Varona

No.44   Enero-Juinio 2007.    ISSN: 1992-82

Memorias


Francisca de las Mercedes Suyí Cepero. ABNEGADA TRABAJADORA DESDE EL ANONIMATO

Francisca de las Mercedes Suyí Cepero. COURAGEUX ANONIMOUS TEACHER

Dr C Ramón Cuétara López. Profesor Auxiliar. ISP “Enrique José Varona”

Dr C Manuel Pérez Capote. Profesor Titular. ISP “Enrique José Varona”

Recibido noviembre de 2006   Aceptado febrero de 2007


RESUMEN

El objetivo del siguiente trabajo es dar a conocer a las futuras generaciones, a una de nuestras prestigiosas trabajadoras, fundadora de nuestro Instituto Pedagógico, Dra. Francisca de las Mercedes Suyí Cepero, fiel colaboradora de nuestra primera directora, Dra. Dulce María Escalona Almeida, quien fuera un ejemplo de sencillez, laboriosidad, puntualidad y solidaridad. Si pudiéramos resumir en una palabra este ejemplo de mujer revolucionaria, fue su capacidad de organización del proceso docente-educativo.

PALABRAS CLAVE: valores, laboriosidad, sencillez, fidelidad, disciplina, Suyí, maestra.

ABSTRACT

The objective of this work is to teach future generations, about one of our prestigious workers, founder of our Pedagogical Institute, Sr. Francisca de las Mercedes Suyí Cepero, faithful collaborator of first head-master, Dr. Dulce María Escalona, who was an example of simplicity, hard-work, punctuality and solidarity. If one was able to summarize in one word her example of a revolutionary woman, it would be her capacity to organize the educative process.

KEYWORDS: values, hard-work, simplicity, faithfulness, discipline, teacher.


Introducción

Este artículo se enmarca en aquellos que pretenden que nunca se olvide en nuestra institución a los trabajadores que dedicaron toda su vida a la educación y la formación de las futuras generaciones, una de ellas fue la Dra. Francisca de las Mercedes Suyí Cepero.

Se utilizaron esencialmente el método de entrevista a compañeros que trabajaron de cerca con la profesora y a estudiantes de esa etapa que se relacionaron y recibieron la influencia directa de esta destacada mujer; así como el estudio de documentos.

El trabajo recoge, en una apretada síntesis, los aspectos más destacados de la vida de una maestra y de una mujer que fue ejemplo de sencillez y laboriosidad.

Desarrollo

Francisca de las Mercedes Suyí Cepero nació el día 20 de septiembre de 1915, en Melena del Sur, provincia de La Habana. Hija de Carlos Suyí, un pequeño comerciante natural de Cantón, China, y de Elvira Cepero Alum, cubana hija de chino, oriunda de Guanajay, en La Habana.

Su infancia transcurrió en el poblado de Güines; allí cursó hasta el tercer grado en una escuela privada religiosa, pero con la muerte del padre la situación económica familiar empeoró y comenzó a asistir a una escuela pública.

En 1934 ingresó en la Escuela Normal para Maestros de La Habana, de donde egresó en 1940. En esta institución obtuvo una beca para sufragar algunos gastos, gestión que le agradece a la Dra. María Josefa Vidaurreta, entonces directora de la escuela.

Cuando egresó de la Escuela Normal, en 1940, comenzó a trabajar como maestra sustituta en el Distrito de Marianao, en la capital, hasta que el 9 de septiembre de 1946, que pasó a ocupar un aula en propiedad, después de ganar el concurso a oposición convocado al efecto, en la Escuela No. 7 (Rural) en la finca San Pedro, barrio de Santa Fe, Isla de Pinos, donde ocupó la plaza de Maestra de Enseñanza Común.

