Varona

No.46   Enero-Junio 2008.    ISSN: 1992-82

Memorias


Doctora Cira Soto Palenque. UNA VIDA CONSAGRADA A LA FORMACIÓN MAGISTERIAL

Doctor Cira Soto Palenque. A LIFE CONSACRATED TO MAGISTERIAL FORMATION

Dr C Raúl Quintana Suárez. Profesor Auxiliar. ISP “Enrique José Varona”

Recibido diciembre de 2007   Aceptado enero de 2008


RESUMEN

El autor nos aporta una reseña biográfica y aspectos esenciales de la vida profesional y académica de la Dra. Cira Soto Palenque, Profesora de Mérito del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, pedagoga y maestra de singulares méritos personales. Una rica tradición familiar, enraizada en los más ejemplares valores patriótico- pedagógicos, que contribuyó a la formación de su personalidad, convierten a la Dra. Soto en un paradigma a imitar por las nuevas generaciones de maestros y profesores en formación y en ejercicio, partícipes en las actuales transformaciones educativas en Cuba.

PALABRAS CLAVE: profesora, Cira Soto Palenque, paradigma de educadora.

ABSTRACT

The author brings a short biography of the essential aspects of the academicals and professional life of Dr. Cira Soto Palenque, Professor Emeritus of the Superior Pedagogical Institute “Enrique José Varona”, teacher and pedagogue with singular personal merits. A long family traditional, rooted in the exemplary values of patriotism and pedagogical contributed to the formation of her personality. This allowed Dr. Soto to become a paradigm for new generations of teachers’ trainees and professors to imitate. She participated in the current transformations of the Cuban educative system.

KEYWORDS: Cira Soto Palenque professor, educator’s paradigm.


Introducción

El mero intento de abordar una u otra arista del proceso de formación de nuestra identidad cultural y nacional nos envuelve prontamente en el afán por descubrir una senda jalonada por destacadas personalidades, que dedicaron su existencia a proezas épicas, contenidas en significativos descubrimientos científicos, aportes para la humanidad, en actuaciones que marcaron toda una época por su trascendencia histórica. Ellos son los más conocidos y, con justa razón, siempre recordados con veneración.

Múltiples biógrafos, investigadores, ensayistas, periodistas y todos aquellos perspicaces escudriñadores de las raíces de nuestra cubanía, les han dedicado incontables jornadas de trabajo acucioso, plasmadas en artículos, ensayos, conferencias, reflexiones y anecdotarios. Mas existe una pléyade de peculiares personalidades que, con su hacer abnegado, trazaron caminos no menos gloriosos, aunque apenas divulgados, y que, en su anónima grandeza, irradian luz suficiente para guiar a las generaciones contemporáneas y futuras, en su acción y pensamiento.

En la práctica cotidiana del quehacer pedagógico nos dejaron la impronta de su sabia modestia, prodigaron con altruista amor, ajenos a mezquinos intereses, a varias generaciones de maestros y profesores, multiplicadores de virtudes. Son ellos –como expresara el Apóstol– los que “...por su mérito reconocido, como científicos y comerciantes, empresarios e ingenieros, como maestros, abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como hombres de inteligencia poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar sus cualidades de justicia para entenderlos”.1

Entre esas personalidades de amable cultura y dulce sencillez, se ubica, con mérito propio, Cira Delia Florinda Soto Palenque, toda una vida consagrada a la formación magisterial.

SUS PADRES: PARADIGMAS DE ESTIRPE MAMBISA

El 18 de mayo de 1895, un día antes de la caída en combate de nuestro Héroe Nacional José Martí, una joven pareja contrae matrimonio en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de La Caridad y el Apóstol San Pablo, en el pequeño pueblo de Cartagena, antigua provincia de Santa Clara, perteneciente al entonces partido judicial de Cienfuegos.2

Ella, una bella joven cubana, apenas una adolescente, América Palenque Sosa, y él, Andrés Soto Pulgarón, en la plena juventud de sus 26 años, nacidos en La Habana y Cartagena, respectivamente. Del matrimonio nacerían nueve hijos, el primero de los cuales, José Andrés, nacido el 3 de mayo de l896, moriría de hambre y paludismo en los Montes de Poza Redonda, en tierra mambisa, en los límites entre Placetas y Sancti Spíritus, como una víctima más de la Reconcentración de Weyler.

Tanto Andrés como América, con activa participación en la Guerra del 95, educarían a sus hijos en el paradigma de la ideología mambisa.

América, la madre, amerita por sí misma, un ensayo biográfico propio, como mambisa de arraigado patriotismo, martiana ferviente, testigo excepcional de los preparativos de la “guerra necesaria” y maestra de vocación.

Como ella misma relatara a sus luminosos 94 años: “Nací en La Habana el primero de noviembre de l878. En ese año se había firmado la Paz del Zanjón, o sea, se había dado fin a la Guerra de los Diez Años. Mi padre era español, pero mi madre era cubana. Se había perdido la guerra, y cuando empecé a tener cono- cimiento de las cosas que se hablaban, comprendí que mi pueblo, donde yo había nacido, estaba triste, no podía conformarse, la lucha tenía que seguir.3

Su padre, Don Clemente Ildefonso Palenque Madrazo, natural de Hoz de Marrón, en la cantábrica provincia de Santander, se desempeñó como juez de paz, vista de aduana y al final, al perder su empleo, laboró como comerciante y dueño de una pequeña tabaquería, en Cárdenas, a donde se trasladaría con su familia. En l884 muere de disentería, dejando a su familia en penosa situación económica. América contaba entonces apenas seis años de edad.

De la misma enfermedad morirían dos de sus tres hermanos, un varón y una hembra, de siete y nueve años, respectivamente. Quedaría Alfredo, que con solo 14 se incorporaría a las tropas de Máximo Gómez, a su paso por la región central, a finales de 1895.

A Cartagena se trasladó la familia en l887, necesitada del apoyo económico de los tíos paternos. Al ya conocer los rudimentos de lectura y escritura, la madre la retiró de la escuela “...donde ya no aprendería más de lo que sabía”.4 De 1892 a l895 la familia vivió en Cruces, donde América, a los l4 años, conocería a su futuro esposo. Durante esa etapa, colaboró en los preparativos de la nueva contienda, en la zona de Lajas-Cruces, organizados por los patriotas Federico Zayas Piloto e Higinio Esquerra. Este último alcanzaría los grados de general del Ejército Libertador, años después. Una de las diversas tareas revolucionarias desempeñadas por la adolescente América, era distribuir y divulgar el contenido del periódico Patria, editado por Martí, en New York.

