Varona

No.43   Julio-Diciembre, 2006.    ISSN: 1992-82

EN CASA


José Martí. UN JOVEN DE TALENTO

José Martí. A TELENTED YOUNG

Dr C Rolando Buenavilla Recio. Profesor Titular Profesor Consultante. ISP “Enrique José Varona”

Recibido diciembre de 2005   Aceptado enero de 2006


RESUMEN

Este trabajo abarca desde el nacimiento de José Martí hasta su partida para el exilio. No se pretende constatar en qué medida la personalidad de José Martí se ajusta a uno u otro concepto de talento, de los que existen en la literatura al efecto; es decir, el autor no parte de una definición para encajar a la figura en sus características, sino que pretende penetrar en los datos biográficos, de la etapa que se estudia, para revelar cómo este joven se torna transformador y creador de ámbitos al participar en la dinámica real de la vida, con toda su riqueza y complejidad, y cómo logra alcanzar un alto nivel de desarrollo de sus capacidades a partir de las condiciones y exigencias que el medio y su propia personalidad se imponen.

PALABRAS CLAVE: talento, creatividad, personalidad, biografía.

ABSTRACT

This work comprises from José Marti’s birth to his departure to the exile. It is not intended to confirm to what extend José Marti’s personality adjust to one or another concept of talent existing in the literature about the topic; it means the author does not start from a definition to enclose his personality in these characteristics, but he intends to get inside the biographical data of the stage studied to reveal how this young man turns to be transformative and creative as he participated in real life dynamics with all its richness and complexity , and how he manages to reach a high level of development of his capacities from the conditions and demands that the environment and his own personality impose him.

KEYWORDS: talent, creativity, personality, biography.


Introducción

La trayectoria intelectual de José Martí (1853- 1895) confirma sus cualidades como un hombre de talento. La historia de nuestro país ha puesto de manifiesto su capacidad creadora, que resalta no solo por su inmensa obra política, literaria, educacional, periodística, sino por la conformación de una extraordinaria personalidad que transita por la vida entregando a sus semejantes los dones de su riqueza espiritual. El estudio detenido de su vida y su obra puede sernos muy útil ahora que nos hemos propuesto la detección y formación de estudiantes talentosos. Este trabajo abarca desde el nacimiento hasta la partida de Martí para el exilio: sus dieciocho primeros años.

¿Era José Martí un joven talentoso? ¿Qué vio Rafael María de Mendive en aquel estudiante –además de su notable aplicación y buena conducta– que decidió brindarle su escuela, su casa y su apoyo moral y afectivo para que pudiera desarrollar sus cualidades?

¿Cómo pudo alcanzar aquel joven un nivel tan alto de desarrollo de sus capacidades?

Su maestro no dejó notas o comentarios amplios que nos permitan encontrar una vía para acercarnos al Martí estudiante visto por su maestro. Dos principios metodológicos vienen en nuestra ayuda para acercarnos al proceso de formación, gestación, de su intelecto. Uno, es adscribirse al criterio que reconoce que para conocer las dotes de talento de un individuo puede resultar ilustrativo identificar el modo como este se apropia de las conquistas culturales de la humanidad. Disponemos de su correspondencia y su profusa obra escrita donde a veces revela cómo ha llegado al grano racional de un fenómeno, de un hecho: es un camino largo. El otro principio consiste en reconocer que la creatividad se manifiesta en el curso de la actividad. La vida y la obra de José Martí es la expresión más acabada de la actividad de un individuo: la observación, análisis y generalización, el estudio y el trabajo sistemático, la participación desde muy joven de la vida social y política, le permiten penetrar en los fenómenos más complejos de la realidad y del pensamiento.

Desarrollo

Una visión general de su existencia –breve: 42 años– nos entrega datos significativos reconocibles en la trayectoria intelectual y práctica de su vida: un hombre de singular inteligencia, con una capacidad sin límites para aprehender la realidad: artística, social, política y cultural; con un afán de estudio e investigación que penetra en áreas tan disímiles como la etnología, la lingüística, la literatura, la historia, la psicología de los hombres y los pueblos, la sociología, la educación; afán que no se iguala con su sed inagotable de conocimientos ni se detiene ante el volumen de la información que debe abarcar. Martí tenía la capacidad de asimilar en breve tiempo lo que otros necesitaban años para estudiar. Como la lectura y el estudio eran las vías que desde pequeño prefirió, dio riendas sueltas a sus motivaciones intelectuales y fue cargando su mente de un caudal de datos, hechos, imágenes y signos que se convirtieron en instrumento de su método de indagación. La práctica social en la que se metió de lleno, casi un niño, lo mantuvo vinculado desde siempre a la realidad de su momento. Pero existe una fuerte tendencia orientadora: José Martí piensa, escribe y actúa en función de un servicio social que se orienta al bien ajeno y a la defensa de un ideal humanitario de magnitud social. Lo humano como calidad y el ser humano como existencia, fueron los móviles hacia los que se encamina toda la dinámica

social martiana.

