempeñar funciones profesionales tiene dos lados: el del profesional o ejecutor, dirigente, transmisor, portador (sujeto) del rol; y el del receptor, subordinado, el que recibe el servicio (objeto) del rol. Las actividades tienen éxitos, si están guiadas por percepciones claras de las funciones que debe desempeñar cada componente de la sociedad; es decir, la manera en que piensan las personas al actuar en sus propios puestos y cómo los otros lo harán en los suyos.

En el ejercicio de la profesión de educador siempre hay, por lo menos, dos personas interactuando (Tabla 1), los que deben tener una clara comprensión de tres aspectos de la proyección de los sujetos que intervienen en el proceso de formación profesional, para que se logre éxito en la actividad.

Tabla 1. Relaciones de interacción maestro-estudiante.

Maestro/profesor

Estudiante

Percepción que tiene de sus funciones

Percepción que tiene de sus funciones

Percepción que tiene de las funciones de los estudiantes

Percepción que tiene de las funciones del maestro/profesor

Percepción que tiene de cómo son percibidas sus funciones por los estudiantes

-Percepción que tiene de cómo son percibidas sus funciones por los maestros/profesores

Estas relaciones son las que logran un desempeño exitoso y deben ser básicas en la preparación profesional del maestro, profesor, docente.

Es evidente que no se pueden satisfacer las necesidades de otros a menos que se perciba con claridad lo que esperan de uno. El maestro debe preparar al estudiante para la percepción clara de su función en la sociedad.

Tiene gran importancia, en este sentido, el trabajo que se desarrolla en los talleres, cuando se analizan los problemas que surgen, sus causas y consecuencias en la educación de la personalidad, tomando como criterio para el análisis, las funciones del educador.

Para lograr un desempeño óptimo, el maestro debe tener interiorizada su función en la sociedad. García R L plantea como “funciones fundamentales del educador:

Cuadro de texto: “Instructiva-informativa.  “Educativa.  “Orientadora.  “Desarrolladora.  “Cognitivo-investigativa.  “Movilizadora”. (16)

Estas funciones, en una integridad en la personalidad del maestro y su proyección en su actuación profesional, permiten lograr los objetivos que la sociedad espera de su actuación: la formación ciudadana. Una percepción inadecuada de las funciones presupone un sinnúmero de conflictos en los sujetos, que afectan el resultado esperado en su modo de actuación como profesional.

El constante perfeccionamiento en las actividades de preparación y autopreparación científico-metodológica constituye una condición indispensable para que los maestros desarrollen conocimientos, habilidades, valores y capacidades fundamentales para la realización de su trabajo, para que logren una visión más profunda y sólida de los diferentes componentes de la educación; ello les brinda más confianza en sí mismos; así como seguridad en su actuación y, por ende, puedan llegar los óptimos resultados en su actividad profesional.

El educador no debe sentirse nunca satisfecho de sus conocimientos, será un autodidacto que perfeccione permanentemente sus métodos de estudio, de investigación, su actuación integral.

Está demostrado que los conocimientos, las habilidades, los valores y las capacidades que deben alcanzar los profesionales se forman y desarrollan en función del complejo sistema de actividades y de relaciones comunicativas, mediante las cuales transcurre su actuación; estas son parte integrante del proceso de formación del educador, por lo que se estudiarán con detenimiento en la dirección de las actividades pedagógicas.

La actitud de superación e investigación permanente, por parte de maestros, profesores y educadores, indica un alto nivel de responsabilidad; desde el análisis sistemático de la propia práctica profesional, lo cual aporta –sin duda–, un mayor conocimiento de la realidad; ello debe ser una constante en el desarrollo de todas las actividades del proceso de formación.

Una vez analizados estos elementos se pudiera tener claro el ideal de profesional de la educación que se debe formar, para que se logren incrementos en los resultados de la educación tal y como se ha definido, pues los maestros, los profesores y los educadores demostrarían, en su actuación, lo que han logrado.

