Varona

No.45   Julio-Diciembre2007.    ISSN: 1992-82

San Agustín. PRECURSOR DE LA SEMIÓTICA*

San Agustín. PRECURSOR OF THE SEMIOTIC

Dr C Vicente Jesús Figueroa Arencibia. Profesor Titular Universidad de La Habana

Recibido noviembre de 2006   Aceptado febrero de 2007


RESUMEN

San Agustín de Tagaste (354-430 n.e.) es considerado el más importante precursor de la semiótica de la Antigüedad, pues tanto en sus escritos filosóficos o teológicos (De Magistro, De Doctrina Cristiana, De Dialectica, De Trinitate, entre otros), destinados a las personas cultas, como en los sermones pronunciados ante el pueblo, hace referencia con gran claridad al signo desde una visión mucho más abarcadora que la de sus antecesores, generalmente reducida al signo específicamente lingüístico. Y esto se aprecia tanto en la definición que ofrece, de la que se infiere su carácter sustitutivo al señalar que ‘‘suscita en la mente alguna otra cosa’’; así como en la clasificación de los signos que establece en sus obras, que constituye la primera clasificación elaborada desde una perspectiva semiótica de que se tenga conocimiento, y en la que los divide en naturales y arbitrarios (signa data). Esta preocupación de San Agustín por el signo, en general, estaba relacionada con la importancia que le concedía a este para la enseñanza y el aprendizaje.

PALABRAS CLAVE: semiótica, educación, signo.

ABSTRACT

San Agustín (354-430 n.e.) is considered the greatest semiotic scholar of ancient times. In his philosophical and theology studies shown in: (Doctrina Cristiana, De Dialéctica, De Trinitate, among others), all created for learned people, as web as the speeches made before the people he makes references very clearly to the sign from a broader point of view than his predecessors, who generally reduced it to the linguistic sign. All these is seen in the definition he gives in which he points out “brings to mind anything else” as web as the classification of signs made from a semiotic perspective dividing them into natural and arbitraries (signa data). All these worries about the sign in general is related with the importance he gives to it for teaching and learning.

KEYWORDS: semiotic, education, sign.


Introducción

La semiótica es una ciencia de reciente creación. Este carácter le fue conferido a principios del Siglo XX de forma casi simultánea a ambos lados del Atlántico: en Europa, con Saussure F de –el padre de la lingüística moderna–; y en Estados Unidos, con Peirce Ch, quien partió de una concepción lógico-filosófica. Sin embargo, no es hasta la década de los 60 del siglo pasado que los estudios semióticos adquieren un verdadero auge en Europa, con los trabajos de Barthes R, Kristeva J, Greimas A J, Lotman I y Eco U, entre otros. De “ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la sociedad”, según Saussure; y “teoría de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de toda la semiosis posible”, para Peirce; la semiótica ha pasado a ser una “tipología de la cultura”, refiere Lotman; o “teoría general de la cultura” para Eco. Greimas A J la define como un proyecto que tiene como propósito establecer una teoría general de los sistemas de significación.

Sus antecedentes históricos los podemos encontrar, empero, en los debates sostenidos entre los sofistas, educadores de la antigua Grecia, acerca de si las palabras, los signos lingüísticos por excelencia, habían sido creadas por naturaleza o convención. Esta disputa, que intentaba buscar una solución al origen del lenguaje en aras de su empleo en la enseñanza, fue recreada por Platón en su Cratilo, a través de un diálogo en el que los representantes de ambas tendencias, la naturalista y la convencionalista, acuden a Sócrates, el maestro de maestros, en busca de una solución satisfactoria.

Tanto en Platón como en Aristóteles, desde perspectivas filosóficas diferentes, así como en la escuela estoica, entre otros, las preocupaciones versaban sobre la relación signo/objeto, pero haciendo *una primera versión de este artículo se publicó en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (Perú), en noviembre de 1995. referencia fundamentalmente al signo lingüístico. Sin embargo, en el período de tránsito entre la Antigüedad y la Edad Media se encuentra la figura de Agustín de Tagaste (354-430 n. e.), quien tuvo en cuenta una visión mucho más general del signo.

