Varona

No.47   Julio-Diciembre 2008.    ISSN: 1992-82

EN CASA


El pensamiento económico de José Martí y Fidel Castro. APROXIMACIONES DESDE UNA PERSPECTIVA CULTURAL

The thought of José Martí and Fidel Castro. APROACH FROM A CULTURAL PERSPECTIVE

Dr C María Antonia Rodríguez del Castillo. Profesora Auxiliar

Dr C Olga Rosa Cabrera Elejalde. Profesora Titular

Dr C Odalys Barrabia Monier. Profesora Auxiliar. ISP “Enrique José Varona”

Recibido enero de 2008   Aceptado abril de 2008


RESUMEN

El trabajo presenta una serie de reflexiones encaminadas a demostrar algunas de las aristas esenciales del pensamiento económico de José Martí y Fidel Castro desde una perspectiva cultural. La síntesis creadora de la ideología y praxis de ambos próceres evidencia cómo la interrelación dialéctica entre economía, educación y cultura constituye un punto nodal de su quehacer en múltiples direcciones. La vigencia de sus postulados en las condiciones de globalización neoliberal que vive la humanidad resulta innegable, lo cual los coloca en la línea de avanzada de cualquier sistema educativo contemporáneo.

PALABRAS CLAVE: pensamiento económico, cultura, educación, formación del hombre, herencia cultural.

ABSTRACT

This article presents a series of reflections aimed at showing some of the essential principles of José Martí y Fidel Castro thinking on Economics from a cultural perspective. The creative synthesis of the ideology and praxis of both evidences how the dialectic interrelation between economics, education and cultural constitute an essential point in various respects. The validity of their thoughts in the neoliberalism globalization which humanity lives in is undeniable, which places them in the advancing line in any contemporary educational system.

KEYWORDS: thinking on Economics, culture, education, cultural heredity.


Introducción

 El estudio del ideario de los grandes pensadores de la humanidad resulta requisito indispensable de los actuales sistemas educativos. El caso de Latinoamérica presenta aristas muy particulares en esta dirección. El continente de los “siempre descubiertos” es representativo de un infinito, profundo y singular caudal ideológico, muchas veces aún sin estudiar en su raigal magnitud.

Las figuras de José Martí y Fidel Castro representan hitos, puntos nodales de una herencia que incluye lo más avanzado de la cultura universal. En sus medulares juicios es posible tocar alumbramientos descollantes que saltan por encima del tiempo y se instauran, por derecho propio, en el seno de la historia. Las interesantes apreciaciones que han hecho en el terreno de la economía cobran una vigencia incuestionable en el contexto de un mundo globalizado, y unipolar y son punta de lanza contra quienes quieren imponer el fin de la historia y el predominio de una única ideología.

Desarrollo

Hace ya unos cuantos años, en la primera mitad del Siglo XX, el famoso escritor español Miguel de Unamuno expresó: “…la memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición es la base de la personalidad colectiva de un pueblo. Vivimos en y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es en el fondo sino el esfuerzo que hacemos para que nuestros recuerdos se perpetúen y se vuelvan esperanza, para que nuestro pasado se vuelva futuro”.1 Esta reflexión unamunesca, que sitúa la importancia del cultivo de la memoria histórica como elemento prístino en la formación y desarrollo, no solo de la personalidad individual, sino de la personalidad colectiva de los pueblos, puede parecer un reclamo pasado de moda en pleno Siglo XXI, donde intentan batir otros aires que consideran obsoleto todo cuanto venga de estas fuentes.

La humanidad ha entrado al nuevo milenio llevando sobre las espaldas el fardo pesado de una serie de cambios que se han producido en las últimas décadas y, fundamentalmente después de la Segunda Guerra Mundial, los que han impuesto su marca en la economía, la ciencia, la técnica, el arte, la filosofía, la política y la sociedad, marca que intenta generar una conciencia de que se termina una época entera de la historia y se asiste al inicio de otra nueva.

