Varona

No.45   Julio-Diciembre2007.    ISSN: 1992-82

Centralidad pedagógica de la sexología. UN LUGAR EN TEORÍA DE LA EDUCACIÓN

Pedagogical centrality of sexology. A PLACE IN EDUCATION THEORY

Dr C Francisco Javier Jiménez Ríos.Profesor Titular Universidad de Granada, España

Recibido noviembre de 2006   Aceptado febrero de 2007


RESUMEN

En este artículo partimos de una mostración de la persona humana como realidad sexual. Abordamos, después, la implicación educativa de este hecho: la centralidad pedagógica de la sexología.

Finalmente, se propone la Educación Sexual como un cauce privilegiado en la construcción de una sociedad saludable.

PALABRAS CLAVE: pedagogía, sexología, educación sexual, persona, sociedad saludable.

ABSTRACT

The study starts by showing the human being as a sexual reality. Then the educative implications of it: the central pedagogy of Sexology. Finally, Sexual Education is proposed as a reason for a healthy society.

KEYWORDS: pedagogy, sexology, sexual education, human being, healthy society.


Introducción

Pretendemos prestar nuestra palabra para mostrar un hecho cotidiano y aportar una reflexión que permita una postura crítica y reivindicativa en el campo pedagógico.

El hecho es simple: la sexualidad constituye una dimensión fundamental de la persona humana y, por tanto, la Sexología ha de atender, antes que nada, al crecimiento armónico de la persona; es decir, su estructura nuclear ha de ser educativa.

La reflexión es consecuencia inmediata del hecho: la pedagogía, y concretamente la Teoría de la Educación –hablando en contexto español– constituye el lugar propio de la sexología y ha de rescatarla de aquellas inercias en las que la Sexología se desliga de su carácter radical en el que se constituye como bien público.

Aportamos varias razones, entre las muchas que justifican este acercamiento, al valor sexual en la educación integral de la persona, en el contexto universitario.

La primera razón corresponde a la actualidad del tema. La preeminencia clara de los valores afectivos en una investigación longitudinal que está llevando a cabo el grupo de investigación Valores Emergentes y Educación Social, en la Facultad de Ciencias de la Educación de Granada, constituye un elemento contextual que funda directamente nuestra investigación, que en buena parte surge y se refuerza a partir de este dato.1 Por otra parte, en la publicación de investigaciones sobre la juventud española, habitual en la Fundación Santamaría, con solo dos cuestiones referentes al tema, se pone en primer plano la creciente importancia del mismo, hasta el punto que así es comentado por los investigadores2 y publicitado por algunos diarios.3 Basten estas dos referencias para justificar la relevancia del tema, tanto a nivel local como nacional. Esto es homogéneo con los datos del CIS, y se ha puesto de relieve en el Congreso Mundial de Sexología, en Cuba, en la primavera de 2003. En la investigación de la Fundación Santamaría, que se está dando a conocer en la primavera de 2006, encontramos la misma actualidad. La actualidad nos lleva a la profundidad de una segunda razón: la sexualidad constituye una dimensión fundamental de la realidad personal humana. Se trata de una evidencia que se nos muestra en el primer nivel de reflexión y conciencia sobre la misma. Una mostración que profundizaremos y matizaremos a lo largo del trabajo; un hecho manifiesto, que ya nos permite avanzar en la escritura.

Una tercera razón, enraizada a su vez en las dos anteriores, es de tipo ocasional: se encuentran trabajos centrados en las conductas y las actitudes sexuales de adolescentes y jóvenes, pero resulta muy difícil encontrar estudios que incidan directamente en valores sexuales y centren su atención en las personas que están como alumnas en la universidad; menos aún consideradas como futuras educadoras.

Pero esta ocasionalidad no es fortuita. En el desarrollo de nuestro trabajo se muestra como un momento crítico de un dinamismo procesal, en el que se está dirimiendo el futuro del quehacer sexológico. Un proceso que se desvela en la actualidad creciente, por su carácter fundamental para la persona humana, y que –a la par– engloba las razones de fundamento y actualidad.

Un proceso en el que advertimos un sentido principal, que nos introduce en el núcleo de nuestra reflexión: en el desarrollo de la Sexología se muestra una inercia que conduce a la importancia actual de la Educación Sexual para la salud del tejido social.

Desarrollo

PERSONA Y SEXUALIDAD

La realidad personal es constitutivamente una realidad sexual: una realidad comunicativa, siempre haciéndose en el intercambio simbólico de su continua apropiación de posibilidades y creación de capacidades.