De acuerdo con el artículo 64 de la Ley del Poder Ejecutivo fue nombrada para desempeñar, en propiedad el cargo de maestra del aula oncena mixta en la Escuela Urbana No. 49 del Distrito Escolar de La Habana, en Calzada de Puentes Grandes y Avenida 26, en virtud “de figurar en lugar prominente en el escalafón de maestros aspirantes de enseñanza común, y haber desarrollado exitosamente un riguroso ejercicio de oposición”. Aquí permaneció hasta el 30 de octubre de 1947, fecha en que fue nombrada maestra de igual enseñanza en el Distrito de Regla, en la Escuela ‘‘Margarito Iglesias’’. En este centro también ocupó la dirección por varios años consecutivamente.

En 1943 matriculó la carrera de Pedagogía en la Universidad de La Habana, donde se graduó en 1954. Como se destacó en los estudios y, especialmente, en las Prácticas Pedagógicas, fue seleccionada por la Dra. Piedad Maza para ocupar la plaza de Instructora Graduada, agregada de cátedra, en febrero de 1959.

El triunfo de la Revolución Cubana encontró en la Dra. Suyí una entusiasta y capaz trabajadora, quien dedicó todas sus energías a la profesión de educar. Fue una conocedora excepcional de la organización del proceso docente-educativo.

En el desempeño de las funciones de Instructora Graduada, la Dra. Suyí conoció a la Dra. Dulce María Escalona Almeida, en el año 1962, quien ocupaba el cargo de Directora de la Escuela de Educación de la Universidad de La Habana, lo que marcaría un hito en su vida y en su profesión.

El 5 de febrero de 1960, fue nombrada Auxiliar Práctico de Segunda, adscripta a la Cátedra F de Psicología del Adolescente, Didáctica de las Escuelas Secundarias (Principios), Didáctica de las Escuelas Secundarias (Ciencias) de la Facultad de Educación de la Universidad de La Habana. Esta Resolución fue firmada por el Dr. Clemente Inclán, el Rector Perfecto. El año 1964 marcará un cambio radical en la vida profesional y personal de la Dra. Suyí. El día 7 de abril de ese año, a propuesta de la Dra. Dulce María Escalona, Directora de la Escuela de Educación de la Universidad de La Habana, la nombraron como Instructora Graduada, adscripta a la Oficina de la Dirección, y designada Técnica Auxiliar de la Docencia. El 26 de agosto de 1964 la nombraron, en la sesión No. 76 de la Rectoría de la Universidad de La Habana, Secretaria de la Sección de Secundaria Básica del recién creado Instituto Pedagógico ‘‘Enrique José Varona’’ “con el mismo salario que se encuentra devengando como Técnica Auxiliar de la Docencia, en la extinguida Escuela de Educación”, según consta en la Resolución. El 9 de octubre de ese mismo año, la Dra. Silvia Ferrer Armand, Secretaria del Instituto Pedagógico ‘‘Enrique José Varona’’ de la Universidad de La Habana, remitió a la oficina de personal el mencionado nombramiento. Se incorporó, junto a la Dra. Escalona, a la organización del centro formador de profesores mayor del país. Este momento marcó un hito en la vida de la Dra. Suyí. A partir de este momento, su cariño y su lealtad por el Varona, la mantuvo unida a él por siempre. Cuando falleció la Dra. Escalona, en febrero de 1976, decidió jubilarse a los 36 años de servicio, pero esto no significó, en modo alguno, desactivarse de las

tareas sociales y revolucionarias.

Hasta aquí, en apretada síntesis, se ha tratado de exponer la trayectoria laboral de la Dra. Suyí, pero quedaría incompleta si no agregamos otras facetas de su rica vida que la hicieron una personalidad única e irrepetible.

Como se expresó en las palabras de despedida de nuestra querida profesora, la Dra. Suyí no fue una persona destacada en el campo de las investigaciones o la producción científica, pero fue una abnegada trabajadora que, desde el anonimato, laboró incansablemente por el desarrollo y la consolidación de nuestro Pedagógico, sin reclamar jamás aparecer en los primeros planos o algún tipo de protagonismo.