América y Andrés deciden casarse, a los pocos meses de iniciada la Guerra del 95. Al respecto Andrés le expresó: “Vamos a casarnos. Así cuando me vaya para la guerra puedo llevarte”.5

El 3 de mayo de l896 nació en Placetas el primer hijo del matrimonio, José Andrés. En septiembre del propio año, América con su pequeño hijo de apenas cuatro meses de edad, marcha a unirse con su esposo, en los campos de Cuba Libre. Contaba entonces apenas 17 años y acababa de perder a su madre.

Los relatos de América sobre las calamidades padecidas en la manigua bajo el hostigamiento de las tropas españolas y las trágicas secuelas de la Reconcentración de Weyler, resultan conmovedores.

El 27 de noviembre de l897, muere de hambre y paludismo, el primogénito, de solo año y medio. Como ella misma relata:

“Volvimos al rancho que teníamos anteriormente. Era bueno pues tenía una cama y tres taburetes. Un día vi que el niño tenía fiebre; estaba decaído. Ese día a mí me subió la fiebre. Noté que no tenía leche. Se habían secado los pechos. No tenía con que alimentarlo. Se me agravó... y se me murió. Andrés al ver que yo seguía enferma me dijo:

“-Lo mejor es que vayas a casa de mi familia para que te cures y puedas volver.

“Pero yo no lloraba ni daba ningún grito por la muerte de mi hijo. Me conformé porque así es la guerra”.6 América, atormentada por la pérdida del hijo, la propia enfermedad y el deber de esposa, no quería abandonar el campamento mambí. Ante lo cual, Andrés le expresó: “Si quieres, quédate. ¡Aquí moriremos los tres!”7

Acordaron en definitiva que ella se uniera a un grupo de campesinos refugiados que marchaban a Placetas, para recuperarse del paludismo y la desnutrición.

En el camino encontró un cuadro dantesco: una familia refugiada en un miserable bohío, abandonado por sus moradores desde hacía mucho: una mujer de parto, el esposo y sus pequeños hijos.

Relata América:

“Nació la criatura. Miré al hombre y me di cuenta que estaba hinchado, amarillo. Estaba muy enfermo. Miré de nuevo a los niños que seguían sentados en el taburete y tenían el mismo color...

“Le pregunté a la mujer qué quería que hiciéramos con la niña. Ella me dijo:

“No le haga nada. ¡Ella se va a morir!

“Pero, ¿no le vas a dar el pecho? -inquirí. “¡No! ¡Ella se tiene que morir ¡”8

América sobrevivió a la guerra, mantuvo su matrimonio durante 66 años y parió numerosos hijos. Compartió la atención a la familia con la frustrada vocación magisterial, hasta su muerte, muchos años después.

Resulta evidente la meritoria influencia que ejerciera esta madre ejemplar en la inclinación pedagógica de sus hijas Cira Delia Florinda, Elodia y Paulina, maestras de hermosa ejecutoria, en diversos campos de la educación. Como expresase la propia América, en entrevista periodística: “Yo lo que anhelé toda la vida fue ser maestra. Para mí es la carrera más linda. El maestro forma seres humanos, al igual que los padres. Esa es una obra más grande que escribir un libro”.9

El 12 de enero de 1973, pocos meses antes de su muerte, América recibió, en su humilde vivienda de Lawton, una carta del historiador Pedro José Cantón Navarro, en que este le expresa:

“Hace muy pocos días tuve el placer de leer en la Gaceta de Cuba Nro. 106 del mes de octubre de l972 un trabajo suyo titulado Mis recuerdos desde el Zanjón hasta 1899 y que aparece también con otro título: Memorias de una mambisa....

“.  Según pude observar, su trabajo recibió el merecido premio de testimonio del Concurso XII Aniversario de la FMC y también he podido conocer, por medio de este periódico, que desde hace años Vd. ostenta la Orden de Gran Dama y Corazón de Púrpura otorgada por los gloriosos veteranos de nuestra guerra de l895 a l898, y además, pude saber que su esposo fue teniente del Ejército Libertador y que fue oficial Cruz de Honor de la Orden de Mérito Mambí “. Consideramos que esos amplios relatos suyos, sus Recuerdos desde el Zanjón hasta l899, como Vd. lo titula, ha sido un trabajo muy importante; en el mismo va detallando Vd. con minucioso cuidado, sus inolvidables y penosos recuerdos, que Vd. todavía, a sus 93 años de edad, no ha olvidado”.10

Resulta notable que en la actualidad, aún Cira, en compañía de sus inseparables hermanas Paulina y Elodia, en su acogedora vivienda de Playa, siempre afable y propicia a la conversación, rememora con admiración a la madre mambisa con alma de maestra.

E inmediatamente vienen a la mente las palabras de América: “…soy patriota desde que tengo uso de razón”.11

Respecto al padre, Andrés Soto Pulgarón, este nació en Cartagena, antigua provincia de Santa Clara, el 28 de noviembre de 1869. Sus progenitores, Don José Fran- cisco del Rosario Soto Ronquillo, natural de Sancti Spíritus, y Doña Celaya Paulina Pulgarón Abreu, natural de Camarones, en la entonces provincia de Santa Clara.

Andrés quedó huérfano a los cuatro meses de nacido al morir su madre de viruela, con solo 18 años de edad, quedando desde entonces al cuidado de una tía. Otra tragedia conmovió a la familia casi por la misma fecha, aproximadamente en 1870, al fallecer un tío paterno, de 22 años, a causa de la misma enfermedad, así como su novia, que quiso acompañarlo en su lecho de enfermo.12 Andrés, a los pocos meses de su casamiento con América, se incorpora a las tropas, que en Sancti Spíritus organizaban Marcos García y Serafín Sánchez, con el objetivo de incorporarse a las tropas de Maceo y Gómez, en la invasión a occidente, a su paso por la zona. Esta proeza militar, iniciada en Mangos de Baraguá el 22 de octubre de l895 y que culminara en Mantua, el 22 de enero de l896, aún hoy es considerada una sin par hazaña, considerando la desigual correlación de fuerzas y equipamiento entre las tropas contendientes.l3 Las tropas invasoras, evitando confrontaciones desgastantes a su paso por Camagüey, cruzaron la aparentemente inexpugnable Trocha de Júcaro a Morón, por dos puntos distintos y con pérdidas mínimas, al amparo de la noche, el 29 de octubre de 1895, llevando la revolución a la región central. El 30 de octubre del propio año se encuentran Gómez y Maceo. En su arenga a las tropas, Gómez termina con palabras premonitorias: “¡Soldados! ¡Lleguemos hasta los últimos confines del occidente donde haya tierra española: allí se dará el Ayacucho cubano¡”14

Así, la guerra llegó a Las Villas y paso a paso las tropas invasoras se acercan a la zona espirituana.