La noción de persona que comienza a desvelarse es una mostración fenomenológica en la que aparece, en primer lugar, el aspecto relacional y comunicativo de la misma.

El marco de fondo de la comprensión de la realidad personal que presentamos nos lo brinda el devenir de la historia del pensamiento y, de una manera particular, la intelección misma del conocimiento humano.

Mayor es el apoyo de la tradición personalista, aunque no entramos en las obras de Rosmini o Mounier, Buber o Levinás. El pensamiento crítico, al acentuar la dimensión relacional del conocimiento y la construcción de la realidad social. Las discusiones teológicas de los primeros siglos del cristianismo que contribuyeron a la forja de las nociones de persona y libertad.

Pero, de manera concreta, la descripción que presentamos después, responde a la convergencia espontánea de varias personas con su pensamiento.

Lafont G, recogiendo la tradición personalista, perfila una noción de persona que pone el acento en la dimensión relacionalde la misma, su estructura simbólica.

Zubiri X nos ofrece una construcción filosófica y un lenguaje que nos permite ahondar en la indicación anterior: la persona como respectividad simbólica, intercambio simbólico, comunicación simbólica. Su aportación nos lleva a hablar de realidad personal humana como un modo preciso de referir nuestra realidad real, que se salva de la cosificación que conlleva el tan generalizado “ser humano”.

La descripción del profesor Gervilla, recogiendo toda esa profundidad antropológica, operativiza la noción de persona hasta estructurar, desde ella, una axiología que permite multitud de estudios, entre los que se encuentra el nuestro. Su descripción del valor construirá el nervio del recorrido.

Profesionales de la Sexología, como el Dr. Barragán (Universidad de La Laguna) o el Dr. Amezúa (Instituto de Ciencias Sexológicas), entre muchos otros, nos aportan el conocimiento y la sensibilidad para abordar la sexualidad de los futuros educadores desde una perspectiva personalista, centrada en los valores sexuales. Amezúa nos aporta la densidad de su reflexión teórica. Barragán, el tino de su perspectiva didáctica.

Así, pues, todas estas inercias convergen en la descripción de la realidad personal humana, y fundan su posterior mostración como realidad sexual.

Partimos de una comprensión sistémica de la realidad personal humana, en cuya constitución se acentúa el aspecto relacional y comunicativo. La realidad personal es una realidad respectiva, que se realiza en un continuo estar-dando-de-sí en el intercambio simbólico de la apropiación de posibilidades y la creación de capacidades en la que se construye la marcha histórica, personal y colectiva.

Esa dimensión, radicalmente relacional y comunicativa de la persona humana –en su propia constitución– la podemos expresar como sigue: “El momento extático de la realidad personal es principal a su momento ensático en el sistema que constituye esta realidad personal”.4

Nos descubrimos ligados a las personas –y a las cosas– como algo esencial en nuestro proceso de realización; y ese construir-nos con las-personas-en- el-mundo es lo que queremos indicar al decir que la persona es una realidad respectiva.

Porque los otros y la Tierra son necesarios para nuestra realización, decimos que el momento ex-tático (el “estar fuera” de nosotros en-con-por los otros y las cosas) es principial al momento ens-tático (el “estar dentro” de nosotros, en nosotros mismos, en nuestra realización en-por-con los otros y las cosas).

Al decir principial, estamos afirmando que se trata de un sistema en el que las dos cosas son a la vez, pero que, de alguna manera, pesa más la relación.

Así, la realización personal está marcada por un profundo dinamismo poético; es decir, se trata de un desbordante proceso creador, en el más hondo sentido de la palabra.

En esta profunda simplicidad podemos entender la riqueza de ser persona-sexuada: se trata de una sobreabundancia comunicativa. Cada persona, como persona sexuada, es radicalmente diversa de cualquier otra persona; y cada persona vale más que el universo entero. Cada persona constituye una riqueza insustituible para la otra persona.

Estamos en las antípodas del teatro de Artaud, cuyo símbolo es un cuerpo sin órganos, para indicar que la “aparición” de la diversidad de sexos y, con ella, el conflicto, constituye el drama original e insuperable que acontece en el presente de las relaciones humanas.

Esta mostración de la persona, que se constituye en un intercambio simbólico con las otras personas, es coherente con una comprensión del dinamismo de la realidad

En el continuo estremecimiento de la realidad en su estar dando de sí, se muestra en la persona el desborda- miento de un más estar dando de sí, como acontecimiento poético que engrosa el rico caudal de la marcha histórica de la humanidad.