Términos e interpretaciones que aluden a las nociones de postmodernidad, neoliberalismo y globalización son iterativas y recurrentes; y múltiples debates se generan a partir de las posturas que se asumen ante las nuevas realidades. Evidentemente, hay un punto nucleico fundamental alrededor del cual se mueven estos debates: los nuevos fenómenos que están apareciendo en la actual fase del desarrollo capitalista en los planos económico, científico-técnico y político y la certeza de que estos fenómenos provocan un alijo de necesidades en el plano cultural. El agotamiento de los recursos naturales no renovables, la existencia de cincuenta mil ojivas nucleares que pueden destruir a la especie humana en su totalidad, la revolución microelectrónica (en la industria, en la comunicación, en la información y en los servicios), la revolución en la ingeniería genética y en la energía nuclear, por citar solo ciertos elementos que configuran el entorno contemporáneo, son muestra fehaciente de problemas que caracterizan al mundo actual y con los cuales se debe convivir. La disyuntiva que tiene planteada ante sí la humanidad se mueve en dos polos básicos: ¿deshacerse del pasado, de la modernidad, de la razón democrática y emancipadora, tal y como parece serle necesario al capitalismo tardío; ¿o distinguir posiciones, rescatar problemas auténticos y ofrecer otra respuesta que preserve los valores que aquel sistema quiere desechar?

Una perspectiva americanista muestra, en el análisis de tales realidades, y lo que es más difícil aún, en la convivencia con dichas realidades, necesita cuestionarse si “… ¿Se puede concebir un mundo semejante? No se trata de un mundo que combine la riqueza y la cultura de muchos países, sino de un orden mundial que, por definición destruye la cultura, una globalización que destruye inexorablemente la cultura. ¿Qué es Patria sino una cultura propia? ¿Qué es identidad nacional, sino una cultura propia?”.2

La función primaria de los sistemas educativos para la formación de las nuevas generaciones necesita contrarrestar la ideología que quiere hacer pensar a los explotados en forma similar que sus explotadores, a las víctimas de igual manera que sus victimarios. No es nuevo el problema. Se enfrenta una batalla que continúa; se enfrenta una batalla para la cual es indispensable organizar las ideas y donde es imprescindible profundizar rigurosamente en el pensamiento revolucionario cubano, latinoamericano y caribeño.

Si se asume como heredable “…aquello que contribuya a afianzar y fortalecer en el hombre sus condiciones de existencia e incremente sus grados de libertad y que axiológicamente, deba ser considerado como un valor y no como un antivalor…”3 entonces el estudio, conocimiento y dominio de la obra de los principales exponentes del pensamiento cubano y latinoamericano a lo largo de su intenso devenir histórico, es requisito insoslayable y desafío intelectual para quienes, desde las aulas trabajan con la educación, la cultura y la ciencia en nuestros días para modelar un hombre cualitativamente superior y más humano, un hombre que sin dejar de ser de estos tiempos traiga también en su quehacer y no olvide la obra grande de las madres y los padres fundadores. El pensamiento de José Martí y Fidel Castro es, por tanto, hilo conductor y pilar esencial de una herencia cuyo hálito fecundador recorre hoy el mundo. El Héroe Nacional cubano fue quien expresó: “Educar es depositar en cada hombre la obra humana que le ha antecedido, es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”.4 Y como si se continuara por el camino abonado con esta semilla de eticidad se pregunta el líder de la Revolución cubana de 1959: “...¿Qué es educar? Es preparar al hombre para cumplir sus más elementales deberes sociales, para producir los bienes materiales y los bienes espirituales que la sociedad necesita y producirlos por igual, con la misma obligación todos”.5

Aunque sobre esta temática pueden ser muy ricas las valoraciones que se ofrezcan, los siguientes apuntes moverán sus consideraciones acerca de la cultura económica como arista raigal del pensamiento de José Martí y Fidel Castro.

La cultura económica heredada por el pueblo cubano encuentra sus argumentos en la apropiación, reconstrucción y creación de un pensamiento económico revolucionario, donde las ideas económicas, políticas y éticas se articulan en una unidad dialéctica que por medio de influencias educativas transforman al ser humano y a la sociedad.