 

Conclusiones

Hoy nos enfrentamos a un mundo en el que la globalización de la información y los cambios en la biosfera afectan al ser social y a la naturaleza; ello conduce a la necesidad de formar ciudadanos con autonomía profesional y que se destaquen por la creatividad en sus proyecciones, posibilidades y autorregulación, con humanismo, colectivismo, internacionalismo, colaboración, como características más significativas de su personalidad, con una claridad ideo-política que les permita actuar en bien de él y de todos los demás ciudadanos, con una cultura general integral que les posibilita ser protagonistas en la formación de las generaciones que le sucederán.

Ese es el ideal que defendemos, ese es el ideal de ciudadano y de profesional a que aspiramos a formar todos los implicados en la tarea.

Referencias

1- GARCÍA-PELAYO R. Pequeño Larousse Ilustrado. Buenos Aires, Argentina: Editorial Larousse; 1976. p. 558.

2- RUBINSTEIN J I. Principios de Psicología General. La Habana, Cuba: Edición Revolucionaria; 1969. p. 98.

3- CASTRO F, BORGE T. Un grano de maíz. La Habana, Cuba: Editorial Consejo de Estado; 1992. p. 7.

4- MARTÍ J. Obras Completas. T. XII. La Habana, Cuba: Editorial Nacional; 1965. p.61.

5- VARELA F. Miscelánea Filosófica. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1992. p. 143.

6- LUZ Y CABALLERO J. Escritos Educativos. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1991. p.194.

7- MARTÍ J. Obras Completas. T. VI. La Habana, Cuba: Editorial Nacional; 1965. p.236.

8- MARTÍ J. Obras Completas. T. XII. La Habana, Cuba: Editorial Nacional; 1965. p.348.

9- VARONA E J. Trabajos sobre educación y enseñanza. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1992. p. 171.

10- VARONA E J. Trabajos sobre educación y enseñanza. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1992.

11- GONZÁLEZ D. Didáctica o Dirección del Aprendizaje. La Habana, Cuba: Editorial Cultural S. A.; 1943. p. VII.

12- SILVA R D. Modelo pedagógico para la formación ciudadana de los maestros primarios. [Tesis en opción al Grado Científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas]. La Habana, Cuba: Instituto Superior Pedagógico ‘‘Enrique José Varona’’; 2005. p. 92.

13- MINISTERIO DE EDUCACIÓN SUPERIOR. Labor educativa y político-ideológica con los estudiantes. Documento presentado a la reunión de trabajo del Consejo Técnico Asesor de la Educación Superior Cubana. La Habana, Cuba: abril de 1997. pp. 4, 5.

14- PRADA J R. Psicología de Grupos. Colección de Pedagogía Grupal. No. 16. Santa Fe de Bogotá, Colombia: Editora INDO-AMERICAN PREES SERVICE; 1994. p. 10.

15- ADDINE F. Didáctica y curriculum. Análisis de una experiencia. Potosí, Bolivia: Editorial Bioestadísticas; 1997. p. 7.

16- GARCÍA L J, VALLE A, FERRAR M A. Autoperfeccionamiento docente y creatividad. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1996. p. 14.

 

Bibliografía

ALZUGARAY C. ¿Cómo se forma un ciudadano? Rev Temas, No. 36, oct-dic., 2003.

ASSEMAN G, STOILBERG R. Principios de sociología marxista leninista. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1989.

BABANSKI Y K. Optimización del proceso de enseñanza. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1982.

D´ ÁNGELO O. El desarrollo personal y su dimensión ética. Fundamentos y Programas de Educación Renovadora para la Transformación Social. La Habana, Cuba: PRYCREA-PROVIDA; 1996.

D´ ÁNGELO O. Sociedad y educación para el desarrollo humano. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2004.

FABELO J R. Los valores y sus desafíos actuales. La Habana, Cuba: Editorial José Martí; 2003.

GUEVARA E. El socialismo y el hombre en Cuba. La Habana, Cuba: Editora Política; 1988.

HIEBSCH H, VARWER G M. Psicología social marxista. La Habana, Cuba: Editora Política; 1989.