Una marcha de la realidad, en su totalidad, que aparece en el dinamismo creador de capacidades que constituye como historia el devenir del tiempo en su gerundividad. Un dinamismo constituyente que consiste en una continua naturalización de la historia e historización de la naturaleza. Este intercambio creador acontece en el sistema dinámico articulado por los momentos de cultura y naturaleza, y armonizado en la principialidad real de la primera. La persona humana se realiza como realidad cultural-natural.

La realidad personal humana se descubre re-ligada al poder de la realidad en su totalidad y en su fontanalidad última, en la autoposesión libre como desbordamiento de su propia realidad. Un desbordamiento que acontece, como mostración creativa del gerundio temporal, en su corporeidad real.5 La corporeidad constituye la posibilidad de realidad y realización de la realidad personal humana, como realidad respectiva en hacia su plenificación. Una plenificación que se desarrolla principialmente en la relación creativa con el “otro que yo”, en la apropiación de posibilidades y creación de capacidades, que constituye la marcha de la realización en aras del deseo.6

La persona es realidad en su cuerpo. Nuestro cuerpo es la palabra que nos dice, en cuanto realidad personal humana, en nuestra religación a los otros en el mundo. Nuestro cuerpo constituye la palabra en la que nos decimos en nuestra propia realización. Nuestro cuerpo es nuestra mejor palabra, nuestra palabra por excelencia y la posibilidad misma de toda palabra.7

Todo se inscribe en nuestro cuerpo y nuestra libertad. Realidad personal humana es la que camina con los pies en la Tierra y la cabeza en el cielo, en el desgarrón poético de una llamada transfigurante, la llamada de la libertad en la continua entrega de la vida. La dimensión comunicativa fundamental de la persona humana, que se muestra con tanta naturalidad como evidencia; sin embargo, encierra una fuerte discusión filosófica, que se generó en la década de los setenta, en el ámbito de la reflexión teológica, y que contestamos, tanto

a finales de los ochenta como en el año 2000.8

Una discusión especulativa que no traemos, pero que nos sirve para ratificar lo que espontáneamente somos capaces de percibir en la realidad de la persona humana: su carácter relacional y comunicativo. La realidad personal es una realidad sexual.

SEXOLOGÍA Y PEDAGOGÍA

Esta dimensión comunicativa y simbólica de la realidad personal humana se manifiesta, de manera primordial, en lo que constituye la dimensión antropológica fundamental: su realidad sexual.

Hemos dicho que la persona humana, en cuanto realidad respectiva, se encuentra ligada a los otros y al mundo en su proceso de realización. Ahora intentamos mostrar la profunda simplicidad de esta experiencia cotidiana en la que se muestra nuestra realidad sexual. En cualquier organismo vivo encontramos dos necesidades básicas: comer, para sostener el individuo; y reproducirse, para continuar la especie. La necesidad de nutrición y reproducción constituyen los dos instintos que regulan la vida animal. Y en el vegetal-animal-personal que constituye la realidad humana, la relación- reproducción y la nutrición se muestran como las dos tendencias que articulan el proyecto de realización personal y social de esta realidad personal: relacionarse y comer son los pilares que sostienen la vida humana.

La necesidad de compartir la vida con otras personas constituye el eje central de nuestra realización personal. Las experiencias de niños perdidos muestran hasta qué punto la constitución de la persona humana es posible solamente en relación con otras personas. Si dejáramos a los recién nacidos al amparo de sus propias posibilidades, nos encontraríamos con el acabamiento de la vida humana sobre la Tierra. Por tanto, insistimos: es absolutamente imposible imaginarse la posibilidad de una persona sola.

Esto mismo se puede ilustrar con un simple juego. Podemos sentarnos relajadamente, cerrar nuestros ojos y comenzar a percibir el tiempo-espacio en el que nos encontramos. Nos percatamos de cómo ocupamos la silla que nos sostiene y nos dejamos acoger plenamente. Nos dejamos invadir por los olores, los sabores y la armonía del espacio que nos acoge. Incluso, podemos imaginar que estamos en un pinar en el que en el murmullo del viento en las hojas afiladas brota la música que ritma nuestra respiración. Sentimos el palpitar de nuestro corazón al ritmo de la vida con la que el oxígeno que nos apropiamos, regala todos los rincones del cuerpo animando nuestra persona.