Esta peculiaridad del pensamiento revolucionario cubano, implica que algunos ideólogos de la Revolución Cubana produzcan ideas económicas sin ser economistas, las cuales aparecen estrechamente ligadas al fenómeno educativo, se destacan en este sentido las obras creadoras de José Martí y Fidel Castro.

José Martí fue sin dudas el más abarcador, crítico y analítico de todos los pensadores revolucionarios del Siglo XIX cubano. Si bien no sistematizó en una obra escrita su pensamiento económico, sus ideas en esta esfera son de vital importancia para la comprensión del sentido ético y revolucionario de muchos problemas económicos de la época que le tocó vivir, los cuales no han sido solucionados aún: el problema de la desigualdad, la explotación y avasallamiento de los pueblos más atrasados, el intercambio desigual y la tendencia hegemónica del imperialismo.

Al comprender la dialéctica de la historia y el carácter histórico concreto de la Economía, Martí pudo advertir las tendencias y movilidad de las leyes económicas en correspondencia con la época y el momento, captar la contradicción fundamental de la etapa que estaba viviendo, porque su máxima preocupación era lograr la independencia latinoamericana. Este ideal le permitió superar las ideas económicas de su tiempo.

José Martí elabora una estrategia de desarrollo para América Latina, que parte de la necesidad de una “segunda independencia”, la independencia económica; el centro de su estrategia fue un modelo agroindustrial y estaba convencido que, sin una adecuada infraestructura educacional y científico-técnica, no era posible alcanzar el desarrollo.

En su análisis acerca del papel que desempeña la economía, en especial la actividad del trabajo, de donde provienen los medios de vida que el ser humano necesita, apunta que “…la educación no es más que esto: la habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios de vida indispensables en el tiempo en que existen, sin rebajar por eso las aspiraciones delicadas, superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano”.6

Se aprecia aquí, una concepción de la educación que tiene en cuenta la educación económica, la cual no queda reducida a la adquisición de habilidades manuales para el trabajo, sino que encierra un desarrollo integral de la personalidad, que implica apropiarse de habilidades para la producción de medios de vida, tanto materiales como espirituales, expresando a su vez el sentido ético- moral de la actividad laboral, cuyo producto final es crecimiento humano.

La ética martiana, en estrecha relación con su pensamiento educativo, sirve de base al trabajo de formación de valores espirituales relacionados con la cultura económica, entre ellos: laboriosidad, justicia social, equidad, cooperación, racionalidad en el consumo, solidaridad y responsabilidad.

Valorar los días de trabajo como días de fiesta, crecimiento, benemérito, orgullo o felicidad es característico de la obra martiana; hay en ella, además, una fuerte crítica al parasitismo, a la corrupción, al afán de riquezas y de obtener dinero fácil; al respecto planteó: “…debiera sin dudas negarse consideración social y mirarse como a solapados enemigos del país (…) a los que practican o favorecen el culto a la riqueza: pues así como es gloria acumularla con un trabajo franco y brioso, así es prueba palpable de incapacidad y desvergüenza, y delito merecedor de pena escrita, el fomentarla por métodos violentos o escondidos, que deshonra al que los emplea, y corrompen la nación en que se practican”.7

El trabajo ocupa un lugar esencial en la obra martiana, sirviendo como hilo conductor en su comprensión de la esencia humana; el trabajo en Martí no solo es fuente de riquezas, es también felicidad y satisfacción, es una vía de crecimiento espiritual. Al decir: “…este sol del trabajo, esta paz del bienestar (…) de una población laboriosa”,8 comprende el valor económico, social y ético del trabajo, así en su obra se eleva esta categoría a un plano superior. Valores como la equidad, la justicia social y la responsabilidad están presentes en su obra. Abogó por la distribución equitativa y justa de las riquezas, al plantear: “…Cuba tendrá casa para mucho hombre bueno, equilibrio para los problemas sociales y raíz para una república, que más de disputas y de nombres, debe ser de empresa y trabajo”9; para Martí, el desequilibrio económico es la base de todos los desequilibrios sociales y “…todo acto equitativo en provecho de la masa laboriosa contribuye a afirmar la seguridad pública”,10 por lo que sabía que el desarrollo económico y la justicia social no podían ser espontáneos, el Estado debía asumir la responsabilidad de tales propósitos.