La primera batalla significativa en la región central fue la de Iguará (3 de diciembre de 1895). Otras igualmente importantes fueron la de Manacal (11 de diciembre); la de Siguanea (l3 de diciembre), que abrió las puertas a la región de Cienfuegos, y la de Mal Tiempo (l5 de diciembre) que, tras humillante derrota, obligó al ejército español a trasladar su cuartel general de Cienfuegos a Colón.

Andrés Soto se incorpora el 23 de septiembre de l895 a la Brigada de Cienfuegos, en la que se mantuvo hasta el 1 de diciembre del propio año. Como integrante de la misma participó en los combates de “Cantabria”, en Los Tardíos (3l de octubre) y en la del Hanabanilla (l5 de noviembre), todas ellas como apoyo de los villareños a la Columna Invasora. Tuvo asimismo el privilegio de tomar parte en la legendaria Batalla de Mal Tiempo.l5

Muchos años después este publicará sus testimonios, a costa de su propio peculio, en tres libros: Corazones cubanos (1950); De la guerra y la paz (1949) y Cuba no es de los cubanos.

El primero de agosto de l898, por orden firmada por Bartolomé Masó, entonces Presidente de la República en Armas, el subteniente Andrés Soto es ascendido al grado de Teniente de Caballería del Ejército Libertador.16 En la pseudorrepública trabajó como empleado público, sin nunca aceptar una prebenda, no obstante conocer a muchos influyentes personajes de la época. Sus hijas Cira, Elodia y Paulina aún le recuerdan, a varias décadas de su muerte, acaecida a inicios de 1960, como un hombre recto, austero y justo.

Cuando, ciego y enfermo, a principios del triunfo revolucionario, sus hijas insistían en explicarle los cambios radicales llevados a cabo en el país, el anciano patriota les replicó como conclusión definitiva: “No me digan más nada, que ya yo soy comunista”.17

MOMENTOS SIGNIFICATIVOS DE LA VIDA DE CIRA SOTO PALENQUE

Conversar con Cira Soto es un placer y un compro- miso. Placer pues, en sus ojos vivaces, negados a la opacidad de los años, se nos revela la tríada prodigiosa del tiempo, como un todo enrrumbador de utopías alcanzables. Paradigma de educadora, de hablar pausado y culto, sin pedantismo. Con esa sabiduría amiga que nos atempera el ánimo, frenando todo desasosiego.

Compromiso, pues su interlocutor, si es prudente, cuida por decisión propia, de la corrección del habla, del tono y volumen apropiados (tan propenso en los cubanos al exceso) y de no pretender coloquios “esnobistas”.

Estamos ante una personalidad con amplios conocimientos de la gramática castellana, de las formas y modos de entonación, formadora de varias generaciones de maestros y profesores, empeñada siempre en la ardua tarea de enseñar a leer, a escribir y a hablar con corrección.

En definitiva, cualquier prevención se disipa, ante su sencillez amable, propia de personalidades de singular excepcionalidad. Al hacer válida la prédica martiana de que “honrar, honra”, deseamos aportar a las nuevas generaciones de maestros y profesores, el conocimiento de la vida y la obra de esta maestra de estirpe mambisa.

Retomemos el hilo conductor ya iniciado con la reseña biográfica de sus padres.

La joven pareja integrada por América y Andrés, culminada la guerra, se establecen en Cienfuegos, donde este labora como empleado público del ayuntamiento local. Posterior a la muerte del primogénito José Andrés, en tierra mambisa, América da a luz sucesivamente a Carlos Alfredo, en Cruces en 1900; Oscar Armando, en Cienfuegos en 1902, quien falleció de tétanos apenas unas semanas de nacido; América de los Ángeles, en Cienfuegos en 1903; Enrique Agustín, en Cienfuegos, en l906; Dora Elisa Margarita, en Placetas en 1909; Cira Delia, en Cartagena en 1911; Paulina, en Cienfuegos, en 1913 y Elodia, en Cienfuegos en 1917.

Dado que la familia acostumbra vacacionar en Cartagena, donde residen parientes paternos, la joven América comienza a sentir los dolores del parto, el 21 de julio de 1911, dando a luz una niña que inscriben como Cira Delia Florinda.

La niña cursa sus primeros años en un ambiente familiar muy favorable. En la acogedora casona cienfueguera se respira el amor y el mutuo respeto, con las noches amenizadas por relatos de la guerra o remembranzas de sus grandes personalidades. Las figuras de Martí, Gómez y Maceo constituyen con frecuencia el centro de las conversaciones. Todo ello perdurará en la formación martiana de Cira.

Cumplidos los siete años, inicia sus estudios primarios en la escuela local “Elisa Bowman”, regida por la iglesia metodista cienfueguera, donde la enseñanza religiosa era opcional. Su padre, de marcada tendencia anticlerical y ateísta, rasgo bastante común entre los patriotas de principios de siglo, la considera la mejor opción, dada la lamentable situación educacional en la naciente pseudorrepública.18

La preparación profesional para los maestros durante la colonia era prácticamente inexistente, lo que se hacía más caótica en la enseñanza elemental, afectando particularmente a los sectores más humildes de la población. En 1917 es que se crean las primeras Escuelas Normales de Maestros en La Habana y posteriormente en las restantes provincias, con capacidad máxima de 50 estudiantes cada una, exigencia para el ingreso de 6to. grado y separación por sexos.

La ley propuesta por Manuel Sanguily, senador y patriota, es aprobada por el congreso en 1915. A lo anterior se suma la falta de voluntad política de los gobiernos por encarar el serio problema de la falta de maestros y su insuficiente preparación profesional.

La niña sorprendió a todos, desde los primeros momentos, por sus notas sobresalientes y una dedi- cación al estudio poco común. Ya desde entonces afloraban en la personalidad de Cira: perseverante, sistemática, acuciosa, sencilla y solidaria.