Estamos enraizados en la Tierra. Nos movemos en el mundo. Persona humana es la que se levanta para ser capaz de palabra.9 Necesitamos del oxígeno y el fuego, no podemos vivir sin la tierra y el agua, sin la hermosura con la que la naturaleza nos regala, o los espacios que nos acogen como cuerpo exteriorizado que nos sustenta. Un juego que puede proseguir. Cerramos los ojos y apreciamos el ritmo de nuestra respiración lenta y profunda. Cerramos la boca; y, después, las manos. Nos concentramos en la música, el ruido y la palabra que nos envuelve. Lo percibimos con claridad. Y si estamos en un lugar en el que solo se escucha el silencio,

¡escuchémoslo!; o, trasladémonos con nuestra imaginación a cualquier lugar donde se pronuncia la palabra. Y, ahora, intentemos dejar de respirar unos segundos. E inmediatamente tratemos de cerrar nuestros oídos, intentemos dejar de escuchar, aunque solo sea el silencio que nos acoge. ¡Es imposible! ¡Estamos hechos para escuchar!

Un hombre no es hombre hasta que no oye su nombre de labios de una mujer: ¡Qué bien interpreta Machado nuestra realidad respectiva! Un hombre no es hombre hasta que no oye su nombre; el hombre es hambre de oír su nombre.

Hemos recorrido los sentidos clásicos. Hasta podemos prescindir del oxígeno, que es la vida, por unos segundos. Pero no podemos dejar de oír, estamos hechos para escuchar. Nos constituimos en la escucha. Descubrimos nuestra realidad abierta en el horizonte poético de la respectividad comunicativa.

Estos juegos, y toda experiencia humana que podamos evocar, muestran la necesidad de relacionarse con los otros y con el mundo, como las estructuras fundamentales de la realidad personal humana en el continuo estar dando de sí que constituye el proceso de su realización histórica.

Es decir, la sexualidad y el trabajo constituyen los momentos del sistema dinámico de la realidad personal humana en su proyecto de realización personal y, por tanto, social.

La sexualidad consiste en todas las relaciones personales. Una relación con las demás personas en la que vamos constituyendo nuestra propia realidad, nuestra vida y nuestra historia, nuestro cuerpo y nuestra libertad, nuestra persona. Una relación en la que no nos resignamos a que la muerte arrebate los logros de nuestro deseo con la ausencia de la persona amada: una relación que abre una brecha en el horizonte de la finitud temporal de la realidad histórica. Una relación que constituye la solidaridad en la clave de bóveda de la vida humana.

La sexualidad requiere del trabajo, en cuanto que en el trabajo la persona humana se relaciona con el mundo para poder sostener así su mundo de relaciones personales. De tal manera, que cobra sentido el esfuerzo ecológico, en cuanto que el destino del mundo es ser el hogar de todas las personas, el sentido de las cosas es el de ser la casa de todos los que comunican y comparten. Intentando mostrar esta riqueza respectiva de la realidad personal, en algún momento hemos descrito la sexualidad como respectividad fontal fruitiva: la realidad personal humana se constituye en el gozo poético de la comunicación con las otras personas.10 Esta descripción ha sido retomada e injertada en

un contexto educativo en trabajos posteriores. Así, por ejemplo, uno dedicado a la educación moral y sexual11 y otro, más divulgativo, centrado en la necesidad de una educación sexual.12

Desde la comprensión de la sexualidad como estructura antropológica fundamental, que consiste y se constituye en la comunicación humana, podemos entender la orientación teórica del Dr. Amezúa y el Instituto de Ciencias Sexológicas que dirige.

Entre otras cosas, aportamos la descripción de Sexología y Educación Sexual, que se muestran en la bienvenida de su reciente página Web.

La sexología es la ciencia de los sexos, que son dos13: “Entendemos por Sexología la disciplina que estudia y trata de hacer inteligible el hecho sexual humano y sus manifestaciones. El defecto de haber tomado a la Sexología como una psicopatología sexual ha traído consigo una patologización excesiva y menor consideración de uno de sus axiomas: en el hecho sexual se dan más variedades cultivables que trastornos curables”.14

La consecuencia de esta comprensión de la sexología es la primacía de la educación sobre la terapia sexual: “De ahí el interés prioritario de la Educación Sexual, entendiendo por tal una educación de los sexos para el conocimiento y la comprensión de estas manifestaciones que son más variedades cultivables que trastornos curables. Por otra parte, la degradación y el empobrecimiento de una llamada educación sexual, más dedicada a la prevención de las enfermedades y a la lucha contra los peligros, ha traído consigo la disminución de sus grandes posibilidades de eficacia. Se puede afirmar que la educación sexual ha sido desactivada por una práctica voluntarista que, aunque ha podido ser bien intencionada no deja, a la larga, de ser perversa”.15