Si hay algo que distingue a José Martí, desde que oteamos su vida, es su capacidad para apropiarse creativamente de los elementos del entorno, de la experiencia, aunque esta sea contradictoria y, en ocasiones, agresivas a su persona; sabe asimilar con facilidad los aspectos favorables, actuar en función de su propio criterio sin menoscabar la ética que ha comenzado a construir y que impondrá a partir de su propia actuación. Se sabe poseedor de una férrea voluntad y la utiliza conscientemente en pro de sus objetivos. Moldea su carácter y fortalece su espíritu de tal forma que pronto logra mayor alcance y penetración en sus análisis y valoraciones de los complejos problemas que ha de enfrentar, a diferencia de la mayoría de los hombres de su misma edad y formación. Esto le permite estructurar el campo de acción que se ajusta a sus aspiraciones y necesidades, y tomar decisiones apropiadas ante situaciones completamente nuevas.

Esta visión general y los datos de la historia de su vida conforman la configuración creativa de la personalidad de José Martí. Se trata de proyectar el estudio acucioso de su niñez y su temprana adolescencia con los aportes que nos brindan algunos signos de su modo de actuación. Es necesario adentrarnos en las condiciones socioculturales que influyeron en el desarrollo de su talento. La bibliografía consultada muestra las vías más generales utilizadas para el estudio de personalidades destacadas.

Es más bien el propio Martí, con sus acciones, sus primeros logros literarios, sus textos de temprana madurez y sus sueños revelados, el que nos va señalando las huellas de su trayectoria intelectual. Él mismo nos va a confesar, en sus escritos, cómo se fue apropiando de los conocimientos y qué medios utilizó para romper el velo entre la ignorancia y el saber.

LA ESCUELA

En su formación intervinieron varios factores. A penas un niño sintió en carne propia los resultados del atraso en que se encontraba la enseñanza de su época, principalmente los métodos coercitivos utilizados por muchos maestros. Años después dejó plasmado, en un artículo revelador, cuáles fueron las interrogantes que él se planteó a los doce años de edad, ante esta situación de la escuela, es una reminiscencia que muestra la lucha entre su propio sujeto y su personalidad:

¿Y de qué me sirve toda esta miseria que me han enseñado, estos rosarios de hechos huecos, estos textos escritos en una jerga pomposa y oscura? El mundo que llevo en mí, él se va explicando solo; pero ese otro mundo vivo de afuera, que me llama a sí con atracción seductora, ¿quién me lo explica? La imaginación me lo revela en su aspecto poético y la razón me dice que él es grandor de mí, y yo pequeñez suya. Pero ¿al sol cómo se va? ¿qué es la luz que me calienta? ¿cómo funciona mi cuerpo?

¿la tierra cómo está hecha? ¿quién me apaga esta necesidad de saber, que me hace avergonzar y llorar? Yo sé el nombre de todos los astros, y su distancia de mí; pero ¿cómo se mide la distancia? A mí no me importa que otro sepa; lo que me importa es saber yo. Yo sé de memoria los pueblos de Francia, los reyes de Israel, los teoremas de la geometría; ¿pero por qué no me enseñan mejor la historia que debe ser tan bella, con los hombres peleando por esta luz que siento en mí, y la historia natural, las costumbres de los animales, las costumbres de las plantas, las semejanzas que yo noto entre mi propio cuerpo y las plantas y los animales?

Todo lo que me enseñan está en papiamento, que es la lengua que habla la gente baja de la isla de Curazao. Yo quiero entender cada palabra que leo, para así ver clara ante mí la idea que representa, porque las palabras no valen sino en cuanto representan una idea. ¡Ea!, pues: me han hecho un imbécil. No hay orden ni verdad en lo que me han enseñado. Tengo que empezar a enseñarme a mí mismo.1

Esta necesidad expresa de José Martí de enseñarse a sí mismo ante una educación estéril, estática, reproductiva, formalista que padeció, ¿no es acaso un rasgo, un indicador de la orientación consciente, muy activa, a la superación, a la adquisición de conocimientos y las vías para lograrlo?