Aún rememora Cira con amor a sus maestras cubanas. Conserva el grato recuerdo de la maestra Lolita, hija del general mambí Higinio Esquerra, o a la amable Asunción. Solo una excepción no grata; la de la maestra norteamericana de segundo grado, que les confesó estar sorprendida, pues esperaba tener que darle clases a “indios con plumas”.

Desde sus más tempranos años adquirieron ella y sus hermanos, el hábito de la buena lectura, que transitaba desde las aventuras de Salgarí a las fantasías de “capa y espada” de los Dumas.

Culmina en definitiva sus estudios primarios en 1925, apenas cumplidos los 13 años.

En esa época culmina Alfredo Zayas su período presidencial, en medio de convulsiones políticas y escándalos públicos, e inicia su trágico mandato el tirano Gerardo Machado. A su vez Julio A. Mella, junto con Baliño, funda el primer Partido Comunista y el país va conformando su identidad cultural sobre sólidas bases. Regino Boti ya ha publicado “El mar y la montaña” y Agustín Acosta culmina su emblemática obra: “La zafra”. Don Fernando Ortiz escribe “Glosario de afronegrismos” (1924) y” Catauro de cubanismos” (1924). En el ámbito musical, Amadeo Roldán da término a su “Obertura sobre temas cubanos” (1925) y trabaja en la “Rebambaramba”, piezas antológicas.

En el curso escolar 1925-1926 matricula Cira en un centro privado cienfueguero de Segunda Enseñanza, aunque los exámenes finales deben ser aplicados por profesores del instituto de Santa Clara.

Regía entonces el llamado Plan Varona, que se propone desterrar el verbalismo y el formalismo y hacer la enseñanza más científica y experimental. El destacado pedagogo, como miembro del gabinete del general Leonard Wood durante la primera ocupación norteamericana, estuvo responsabilizado de aplicar las necesarias reformas en la Enseñanza Media y Superior; tomó como base, para ello, sus propias concepciones filosóficas de “positivismo aplatanado”, progresistas para la época. Este plan se mantuvo vigente en lo esencial hasta 1937.19

Debemos recordar que al instaurarse la república mediatizada existían los seis institutos de Segunda Enseñanza creados por la Ley Española de Instrucción Pública de 1857 (La Habana, Matanzas, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba) y la similar de 1880, que propició la fundación de similares centros educativos en Pinar del Río y Santa Clara. Los mismos aún tenían serias insuficiencias de capacidad, organizativas, planes de estudio obsoletos y mínima matrícula.20

Cira, en definitiva, cursa el primer año con notas sobresalientes. En 1926 la familia se traslada a la capital para facilitar la continuidad de estudio de sus hijos, estableciéndose en una modesta vivienda en la calle Teniente Rey, entre Bernaza y Monserrate, muy cercana al ya existente Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde esta matricula el segundo año, en el curso escolar 1926-1927.

A la adolescente, curiosa pero retraída, le cuesta adaptarse a la vida algo turbulenta de la capital. Culmina sus estudios de bachillerato en 1929, con resultados excelentes, lo que no constituye una sorpresa para la familia.

En aquellos años los institutos de Segunda Enseñanza estaban bajo un régimen semimilitar y eran dirigidos por oficiales del ejército. El instituto de La Habana estaba rectorado, en aquellos años turbulentos, por un alto oficial de apellido Espinosa, según nos relataba Cira. El uniforme de las muchachas se componía de una saya de color azul prusia, con listones en los bordes según el año que se cursara, blusa blanca y botines cerrados hasta los tobillos. En los pasillos realizaba su sistemático recorrido, una profesora, veladora severa, siempre atenta a que las faldas no sobrepasaran la media pierna.

Para el profesor de Historia, de apellido Oñate, resultó una sorpresa la brillante explicación que, sobre los acontecimientos de la memorable “Noche de San Bartolomé”, realizase aquella alumna de las últimas filas, proveniente del interior y generalmente callada. Era costumbre en la época que los estudiantes ocupasen asientos en el aula de acuerdo con el orden alfabético de sus apellidos, lo que condenaba irremisiblemente a Cira, al fondo del aula. Este nunca logró despejar la duda si esta recibía clases particulares, a todas luces infundada, no solo por innecesario, sino por estar fuera del alcance económico de la familia.

A punto de matricular en la Universidad de La Habana, en el curso escolar 1929-1930, se le presenta a Cira la disyuntiva de la carrera a estudiar. Se inclinaba, entonces, por la arquitectura, siguiendo el ejemplo de su hermano Enrique, pero su padre, hombre realista, la persuadió que esta no era la mejor opción, en una sociedad clasista donde se requerían relaciones de las que ellos carecían o prestarse a componendas y corrupciones con los gobiernos de turno. En definitiva, la convenció de que sería más apropiado escoger Pedagogía, que “quizás le dé la oportunidad de llegar a ser directora de escuela”. Cira cumple los deseos del padre, aunque no obstante decide matricular, además, la carrera de Filosofía y Letras, por la que siente entonces mayor inclinación.

Logró aprobar el primer año en ambas carreras con sobresalientes resultados.

En los inicios del curso escolar 1930-1931, se dicta la suspensión de clases en la Universidad de La Habana y centros de Enseñanza Media con motivo de la multiplicación de actos de repudio al machadato por el asesinato del estudiante Rafael Trejo. Esto le impide la continuación de los estudios tan satisfactoriamente iniciados.21

En la etapa comprendida entre los años l930 a 1933, Cira trabaja como maestra primaria en la escuela “Soto”, fundada por la familia. Esta radica en la planta baja de la nueva residencia, sita en la calle Cristo 14, en La Habana Vieja, muy cercana al parque del propio nombre. En la misma, laboran como maestros, de una u otra forma, toda la familia, incluida América, que da clases de corte y costura, y que según relatan sus hijas, amaba el ambiente escolar y organizar fiestas infantiles en el patio de sombra acogedora.

Como maestra de Historia, Cira se vincula aún más a las figuras de los maestros-patriotas conformadores de nuestra identidad cultural y nacional, como Caballero, Varela, Arango y Parreño, Saco, Luz y Mendive, entre otros; y por supuesto, a José Martí, a quien siempre se guardó y rindió especial veneración en el seno familiar. Laborará también como maestra en la otra escuela fundada por la familia y bautizada como “América”, en honor a la madre, sita en la nueva vivienda de San Lázaro 1008, mientras el hermano Enrique se hace

cargo de la dirección de la anterior.