Las consecuencias prácticas de la centralidad educativa de la Sexología se manifiestan de inmediato: “La educación sexual necesita ser tomada en serio y a fondo, desde su misma raíz: no como una asistencia técnica sino como una contribución a la comprensión del hecho sexual en los sujetos. De ahí que sus temas centrales y sus objetos de interés sean precisamente los que se desprenden de su tronco central, el hecho de los sexos, y no fenómenos al margen o periféricos, por muy urgentes o alarmantes que éstos se presenten”.16 Se abre el horizonte saludable de una relación inexorable entre Pedagogía y Sexología. De momento, baste asentar su conexión con la realidad sexual de la persona humana que hemos indicado y la reciedumbre creativa de esta orientación teórica.

En un glosario de términos que acompaña una obra de Barragán sobre Educación Sexual, encontramos la definición de sexualidad siguiente: “Función de relación con los demás, caracterizada por la búsqueda de comunicación, afectividad y placer. Complementariamente puede implicar reproducción. Es una constante del ser humano desde su nacimiento hasta la muerte. Su estructuración es fundamentalmente social y cultural más que biológica”.17

En cuanto al término sexo, se expresa de la manera siguiente: “Conjunto de caracteres biológicos inicialmente inmodificables por la cultura. Genitales externos, vulva o pene, y diferencias reproductivas biológicas”.18

Más aún nos interesa, en la perspectiva que nos situamos, una afirmación que aparece al final del intento de describir la transexualidad: “No creemos que sea correcto hablar de ser ‘psicológicamente hombre o mujer’. Se es persona”.19

Esta es una vigorosa línea de fuerza que recorre nuestro trabajo y nuestra labor educativa.

Pero rescatamos una anécdota que revela la fuerza lingüística de una cultura a la que le cuesta asumir esta realidad. En la presentación de un libro sobre violencia de genero y currículo, fruto de un proyecto europeo de investigación, Barragán comentaba que en la introducción habían utilizado el término “nosotras” que fue corregido por la editorial con el “nosotros/as”.20 En la aplicación de nuestros cuestionarios a veces se producía extrañeza al utilizar el femenino plural y hasta se nos indicaba que había chicos. Es normal. Cuesta pensar en términos de persona.

Traemos estas anécdotas para justificar el tecleo de lenguaje que se puede observar en el presente trabajo y que responde a un esfuerzo para ir desplazando la lengua hacia la principialidad de la persona.

En un trabajo sobre diversidad lingüística y cultural, hacíamos a pié de página la siguiente advertencia: “Es la primera vez que utilizamos ‘hombre’ para referir la realidad personal. No pretendemos ignorar la riqueza desbordante de la dualidad de los géneros, pero apostamos por la siguiente posición lingüística: reservar persona (femenino y principial) y hombre (masculino con riqueza histórico-metafórica) para referir la realidad personal humana; mujer nombra bien su género; habrá que encontrar un buen nombre para designar al varón, o refigurar su contenido”.21

La Organización Mundial de la Salud, en colaboración con la Organización Panamericana de la Salud y la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS), en el documento sobre Promoción de la salud sexual establece las definiciones de sexo y sexualidad que ahora presentamos.

A la hora de definir el término “sexo” se encuentran con la gran diversidad que esta palabra indica y optan por su consideración biológica: “El término ‘sexo’ se refiere al conjunto de características biológicas que definen al espectro de los seres humanos como hembras y machos”.22

La comprensión de la sexualidad ratifica cuanto venimos considerando en esta fundamentación teórica: “El término ‘sexualidad’ se refiere a una dimensión fundamental del hecho de ser humano. Basada en el sexo, incluye el género, identidades de sexo y género, orientación sexual, erotismo, vínculo emocional, amor y reproducción. Se experimenta o se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos y religiosos o espirituales. Si bien la sexualidad puede abarcar todos estos aspectos, no es necesario que se experimenten ni se expresen todos. En resumen, la sexualidad se practica y se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos.23

Puesta la definición, se hacen algunos considerandos sobre el grado de acuerdo y diversos aspectos significativos. Entre ellos, señalamos dos: su dimensión simbólica y su ligazón con la búsqueda de lo bueno y placentero.

En conclusión, podemos afirmar con reciedumbre y consenso que la realidad personal humana es una realidad sexual: se constituye en el intercambio simbólico comunicativo.