Desarrollo

Aurelio Agustín fue un buen conocedor de la filosofía y la cultura de la Antigüedad. Tardíamente converso al cristianismo (cfr. sus Confessiones), consagró considerable atención a la doctrina estoica, que había desarrollado una original teoría semiótica y semántica. Gracias a San Agustín, en gran medida, la herencia filosófica de la Antigüedad pasa a la Edad Media.

San Agustín aborda el tema del signo lingüístico y del signo en general en varias de sus obras, como De Quantitate Animae, De Magistro, De Doctrina Christiana, De Tritinate, entre otras. Esta preocupación está relacionada con la importancia que le concedía al signo y al lenguaje para la enseñanza.

En De Doctrina Christiana, expuso San Agustín parte de su teoría del signo. Al respecto, señalaba:

Un signo es algo que, además de la impresión que hace en los sentidos, suscita en la mente alguna otra cosa. Por ejemplo, ante una huella pensamos que ha pasado una fiera que la ha dejado; por el humo sabemos que debe haber fuego; si oímos la voz de un criado, aprehendemos su estado de ánimo; por el clangor de la trompeta saben los soldados si deben avanzar, retroceder o hacer cualquier otra cosa que exija el combate.

Unos signos son naturales, otros son deliberadamente arbitrarios [data]. Los signos naturales son aquellos que, sin propósito o intención de significar nada exterior a ellos, permiten conjeturar alguna otra cosa... Los signos conscientemente dados son aquellos que todos los hombres se hacen para, en la medida de lo posible, mostrar todo lo que sucede: lo que sienten y lo que piensan. Nosotros no tenemos ningún otro motivo para significar, esto es, para ofrecer señales, que el de dar a conocer y trasfundir al espíritu de otro aquello que se mueve en el espíritu del que hace el signo

De los signos con los cuales los hombres se comunican mutuamente sus sentimientos, algunos se dirigen al sentido de la vista, pero la mayor parte al oído y muy pocos a los otros sentidos. Con sólo una inclinación de cabeza ofrecemos un signo a aquel a quien, por medio de esta señal, queremos significar nuestra voluntad. Algunos expresan por medio de los movimientos de sus manos la mayoría de sus vivencias. Los actores, mediante el juego de todos sus miembros, hacen signos a los espectadores y hablan, por así decirlo, a sus ojos. Los estandartes y enseñas militares permiten a los ojos distinguir a los caudillos. Todos estos signos son como visibles. Pero los que se dirigen al oído son, como queda dicho, los más numerosos, principalmente en palabras. Es verdad que las trompetas, flautas y cítaras a menudo no sólo emiten sonidos agradables, sino también expresivos, pero todos esos signos, comparados con las palabras, son muy pocos. O sea, que las palabras han conquistado entre los hombres la primacía para la designación de todos los procesos psíquicos que desean expresar... La gran cantidad de signos con que los hombres comunican sus pensamientos consisten en palabras. Todos los otros signos, de que brevemente he hablado, he podido exponerlos con palabras, pero yo no hubiera podido expresar las palabras con aquellos signos.

Pero como estos signos, tan pronto como han agitado el aire, se extinguen y no duran más tiempo del que dura el sonido, se han creado signos para las palabras por medio de letras. De esta manera, los signos de la lengua se muestran a los ojos no por sí mismos, sino por medio de los signos que están subordinados a ellos.1

Aunque la definición de signo que ofrece San Agustín en el fragmento anterior es incompleta, de ella se desprende el carácter sustitutivo del signo al hacer referencia a que “suscita en la mente alguna otra cosa.” A partir de este momento la sustitución será una constante en posteriores definiciones de signo hasta Morris Ch y de este a Eco U, para el que signo es todo aquello que puede usarse para mentir.