Tuvo una virtud excepcional: su increíble memoria y su capacidad de organización del proceso docente- educativo, tarea que en ella delegaba, con absoluta confianza, la Dra. Escalona. Para los que conocimos a la Dra. Escalona, sabemos lo que significan estas palabras.

La Dra. Suyí se conocía con nombres y apellidos a todos los alumnos, sabía a qué grupo pertenecíamos, qué profesores trabajaban con nosotros…, y hasta el horario de clases.

Ella representó, para los alumnos fundadores del Pedagógico y aquellas primeras graduaciones, una suerte de madre buena, que allanaba el camino hacia la Dra. Escalona, cuando teníamos cualquier tipo de problema, ya fuera familiar, económico, docente o de alguna indisciplina. La Dra. Suyí se ocupaba de todo; nos aconsejaba, nos regañaba o nos salvaba de alguna medida disciplinaria extrema.

La figura diminuta y ágil de la Dra. Suyí estaba detrás de cada acción educativa que se promoviera en el Varona. Por esas ironías que tiene la vida, la naturaleza no le dio hijos; sin embargo, ella siempre contó con el cariño y el respeto de todos, los que de una forma u otra recibimos su influencia educativa. Se mantuvo unida al Varona y a sus “muchachos” hasta el último día de su existencia.

La Dra. Francisca de las Mercedes Suyí Cepero, tuvo, además, una activa vida social y revolucionaria. Desde fecha tan temprana como el año 1943, fue Delegada, en representación del magisterio habanero, al Congreso Nacional de Maestros, celebrado en la ciudad de Santiago de Cuba.

Ante el llamado de “si sabes enseña, y si no sabes aprende”, consigna enarbolada por la Revolución, cuando en 1961 se propuso liquidar al analfabetismo en Cuba, la Dra. Suyí, de origen humilde, mulata y con convicciones revolucionarias muy firmes, no podía quedarse atrás; por esa razón fue Asesora de la Campaña Nacional de Alfabetización, en lo que hoy es el municipio de Playa y, al mismo tiempo, alfabetizó a cinco iletrados.

Al constituirse los Órganos del Poder Popular, la nominaron, en su localidad de residencia, en tres períodos consecutivamente, y aunque no resultó electa, trabajó con ejemplar constancia y dedicación en la Comisión de Educación del Poder Popular en el municipio de Playa.

Por iniciativa –según ella testimonió años después– de los profesores jubilados, doctores Ramón Albo López y Carlos Manuel Valdés Gárciga y otros, se integró a la Asociación de Jubilados del Instituto Superior Pedagógico ‘‘Enrique José Varona’’, donde la Dra. Suyí ocupó la responsabilidad vitalicia de Secretaria. En 1995, el Sindicato del Varona, en cumplimiento de los acuerdos de los Congresos XVI y XVII de la CTC, convocó a constituir la Sección Sindical de Jubilados, de la cual ella formó parte del ejecutivo, hasta el final de su vida.

En esta breve síntesis de la vida y la obra de la Dra. Suyí hay que señalar, con letras doradas, que siempre fue destacada en todos los períodos de la emulación, en sus años de servicio activo y como jubilada. Su disciplina laboral inmaculada y su vocación de entrega absoluta a la tarea emprendida, por pequeña que fuera, le hacía cumplir a ultranza con todos los rubros de la emulación.

La Dra. Francisca de las Mercedes Suyí Cepero se hizo acreedora de las siguientes condecoraciones: Medalla Rafael María de Mendive, otorgada por 25 o más años de servicios en Educación; la Distinción por la Educación Cubana; la Medalla de la Alfabetización; la Medalla XL Aniversario de las FAR; la Medalla 28 de Septiembre, que otorgan los CDR a sus miembros fundadores; la Medalla 23 de Agosto de la FMC, y las más apreciadas por ella –según nos confesó de forma cómplice en una oportunidad– las placas conmemo- rativas del XX, XXX y XXXV aniversarios del Varona.