La vida le inculcó directamente la necesidad de rehacer la enseñanza con espíritu verdadero. Sus propias condiciones naturales y su tenacidad le facilitaron prepararse para enfrentar la endeblez de la enseñanza prevaleciente. Su insaciable sed de conocimientos estaba guiada por su convicción de que el hombre no ha de descansar hasta que entienda todo lo que ve. Desde su infancia fue un persistente lector. El amor por la buena lectura contribuyó a dotarlo tempranamente de un caudal variado de información. Siempre supo más que sus compañeros de colegio. Con gusto impartió sus conocimientos a los demás en forma amena y clara. Fermín Valdés Domínguez, su entrañable amigo y compañero, reconoció que Martí, con sus consejos y sabias explicaciones, lo ayudaba en sus estudios.

Otros factores influyeron en sus experiencias personales: el contacto con destacados educadores cubanos que seguramente dejaron huellas valiosas en la formación de su personalidad. Muchos de los profesores que José Martí tuvo en los Colegios “San Anacleto” y “San Pablo” formaban parte del “... sector más avanzado de la intelectualidad criolla (literatos, abogados, médicos y científicos) que derivaron a la enseñanza y renovaron el ambiente escolar y pedagógico existente en el país...”.2

Estos maestros, a cuyo lado se desarrolló José Martí, promovieron “... una pedagogía renovadora, progresista y comprometida con lo cubano...”.3 Ellos “... contribuyeron a generar una literatura didáctica propia...”,4 cargada de aprecio y admiración por lo nacional. Los colegios cubanos en los que se educó José Martí fueron vehículo de la identidad y de la autoconciencia nacional.

El Colegio “San Anacleto”, donde completara su instrucción primaria, gozaba de merecida fama entre los de su tipo en la capital del país. Su director, Rafael Sixto Casado, era reconocido como un maestro prestigioso y prolífero autor de textos escolares: de astronomía, cosmografía, geografía universal, aritmética, gramática latina, moral y cívica y otras materias.

Rafael María de Mendive que, además de maestro, era un delicado poeta y un patriota irreductible, fue su padre espiritual; formado en el Colegio de José de la Luz y Caballero –el maestro cubano por excelencia–, un ejemplo como educador para José Martí. En 1865, con solo doce años, Martí se convirtió en alumno suyo en la Escuela Superior Municipal de Varones. Al quedar cesante el padre de Martí, Mendive se comprometió a costear los estudios de su alumno hasta el grado de bachiller. En lo adelante, hasta que a Mendive lo desterraron en 1869, fungirá como su segundo padre y tendrá una influencia determinante en la vida del joven Martí.

En 1867, Rafael María de Mendive funda el Colegio privado “San Pablo”. José Martí prácticamente vive en la casa colegio. Se relaciona con la familia y amistades de Mendive. Comparte el estudio con tareas de diferente naturaleza que le son asignadas en relación con el colegio y otros asuntos de su maestro. Es un aprendizaje que le permite al joven Martí mostrar su responsabilidad e iniciativas. Es consciente de la confianza que su maestro ha depositado en él y hace todo lo posible para no defraudarlo. Estos momentos vividos junto a Mendive son tan aleccionadores que dejan profundas huellas en Martí.

En sus aulas, Martí encontró casi todo lo que un joven inteligente deseaba tener a su alcance: libros donde satisfacer su curiosidad y su necesidad de instrucción y cultura; orientación atinada sin imposición de criterios; ambiente de estudio, discusión y superación cultural, donde se abordaban los problemas de más actualidad y donde pudo dar riendas sueltas a sus aficiones literarias; contacto con personalidades ilustradas y de prestigio; compañeros con quienes compartir sus inquietudes juveniles; amistad franca y desprendida de sus maestros. Tiempo después, en una carta enviada a Enrique Trujillo,5 Martí calificó a Mendive, su maestro, de maravilloso, por su capacidad para embelesar a sus alumnos en sus clases de Historia o de Física, porque supo trasmitir el aliento patriótico y el amor por la poesía y las artes. Fue en él que Martí vio deslumbrado –en esa etapa transitoria de la niñez a la pubertad– la conjunción del hombre de letras, el maestro y el patriota, al intelectual que se opone virilmente a la tiranía y sufre cárcel y destierro.