Por otra parte, resulta interesante que si, durante toda la Antigüedad, la preocupación fundamental estuvo en el signo lingüístico (la palabra), en San Agustín apreciamos un interés por diversos tipos de signos: la huella que es signo del paso de una fiera, el humo que es signo de fuego, la voz del criado que es signo de su estado de ánimo, el clangor de la trompeta que ofrecía diferentes signos a los soldados durante el combate, los movimientos del cuerpo en las personas y en los actores con los que se expresan vivencias y se hacen signos a los espectadores, los estandartes y las enseñas militares, así como las palabras. Esta concepción general del signo nos permite ver en San Agustín un precursor de la paralingüística, de la semiótica teatral y de la cinésica (código gestual). En relación con esta última, manifiesta que “las señales son una producción del espíritu como la cara es expresión del cuerpo (...) Cuando alguien dice Iratus sum, ningún pueblo, salvo los latinos, le comprende. Pero si la pasión de su alma en fuego le sube a la cara, y transforma su expresión, todos los espectadores piensan: ‘Un hombre en cólera´”.2

Otra cuestión importante en el citado fragmento de San Agustín es la clasificación de los signos que establece –la primera de que se tenga conocimiento. Divide los signos en naturales y arbitrarios (signa data). Los primeros son los que, sin voluntad y sin intención de que signifiquen, además de sí mismos, hacen conocer algo distinto de ellos, como lo hace el humo, que significa fuego; estos signos han sido establecidos, “instituidos” o “impuestos” por la misma naturaleza. Los signa data son aquellos que todos los hombres se hacen para mostrar lo que sienten o piensan. De ellos, los más importantes para San Agustín son las palabras (verba). Reconoce el carácter convencional de los signos lingüísticos. Expresa claramente, además, el papel fundamental que tiene el código lingüístico en la comunicación humana, cuando señala que “las palabras han conquistado entre los hombres la primacía para la designación de todos los procesos psíquicos que desean expresar.” Esta idea es reafirmada al plantear que “todos los otros signos (...) he podido exponerlos con palabras, pero yo no hubiera podido expresar las palabras con aquellos signos”. Quizás podamos ver aquí un antecedente de la translingüística barthesiana que, tergiversando el postulado saussuriano, considera que es la semiótica la que constituye una parte de la lingüística. Por último, establece con precisión San Agustín la diferencia entre el código lingüístico oral y el escrito. Al respecto, señala que “se han creado signos para las palabras por medio de letras”. A estas últimas las considera signos de signos.

En De Magistro encontramos un análisis del lenguaje, semejante en algunos puntos al de la semiótica, “movido –dice– por la angustia de no poder conocer los pensamientos de los que hablan entendiendo claramente sus palabras ...”. En esta obra considera la lengua como un conjunto de signos. Signo es la cosa que significa algo; por ejemplo, las palabras. Todas las palabras son signos, aunque no todos los signos son palabras. Para San Agustín, las palabras son signos que se profieren con la articulación de la voz, con algún significado. Retoma aquí la teoría estoica de los signos, que constituye un antecedente de las dos caras del signo saussuriano: significante y significado. Por otra parte, plantea que hay también signos de signos, como son las letras respecto a los sonidos –idea que, como vimos, también aparece en De Doctrina Christiana. Se pregunta, además, San Agustín si es posible mostrar algo sin signos. En este sentido, señala que cuando no mostramos algo hablando, lo mostramos con gestos señalándolo a la vista, como hacen los histriones y los sordomudos.

En el capítulo V de su obra De Dialectica, plantea que “hablar es dar un signo con la ayuda de un sonido articulado”.3 Y agrega: “la palabra es el signo de una cosa que puede ser comprendido por el receptor cuando es proferido por el locutor”.4 Aquí se aprecia la existencia de dos tipos de relaciones: la del signo y la cosa, y la del locutor y el receptor. Esta última relación constituye, sin dudas, un antecedente del proceso de comunicación, en el que se observan los tres elementos básicos: emisor-mensaje-receptor.