Esta labor y sus iniciales estudios pedagógicos ya despiertan en Cira su vocación magisterial, aunque sin inclinaciones específicas. Esta reinicia sus estudios en la Universidad de La Habana, en el curso escolar 1933- 1934, en una época plena de acontecimientos trascendentales.22

En ambas carreras tuvo el privilegio de contar, como profesores, con importantes personalidades intelectuales de la época, de relevantes roles en los campos de la docencia, la política o la cultura, en general. Mencionemos entre ellos al Dr. José A. Portuondo, profesor titular de Estética; Dr. Salvador Massip, en la cátedra de Geografía; el Dr. Maza y Artola, en Griego; el Dr. Manuel Bisbé, también en Griego; el Dr. Dubuchet, en Historia; la Dra. Vicentina Antuña, en Latín; el Dr. Martínez, padre del destacado dirigente comunista Rubén Martínez Villena, en Pedagogía, así como la Dra. Camila Henríquez Ureña, en la propia especialidad.23

El Dr. José A. Portuondo, que elogiaba la mente científica de Cira, le propuso que al graduarse, quedase como profesora auxiliar de Estética, lo cual no acepta, ya que era un cargo sin sueldo y le imposibilitaba ayudar económicamente a la familia.

Culminan sus estudios universitarios en el curso 1936-1937, salvo breves interrupciones, dada la convulsa coyuntura política de la época.

Con la ayuda de relaciones personales del padre, inicia su desempeño como profesora de letras (sin salario), en el instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, durante los cursos escolares 1938-1939 y 1939-1940. La positiva influencia de los docentes de la cátedra, con los que compartió en esa etapa, particularmente con la Dra. López, profesora de Gramática, la inclinaron definitivamente por esa especialidad.

A partir del curso escolar 1940-1941 comienza a trabajar, por primera vez con sueldo, como profesora auxiliar en la Escuela Normal de Maestros de La Habana, ubicada en esa época, en la conocida como Finca Durañona, en el municipio de Marianao, cerca del Puente de la Lisa, lo que la vincula a un aspecto trascendental en la esfera educacional: la de la formación de maestros y profesores, que será la esencia de su actividad docente. La Escuela Normal de La Habana solo tuvo edificio propio desde 1944. Según datos oficiales, dicho centro contaba en el curso escolar 1943-1944 con 1 459 estudiantes que se incrementó a l 661, en el curso escolar 1949-1950. En todo el país la matrícula en las seis escuelas normales entonces existentes ascendía a 3 631 alumnos, en el propio curso escolar 1943-1944. En el año escolar 1951-1952 el claustro contaba con 150 profesores titulares y 133 profesores auxiliares, nacionalmente. La Escuela Normal de La Habana poseía entonces l25 profesores, de ellos, 75 titulares.24 Recuerda Cira con respeto y admiración la positiva influencia que en ella ejerciera, como profesora novel, la Dra. Carolina Poncet, jefa de la cátedra de letras y profesora titular durante muchos años en la Normal de La Habana. En la década de los 40 era miembro también del claustro del centro, junto con otras personalidades, el Dr. Juan Marinello, profesor titular de literatura. Cira aún conserva su imagen, como persona de vasta cultura, respetuosa, de visión política muy adelantada para la época y renombrado dirigente comunista, respetado hasta por sus propios enemigos.25

En más de una ocasión, el claustro se prolongó durante horas, al entablarse polémicas discusiones sobre temas diversos del acontecer nacional, entre el grupo de profesores de ideas más progresistas nucleados alrededor de Marinello y la parte del claustro más conservador e incluso reaccionario, Cira reconoce que aún en esos tiempos carecía de una conciencia política avanzada, aunque poseía una visión crítica ante todo lo que lastrara el progreso del país, tanto en lo económico, lo político como lo social.26

En agosto de 1941 contrajo matrimonio con Gerardo Pallí López, de cuya unión nacieron dos hijos: Isidora, en 1945 y Gerardo, en 1946. Este último perdería la vida en trágico accidente, contando tan solo cinco años de edad, lo que marcó la vida de Cira, de modo tal que su solo recuerdo humedece sus ojos.

Por consejo familiar y más para ocupar su tiempo ante el dolor que por problemas económicos, comenzó a compartir su labor docente en la Normal de La Habana, con el de profesora de letras en el centro privado “Columbus High School” donde impartió la especialidad en todos los años del bachillerato. Para asombro de todos, nunca uno de sus alumnos desaprobó en los exámenes oficiales aplicados por profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, como estipulaban las leyes escolares entonces vigentes.

En esos años comienza Cira a aplicar sus ideas innovadoras en la enseñanza de la asignatura, motivada por la antológica obra Gramática Castellana de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, así como con la utilización de métodos novedosos impulsados por el reconocido filólogo y fonetista español Tomás Navarro Navarro. En todos los casos, sustituye la diligente profesora, los textos originales de las obras, ajustados a otros contextos, por aquellos fundamentados en el ideario martiano y de otros relevantes forjadores de nuestra identidad cultural y nacional, con una inapreciable significación axiológica.

Las concepciones entonces vigentes en la enseñanza de la asignatura en los centros docentes cubanos y en particular, en las escuelas normales, adolecían de ciertos esquematismos en el tratamiento del contenido por muchos profesores. Como explican los propios autores de la citada obra en su introducción “A los profesores”: “Las doctrinas gramaticales del presente manual no siempre son las que uniformemente se repiten en los demás. Es sabido que, por la enorme profusión de la enseñanza gramatical cuyo profesorado es numerosísimo y de muy variada preparación, en ninguna otra disciplina cuesta tanto esfuerzo desterrar un error o quebrantar la venerable rutina”.27

A ese enfrentamiento cotidiano contra la “venerable rutina” se dedicó la profesora Cira Soto con igual empeño y enfrentando toda clase de prejuicios, algo común ante lo novedoso. La compleja labor se apoyaría en sus conocimientos musicales, al ser graduada de piano, lo que ayudaría a los estudiantes en la entonación más correcta, con una metodología sencilla y asequible a todos.

Durante la nefasta dirección de la Dra. Isolina Díaz al frente de la Escuela Normal de Maestros de La Habana, triste personaje incondicional a la dictadura batistiana y que entronizó una política de corrupción y nepotismo en dicho centro, la profesora Cira Soto no solo se mantuvo al margen de tales turbios manejos, sino que asumió una actitud de sistemática crítica. Ello le valió que, al triunfo de la Revolución, estuviese entre los seleccionados para integrar el tribunal de profesores encargado de juzgar esas tropelías.