En el Colegio “San Pablo”, además de Mendive, su director, ejercían la labor docente otros profesionales que llegaron a alcanzar un sitial entre los fundadores de la Patria o que dejaron una profusa bibliografía en la Literatura, Educación, Derecho, Historia, Ciencias y otras disciplinas: Anselmo Suárez y Romero, José Ignacio Rodríguez, Antonio Zambrana y Vázquez, Claudio Vermay, entre otros. Martí tuvo ante sí una gama de caracteres, métodos y estilos de enseñanza que contribuyeron a cimentar su formación intelectual. Anselmo Suárez y Romero, de quien Martí fue discípulo, era un destacado literato, mentor y guía de la juventud intelectual de la época. Estimaba mucho a Martí por su talento y su perseverante aplicación. A su vez José Martí lo consideraba “... nuestro más castizo hablista...”.6

Además de sus maestros, un condiscípulo lo recuerda así:

Fui condiscípulo de Martí en el colegio San Pablo de Rafael María de Mendive (...) Martí era externo; pero, por lo correctísimo que fue siempre y su carácter dulce y afable, era muy apreciado de Mendive y de su familia, y se pasaba el día en la casa particular de este, situada en la planta baja del edificio.// Además le servía de amanuense para su correspondencia y poesías, y como era formal (el maestro) le comisionaba para sus diligencias en la calle.—// Los recuerdos que aún tengo me representan a Martí como un niño de catorce a 16 años de estatura propia de esta edad, aunque un poco alto, frente ancha, fruncía algo las cejas, ojos muy vivos y un carácter dulce y apacible, y más que alegría demostraba cierta tristeza, como si siempre le preocupara algo, y a los chistes y bromas de sus compañeros, contestaba siempre, con su sonrisa dulce que infundía respetuoso cariño hasta a los de mayor edad.—

Ya en esa edad componía versos, que se los corregía Mendive. —//Dejé de verlo en diciembre de 1868, cuando lo de Villanueva.7

Cuando todavía cursaba el Instituto de Segunda Enseñanza, Martí fue condenado a seis años de presidio, en marzo de 1870. Lo destinaron a trabajar en las canteras de “San Lázaro”. Sufrió y padeció los rigores del trabajo forzado aquel cuerpo todavía en flor. El catalán José María Sardá, contratista de las canteras, ante las gestiones de doña Leonor y don Mariano, los padres de Martí, intercedió ante el Capitán General de la Isla y logró que lo enviaran, en calidad de deportado y bajo su garantía, a su finca El Abra, en Isla de Pinos.

En El Abra comenzó a restablecerse de sus heridas y de su delgadez. Trinidad Valdés, la esposa de Sardá, le brindó cuidadosa atención. Entonces, el joven Martí pudo dedicarse a la lectura, su afición favorita, que ni siquiera abandonó en la propia cárcel.8 Leía mucho: Los Miserables, El Quijote, La Biblia. Se acercaba a los niños de Sardá y les aclaraba aquello que no habían entendido de las clases que recibían. Paseaba con los niños: les enseñó a mirar y observar las cosas de la naturaleza con amenas e instructivas charlas, en las que volcaba no solo su inmensa ternura y amor a la infancia, sino también su vocación de maestro.

Así empleó su tiempo hasta que salió de Isla de Pinos para La Habana. El 15 de enero de 1871 partió para España en el vapor Guipúzcoa. Se le conmutó la condena de seis años de presidio por el destierro en la Península Ibérica. Iba a cumplir dieciocho años y ya había estado uno en la prisión, con cadenas y grilletes; a pesar de su juventud reveló gran madurez en sus actos y pensamiento. Su incipiente lucha lo sometió a tremendas pruebas.

Su última carta desde La Habana la dirigió a su maestro Rafael María de Mendive: ‘‘De aquí a dos horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a Ud. lo debo y sólo de Ud. es cuanto de bueno y cariñoso tengo...’’ .9

LA FAMILIA DEL JOVEN MARTÍ

La madre: Leonor Pérez Cabrera nació en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, el 17 de diciembre de 1828. Murió en La Habana el 19 de junio de 1907. Sus padres tenían algunas propiedades en casas y otros medios de vida. Aprendió a leer y escribir contra la voluntad de sus padres, quienes consideraban este conocimiento como impropio de su condición femenina. En sus cartas revela claridad en sus ideas. Fue ella quien primero escuchó los versos de Martí y los guardó. Desarrolló habilidades en el corte y costura y el bordado, con lo que pudo contribuir al sostén de la familia en las distintas situaciones de estrechez económica.