Esta mostración de la realidad personal humana, como realidad sexual comunicativa, ha de hacerse operativa para poder fundar un estudio axiológico centrado en la potencia histórica de los valores sexuales. Un paso que puede profundizar la relación práctica entre Sexología y Pedagogía, pero que no abordamos en este momento, ya que en sí mismo es objeto de otro estudio. Teniendo en cuenta el presente estudio, más de fundamentación, y el sugerido, más centrado en la aplicación, podríamos construir una filosofía de la educación sexual.

EDUCACIÓN SEXUAL Y SALUD SOCIAL

También sería objeto de otro artículo mostrar los resultados de un cuestionario sobre valores sexuales al que responden dos mil cien personas (muestra estratificada por conglomerados) que se forman en la Facultad de Ciencias de la Educación de Granada: la petición de una educación sexual adecuada en el currículo del profesional de la educación es unánime y contundente. Ello concuerda con uno de los grandes aciertos de una ley de educación española, la LOGSE, en la que la educación sexual aparece como una materia transversal. Pero nos centramos primero en las consecuencias sociales, y estructurales, de la ineludible relación entre Sexología y Pedagogía, para concluir en el aporte de la misma en la construcción de una sociedad saludable. Esbozamos la reflexión sobre tres aspectos de la Sexología, como Educación Sexual, en una Facultad de Ciencias de la Educación: el lugar, la tarea y la oportunidad. Supuesta la necesidad de una educación sexual, al menos como transversal, en los niveles básicos de formación de la persona. Más transversal cuanto más básico.

La transversalidad de la Educación Sexual en Infantil y Primaria implica necesariamente la formación sexual de los profesionales que se dedican a estas etapas educativas. Luego, la transversalidad de la Educación Sexual en Infantil y Primaria reclama, como mínimo, la preparación del profesorado que trabaje con ellos. Por tanto, la Educación Sexual en una Facultad de Educación debe ser un requisito fundamental en el desarrollo curricular de sus diferentes especialidades. Es más: sin perder su dimensión transversal, ha de constituir una materia troncal en todas las especialidades.

Es uno de los aspectos que pretendemos indicar con la centralidad transversal de la Educación Sexual en una Facultad de Educación.

Aunque en este título recogemos las etapas anteriores, principialmente transversales que, a su vez, nos han servido para fundar la centralidad principal de esta materia en los currículos de una Facultad de Ciencias de la Educación. Ello, además, es coherente con el devenir de la Sexología como ciencia y el esclarecimiento de su lugar propio en el concierto de las disciplinas. Desde el principio hemos hecho alusión a lo que consideramos como decisivo en el dinamismo del conocimiento sexológico: el lugar propio de la Sexología es la Educación.

También se han dado algunas razones, entre las que se destaca la mostración de la sexualidad, en cuanto comunicación simbólica, como la estructura antropológica fundamental, dado que refiere nuestro mundo de relaciones personales.

Conviene recordar el desplazamiento de Sexología desde la Medicina hacia la Pedagogía, pasando por la Psicología, en la que en este momento encuentra el espacio más amplio de actuación, como expresión –entre otras cosas– del empuje político y económico de los colegios de psicólogos.

En línea con las posiciones teóricas de Amezúa, hemos apostado desde el principio por una mostración que nos resulta evidente: la centralidad educativa de la Sexología y, sobre todo, la Educación Sexual, proponiendo que la Sexología ha de consistir principialmente en Educación Sexual, aunque ha de tener en cuenta los aportes de todas las disciplinas y valorar la aportación de las terapias.

Volveremos sobre esto después, al abordar el momento actual de la Sexología y su búsqueda de profesionalización, que ha de pasar por este camino.

Queda claro, por tanto, que la Educación Sexual ha de tener un lugar central en el currículo de las diversas especialidades que ofrece una Facultad de Educación. Un lugar nuclear que ha de implicar una troncalidad especial, que referimos como centralidad transversal.

En este sentido, es significativo el devenir del Instituto de la Familia y la Sexualidad de la Universidad Católica de Lovaina, en su desplazamiento desde la Medicina a la Educación, acumulando ciertamente todo el conocimiento propio de la Medicina, la Psicología y otras disciplinas. También es meritorio el paso que se ha dado en la Facultad de Ciencias de la Educación de Granada, en la que la Educación para la Sexualidad se propone ahora, coordinada desde el área de Teoría e Historia de la Educación.