El pensamiento de San Agustín sobre el signo, expuesto por él en los escritos filosóficos o teológicos destinados a las personas cultas, aparece también en su predicación; o sea, en los sermones pronunciados ante la gente del pueblo que no debía ser muy instruida aún en Cartago, metrópoli del África romana, donde San Agustín pronunció el 27 de mayo del 397 un sermón dedicado a la interpretación del versículo tercero del salmo 104. En ese sermón, en el que explicó por analogía la encarnación del verbo divino, tema profundo de la teología cristiana, dijo:

He aquí estoy hablando a vuestra caridad. Están atentos vuestros oídos, están atentas vuestras mentes. Mencioné dos cosas: oídos y mentes. Y en lo que hablé hay dos: sonido (sonus) y pensamiento (intellectum). Juntos son proferidos, juntos llegan al oído. El sonido se queda en el oído, el pensamiento desciende al corazón. El sonido es como un cuerpo, el pensamiento es como un alma. Pero el sonido tan pronto como ha golpeado el aire y ha tocado al oído, desaparece, no vuelve y no suena más. Pues las sílabas se suceden, unas precediendo y otras siguiendo, de tal modo que la segunda no suena sin haber pasado la primera (...) Pues, he aquí que profiero un sonido. Pero cuando lo haya proferido, ya no lo revoco. Mas si quiero ser oído, profiero y, cuando él haya pasado, profiero otro, o sobrevendrá el silencio. Pero también llevo un pensamiento a ti, y lo retengo en mí (...) Por consiguiente, el pensamiento permanece en mi corazón, y para que esté también en tu corazón, busco el sonido como vehículo para que por medio de él pase a ti. Y tomo el sonido y como si le pusiera encima el pensamiento, lo profiero, lo hago avanzar, lo enseño, y no lo pierdo.5

En el sermón citado anteriormente llega también San Agustín a las profundidades de los problemas lingüísticos: del significante y del significado, del carácter lineal del lenguaje y del lenguaje como medio de comunicación, lo que lo convierte en un importante antecesor de la teoría lingüística de Saussure F de, el padre de la lingüística moderna.

Conclusiones

En la filosofía de San Agustín las preocupaciones por el estudio del signo ocupan un lugar privilegiado. Los signos son cosas que se utilizan para significar y esto es de vital importancia para enseñar a los demás, pues todo comunicar es enseñar tanto al preguntar como al responder. Por lo que signo y lenguaje constituyen para San Agustín dos de sus preocupaciones fundamentales debido al papel que desempeñan en la enseñanza.

Ofrece también San Agustín una definición y una clasificación de los signos. Y, aunque la definición de signo no se considera completa, hay en ella una perspectiva semiótica, pues hace referencia al carácter sustitutivo del signo, en sentido general. La clasificación de los signos que establece es bimembre: naturales y artificiales. De todos los signos, los más importantes para él son las palabras. Reconoce el papel fundamental del sistema lingüístico en la comunicación humana y tiene en cuenta la diferencia entre el código lingüístico oral y el escrito.

Los aportes de San Agustín en lo referente al estudio de los signos, tanto en su labor teórica como en la práctica, lo hacen merecedor del título de “el más grande semiótico de la antigüedad”, que le otorgó Coseriu E.

 

Referencias

  1. Tomado de ARENS H. La Lingüística. Sus textos y su evolución desde la Antigüedad hasta nuestros días. Madrid, España: Editorial Gredos; 1975. p. 54-55.
  2. Tomado de BEUCHOT M. Aspectos históricos de la semiótica y la filosofía del lenguaje. México, UNAM; 1987. p. 31.
  3. IBÍDEM. p. 33.
  4. IBÍDEM.
  5. Tomado de ZARANKA J. Tres apuntes sobre el signo lingüístico. En: Forma y Función. Universidad Nacional de Colombia. Vol. 1, jun, 1981. p. 90.

 

Bibliografía

ABBAGNANO N Historia de la Filosofía. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1971.

ECO U. Tratado de Semiótica General. Barcelona, España: Editorial Lumen; 1988.

FIGUEROA M. La lingüística europea anterior al siglo

XIX. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1987.

LOTMAN Y. Semiótica de la Cultura. Madrid, España: Ediciones Cátedra; 1979.

PEIRCE CH S. La Ciencia de la Semiótica. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión; 1974.

SAUSSURE F DE. Curso de Lingüística General. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1973.