Esta concepción martiana superó el liberalismo económico que primaba como ideal en sus tiempos. Martí asiste al nacimiento de la nueva cultura económica capitalista basada en el consumismo, son muchos sus trabajos y crónicas que critican la cotidianidad que marca este comienzo, sobre todo basado en las exposiciones universales que revelan todas las posibilidades que tiene el consumidor. En sus obras plantea el advenimiento de un nuevo modo de distribución y consumo con el consecuente cambio de patrones y estilos de vida; el análisis de estas escenas requiere mayor atención en los momentos actuales que la “cultura del consumo capitalista” muestra sus formas más renovadas de domesticación del ser humano.

El pensamiento económico de José Martí es, sin dudas, un referente obligado para el trabajo de formación de valores espirituales relacionados con la cultura económica socialista, ya que sin haber planteado la necesidad de una nueva sociedad fue capaz de abrir las puertas del pensamiento revolucionario cubano y latinoamericano en su lucha por la emancipación social.

Fidel Castro ha insistido en la importancia de la educación económica y laboral para el desarrollo del país. Cuando, en 1960, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana expresó: “La Revolución tiene que explicarles a los trabajadores los problemas económicos para que ningún trabajador ignore las realidades económicas de la nación, las realidades económicas de la producción, los medios correctos para elevar el estándar de vida del pueblo”11; estaba trazando las líneas esenciales de la educación económica para la construcción del socialismo.

Un nuevo horizonte que comienza con la transformación cultural integral para superar la realidad capitalista y una nueva ética que se oponga a la injusticia, el individualismo, el consumismo hedonista y la despiadada competencia.

Con un profundo sentido martiano, expone que: “Educar es preparar para la vida, comprenderla en sus esencias fundamentales, de manera que la vida sea algo que para el hombre tenga siempre un sentido, sea un incesante motivo de esfuerzo, de lucha, de entusiasmo”.12 Al comprender que la educación para la vida implica enseñar al hombre la producción de los bienes materiales y que estos bienes materiales hay que crearlos con esfuerzo, “una nueva dimensión de la satisfacción humana, (…) de la valoración de las cosas, (...) que explica la ventaja del reencuentro del hombre con sus bienes”.13

En este discurso, Fidel Castro explica su concepción de educar para la vida basada esencialmente en la educación económica, la educación para el trabajo y en el trabajo, que despierte en el ser humano satisfacción, goce y placer, que van más allá del esfuerzo físico realizado hacia la creación de estados de ánimo favorables a la motivación, el entusiasmo, sin una sombra de egoísmo y lleno de generosidad.

Para Fidel Castro, nada educa y autoeduca más al individuo que su participación en la solución de los problemas, el conocimiento de los mismos y la divulgación en la medida que se realiza el trabajo. En este sentido, plantea: “consideramos esa educación para la vida y para el trabajo algo absolutamente esencial de la pedagogía revolucionaria, en un concepto inseparable de la pedagogía revolucionaria: el hábito de trabajar como algo natural, normal”.14

El vínculo entre economía y educación, presente en el pensamiento de Fidel Castro, está mediado por la ideología en su sentido más amplio. Así, en el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, planteó: “La educación económica, la disciplina laboral, la conciencia y la cultura de productores, continuarán siendo en el futuro propósitos cardinales de la educación ideológica”.15

Lo anterior implica integrar los valores espirituales relacionados con la cultura económica al aprendizaje, de manera intencionada y consciente. O sea, introducir la búsqueda de la significación social de los hechos, fenómenos, procesos y relaciones que tienen lugar en la producción, distribución, cambio y consumo de los bienes materiales y servicios, que están condicionados por la experiencia práctica, mediante influencias educativas que posibilitan su interiorización para asumir modos de actuación conscientes, en los procesos relacionados con la vida económica.