En la Historia me absolverá, ya Fidel Castro había abordado la precariedad del sistema educacional en Cuba, como una consecuencia de politiquería, corrupción y represión violenta que identificaba al batistato y que la acción del Moncada se proponía erradicar:

“Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra, para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad donde no hay industrias, para qué se quieren escuelas industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda (...) A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el propio maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo, el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?”28

Y en busca de la “patria grande” con que Martí soñara, triunfó la Revolución el 1ro. de Enero de 1959. Una de las tareas principales, ya contenida en el Programa del Moncada, era hacer asequible la educación a todo nuestro pueblo y, para ello era necesario, aún más que crear aulas, formar maestros. La idea de Fidel consistía en el hecho de que, donde existiese un maestro y un grupo de alumnos, ya había un aula. Y así ocurrió en los años iniciales en las zonas más recónditas del país. ¿Cómo formar maestros con la celeridad y la cantidad necesarias, y además, el que estuviesen dispuestos a impartir clases en las zonas más apartadas, que aún carecían de los mismos?

Desde los primeros años de la Revolución, distintas medidas se tomaron para cambiar tal estado de cosas.

El Ministerio de Educación se estableció simbólica- mente en la antigua jefatura del estado mayor del antiguo ejército, en el tristemente recordado Campamento Militar de Columbia, fundado por las tropas de ocupación norteamericanas y escenario de “cambalaches” políticos y “cuartelazos” a espaldas del pueblo. Resultó designado, como Ministro de Educación, el Dr. Armando Hart Dávalos, joven abogado con activa participación en la lucha contra la tiranía.29

Muchos cuarteles se convirtieron en escuelas y centros escolares; se dio fin al robo descarado de los presupuestos escolares; se creó la Imprenta Nacional de Cuba; se impulsaron los cursos de formación regular de maestros y se crearon programas acelerados de formación emergente de maestros y profesores, dado que los existentes resultaban insuficientes para el vasto plan de educación impulsado por el Gobierno Revolucionario.

El triunfo de la Revolución es acogido, por Cira, con júbilo entusiasta. Pronto comprendió que las enseñanzas familiares sobre las gestas independentistas y el ideario mambí, expresado en las acciones heroicas de Gómez, Maceo, Martí y tantos otros patriotas de los Siglos XIX y XX, se hacían realidad.

A partir de Enero de l959, continúa ejerciendo como profesora en la Escuela Formadora de Maestros (antigua Normal de La Habana). Al principio de la Revolución existían tres tipos diferentes de centros de Nivel Medio con el perfil de formadores de maestros: las Escuelas Normales de Maestros Primarios, las Escuelas del Hogar y las Escuelas de Kindergarten, las que fueron reestructuradas.30

Al iniciarse la Campaña de Alfabetización, en 1961, en medio de agresiones, sabotajes y acontecimientos excepcionales, de especial significación para la consolidación y el desarrollo del joven proceso revolucionario, miles de jóvenes alfabetizadores, muchos de ellos casi niños, así como maestros y profesores de larga experiencia, marcharon a los más recónditos lugares del país con su farol, manual y voluntad política de ser útiles. Cira tenía el firme propósito de incorporarse a la misma, como una alfabetizadora más, pero la Dra. Dulce Ma. Escalona Almeida, entonces funcionaria del Ministerio de Educación (MINED) y reconocida pedagoga, le plantea que era necesario que se incorporara a otra tarea no menos importante: la formación emergente de nuevos profesores para la Enseñanza

Media.

Por iniciativa de Fidel se seleccionaron estudiantes universitarios de diversas facultades y el claustro quedó integrado por profesores de meritoria trayectoria en la enseñanza y en su especialidad. Integrada al mismo, la Dra. Soto no desiste de su aporte a la campaña y en sus escasas horas libres se sumó como alfabetizadora popular, enseñando a leer y escribir a varias personas en la capital.

Complementariamente, Cira laboraba como profesora en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana, desde 1962 a 1964, de la que era decana la Dra. Vicentina Antuña. En ese entonces la Escuela de Artes y Letras estaba adscripta a la Facultad de Humanidades, bajo la rectoría de otro prestigioso intelectual, el Dr. Elías Entralgo.

La inclusión de la profesora Cira Soto, en el claustro, respondió, en buena medida, a que los estudiantes reclamaban recibir una Gramática Castellana adaptada, tanto teórica como metodológicamente, a más renovadoras exigencias, como la que impartía esta, desde hacía años, en las aulas normalistas.

La Dra. Soto continuó trabajando activamente en los diversos planes de formación y superación de maestros populares, integrantes de la Brigada de Maestros de Vanguardia “Frank País” (fundada en 1962), así como de profesores de Enseñanza Media y Media Superior. En ese sentido, tuvo una destacada participación en la elaboración del contenido de Español y Literatura, editados por el MINED, en varios tomos, bajo el título de “Curso para superación de maestros” y que constituyó un aporte de excepcional valor para la formación profesional de miles de noveles maestros y profesores.

En mayo de l964, se incorporó Cira al claustro del recién fundado Instituto Pedagógico “Enrique José Varona”, en sus inicios adscrito a la Universidad de La Habana. Creado por Resolución Ministerial, junto con sus similares “Frank País”, de Santiago de Cuba, y “Félix Varela”, de Santa Clara, su propósito funda- mental lo constituyó la formación de profesores bajo nuevas concepciones revolucionarias, tanto teóricas, metodológicas como de compromiso político. El objetivo inicial de estos centros fue formar profesores de Enseñanza Media ante el crecimiento vertiginoso de la matrícula en ese nivel de enseñanza, dado el acceso de todo el pueblo a la educación.

De l964 a l97l funciona en Ciudad Escolar Libertad, la llamada Sección Básica; y la denominada Sección Superior, en la Escuela de Educación de la Universidad de La Habana (Edificio Varona), con un amplio sistema de becarios residentes en el Edificio “Someillán” y el “Mario Muñoz”. A partir de l972 se unifica su estructura con su sede central en Ciudad Escolar Libertad, en el local que ocupara el Ministerio de Educación. Se crean asimismo los cursos para trabajadores y se mantienen los regulares, con una práctica docente sumamente amplia, que necesitaba de la atención y el meritorio esfuerzo de los profesores. Las tareas del Varona en esos primeros años, que se han ido complejizando aún más con el decurso de los años y las transformaciones constantes en nuestro sistema educacional, requerían y aún lo exigen,de un claustro de prestigio, compromiso político y una vocación de entrega ético- profesional.31

La Dra. Cira Soto asumió sus nuevas responsabilidades con reconocida ejemplaridad. Durante su permanencia en el Varona, hasta su jubilación, en 1976, por problemas de salud, se desempeñó como jefe de departamento, ejerció la docencia, rectoró investigaciones vinculadas a su especialidad, participó sistemáticamente en los planes de superación para profesores noveles, confeccionó programas y planes de estudio, y cursó e impartió cursos de postgrado tanto en el extranjero como en Cuba, destacándose en esas actividades por su maestría pedagógica y sentido de responsabilidad.