Fue madre prolífera. Además de Pepe, tuvo entre 1854 y 1865, siete hijas. A pesar de tal número de hijos afrontó con toda responsabilidad las tareas hogareñas y la atención de su marido e hijos, lo que evidencia no solo habilidad, sino laboriosidad y dedicación. Fiel a la tradición española era la guardiana de la estabilidad del hogar para lo que se esforzaba sin aparentes quejas.

Como madre, pronto sintió el orgullo de tener un hijo que los maestros lo distinguían por sus cualidades y su aplicación. Tal vez en más de una ocasión intercedió con su marido para que favoreciera esas cualidades de Pepe. Es significativo que las pocas cartas familiares que se conservan de esta época son las que Martí escribió a su madre.

Cuando Martí se vio envuelto en los primeros trajines políticos –ya estudiante del Instituto de La Habana– y más aún, en los sucesos del Teatro Villanueva, Leonor actuó como toda madre, salió en medio del peligro en busca de su hijo. Ese sentido de protección creció cuando fue encarcelado y condenado a seis años de prisión. Corrió de un lado para otro, habló con cuantas gentes pudo, suplicó y firmó cartas a las autoridades pidiendo la libertad de su hijo o la atenuación de su condena. En esta etapa prevaleció el llanto, el sufrimiento por encima del reproche.

El padre: Mariano Martí y Navarro nació en Valencia, España, el 31 de octubre de 1815. Murió en La Habana el 2 de febrero de 1887. Su letra, ortografía y fluidez eran óptimas para su tiempo y denotan una educación superior a la media. Integraba el Real Cuerpo de Artillería como sargento primero al nacer Pepe. Desde el año siguiente como sargento de brigada y en abril de 1855 como subteniente de infantería. Después fue guardián o celador de distintos barrios de la Capital. Sufrió pobreza por carecer de empleo durante largas temporadas. Confrontó no pocas dificultades por su sentido de honestidad.

El crecimiento de la familia, unido a las dificultades económicas, introdujo un elemento de contradicción en el seno de la familia: el padre necesitaba alguien que lo ayudara en el sostén de la prole. Como era habitual el hijo mayor debía ayudar al padre. Pero este hijo tenía mejores condiciones para el trabajo intelectual que para las ocupaciones que solían aparecer de carácter rutinario y manual. En abril de 1862, don Mariano fue destinado al cargo de Capitán Juez Pedáneo del partido territorial de Caimito del Sur –o Caimito de la Hanábana– actual provincia de Matanzas. Pepe acompañó a su padre en aquel apartado lugar y lo auxilió como amanuense. Fue la primera experiencia laboral de Martí en contacto con la naturaleza campestre cubana: tenía nueve años de edad.

Él mismo lo cuenta en la primera carta que se conoce de él, escrita a su madre:

Ya todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo y engordarlo como un puerco cebón, ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo en él, cada día cría más bríos. Todavía tengo otra cosa en que entretenerme y pasar el tiempo, la cosa que le digo es un «Gallo Fino» que me ha regalado Dn. Lucas de Sotolongo, es muy bonito y papá lo cuida mucho, ahora papá está buscando quien le corte la cresta y me lo arregle para pelearlo este año y dice que es un gallo que vale más de dos onzas.

Tanto el río que cruza por la «finca» de Dn. Jaime como el de «Sabanilla» —por el cual tiene que pasar el correo estaban el Sábado sumamente crecidos, llegó el de acá a la cerca de Dn. Domingo, pero ya han bajado mucho.10

Durante el tiempo que Martí estuvo en la zona de Hanábana tuvo la oportunidad de hacer ejercicios físicos, de conocer la vida en el campo: el mundo de la foresta y de los animales, aquellas noches unas veces largas, silenciosas y oscuras, otras acompañadas de los disímiles ruidos de los insectos y del brillo de las estrellas y la Luna; conoció también el rudo trabajo de los esclavos de barracón, tan diferente del trabajo del esclavo doméstico de la ciudad. Presenció hechos como el desembarco de un alijo de esclavos y la bestialidad del bocabajo. La muerte de un esclavo la dejó plasmada en sus Versos Sencillos, la contaría veintiocho años más tarde:

Rojo, como en el desierto, Salió el Sol al horizonte:

Y alumbró a un esclavo muerto. Colgado a un seibo del monte.

Un niño lo vio: tembló

De pasión por los que gimen

Y, al pie del muerto, juró

Lavar con su vida el crimen!