Testimonios de estudiantes y compañeros de trabajo de la doctora Suyí:

Profesor Manuel Pérez Capote. Profesor fundador. Doctor en Ciencias Pedagógicas Profesor Titular del Instituto

“En el año 1965, estudiante de la especialidad de Geografía e Historia, estuve enfermo, con una infección muy fuerte en la garganta y la fiebre ni cedía, pero tenía temor a hablar con la Dra. Suyí para que me tramitara un pase con la Dra. Escalona. Al fin, me llené de valor y me personé ante ella. De hecho, me encontré a una persona muy comprensiva y humana, además, muy preocupada por los problemas personales de cada estudiante. Inmediatamente habló con la Dra. Escalona y se resolvió el pase; ella, personalmente llamó a mi casa para que vinieran a buscarme y estuvo preocupada y ocupada por mi salud constantemente, hasta tal extremo, que a partir de ahí siempre la recuerdo preguntándome, por mi nombre y apellidos, cómo me sentía.

“Tengo otra anécdota de ella, que algunos de mis compañeros también pudieran contar. En el último año de la Carrera, cuando pertenecíamos al curso intensivo de Geografía, vivíamos en la zona de Lazo de la Vega, en Miramar. Una noche, como era nuestra costumbre, fuimos a merendar a la cafetería de Kasalta. Al llegar a marcar en la cola y pedir el último, cuál no sería nuestro asombro, pues quien respondió fue la Dra. Suyí; ella solo se limitó a preguntar, ¿qué hacen aquí? Todos pensamos que, al día siguiente, íbamos a ser llamados por la Dra. Escalona, posiblemente a un consejo de disciplina. Pues nada de eso, la Dra. Suyí no le comunicó lo que había presenciado esa noche.

“Esa era la Dra. Suyí, aquella mujer de tez asiática, de estatura pequeña, de férrea disciplina, pero de corazón grande y muy humana, casi como una madre para todos nosotros.”

Profesora Angelina Roméu Escobar. Profesora fundadora. Doctora en Ciencias Pedagógicas Profesora Consultante Profesora Titular del Instituto

“Cuando se quiera hablar de responsabilidad y dedicación al trabajo, sin dudas habrá que referirse a la Dra. Suyí. Cuando comencé a trabajar en el Pedagógico, en marzo de 1964, Suyí ya estaba allí si no me equivoco. Ella era como el brazo derecho de la doctora Dulce María Escalona. En general, los estudiantes la respetaban mucho y yo diría que algunos le temían. En esos primeros tiempos de fundación, la veíamos como la persona diligente, exigente, rigurosa y celosa del cumplimiento de su deber. Por otra parte, la doctora Escalona depositaba en ella toda su confianza, y esto la convertía en una persona que inspiraba mucho respeto a alumnos y profesores. Pasados los años, empezamos a conocerla como nuestra compañera de trabajo, afable, siempre al tanto de todo y de todos, muy atenta y jovial hasta los últimos momentos de su vida.

“Fue siempre proverbial su fidelidad a la doctora Escalona, a la que auxiliaba como ayudante personal. En los años en los que la Doctora tuvo su despacho en el Castillito, antes de su retiro definitivo, vimos siempre a la Suyí al tanto de sus problemas y necesidades, siempre colaboradora y con un arraigado sentido de pertenencia al Pedagógico.

“La última vez que la vi, coincidimos un fin de curso en una actividad sindical en la Escuela Dominica del Amo, a la que ella asistió por la Sección sindical de jubilados o, quizás, como invitada permanente a todas las actividades que el Pedagógico organizaba por esos años. Nos sentamos juntas, y hablamos sobre su hermana que siempre había estado enferma, y que hacía poco había fallecido. Tengo entendido que, al día siguiente de esta actividad, la Dra. Suyí falleció. Pienso que, si alguien estuvo comprometida con el Pedagógico, y le fue fiel hasta el último momento de su vida, fue ella. Por eso, considero muy merecido recordarla siempre.”