En l984, por su relevante trayectoria, se le confirió el grado científico de Candidata a Doctora.

Con fecha 5 de marzo de 199l, el entonces ministro de Educación Luis I. Gómez Gutiérrez, autoriza se le otorgue la Categoría Especial de Profesor de Mérito del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, al tenerse en cuenta “su larga trayectoria al servicio de la educación de nuestro país, en la cual se ha distinguido como ejemplo de educadora cubana”.

Por Resolución Rectoral 046 de 1991 del Dr. Ramón Rodríguez Hermida, el acuerdo se hace efectivo en acto solemne el l0 de abril del propio año.32

Por su trayectoria y lealtad inquebrantables a la Revolución Cubana y a su política educacional, que aún mantiene en la juventud indoblegable de sus 94 años, la Dra. Cira Soto obtuvo la Medalla por el XX Aniversario de la Revolución Cubana; la 23 de agosto, conferida a propuesta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC); la Medalla de la Alfabetización, la Orden “Rafael María de Mendive”; la “28 de septiembre” (como fundadora de los Comités de Defensa de la Revolución); la Medalla “José Tey” y la Medalla por el 250Aniversario de la Universidad de La Habana.

El 6 de diciembre del 2004, en acto solemne efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el Comité Organizador del VIII Congreso Internacional de la Sociedad Española de Didáctica de la Lengua y la Literatura, auspiciado además por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y del Caribe, la Universidad de La Habana y el Instituto Superior de Arte otorgaron un diploma de reconocimiento a un reducido grupo de pedagogos cubanos, incluida la Dra. Cira Soto Palenque, “Por dedicar su vida a la enseñanza de la Lengua y la Literatura y contribuir a desarrollar, desde la investigación y la práctica pedagógicas, novedosos e imprescindibles enfoques”.

En consideración a esta fecunda trayectoria académica e investigativa y a sus meritorios aportes a la formación y la superación de maestros y profesores, a partir de un indeclinable compromiso político, el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación y la Cultura (SNTEC) y la Asociación de Pedagogos de Cuba (que la reconoció como una de sus fundadoras) le otorgó a la Dra. Soto el alto honor de incluirla, al igual que a su hermana Elodia, entre “Los 100 maestros más destacados del Siglo XX”.

Cira se mantuvo estrechamente vinculada a las organizaciones políticas y de masas de su comunidad, en el municipio de Playa, particularmente.

Quisiéramos concluir con la valoración formulada por la Dra. Rosario Mañalich, en su emotivo escrito “Adiós maestra”:

Cuba ha tenido grandes docentes. En Gramática aflora un paradigma en el orden científico y profesional: la Dra. Cira Soto Palenque. Todo su discipulado recuerda sus clases, pero formando parte de ella, su bien peinado moño, sus trajes sencillos acordes con la figura y el movimiento de sus manos, un verdadero arte, sólo comparables a las armonías de su voz. Cómo dice el marxismo, contenido y forma son una unidad y la presencia personal del maestro se vincula a aquel momento mágico de la clase que hace de ella una obra de arte y del maestro un artista. Si se hiciera un recuento de los profesores formados por la Dra. Soto, se constataría esa influencia de contenido y forma”. 33

Poco tiempo después de redactado este trabajo (antes de salir a la luz esta publicación), la doctora Cira Delia Florinda Soto Palenque falleció en La Habana, en mayo del 2008.