Para lograr esa troncalidad especial, como consecuencia de la centralidad transversal de la Educación Sexual, habrá que forzar la imaginación de tal manera que la troncalidad no ahogue el deseo de saber con sabor, y el sabor esté siempre avivado por la dimensión transversal que habría que articular en un desarrollo de lo que ahora se está haciendo y con la posibilidad de materias de libre configuración y talleres. La oferta de una Educación Sexual de libre configuración cumple, además, otro fin importante: que personas que serán profesores de diversas disciplinas en Secundaria puedan tener la posibilidad de, al menos, saborear el horizonte de una formación que después pueden profundizar. Aunque en este aspecto habría que ir mucho más lejos en las pretensiones. Siempre desde el área de la Pedagogía. Pero, en todo esto, hay que nombrar el conflicto con los intereses privados de personas y asociaciones que se dedican a la Sexología y a la formación en esta disciplina, en sus dos momentos fundamentales: el educativo y el terapéutico.

No es un problema que vayamos a solventar ahora, ni en este trabajo. Pero, como insistiremos después, o la Sexología se centra en su dimensión educativa radical o posiblemente pierda el momento histórico de posibilidades que está viviendo.

En una palabra: la Sexología tiene su lugar central en la Pedagogía. Esta centralidad requiere su realización práctica.

La centralidad pedagógica de la Sexología en general, y de la Educación Sexual, en particular, plantea un reto a nivel social en el que se encuentran particularmente comprometidos los departamentos de Pedagogía.

En este compromiso podemos distinguir una dimensión más teórica y otra más práctica.

En el ámbito teórico se plantean dos presupuestos y tres acciones fundamentales.

Los presupuestos implican una reflexión acendrada sobre dos cuestiones fundamentales en el presente trabajo:

¿Qué educación sexual?

¿Qué educación social?

La línea de profundización de la primera pregunta es clara: una educación integral en valores sexuales. Así se ha mostrado en el título: El valor sexual en la educación integral de la persona. Una educación integral en valores sexuales que también podemos expresar como educación sexual personal-solidaria, conectando directamente con el nervio educación sexual y salud del tejido social. Una educación sexual solidaria que se hace muy urgente frente a la inercia neoliberal que tanta destrucción causa por la comercialización de las relaciones humanas.

Continuando con la misma inercia, la educación social propia de una educación sexual en valores tiende a una reconstrucción del tejido social, de tal manera que sea posible la vida personal, la cual tiene como condición la posibilidad de un intercambio relacional simbólico. De nuevo la solidaridad se constituye en el fundamento radical de toda realización personal e histórica.24

Remachado este doble presupuesto, podemos indicar la triple tarea de la Teoría y la Filosofía de la Educación, junto con la Historia, en relación con la centralidad transversal de la Educación Sexual y la Sexología, que ha resultado como consecuencia de nuestros análisis y reflexiones, de la petición de las personas participantes y la realidad de unos niños y jóvenes que necesitan esta ayuda en su realización personal.

Conclusiones

A la Teoría de la Educación, en relación con la Sexología, le corresponden tres tareas fundamentales, además del reto de afrontar un momento histórico del que hablaremos en el apartado siguiente. Las tres acciones son: fundamentar, articular y proponer.

Fundamentar la Educación Sexual como dimensión fundamental en la educación integral de la persona, como una educación en valores sexuales, como educación personal y solidaria.

Articularlas diversas disciplinas. Dado que se trata de la educación en el ámbito de la estructura antropológica fundamental, el hecho sexual es objeto de multitud de áreas de conocimiento y acción. El gran cometido de la Pedagogía será el de ser gozne dinamizador de todas esas fuentes de conocimiento y acción encauzándolas hacia el bien personal y social, que no siempre coincide con el interés de todos los conocimientos. Basta citar la publicidad o la invención fraudulenta de terapias dirigidas por estereotipos sociales, o la creación de necesidades de ciertos productos.

En el plano lingüístico esto tiene una traducción clara: podemos hablar propiamente de Educación Sexual. Sin embargo, tendremos que considerar una Psicología de la sexualidad, Sociología de la sexualidad, Antropología cultural de la sexualidad, Medicina de la sexualidad y otros.

En este sentido, consideramos inapropiada la denominación de “educación para la sexualidad”, aunque no es el momento de entrar en esta discusión. Lo que aquí se está proponiendo tiene consecuencias curriculares muy concretas, tanto para una Facultad de Educación como para la organización curricular de un centro de Secundaria, Primaria o Infantil.

Proponer las grandes líneas de esta dimensión educativa que afecta lo más nuclear de la persona humana, en su dimensión individual y social. Le tocará a la Didáctica de la sexualidad encontrar el mejor modo de lograr los objetivos concretos y globales. A la Psicología, descubrir cómo las personas pueden apropiarse de la mejor manera de la riqueza sexual para el crecimiento personal. Así, de camino, rescatamos la Psicología de su interesado padecimiento patológico hacia la salud integral de la realidad personal, que constituye su más auténtico cometido y su responsabilidad social.