Con el estallido de la Guerra de 1868, Martí y Mendive se metieron prácticamente en trajines conspirativos, cada uno a su nivel y posibilidades. El 22 de enero de 1869, como consecuencia de las manifestaciones revolucionarias ocurridas en el Teatro Villanueva, Mendive fue encarcelado por ser su casa centro de reuniones patrióticas y su Colegio fue clausurado. Martí perdió el apoyo del maestro. El padre colocó a Pepe como dependiente de diligencias en la oficina del comerciante Felipe Gálvez Fatio, tal vez más para sacar a su hijo del ambiente conspirativo que rodeaba a muchos jóvenes habaneros que por apremios económico. Lo cierto es que crecieron sus contradicciones con el padre. Escribió a su maestro Mendive, en octubre de 1869, una carta reveladora de su estado anímico:

Trabajo ahora de seis de la mañana a 8 de la noche y gano cuatro onzas y media que entrego a mi padre. Este me hace sufrir cada día más, y me ha llegado a lastimar tanto que confieso a Ud. con toda la franqueza ruda que Ud. me conoce que solo la esperanza de volver a verle, me ha impedido matarme. La carta de Ud. de ayer me ha salvado. Algún día verá Ud. mi Diario, y en él, que no era un arrebato de chiquillo, sino una resolución pesada y medida.12

La dureza del padre en las circunstancias que se vivía, en esos momentos, era explicable. No hay que dudar que fuera en ciertos momentos áspero con su hijo. ¿Cuál sería la actitud de un padre común hacia un hijo que caminaba directamente a un enfrentamiento con las autoridades coloniales? Como funcionario policial es de suponer que a don Mariano le llegaran advertencias acerca de la actitud de su hijo. ¿Cómo preservarlo de los peligros, sino apartándolo y metiéndolo en otras tareas, además de las urgencias económicas que apremiaban a la familia Martí Pérez? Una personalidad tan sensible como la de aquel joven debió sentirse lacerada por la conducta de su padre, el encarcelamiento y posterior destierro de su maestro y el verse apartado de sus estudios. Pero pronto tuvo la oportunidad de comprobar los verdaderos sentimientos de su padre: cuando aquel recio ex-soldado lloró como un niño ante los padecimientos de su hijo en las Canteras de San Lázaro. Así recordó el sufrimiento de su padre en El Presidio Político en Cuba:

¡Y qué día tan amargo aquel en que logró verme, y yo procuraba ocultarle las grietas de mi cuerpo, y él colocarme unas almohadillas de mi madre para evitar el roce de los grillos (grilletes), y vio al fin... aquellas aberturas purulentas, aquellos miembros estrujados, aquella mezcla de sangre y polvo, de materia y fango, sobre que me hacían apoyar el cuerpo...! ¡Día amarguísimo aquel! Prendido a aquella masa informe, me miraba con espanto, envolvía a hurtadillas el vendaje, me volvía a mirar, y al fin, estrechando febrilmente la pierna triturada rompió a llorar! Sus lágrimas caían sobre mis llagas; yo luchaba por secar su llanto; sollozos desgarradores anudaban su voz, y en esto sonó la hora del trabajo, y un brazo rudo me arrancó de allí, y el quedó de rodillas en la tierra mojada con mi sangre, y a mí me empujaba el palo hacia el montón de cajones que nos esperaba ya para seis horas. ¡Día amarguísimo aquel! Y yo todavía no sé odiar.13

LAS HERMANAS DE JOSÉ MARTÍ

Martí tuvo siete hermanas: siguiendo a él nació Leonor, a quien llamaban La Chata; después Mariana Matilde, que llamaron Ana; María del Carmen, a la que denominaban La Valenciana; María del Pilar Eduardo, que murió a los seis años; Rita Amelia, Antonia Bruna y Dolores Eustaquia, nombrada Lolita, que murió a los ocho años.

Pepe quiso mucho a sus hermanas con las cuales convivió hasta su salida para el destierro. Ayudó a su madre a cuidarlas: solía salir de paseo con ellas y cargaba a la más chiquita o la llevaba de las manos. Ellas lo reciprocaban con su candor femenino y su ternura. Martí recordará, años después, a una de ellas en uno de los versos sencillos, al igual que a su madre y a su padre. ¿Cuánto influyó ese ambiente femenino en su carácter y en su actitud hacia la mujer?