Profesora Celina Esther Pérez Álvarez. Doctora en Ciencias Pedagógicas Profesora Consultante. Profesora Titular del Instituto

“La conocí en enero de 1964, en la Facultad de Educación de la Universidad de La Habana cuando ingresé a estudiar la carrera de Pedagogía.

“Siempre se manifestó muy estricta en cuanto al cumplimiento de lo reglamentado, casi intransigente, aunque directamente no tuve con ella ningún tipo de dificultad, ni relación, no la veía entonces, como la persona amable y comunicativa que traté una vez que ingresé como docente del Instituto Pedagógico ‘Enrique José Varona’, en mil novecientos sesenta y siete. En los primeros años, aún, me parecía ‘raspona’, no conmigo, yo la evitaba en mi accionar para que no me fuera a reprimir.

“La recuerdo, siempre ocupada en su ir y venir a las oficinas, desde, y hacia el despacho de la Dra. Dulce Ma. Escalona.

“Creo que lo más significativo en ella, además de su laboriosidad, expresada de diversas maneras, era su ocupación en cuanto a todo lo que acontecía en el Instituto, asimismo su fidelidad a la Dra. Dulce María Escalona y a la institución. Esta fidelidad por el Pedagógico, como ella decía, prevaleció hasta el final de su vida. No faltó nunca a las actividades colectivas de carácter político y festivo que se desarrollaban. Se le veía llena de entusiasmo y con anécdotas positivas que contar. Era portadora de un espíritu incansable.

“Tenía muy buena memoria, reconocía a los que fueron estudiantes, tanto del Nivel Básico como Superior, aunque con los primeros sus relaciones eran más estrechas.

“Fue muy amiga de la Dra. Gloria Ruiz, eminente profesora de Matemática del Instituto; al punto, que en los últimos años de la vida de esta última que vivía junto a una hermana, la acompañó, primero, visitándola con mucha frecuencia, después yendo a vivir con ella. Cuando Gloria murió, permaneció acompañando a la hermana de esta, Carmen. Le ayudaba en los quehaceres de la casa, entre ellos, hacer los mandados.

“Muchas veces la vi sentada en el portal de la bodega de Calle N y 13 en El Vedado, esperando que pusieran el pan por ‘la libre’. Siempre igual, activa, enérgica, y menuda como el comino. Creo que la muerte la sorprendió un día inmersa en esa vida inquieta que siempre ‘vivió’. No sé los detalles. Lamenté mucho que me enteré de su partida bastante después.”

Profesora Mirian Rodríguez Lugones. M Sc en Didáctica de la Geografía Profesora Titular. Fundadora y jubilada del Instituto

“De Suyí me reí porque de lo primero que me acuerdo era de lo pesada que era siempre, cuidando en extremo a la Dra. Escalona, pero luego se fue conociendo más, y preocupada conmigo y mis hijas y llegó hasta a ir a los cumpleaños de mis hijas con sus sobrinas a las que adoraba, así que se revestía de capa de león y era en el fondo sensible y buena gente que es lo que recuerdo. Y a adorar a la Dra. Escalona hasta su muerte y luego velar por sus documentos, despacho etc., es lo que recuerdo de esa mujercita que parecía frágil, pero que tenía una voluntad de hierro.”

Profesora Hortensia Sardiña. Miranda Máster en Ciencias Pedagógicas. Profesora Titular del Instituto

“Diminuta y jovial, la recuerdo andando y desandando por los pasillos de la Escuela de Educación y por los de la Antigua Facultad de Español del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”. “El dinamismo fue característico en su manera de enfrentar la vida y la fidelidad y el compromiso, atributos esenciales para el cumplimiento de su trabajo. “Hablo de dinamismo, porque para Suyí la palabra cansancio no existía, disciplinada al máximo, era la primera persona que encontrábamos al llegar a la oficina y la última en salir. Siempre con una sonrisa, recordaba a todos qué se debía hacer de manera inmediata, tal o cual informe no debíamos olvidar y abría los ojos de manera cómplice, para indicarnos qué pudiera no gustarle a la Doctora, o qué esperaba la Dra. Escalona de nosotros en un momento

específico.