Por tanto, corresponde a la Pedagogía fundamentar una Educación Sexual como educación integral en valores sexuales. Articular las diversas disciplinas en orden al crecimiento y salud integral de la persona humana y su realidad social. Proponer las grandes líneas educativas en un esfuerzo continuo de análisis y síntesis, dada la amplia y profunda dimensión del hecho sexual, en el dinamismo vital de un continuo cambio personal, social y cultural.

En el ámbito práctico, que indicábamos al comienzo de este apartado, la labor de la Pedagogía es bien clara y muy difícil de articular: se trata de gestionar cuanto acabamos de decir. Toda una estructura por construir, con la dificultad añadida de la gran interdisciplinariedad, y el torrente impetuoso de muchos intereses económicos y sociales.

Solamente el esbozo de la estructura de una materia de Educación Sexual –en el sentido que venimos desarrollando– en una Facultad de Ciencias de la Educación, y solamente a nivel teórico –sin entrar en los conflictos de reparto docente– ya sería objeto de un trabajo serio de investigación y estudio, desde la base, que requeriría bastante de la interdisciplinariedad y que incluso desbordaría las fronteras de un proyecto docente. Pero el reto es histórico y hemos de afrontarlo.

La oportunidad del momento crucial actual es relevante. A nivel mundial y en el ámbito nacional se percibe el bullir de inercias entrecruzadas, muchas de las cuales parecen apuntar a la principialidad de la Educación en Sexología, pero se muestran relentizadas por el freno interesado de las enfermedades.

Sin embargo, a la par que el freno, se hace notar la progresiva conciencia de la globalización, en el sentido de que cuanto ocurre en la Tierra está incidiendo sobre mí, y como consecuencia una fuerza creciente hacia el reconocimiento de la importancia de la educación como única terapia preventiva en cuanto que el poder de lo global puede minar completamente los intereses de las enfermedades.

Una muestra de esta creciente inercia es el documento de la Asociación Mundial del Sexología, auspiciado por la Organización Mundial de la Salud y otras organizaciones, en cuyo núcleo se encuentra una carta de los derechos sexuales que tuvo un punto de arranque fundamental –como hemos dicho– en el congreso de Valencia. Parece que la Salud Sexual comienza a comprenderse desde la educación integral.

Pero, frente a esta inercia, los primeros enemigos son muchos profesionales de la Sexología, que tal vez todavía no han percibido cómo la fuerza de la globalización afecta sus intereses particulares. Para algunos, con la mayor ingenuidad y respeto, todavía resulta extraño que un profesional de la educación se interese por la Sexología. A esta inercia mundial, hay que añadirle el aspecto nacional: en el último Congreso Nacional e Iberoamericano de Sexología, se apostaba fuerte –al menos en apariencia– sobre la profesionalización de la Sexología.

Sabemos que después ha habido intentos serios en el diálogo con los poderes competentes. Pero no han progresado. Y, al hacer esta afirmación, queremos anotar que algunos colegios de psicólogos, con gran poder real, han cerrado las puertas de la Sexología hasta los médicos, tradicionales en el tema. No vamos a profundizar en los conflictos de intereses que genera todo movimiento social e intelectual.

Solo queremos presentar el reto. O nos subimos hoy al tren de la sexología y a tropiezos buscamos el asiento que en la locomotora está reservado a la Pedagogía, para bien de las personas y los grupos sociales, o posiblemente lo perdamos por mucho tiempo.

El primer paso: la sensibilidad y la conciencia. El segundo: aunar esfuerzos con los que a nivel nacional se sitúan en estos ámbitos y presupuestos. El tercero: aprovechar la inercia mundial de la globalización en el sentido que hemos descrito.

Un camino: manos a la obra. El horizonte es amplio, aunque pedregoso. La Educación Sexual constituye un instrumento privilegiado para la construcción de un tejido social comunicativo saludable. En nuestras manos está la tarea de alumbrar este nuevo nacimiento.

 

Referencias

  1. GERVILLA E. Educadores del futuro, valores de hoy (I). En: Rev de Educación de la Universidad de Granada. No. 15, 2002. p. 20.
  2. ELZO J. Jóvenes españoles 99. SM, Madrid, 1999. p. 430.
  3. FERNÁNDEZ C. TV, música y noche sustituyen a la familia y la escuela en la formación de los jóvenes. En: ABC-Sociedad, miércoles 17/03/99, p. 51.
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