LAS CASAS EN QUE VIVIÓ Y LOS VIAJES DEL JOVEN MARTÍ

En la casa natal de la Calle Paula, Martí vivió con su familia en los altos, pues la parte baja la ocupaba otro matrimonio con los cuales estaban emparentados. Cuando Pepe tenía tres años ya vivían en la Calle La Merced No. 40; después vivió en Ángeles No. 56 y luego en una casa del barrio de El Templete. También la familia Martí Pérez residió en Marianao, luego se mudaron para San José entre Gervasio y Escobar, pero también vivió en Guanabacoa a inicios de 1869 cuando su padre fue nombrado celador del barrio de la Cruz Verde de esa localidad.

Para un niño que ha vivido prácticamente toda su vida en un mismo lugar, su conocimiento de la realidad es más reducido que quien ha transitado por diferentes barrios de una ciudad ya bastante poblada con más de medio millón de habitantes. Debió ser afortunado para aquel jovenzuelo ávido de información conocer distintos parajes de la ciudad. De igual modo en dos ocasiones cruzó el mar: primero hacia Valencia cuando era muy pequeño, pudo recordar la inmensidad del Océano Atlántico, luego su fugaz estancia en la América Central, en Honduras. Fueron contactos con la naturaleza en su inmensidad y diversidad. El viaje a Caimito de Hanábana, donde convivió con campesinos, barracones de esclavos, ríos crecidos, árboles, flores y pájaros, entraron a formar parte de su mundo exuberante de imágenes.

SU ACTIVA PARTICIPACIÓN SOCIAL

Desde muy joven su vida está vinculada a trascendentes acontecimientos sociales y políticos de su país, también de otros lugares del mundo: desde las propias aulas participó en la vida política y desde entonces no salió de ella hasta su muerte. Para Martí no hay vida sin lucha política. Esta conducta lo conduce directamente a la misión de satisfacer las necesidades de su pueblo y de su momento, exigencias a las que se enfrenta con una capacidad del espíritu profundamente práctica.

En 1865, cuando era alumno de Rafael María de Mendive, promovió entre sus compañeros de colegio, y él fue el primero, que todos llevaran una cinta negra en el brazo como señal de condolencia por el asesinato de Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, quien declaró la abolición de la esclavitud en ese país y que dio origen a la Guerra de Secesión.

En vísperas del estallido del 10 de Octubre, la actitud y sentimientos de los patriotas hacia la metrópoli comenzaron a polarizarse en el ambiente estudiantil: los adeptos al régimen colonial, fueron denominados “gorriones”; mientras los patriotas, los que en su versión más radical abrazaban el independentismo, se identificaban con la “bijirita”, pequeña ave cubana. José Martí era reconocido como perteneciente a este último grupo de jóvenes.

A los quince años de su vida estalla en Oriente, el 10 de Octubre de 1868, la guerra de independencia contra España. Aunque hijo de españoles, Martí se adhiere desde el primer momento a “la causa de Yara”.

Publica clandestinamente su soneto:

El diez de octubre

Del ancho Cauto a la Escambraica sierra Ruge el cañón, y al bélico estampido,

El bárbaro opresor, estremecido, Gime, solloza, y tímido se aterra.

Contribuye a editar, a comienzos de 1869, primero El Diablo Cojuelo, que fue gestado por el propio Martí y otros condiscípulos. Y cuatro días después el semanario democrático cosmopolita La Patria Libre, que tiene un corte distinto y parece que en sus auspicios intervinieron adultos, como el maestro Mendive. No pasaron ambas publicaciones del primer número. En este último da a conocer su poema dramático “Abdala” que hace perdurable el periódico.

Por un incidente menor, los “voluntarios” españoles encuentran, en la casa de su amigo Fermín Valdés Domínguez, una carta en que se acusaba a un condiscípulo de ambos de apostasía por haber ingresado en el cuerpo de voluntario.14 La carta, firmada por Martí y Fermín Valdés, hace que sean encarcelados, en octubre de 1869. En el juicio, en marzo de 1870, José Martí reclama enérgicamente la paternidad de la carta y el derecho de Cuba a su independencia. Fermín es condenado a seis meses de arresto mayor, mientras que a José Martí nada menos que seis años de presidio. El 4 de abril lo trasladaron a la cárcel de La Habana. Al siguiente día, lo pelaron al rape, lo vistieron como recluso y le pusieron en el tobillo de la pierna derecha un grillete unido por gruesa cadena a otras que le rodeaba la cintura. Se le asignó trabajo forzado en las Canteras de San Lázaro.