“Pero, ese dinamismo lo llevaba hacia su casa, donde también era un horcón imprescindible, y así la veíamos en los años 90, con unas cuantas décadas más de vida, caminando sobre sus firmes tacones, por todos aquellos lugares en que se podían encontrar los alimentos necesarios para solucionar, en parte, las penurias de los años tristes. Sin embargo, el encuentro con la Suyí, en estas andanzas, era un encuentro feliz, porque, ahí estaba la sonrisa de siempre y aquellos ojos decidores que traían la orientación metodológica precisa: ‘hoy, en tal lugar, hay fricasé, si compras dos, puedes hacer en la casa,... ahí venía la receta culinaria, ...y ya verá cómo resuelve para toda la familia’. Solidaria al máximo, siempre vivía preocupada por los suyos y por toda su otra familia grande, sus compañeros del Instituto.

“Cuando hablo de fidelidad y de compromiso, mi recuerdo se une a la admiración por la profesionalidad en el cumplimiento de la labor.

“Recordar a la Dra. Dulce María Escalona, es pensar en una intelectual incansable, puesta al servicio de la Revolución, a través de un compromiso con la educación de los conciudadanos; pero recordar a Francisca de las Mercedes Suyí, es comprobar que toda obra grande lleva siempre un soporte que la sustenta y ese fue el trabajo de la Suyí, en relación con la inmensa labor de la Dra. Escalona.

“No recuerdo ninguna tarea, grande o pequeña, emprendida por el Instituto, en que no haya estado la mano de Suyí. Ella fue secretaria ejemplar, que aunaba preparación académica, amor por el magisterio y un cariño y respeto, sin límites por su jefa (la Dra. Escalona). Para Suyí, la Dra. Escalona no era solo, la persona que la dirigía, era una amiga que tenía más años que ella y a quien tenía que proteger y cuidar; algo que hacía con especial devoción y fidelidad absoluta.

“Cumplía con celo su tarea de secretaria ejecutiva, velando por el trabajo que todos debíamos realizar, cuidaba de que la Doctora recordara todas y cada una de las tareas que debía atender: fechas de reuniones, conferencias y cualquier otro tipo de compromiso; también velaba por los mil y un detalles que ella debiera atender en su relación personal para con su esposo, fechas, regalos; tomaba decisiones sobre asuntos de trabajo, en momentos en que no se podía esperar, porque Suyí sabía siempre lo que se debía hacer en cada momento y sabía, además, que contaba con la confianza y el respaldo de su jefa.

“Meses antes de fallecer, la encontré, tarde en la noche, en la funeraria, presente en el velorio de la profesora Delfina Campos, compañera nuestra de toda la vida; al regañarla, asombrada, por estar a esas horas, sola en la calle, respondió:

“‘Hay deberes que no se pueden dejar de cumplir, Delfina fue parte importante del Varona y así lo decía siempre la Dra. Escalona; además, ella era mi amiga.’

“Hoy, escribiendo estas breves y sentidas líneas, coincido con la Suyí, en que: ‘hay deberes que no se pueden dejar de cumplir’ y uno de ellos, es recordar a quien fue sólido baluarte del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona y quien además fue ‘mi amiga’.’’

La Dra. Francisca de las Mercedes Suyí falleció a pocos días de cumplir sus 86 años, el 5 de agosto de 2001.

Conclusiones

Con este sencillo trabajo se quiso rendir tributo a una de nuestras destacas trabajadoras de la educación y a su vez, fundadora de nuestro Instituto, la Dra. Francisca de las Mercedes Suyí, modelo de ser humano, revolucionaria y ejemplo para las actuales y futuras generaciones.