Referencias y notas

  1. MARTÍ J. Vindicación de Cuba. Cuadernos Martianos. T.
  2. III. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2000. p. 100.
  3. En l827, bajo el gobierno de Dionisio Vives, se divide por primera vez el territorio cubano en tres departamentos: Occidental, Central y Oriental. En l85l, en tiempos del general Concha, se suprime el Departamento Central, incluyéndose hasta el actual Camagüey, en el Departamento Occidental. Por Real Decreto del 9 de junio de 1878 se crean las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Santa Clara, Puerto Príncipe y
  4. Santiago de Cuba. En las constituciones mambisas, solo en la de Guáimaro (1869) se aborda el tema en sus artículos 2 y 3, creando los “estados” de Occidente, Las Villas, Camagüey y Oriente (ni departamentos, ni provincias). La Constitución de 1901 mantiene la división en seis provincias y con los mismos nombres fijados en l878.  La Constitución de 1940 respeta la división en provincias, pero cambiando las denominaciones de Santa Clara, por la de Las Villas; Puerto Príncipe por Camagüey y Santiago de Cuba, por Oriente. En l976, la Asamblea Nacional del Poder Popular, de acuerdo con la Constitución Socialista, aprueba la División Político- administrativa, que estipula la creación de l4 provincias (tal como las conocemos hoy) y el Municipio Especial de Isla de la Juventud.
  5. Relato a la periodista y escritora Iris Dávila, autora del trabajo aparecido en la revista Mujeres, en 1972, titulado: “94 años de juventud”.
  6. La desidia de las autoridades coloniales españolas por la educación en Cuba era proverbial, a pesar de los esfuerzos de la Sociedad Económica de Amigos del País y particularmente de su Sección de Educación (1816). Si   en 1887 solo habían registradas oficialmente 779 escuelas primarias en el país, con una matrícula  de  3 000 niños, a fines de 1898 estas eran solo 541, con tasas de analfabetismo del 64 por ciento para la población blanca y de hasta el 95 por ciento para la población negra. Consultar en la obra de García J G , “Bosquejo histórico de la educación en Cuba”. La Habana, Editorial Pueblo y  Educación,  1978.  Capítulo II, epígrafe 12: “Recuento y balance del estado de las formas escolares en la educación durante el Siglo XIX”. 5Tomado del testimonio escrito por América Palenque, titulado “Mis recuerdos. Del Pacto del Zanjón hasta l899”, premiado en el Concurso XII Aniversario de la FMC (1972) y publicado en las revistas Mujeres y Gaceta de Cuba, Nro. 106 del propio año. En esta última publicación aparece bajo el título “Memorias de una mambisa”.
  7. IBÍDEM.
  8. IBÍDEM.
  9. IBÍDEM.
  10. IBÍDEM.
  11. Tomado de la carta original, facilitada por la Dra. Cira Soto al autor.
  12. IBÍDEM.
  13. Como bien expresa el Dr. Fernando Portuondo en su Historia de Cuba, editada por el Instituto del Libro, La Habana, 1968 (p. 550-551):
  14. Las enfermedades endémicas en Cuba, en la época colonial, como la fiebre amarilla y el vómito negro, diezmaban en cíclicas epidemias a la población y se ensañaban con especial fuerza con las tropas españolas, poco habituadas a nuestro clima. Una estadística oficial española reconocía en 1897, poco antes de finalizar el mandato de Weyler, que en Cuba habían fallecido 13 000 soldados de fiebre amarilla y 40 000 de otras enfermedades en el curso de la guerra”.
  15. Ampliar en la obra de Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola Vega, “Historia de Cuba”, capítulo III, epígrafe III: “La invasión: tres meses fundamentales en una revolución anticolonial”. La Habana, Editorial Pueblo y Educación; 2001.
  16. Esta arenga a las tropas, pronunciada el 30 de noviembre de 1895, ocurre ante el recién constituido gobierno de la República en Armas con la presencia de Antonio Maceo. Tuvo lugar en la zona de Sancti Spíritus. José Miró Argenter, en su invalorable “Crónicas de la guerra” la reproduce íntegramente. Ver T. I. Capítulo XVIII titulado “Máximo Gómez”. La Habana, Editado por Instituto del Libro, 1970.
  17. Se puede ampliar en la obra de José Miró Argenter. T. I. Capítulo XVIII “Famosa jornada de Mal Tiempo”.  l6El autor consultó el documento original facilitado por    la Dra. Cira Soto.
  18. Testimonio oral realizado por la Dra. Elodia Soto Palenque, hermana de Cira, al autor, pocos meses antes de su lamentable fallecimiento.
  19. El estado de la educación era desolador en Cuba en los años finales del Siglo XIX, cuando los norteamericanos ocuparon nuestro territorio. El censo de 1899 arrojó un resultado de 60,9 por ciento de analfabetismo. Solo el 5 por ciento o 6 por ciento de los niños asistían a las aulas, que estaban reducidas a 312 en esa época. Consultar la obra de J. G. García Galló (ya citada). Capítulo III. Epígrafe 1 (p. 49 a 51).
  20. El plan Varona para la Segunda Enseñanza, vigente en lo esencial hasta 1937, se propuso desterrar el verbalismo y el formalismo, y hacer la enseñanza más científica y experimental. El plan de estudios constaba de 14 asignaturas, repartidas en cuatro años de estudios. Consultar: García M. Historia de la nación cubana. T. X. Capítulo II. La Habana, Cuba: Editorial Historia de la Nación Cubana, S. A.; 1952. p. 79-82.
  21. IBÍDEM.
  22. TABARES J A. La Revolución del 30: sus dos últimos años. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975. p. 116, 122-123.
  23. Acerca de esta pléyade de maestros y patriotas y personalidades fundadoras de nuestra identidad existe una amplia bibliografía. Nos limitaremos a recomendar la del doctor Armando Hart Dávalos en su libro Perfiles, La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2002. La del doctor Rolando Buenavilla Recio, su obra La lucha del pueblo por una escuela cubana, democrática y progresista en la república mediatizada. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1995. p. 23.
  24. La composición del claustro universitario, tanto en calidad académico-docente como en militancia política, variaba de acuerdo con el propio contexto histórico. Después de lograda la Reforma Universitaria y de la caída del régimen machadista, este se enriqueció notablemente de figuras prestigiosas. Consultar: Pichardo H. La lucha por la autonomía universitaria. En: Documentos para la historia de Cuba. T. IV. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2001. p. 65-71. Buenavilla R. La lucha del pueblo por una escuela cubana, democrática y progresista en la república mediatizada. Capítulo I. La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 1995. p. 51-64.
  25. García M. Historia de la nación cubana. T. X. Libro segundo: La enseñanza en Cuba en los primeros cincuenta años de independencia. Capítulo I y II. La Habana, Cuba: Editorial Historia de la Nación Cubana, S. A.; 1952. p. 63-67, 82-84, 91-98.
  26. El Dr. Juan Marinello Vidaurreta, brillante intelectual, dirigente marxista, ensayista, profesor y profundo conocedor del pensamiento martiano.
  27. Padrón P. ¡Qué república era aquella! La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1986.
  28. Alonso A, Henríquez P. Gramática Castellana. La Habana, Cuba: Instituto Cubano del Libro; 1986.
  29. Castro F. La historia me absolverá. La Habana, Cuba: Editora Política; 1980.
  30. Para profundizar en la personalidad del Dr. Armando Hart Dávalos en su participación en la lucha contra la dictadura, sugerimos su propia obra: Aldabonazo. La Habana, Cuba: Editorial Letra cubana; 1997.
  31. Las escuelas normales se crearon por la Ley del 16 de marzo de 1915. Las escuelas normales de Kindergarten surgen oficialmente el 8 de febrero de 1902, por la Circular 11 del Comisionado de Escuelas Públicas durante la primera ocupación norteamericana. La primera Escuela del Hogar se creó por decreto presidencial de Menocal en 1918. Profundizar en: García M. Historia   de la ación cubana. T. X. La Habana, Cuba: Editorial Historia de la Nación Cubana, S. A.; 1952. p. 91-104.
  32. Intervención del Rector del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona’’, Alfredo Díaz Fuentes, en Claustro Solemne, en conmemoración del    40 Aniversario de la Institución, en mayo del 2004. 32En uno de los Por Cuantos de la Resolución Rectoral que la doctora Cira Soto facilitó al autor, se exponen sus méritos como ‘‘fundadora y jefa de departamento de nuestro querido ISPEJV, institución que la acoge por la dedicación y aportes sustanciales a la formación de profesores y entre los docentes que más prestigio académico y profesional del claustro hasta su jubilación’’. 33Mañalich R. “¡Adiós, maestra’’! En: Pita B, Benítez S. ¡Maestro! Secretos pedagógicos.  La Habana, Cuba: Editorial Pueblo y Educación; 2002. p. 77.

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