El Presidio Político en Cuba, es la obra de más trascendencia política y literaria, escrita por José Martí en esta etapa. Aunque fue publicado en Madrid en 1871, lo más probable es que el texto comenzó a gestarse en la propia reclusión del joven. Se trata de la aplicación de sus precoces facultades intelectuales a la literatura de campaña que se escribía en Cuba insurrecta. Este texto habría bastado para asegurarle al autor un sitio en la literatura cubana.

 Conclusiones

La entrada de José Martí a la escuela de Rafael María de Mendive fue oportuna y decisiva: contribuyó a canalizar sus intereses más profundos en el curso de la actividad de estudio y de trabajo.

En el desarrollo creciente de su creatividad su maestro Mendive fue el centro y la escuela un laboratorio en vivo: para Martí, Mendive era su modelo y hasta intentó imitarlo en su habilidad para la traducción literaria. El ambiente escolar de San Pablo fue propicio para el desarrollo de su capacidad de apropiación de conocimientos y, a la vez, la búsqueda de su independencia cognoscitiva, el desarrollo de su sensibilidad y sus sentimientos, y la oportunidad para mostrar su

aptitud para el trabajo.

En San Pablo, Martí tuvo la oportunidad también de alternar con intelectuales de primera línea, en medio de la tertulia literaria y política, que como otras de la ciudad fueron verdaderas escuelas de creadores y de revolucionarios.

A pesar de cierta reticencia paterna para privilegiar los estudios del joven Martí, el hogar de hecho no fue obstáculo porque hubo aceptación ante la oferta de Mendive de costear hasta el bachillerato los estudios de Pepe.

Desde su adolescencia, su personalidad no podía mantenerse indiferente ante las situaciones problémicas que el medio le provocaba. Tenía explicación para su mundo interior, pero no para el mundo vivo de afuera – como confesara. Fue así como decidió orientarse a sí mismo: muestra de una clara autoproyección y conocimiento de sí mismo.

Dos vías tenía a su alcance: el estudio –la lectura–, la capacidad de pensar e investigar. Para eso estaba consciente que disponía de una fuerza de voluntad que había comenzado a ejercitar tempranamente. La otra vía: la práctica social que estimulaba su motivación por las circunstancias en la que se vio envuelto, le permitió lograr una madurez temprana por obra de una causalidad en la que su orientación dinámica da señales de una creciente necesidad para el equilibrio de su personalidad.

El Presidio Político en Cuba muestra la capacidad de José Martí para penetrar la realidad social y política de Cuba y mostrar, con imágenes nítidas e impresiones claras, el reflejo de las emociones vividas en la cárcel por un joven político de sensibilidad artística, en un documento que revela la esencia de la opresión colonial.

Referencias

1 MARTÍ J. Revolución en la enseñanza. La Habana, Cuba: Anuario del Centro de Estudios Martianos. No. 8, 1985. p. 14-19.

2 FERRÁN H. Los colegios privados cubanos del siglo pasado (XIX) y su contribución a la formación de la conciencia nacional. En: Magíster. Boletín de la Facultad de Pedagogía del Instituto Superior Pedagógico ‘‘Enrique José Varona. No. 1, La Habana, jul-dic. 1986. p. 29.

3 IBÍDEM.

4 IBÍDEM. p. 36.

5 MARTÍ J. Obras Completas. T. 5. Carta publicada en El Porvenir. New York. 1 de julio de 1891. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1975.

6 ROIG E. Martí en España. La Habana, Cuba: Cultural; 1938. p. 72.

7 TOLEDO L. Cesto de llamas. Biografía de José Martí. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 1996. p.23-24.

8 MARTÍ J. Obras Completas. T. 1. 1862-1876. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos; 2000. p. 45.

9 MARTÍ J. Obras Completas. T. 1. La Habana, Cuba: Edición Crítica. Centro de Estudios Martianos; 2000. p. 49.

10 ___. Obras completas. T. 1. Edición Crítica Centro de Estudios Martianos, La Habana, Cuba: Edición Crítica. Centro de Estudios Martianos; 2000. p. 15.

11. Versos sencillos. Estudio de Gabriela Mistral. La Habana, Cuba: Dirección de Cultura; 1939. p. 81.

12. Obras Completas. T. 1. La Habana, Cuba: Edición Crítica. Centro de Estudios Martianos; 2000. p. 41-42.     13 IBÍDEM. p. 77. En: Martí J. Obras Completas. Ob. cit. p. 38.

 

Bibliografía

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