En su obra, trabaja valores como: sentimiento de copropietarios colectivos, ahorro, eficiencia, responsabilidad, laboriosidad, cooperación, disciplina laboral y calidad.

Entrando el Tercer Milenio, el pensamiento revolucionario de Fidel Castro hace más notable la síntesis creadora de la obra de la Revolución Cubana, estrechando los vínculos entre economía, educación y cultura. Así, su concepción sobre el capital humano, desde una perspectiva dialéctico-materialista y martiana, alcanza una dimensión pedagógica que se expresa en:

De este modo, el ser humano enriquecido aporta un valor agregado al servicio que presta, que no es solo económico; es esencialmente ético-moral. Este valor agregado tiene un carácter social y su beneficio no es individual, sino colectivo, para toda la humanidad.

Su esencia es verdaderamente humanista, no tiene por base el sentido mercantil ni el afán de riquezas. Su premisa básica es la existencia de un Estado que se ocupa y preocupa por su formación, renovación y desarrollo mediante la inversión en programas sociales, que enriquecen al individuo para beneficio de toda la humanidad.

“¿Dónde está el secreto? En el hecho real de que el capital humano puede más que el capital financiero. Capital humano implica no sólo conocimientos, sino también —y muy esencialmente— conciencia, ética, solidaridad, sentimientos verdaderamente humanos, espíritu de sacrificio, heroísmo, y la capacidad de hacer mucho con muy poco”.16

Conclusiones

He ahí el secreto de un pueblo que tiene como estandarte de lucha, la justicia social y la equidad y que, en el pensamiento de sus próceres más universales, esgrime como su principal fortaleza la fórmula del amor triunfante: la de construir un país donde sensibilidad y razón son las llaves que abren al hombre los tantos caminos del reino de este mundo.

 

Referencias

  1. UNAMUNO M DE. Citado por MAYOR, FEDERICO. En: “El patrimonio, memoria del porvenir”. Rev El Correo 2 de la UNESCO. Sep, París. 1997. p. 42.
  2. CASTRO F. Conferencia Magistral ofrecida en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. 24 de agosto de 1998. En: Documento Cultura y Sociedad.   VI Congreso de la UNEAC. Periódico Granma, sábado 3 7 de noviembre de l998. p. 4.
  3. GUADARRAMA P.  Herencia filosófica y socialismo: una óptica cubana. En:  Rev Islas, No. 103.  Universidad Central de Las Villas. Sep-dic. 1992. p. 185.
  4. MARTÍ J. Obras Completas. T. 8. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975. p. 281. Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 98. IBÍDEM.
  5.  CASTRO F. Discurso pronunciado en el Acto Clausura del Congreso de los Trabajadores de la Construcción. 29 de mayo de 1960. En: www.cuba.w/gobierno/ discursos/
  6.         . Discurso en Conmemoración del XI Aniversario de los CDR. 28 de septiembre de 1971. p. 17. En: www.cuba.w/gobierno/discursos/
  7.  IBÍDEM.
  8.  CASTRO F. Ideología, conciencia y trabajo político. La Habana, Cuba: Editora Política; 1987. p. 64.
  9.  IBÍDEM, p. 21.
  10. IBÍDEM.
  11. CASTRO F. La educación en Cuba. La Habana, Cuba: 1973. MARTÍ J. La América, New York, enero de 1884. En: Obras Completas. T. 8. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 427-428.
  12.  ____. La religión en los Estados Unidos. La Nación, Buenos Aires, 17 de mayo de 1888. En: Obras Completas. T. 11. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 426.
  13. ____. Progreso de Córdoba. Revista Universal de México, octubre 21 de 1875. En: Obras Completas. T.  6. La Habana, Cuba: Editorial Nacional de Cuba; 1963. p. 348.
  14.              . El Partido Revolucionario Cubano. La Habana,
  15. CASTRO F. Ideología, conciencia y trabajo político. La Habana, Cuba: Editora Política; 1987. p. 64. 15 IBÍDEM, p. 21. 16 IBÍDEM.